16
—🌥—
Por primera vez en años, Beth no había tenido suficiente tiempo para escribir. Pero tampoco le molestaba ya que quién robaba ese par de horas al día era el mismísimo Bruce Wayne. Aquel castaño que le recogía del trabajo al salir el sol y algunas veces por la tarde. Llevaban saliendo formalmente dos semanas y no mucho había cambiado entre ambos, a excepción de tomarse las manos sin pena alguna.
Pasaba cada vez más horas del día fuera de casa y parecía que finalmente habían encontrado el equilibrio para tenerse el uno al otro.
Aquella noche Beth estaba en pijama, recostada en su cama con la computadora encima. Era su día libre y aprovechaba para continuar su escritura pero no podía seguir con la tragedia de su personaje si durante el día sonreía y bromeaba con Bruce. Se distraía fácilmente recordándole.
Guardó lo poco que avanzó y tras cerrar la laptop sin poder concentrarse lo suficiente decidió que era tiempo de terminar de prepararse para irse a dormir. Se levantó de la cama dejando el aparato en el buró para dirigirse al baño y lavar sus dientes. Por último, cepilló su cabello mirándose al espejo.
Apagó la luz y cerró la puerta detrás suyo para caminar hacia la cama, cuyas sábanas destendió de la orilla con la intención de cobijarse. No obstante, una corriente de aire detrás suyo le hizo fruncir el ceño; había cerrado la ventana al subir, puede que tuviera memoria a corto plazo pero estaba segura de que así fue. Se dio media vuelta.
Una silueta alta y oscura la cual apenas lograba ser iluminada por la lámpara de la mesa de noche apareció. Podía ver sus ojos claros observándole junto a la capa plástica ondeando ligeramente. Pudo notar que algo malo pasaba.
—Hey—dijo acercándose. Era una visita inesperada pero bienvenida—¿qué pasa?
Hablaba en voz baja, temiendo que le descubriera su madre. Caminó hasta quedar a escasos centímetros de él.
—Debí haber llegado antes—comenzó con cierto tono quebrado en su voz—pude haberle salvado si hubiese llegado antes.
Beth no sabía qué decirle. Los últimos días aprendió mucho de Bruce, cómo la razón por la que decidió diseñar su traje y salir por las noches. Quería ayudar a los demás sin importar salir herido pero no podía estar en todas partes, era algo que le costaba aceptar. Quitó la máscara que le cubría mostrando su maquillaje corrido y cabello por ningún lado.
—Estoy segura de que hiciste lo que pudiste—levantó la mano hasta acariciar su mejilla.
—Pero debí...
—Bruce, sé que es difícil aceptarlo pero no eres responsable de las acciones de los demás. No es tu culpa—repitió las palabras que una vez le dijo, él bajó la mirada.
Lucía tan vulnerable pese a tener ese traje antibalas puesto. Pese a tener el físico y conocimientos necesarios para noquear a más de uno. Beth no era buena consolando a los demás, pero quería hacer algo con Bruce.
—¿Qué tal si te deshaces de esa pesada armadura y nos recostamos un rato?
—¿Qué hay de tus padres?—murmuró viéndole.
—Mi papá salió de viaje y mi mamá se duerme temprano. Aparte la puerta tiene seguro, lo que nos daría tiempo en caso de que ocurra algo. Tú no te preocupes ¿si?
Asintió retrocediendo un paso para comenzar quitando la capa. Ella no había pensado lo bien estructurado que estaba todo, lo complicado que podía ser ponerlo y quitarlo. Acomodaba las partes en la silla de su escritorio enfrente de la cama bajo la otra ventana.
—¿Es donde él te lastimó?—se acercó a él con la atención en su brazo, la herida aún no cicatrizaba como las demás.
Él volvió a asentir sin muchas ganas de hablar. Acercó la mano con la intención de tocarla, como si eso fuese a sanarlo milagrosamente, pero se detuvo a milímetros de hacerlo.
—¿Te duele?—preguntó.
—No. Nada duele cuando estoy contigo.
Levantó la mirada para verle directo a los ojos intentando encontrar algo que le dijera que era mentira. Lo único que encontró fue sinceridad y una expresión tranquila.
—Ven—tomó su mano guiándole a la cama.
Entró bajo las cobijas seguida de él, la cama de Beth era de tamaño individual y no era suficiente para ambos pero podrían arreglárselas. Bruce descansó su cabeza entre el cuello y hombro de Beth, abrazándola por el abdomen.
Era curioso porque ella odiaba el contacto físico con cualquiera, los abrazos no eran lo suyo. No obstante, se abría cada vez más en ese aspecto, estar con él se sentía tan correcto que nunca sentía incomodidad teniéndole tan cerca; acarició su cabello con una mano mientras dejaba la otra sobre su brazo. Su respiración era cada vez más tranquila bajo su agarre.
—El padre tenía antecedentes de violencia pero nadie hizo caso—dijo poco después—cuando llegué ella no respiraba. Su hijo estaba oculto bajo la cama, pero lo escuchó todo.
No podía ni imaginarse lo difícil que debió haber sido eso. Hubo otro silencio.
—Perdón por venir así. No debí...
—Está bien—le interrumpió—siempre estaré aquí.
—¿Escribías?—cambió de tema pocos segundos después, no quería preocuparla más.
—Si, pero no avancé mucho.
—¿Y de qué escribes? Creo que nunca te lo he preguntado.
—Bueno, pues siempre me ha gustado el género de terror y suspenso pero cuando tenía 10, me encontré en la televisión una serie sobre vampiros. Estaba llena de drama y cosas sobrenaturales. Me gustó tanto que comencé a imaginar mi propia historia que hasta la fecha sigo perfeccionando. Así que en resumen, escribo sobre monstruos, amores prohibidos y caos.
—Suena asombroso.
—Gracias—respondió sonriendo.
Bruce permaneció en la habitación decorada de pósters hasta que el sol apareció detrás de las cortinas. Lo que menos buscaba era meterla en problemas así que con cuidado salió de la cama para juntar sus cosas. Le miró descansando tan tranquilamente que deseó quedarse un poco más.
Suspiró dirigiéndose a donde dejó sus cosas. La nota anterior seguía allí.
—Alfred, ¿aún tienes el número de la señora Hazel?—habló bajando las escaleras que daban al comedor donde Alfred leía el periódico.
No llevaba mucho que llegó de casa de Beth, pero lo suficiente para haberse tomado un baño antes de desayunar.
—¿La encargada del centro de artes?—asintió sentándose a su lado en la otra silla vacía—por supuesto. ¿Puedo saber para qué lo necesita?
—Quiero informes del curso de escritura. Escuché que tiene el mejor programa del área.
—¿De repente tiene interés en escribir? Eso es...curioso—bajó el periódico para verle.
—No es para mí.
—Oh...con gusto me encargo de eso.
El hombre sonrió viendo a Bruce tomar la taza entre sus manos, sabiendo exactamente lo que quería hacer.
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