Alice ha desaparecido.

Catherine recorrió lentamente a su audiencia con aquella mirada cruel que tenía, y pronunció las siguientes palabras aún más despacio:

-¿Y cómo es que ha desaparecido, nuestra pequeña Alice?- preguntó ella, derramando miel y veneno en sus palabras.

El mensajero, una carta baja que parecía a punto de deshacerse, respondió con la verdad. A la reina no se le podía mentir.

-Ella a atravesado un espejo, su majestad, y a desaparecido, como por arte de magia, su majestad, no sabemos dónde a ido, su majestad...

-Cállate- ordenó Catherine gélidamente. Detestaba el parloteo.

Así que ha desaparecido.

Estructuras de piedra, torres y cascabeles llenaron su memoria. Sólo había visto a alguien, además de Cheshire, desaparecer como por arte de magia.

Ya habían pasado casi diez años desde ese entonces.

Diez años siendo la cruel reina de corazones.

Diez años desde que el destino le había arrebatado sus sueños.

A veces, la felicidad es el sueño más ambicioso de todos, ¿No Cath?

Hizo a un lado sus recuerdos de bailes de máscaras, té y pasteles de limón, y volvió a concentrarse en lo importante: en Alice.

-¡Capturenla!- ordenó, golpeando el suelo con sus zapatos, y alzando su voz por todo el salón.

-¿Pero dónde buscamos a alguien desaparecido, su alteza?- preguntó una de sus inútiles cartas.

Catherine los perforó con su mirada, inevitablemente recordando como ellos ni siquiera pudieron detenerla cuando ella se fugó, con Jest, de un baile en este mismo salón. Realmente son inútiles.

Su sonrisa felina apareció en un sus labios, y todos en la corte callaron, temiendo decir algo que les costase su cabeza.

-Traigan un espejo...- dijo ella, arrastrando las palabras -...y luego larguense- añadió con desden. -A menos que queráis una audiencia con Cuervo.

Todos en la sala, animales y cartas, salieron de inmediato del gran salón, alejándose inmediata y todo lo posible, de la cruel Reina de Corazones y su siniestro cuervo.