Capítulo 4

FELIZ NAVIDAD!!! Las actualizaciones no se detienen. Espero que estén pasando una agradable fecha ♥️.

***

Afrodita no estaba muy segura de estar donde se encontraba, pero eso no cambiaba el hecho de que se encontraba allí, mirando la puerta frente a ella y decidiéndose si debía tocar o no; es decir, había ido para hablar con alguien sobre lo que había sucedido hace menos de una hora con Hefesto y que aun no terminaba de procesar.

¿Y no era ese el problema? ¿Por qué estaba recurriendo a alguien que era casi desconocida para contarle sus penas cuando podía ir a cualquiera de sus amigas?

No, no podía hacer eso.

Lo mejor era que regresará a su casa y olvidara todo.

Se giró para regresar a su auto cuando se topa con una chica sonriente recostada en la puerta del copiloto de su coche.

—Me preguntaba cuando ibas a tocar —comentó la chica— Pero dado que te giraste supongo que te arrepentiste.

Atrapada.

—¿Qué te trae por mi casa? —le preguntó Athenea acercándose a ella y sentándose en las primeras gradas de la entrada.

Afrodita la imito diciendo— Quería hablar contigo.

—¿Sobre?

—Una tontería, no tiene importancia. No te preocupes —le respondió la pelirroja con una sonrisa que estaba segura engañaría a la chica, engañaba a casi todos a su alrededor cuando quería ocultar lo que sentía.

Athenea asintió y miro al frente sonriendo— ¿Sabes de donde acabo de venir?

—¿De dónde?

—De la playa.

Tres palabras. Solo tres palabras la dejaron por primera vez en su vida sin palabras a la pelirroja.

No era necesario ser un genio para saber que Athenea los había visto, a ella y Hefesto, besándose, pero eso no quería decir que lo fuera a admitir.

—¿Estuvo bien el paseo? ¿Alguna novedad?

La castaña hizo un gesto de pensativo antes de responderle— No sé, quizá, vi muchas cosas, personas, parejas —dijo al final de manera sugerente.

Afrodita se hizo la loca buscando una manera de desviar el tema.

—¿Entonces desde cuando regresaron?

Ok. Athenea no lo iba a dejar pasar.

—No hemos regresado.

—Pero...

—Nada —le respondió demasiado la pelirroja a la chica— No pasa nada entre nosotros —aclaró más tranquila.

—¿Y el beso? —cuestionó Athenea con un ceja levantada— ¿Qué pasó Afrodita? —le preguntó poniendo una de sus manos sobre la suya en muestra de apoyo.

La pelirroja no supo que la poseyó en ese momento, pero le contó a Athenea todo lo que había estado pasando desde que la ayudo a ir al Valle de los Templos y casi matan a las ancianas que le aparecieron, desde ahí habían empezado sus problemas emocionales o habían salido a luz, no sabría decirlo.

Le contó de los sueños, los recuerdos de su padre y de cómo le contaba de su madre, como se sentía con respecto a su grupo de amigos, y sobre todo como se sentía respecto a los del propio grupo de la castaña.

Athenea la escuchó atentamente y sin interrumpir, en su rostro mostro el interés sobre lo que la pelirroja le contaba y no solo eso, sino también cuanto le afectaban algunas de sus confesiones.

—No creo que Hefesto te haya besado sino siente nada —fue lo primero que le dijo después de terminar de contarle todo— Sin embargo, no creo que esté listo para admitir lo que siente tampoco.

Afrodita sabía eso, y dolía ¿Cuánto más debía esperar para que superaran el pasado y pudieran avanzar? ¿Cuándo iban a entender que todo lo que paso con Ares fue un malentendido? Ella jamás había tenido algo con él.

—Sobre las pesadillas, me gustaría poder ayudarte, pero ando casi en las mismas que tú —confesó la chica sacando a Afrodita de sus pensamientos.

—¿Qué quieres decir?

Athenea la miro fijamente antes de volver a hablar.

— Al igual que tú he tenido pesadillas extrañas y que se relacionan a los dioses griegos —le respondió con un tono cauteloso— Creo que puede ser por todo que pasa a nuestro alrededor o simplemente porque esos sueños quieren evocar un recuerdo en nosotras.

—No entiendo; es decir, te entiendo ¿Pero por qué yo soñaría con Ares? —le preguntó— No es que lo conozca mucho para haber olvidado algo.

—Puede ser ¿Haz intentado dejarte llevar en tus sueños?

—¡No! —exclamó Afrodita escandalizada por la simple idea de dejarse llevar por ese sueño.

No, eso sería algo que jamás haría.

—¿No has pensado que esa puede ser la solución a que dejes de tener el mismo... sueño?

—No. De hecho lo que menos quería era pensar en ello —admitió.

—Te entiendo, pero, y aunque créeme que se lo que sientes, mi consejo es que te dejes llevar.

—¿Por qué? ¿A ti te funcionó? —le preguntó y vio la incomodidad en la castaña— ¿Athenea?

—Digamos que solo pase de un sueño a otro y así sucesivamente hasta entender que me pasa.

—¿Y qué es eso?

Athenea no le respondió y antes de que pudiera insistir la puerta de la casa de la chica se abrió.

—¡Oh! Hola, Mónica. No sabía que estabas aquí —le dijo la señora saludándola y Afrodita se acercó a darle un beso.

Athenea aún tenía a su madre y la suerte en ese departamento con el nombre que llevaba era una esperanza para la pelirroja de que las cosas podían mejorar.

—Estuve conversando un rato con Aty —le respondió con una sonrisa— Se nos pasó la hora.

—Me imagino, pero pasen. Hace frío acá afuera —les pidió con la sonrisa amable que la caracterizaba desde el día que la conoció; sin embargo, Afrodita podía ver más allá de eso y no le gusto lo que su mirada transmitía.

Miedo, temor, paranoia resaltaban antes que nada.

—Acabo de preparar la cena y un postre delicioso.

Afrodita miró a Athenea, porque aunque estaban en buenos términos y eran casi amigas no creía que a la castaña le gustara tenerla en su hogar, o al menos eso había demostrado las pocas veces que estuvo ahí.

—Vamos —le dijo Athenea acercándose a ella con una sonrisa— Todo bien, no te preocupes, además le agradas a mi mamá y si estar contigo la hace feliz, yo soy feliz.

—¿Pero tú...

—Eres mi amiga, Afrodita, y no lo digo a la ligera. Te considero una amiga y espero que en un futuro podamos ser más cercanas —le dijo la castaña cortando cualquier cosa que fuera a decir.

La pelirroja sonrió e ingreso a la casa de su nueva amiga, de manera oficial, decidida a pasar un buen momento olvidándose de todo lo demás que la torturaba.

***

Cuando Afrodita llego a su casa estaba más que relajada.

Se había divertido demasiado con Mina y Athenea, además de que disfruto de una excelente porción de torta caprese que la mamá de su amiga había preparado y le había alistado para llevar.

La pelirroja aun no podía creerlo, Athenea había dicho que eran amigas y esa simple acción la había hecho feliz. Era un pequeño detalle que necesitaba del exterior, saber que no era odiada por el grupo al que pertenecía, por ser quien era.

Afrodita fue a su cocina y guardo el pedazo de torta en su refrigerador resistiendo las ganas de comerlo en ese mismo instante.

La vida puede mejorar, solo se necesita un poco de esperanza en ella se dijo volviendo sobre sus pasos para ir a su cuarto, pero no pudo hacerlo.

Al llegar a su sala se encontró con dos ojos color azul claro que la miraban fijamente y molestos, realmente molestos, de la chica que estaba sentada en su mueble como dueña y señora de la casa, de su casa.

—Creí haberte dicho que no te acercaras a Athenea —le recordó su no invitada.

—Y yo siempre te dije que no deberías seguirme —le respondió Afrodita envalentonada.

Normalmente hubiera cedido ante Hera y su actitud mandona. Le debía demasiado como para que su conciencia le permitiera estar jodiendo la vida de su amiga a cada paso, pero no iba a dejar que la chica decidiera sus amistades por ella.

—Si no lo hiciera todo el mundo sabría de tus escapas con Apolo, Dionisio, Hermes y Poseidón —le recalcó— Pareces olvidar que soy casi la dueña de este pueblo, no hay nada que yo no sepa.

—Puedes ser la dueña de este pueblo, pero no de mi vida, Hera —le recordó la pelirroja— Yo te conozco mejor que cualquiera de las personas que mantienes cerca de ti —no iba a decir que dejaba entrar a su vida porque eso no era cierto— Sé que te preocupas por nosotros y quieres mantener el control de todo para que no estemos en peligro por nuestro dinero.

La rubia bufo y Afrodita suspiró antes de continuar— Tienes que soltar un poco, además Athenea no me hará daño.

—¿Y cómo estás tan segura?

—Porque lo siento aquí —le respondió señalando su corazón— Y sé que tú también, porque de lo contrario ya hubieras hecho su vida un infierno, pero ni siquiera lo has intentado —le dijo.

Afrodita conocía los alcances de su amiga cuando quería hacer la vida imposible a alguien, una chica que había coqueteado con Zeus delante de ella era la prueba de ello. Hera no tomo bien el atrevimiento y un día, solo un día después la chica pareció temerosa de acercarse a cualquiera hasta que se fue del pueblo.

Nadie se mete con lo que es mío les había dicho su amiga cuando le preguntaron qué le había hecho a la pobre chica.

Entonces por lo mismo sabía que si lo hubiera querido realmente Athenea ya no estaría en el pueblo, como ella misma había dicho era casi la dueña de todo el lugar.

—No te confundas Afrodita —le dijo Hera con un tono frio— El que no haya echado a Athenea fuera del pueblo no significa que me agrade, yo tengo mis motivos para mantenerla acá.

—Ese es tu problema —le señaló Afrodita— Solo son tus motivos, motivos que nadie más conoce y por el que quieres que los demás cedan ante ti a ciegas.

—No lo entenderías...

—Podrías intentar explicarme.

—Sí, podría —le dijo con una risa seca— ¿Y luego qué? ¿Veo cómo corres peligro? No, no es algo que esté dispuesta a aceptar.

La pelirroja suspiro cansada, sabía que no importaba cuanto insistiera Hera jamás le diría nada.

—Athenea significa un peligro —agregó.

—No voy a dejar de ser su amiga —le respondió sin dudar, pero en voz baja— Me hace bien estar cerca de alguien que no tiene nada que ver con este pueblo y el pasado.

—Sus amigos son ese pasado que tanto te lastima —le señaló Hera— Dime ¿Estarás dispuesta a ser su amiga en las sombras? ¿Ocultarte como lo haces con Apolo para no perjudicarla? —le cuestionó y Afrodita no supo que responder.

Claro que no quería eso, pero si tenía que hacerlo lo haría.

Ella mejor que nadie sabía cuánto se debería valorar una amistad y lo que dolía perderla, además por lo poco que había observado Artemisa, Hefesto y Athenea no estaban precisamente en los mejores términos.

—Me acusas de querer controlar a todo el mundo, pero no te das cuenta que tienes un problema similar —le señaló— Te encanta complacer a todo el mundo dejándote de lado, es por eso que sales herida. Luchas, pero si tienes que pasar sobre alguien que te importa para lograrlo no lo haces, prefieres sufrir que siquiera intentarlo.

Afrodita trago en seco ante las palabras de su amiga.

Tenía razón, después de todo cada palabra que había dicho era cierta, pero no podía evitar ser así. No quería que otros sintieran lo que ella sentía cada vez que era lastimada.

—Esta no es la Afrodita que conocí —le dijo Hera confundiendo a la pelirroja— Pero es a quien quiero proteger, así que hazme caso no vuelvas a ver a Athenea.

Las palabras para estar de acuerdo con su petición estaban en la punta de su lengua, pero no salieron y Afrodita no quería decirlas.

—Lo siento —susurró viendo como Hera asentía decepcionada y molesta mientras se ponía de pie.

—Muy bien, si es lo que quieres hazlo, pero ten presente esto —le advirtió— Llegas a ser herida por cualquiera de esos pordioseros y los hago pagar con sangre a todos, culpables o inocentes.

—Hera...

—No, y no pienses que lo hago por altruista —le dijo— Me importas, sí, pero hay mucho más en juego que aún no sabes y por eso te necesito de pie y con una armadura invencible. Por eso siempre te protegido y te recalcado que nunca puedes dejarte vencer ante nadie, Afrodita, tú eres la única persona que puede serme útil en un futuro —aclaró antes de irse.

Afrodita se tiro en su sofá cuando escucho la puerta cerrarse de golpe. Estaba preocupada por su amiga y las maneras cripticas en las que hablaba.

Te necesito de pie y con una armadura invencible.

Nunca puedes dejarte vencer ante nadie.

Eres la única persona que puede serme útil en un futuro.

¿Útil? ¿Útil, para qué? Se preguntó masajeándose las sienes.

Ella no consideraba que tuviera una habilidad especial para poder ayudar a su amiga con el secreto que fuera que estaba guardando, pero si lo decía era porque estaba segura de ello.

Hera nunca decía nada a la ligera y eso le daba miedo lo que le había dicho.

***

¿Qué les pareció el cap? ¿Qué piensan de las palabras de Hera? ¿Qué creen que es lo que sabe?

No se olviden de dejar su voto y comentar, me encanta leerlos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top