C0 - Dejarlo atrás

El joven castaño esperó que el autobús quedara vacío para levantarse de su asiento.

Se ajustó la capucha sobre el cabello corto y con su pequeña mochila bajó finalmente del vehículo.

El conductor lo despidió en la puerta del bus y él solo atinó a murmurar un agradecimiento con la cabeza agachada, su mirada fija en el piso, buscando no llamar la atención.

Salió de la terminal a pasos lentos, estaba asustado. No conocía la ciudad en la que estaba, razón por la que eligió ese destino en primer lugar.

O'Muiño, un pueblo escondido en la frontera con Portugal. Tuvo que recorrer más de 900 km en un viaje de 20 horas por carretera, esperando estar lo suficientemente lejos y perdido.

Lleva consigo unos cuantos miles de euros que su madre le había dado, sabe que si los administra bien podrá vivir hasta 3 meses de forma austera.

No sabe a dónde se dirige, el sol todavía brillando en lo alto a los ocho de la noche, iluminando de forma cálida él pequeño pueblo.

Camina sin rumbo, observando a sus alrededores las casas rústicas y pintorescas. Sonríe al darse cuenta que se parecía un poco a su ciudad natal y definitivamente era todo lo opuesto a las grandes casas y edificios modernos de Barcelona.

Recorrió varios metros antes de detenerse frente a una residencia de grandes muros "Villa Nuevo Muiño O' Inglês".

Un ingreso llamativo con un camino de piedra a través de un extenso jardín hacia lo que parecía la recepción del lugar.

Se adentró en la propiedad, siguiendo el camino hasta cruzar las puertas de madera y llegar a un pequeño hall.

-Buenas noches, bienvenido a Villa O' Inglês, ¿en qué puedo ayudarle?- un joven que se veía de su edad lo recibió.

-Hola- el castaño le sonrió con timidez al morocho detrás del mostrador -Acabó de llegar a la ciudad y necesito un lugar para quedarme por un par de días. ¿Tienen habitaciones disponibles?- preguntó.

Jamal, según decía el pequeño gafete en su camiseta, sonrió en grande asintiendo. -Por supuesto, tenemos habitaciones simples y deluxe, dependiendo de ello te asignamos servicios incluidos, ¿la habitación sería solo para ti?-.

El sevillano asintió y vio como Jamal miraba su ordenador mientras tecleaba concentrado.

-Te comento, la habitación simple consta de una cama individual, un televisor, baño propio y un pequeño closet para tu ropa. El WiFi y el desayuno están incluidos y el costo de la habitación es de 160 euros la noche. Por otro lado, la habitación deluxe incluye una cama doble, un pequeño escritorio, un frigobar, un baño con jacuzzi, un closet completo, televisión con acceso a servicios de streaming y cuenta con balcones al área de jardines, el WiFi, el desayuno y el almuerzo están incluidos. El costo es de 450 euros la noche- finalizó volviendo a mirarlo -¿Te interesa reservar?-.

El joven palideció al escuchar los precios. ¿Por qué demonios un hotel en medio de la nada cuesta tanto dinero? Con un suspiro desvió su mirada a través de las puertas por donde había ingresado, el sol ya se había ido, dándole paso a la oscuridad de la noche, supo entonces que era tarde y lo mejor sería quedarse al menos por esa noche.

Regresó su mirada al sonriente moreno que esperaba una reacción o respuesta -Sí, claro. Una habitación simple estaría bien- pidió.

-Genial, necesito tu nombre para registrarte-.

-Álvaro, Álvaro Torres- sonrió.

-Muy bien Álvaro, ¿por cuántos días va a hospedarse?-.

Lo pensó detenidamente, no sabía que tan difícil sería encontrar un trabajo, una noche estaba prácticamente perdida, pero muchos días reduciría significativamente el dinero que cargaba consigo.

-Tres noches- terminó contestando.

-Perfecto, serían tres noches en una habitación simple por un total de 480 euros, ¿pagará con efectivo o tarjeta?-

-Efectivo- el castaño metió su mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó un puñado de billetes arrugados y le entregó 500 euros.

-Aquí tiene- le entregó un llavero y su cambio -su habitación es la 106, por el pasillo saliendo hacia la izquierda. Bienvenido nuevamente Álvaro, esperamos que tenga una excelente estadía- el joven recepcionista lo despidió con una sonrisa.

-Gracias- el castaño agradeció antes de empezar a caminar por donde le habían indicado. Al doblar en el pasillo notó que las habitaciones daban al jardín donde había una gran piscina iluminada con luces cálidas.

Buscó su puerta y al encontrarla, ingresó a su habitación. Dejó con cuidado la mochila sobre su cama y avanzó a pasos lentos hasta lo que supuso era el baño.

Abrió la puerta y se adentró en el pequeño espacio, posicionándose frente al lavamanos, sobre el cual colgaba un espejo. Con manos temblorosas se quitó la capucha, dejando a la vista las marcas púrpuras alrededor de su cuello.

Miró su reflejo, sin reconocerse a sí mismo al encontrar una mirada apagada y carente de brillo. Una persona totalmente diferente al joven alegre de ojos brillantes, aquel que cumplía 18 años y creía haber encontrado una vida de ensueño.

"-¿Te quieres casar conmigo?- preguntó su pareja mientras sostenía entre sus dedos un brillante anillo.

-Pe... pe.. pero, aún soy menor de edad- respondió todavía sorprendido por la propuesta.

-Lo sé, mi amor, pero en dos semanas será tu cumpleaños y entonces podremos pasar el resto de nuestra vida juntos-.

-Yo.... no sé qué decir- estaba profundamente enamorado, pero no estaba seguro de estar listo para asumir una responsabilidad como el matrimonio.

-¿Acaso no me amas?- preguntó cambiando totalmente su rostro sonriente por molestia -Entonces creo que no tiene caso seguir perdiendo mi tiempo con alguien que no sabe lo que quiere-.

Lo vio sacar su billetera y dejar billetes sobre la mesa. El pánico se apoderó de él, no podía dejar que se vaya, estaba seguro que era el amor de su vida. Quizá casarse no era malo, después de todo igual sucedería en un futuro, ¿cierto?

-¡No!- pidió sujetando su brazo -no te vayas. Solo me sorprendiste. Te amo, sí quiero casarme contigo- habló mirándolo a los ojos.

Y como si fueran palabras mágicas, el rostro serio nuevamente puso una sonrisa en sus labios -Yo también te amo, pequeño- dijo inclinándose para besarlo. -Te haré muy feliz, ya lo veras- deslizó el anillo en el dedo del menor, mientras una chispa oscura brillaba en sus ojos"

Los ojos del castaño se cristalizaron ante el recuerdo, ¿qué había sucedido con todas las promesas? ¿Dónde quedó el amor?

Entonces la primera lágrima rodó por su mejilla ante el pensamiento que quizá jamás existió. No podía saberlo con certeza, su esposo era la única persona que lo amo en toda su vida.

"-¿Dónde estabas?- preguntó somnoliento mientras prendía la lámpara de la mesa de noche.

Se despertó, gracias al ruido de su esposo al ingresar en la habitación.

-No es asunto tuyo- respondió arrastrando las palabras.

-¿Estás borracho?- preguntó con el ceño fruncido.

-Por supuesto que no. No digas estupideces- el mayor le lanzó una mirada fulminante mientras se quitaba el uniforme.

Se encogió en su lugar, no estaba acostumbrado a las respuestas toscas por parte de su marido.

El pelinegro se sentó a su lado en la cama tratando de besarlo a modo de disculpa; sin embargo, el sevillano se apartó debido al desagradable aroma a alcohol que emanaba de él -Cancelo, no, date una ducha, por favor-.

El bronceado lo ignoró, tomando con fuerza su rostro para poder besarlo. El menor lo empujó tratando de alejarlo, pero el tatuado era mucho más fuerte que él.

Cancelo mordió con fuerza su labio, haciéndolo sangrar y obligándolo a abrir la boca debido al dolor. Aprovechó para meter la lengua, sin importarle que su marido siguiera tratando de alejarse"

Otra lágrima se deslizó. Joao se había disculpado por la mañana siguiente, el alcohol lo había hecho actuar de esa forma y prometió que nunca más volvería a suceder. Él lo perdonó y le creyó, no tenía motivos para desconfiar de su marido, quien lo amaba y lo hacía increíblemente feliz, ¿cierto?

"-En serio no puedo ir- tirado desde su cama, el menor explicaba a su esposo -me duele demasiado la cabeza-.

Contrario a la comprensión y preocupación que esperaba, Joao siguió concentrado en ponerse su traje. -No seas un niño, toma una aspirina y levántate de la cama-.

-Amor, de verdad. Lo siento, pero no voy a ir- respondió con firmeza.

Era una cena con los compañeros de trabajo de Cancelo, querían celebrar el cierre de un caso que estuvo abierto por dos años y del cual recién habían logrado capturar al culpable.

El pelinegro volteó, mirándolo de forma gélida -No te estoy preguntando, ¡te estoy diciendo que te levantes de la puta cama!- soltó un golpe sobre el colchón, haciendo al más bajo sobresaltarse.

-¿Qué te sucede?- preguntó enfurecido el pequeño -Ya te dije que no iré. Me duele la maldita cabeza y si a ti no te interesa, ¡puedes irte a la mierda!-.

El ardor en su mejilla le confirmó que el golpe que sintió no fue producto de su imaginación.

-¡Cállate! A mi no me vas a hablar así, soy tu esposo, así que me vas a respetar te guste o no- lo tomó de los cabellos y lo levantó de la cama. -Te vas a cambiar y te quiero listo en cinco minutos. Todos van a ir con sus parejas y no voy a quedar como el único imbécil solitario por tu culpa- lo empujó dentro del baño y cerró la puerta.

El menor dentro del baño, tocó su mejilla mientras un sollozo salía de su garganta".

¿Quizá el amor también incluía sufrir?¿Era culpa suya no saber cómo amar? Por supuesto que perdonó a su esposo aunque esté no le hubiese ofrecido disculpas, después de todo, fue él quién ocasionó todo. Así se lo hizo ver el mayor, fue infantil negarse a asistir por un dolor de cabeza, era una noche importante para su esposo y él la había arruinado.

"-¿Me puedes explicar qué demonios es esto?- la puerta de su hogar se cerró y un muy enfurecido Cancelo ingresó con un folder en mano y una botella en la otra.

-Quiero el divorcio- dijo tratando de no temblar y evitando mirarlo.

Esperó un insulto, un golpe, un jalón, pero nada de eso ocurrió, lo escuchó reír a carcajadas y solo entonces se atrevió a levantar la mirada.

El mayor se reía desquiciado, deteniéndose únicamente para vaciar el líquido amargo en su garganta. Una vez la botella quedó vacía, el mayor lo miró fijamente.

La botella fue lanzada y se estrelló en la pared tras el menor, haciéndolo temblar en su lugar.

Joao se acercó a grandes pasos hasta él, sujetandolo por el cuello contra la pared -Eres mío, Pablo- susurró cerca a su rostro, el hedor a alcohol le provocó arcadas -Aceptaste casarte conmigo, llevas mi puto anillo en el dedo, tienes mi maldito apellido, vas a llevar a mis jodidos hijos en tu vientre- con su mano libre presionó el abdomen del castaño.

-Por favor- Pablo suplicó sintiendo el aire empezar a faltarle.

-Cuando nos casamos, dijiste que me amarías siempre, ¿recuerdas?- el menor no respondió, su visión volviéndose borrosa con cada segundo.

Cancelo se dio cuenta y lo soltó, permitiendole respirar nuevamente. -No puedes dejarme, no lo voy a permitir. Eres de mi propiedad, solo yo te amo- habló agarrándole la cara y obligandolo a mirarlo. -¿Por qué me haces esto? ¡Te doy todo, maldición! ¿Qué te falta, eh? ¡Dime carajo!- le gritó.

Pablo se limitó a temblar en su lugar, sabía que esto podía pasar, pero en el fondo esperaba que Joao lo dejará ir. ¿Por qué quería retenerlo si ya no lo amaba?

-Esto es solo una mala racha, estamos destinados a ser felices, Pablo- se inclinó a besarlo, el menor abriendo la boca con miedo a rechazarlo y que lo castigara como solía hacer.

El beso subió de intensidad y mientras Pablo lloraba con ganas de tener una oportunidad para irse, Cancelo tuvo una idea producto de su embriaguez -tengamos un bebé, mi amor- susurró separándose.

-Un hijo, tuyo y mío, arreglaría tus estúpidas ideas- se convenció a sí mismo que Pablo no se atrevería a dejarlo si tuviesen un hijo juntos. Sabía que el menor siempre anheló una familia unida y no sería capaz de dejar que su hijo crezca sin padre, algo que le sucedió a él.

Pablo se paralizó ante las palabras del mayor y este aprovechó para tomarlo del brazo y arrastrarlo con dirección a su habitación.

Fue lanzado a la cama, el mayor posicionandose sobre él mientras lo forzaba en un beso. El menor se removió, luchando sin éxito, las manos toscas del mayor recorriendo su cuerpo de forma brusca, tratando de desvestirlo.

-Por favor, por favor, hablemos- Pablo suplicaba entre sollozos tratando de alejarse.

-¡Cállate!- una bofetada llegó haciéndolo girar el rostro -usa tu boca para algo útil-.

Fue un segundo de distracción, Cancelo se sentó sobre sus rodillas buscando desabrocharse el cinturón, Pablo aprovechó la oportunidad y golpeó con todas sus fuerzas su rodilla contra la polla de su esposo.

El mayor cayó de lado en la cama con un gemido de dolor. Pablo aprovechó para levantarse y huir de la habitación, corrió hacia la puerta principal, encontrandola cerrada con llave.

-¡Vuelve aquí, hijo de puta!- Cancelo se había reincorporación y salía de su habitación sin pantalones y totalmente escolarizado.

Pablo tuvo que decidir en un segundo, salir por la ventana o por la puerta trasera de la cocina. Rápidamente se dirigió a la cocina, logró tomar la manija de la puerta y antes de poder abrirla, un jalón en el cabello lo hizo retroceder con fuerza.

-Entiende Pablo, tú no vas a dejarme- Joao lo arrastró hasta la isla y lo inclinó sobre la misma -Quise arreglar las cosas, pero eres un jodido mocoso que no puede seguir una puta orden- lo inmovilizó con una mano en su cabeza.

Pablo forcejeaba, si no escapaba ahora sabía que Cancelo era capaz de encerrarlo hasta que tuviese un hijo.

-Vas a entender que estaremos juntos hasta que la muerte nos separe y te tengo noticias- le bajó los pantalones lo suficientemente como para poder follarlo -No planeo dejarte morir pronto, mi amor- susurró en su oreja.

Se bajó los calzoncillos, su polla erecta siendo posicionada en el agujero del menor.

Pablo soltó empezó a moverse con más desesperación -Lo siento, lo siento. Por favor, Joao, lo siento. Me portaré bien, no huiré, pero así no, por favor- lloraba suplicando, tratando de evitar lo que el mayor haría.

-¿Ves? Todo sería más fácil si fueras obediente - se agachó dejando un beso en la mejilla del castaño. Pablo se sintió aliviado, creyendo que lo hizo cambiar de opinión. -Lo siento amor, hago esto por que te quiero, tienes que aprender a respetarme-.

Mordió con el lóbulo de su oreja mientras se empujaba en seco dentro del interior.

Pablo soltó un grito ensordecedor, el dolor lo atravesó y sintió como su interior era forzado a abrirse. Sollozaba pidiendo que parase mientras el mayor se empujaba descuidadamente soltando gemidos en su oído.

Pablo estiró los brazos, aferrándose del lado opuesto de la isla. Apretaba con fuerza buscando calmar el dolor en su interior, su cara llena de lágrimas, visión borrosa.

Entonces lo vio, el set de cocina a unos escasos centímetros de sus manos. Joao perdido en su placer, no notó las intenciones del menor.

Un movimiento rápido, el cuchillo entre sus dedos y él tirando el brazo hacia atrás a ciegas.

No sabe cuantas fueron, sintió el mayor salir de él y lo escuchó caer al piso en un ruido seco.

Sangre saliendo, manchando las baldosas blancas de la cocina. Su corazón acelerado y él asegurándose de clavar una última vez el filo en la piel".

Ahora lloraba sin control, temblando frente al espejo mientras se aferraba con fuerzas al lavamanos. Con movimientos temblorosos se quitó los guantes de lana, dejando al descubierto las manos con sangre seca, la maldita sangre que se negaba a abandonar su piel.

Se aplicó jabón y empezó a frotarse, dejando que el agua se llevara los últimos restos de lo único que lo acompañaba de la vida que dejó atrás.

Limpió también sus guantes, asegurándose que quedarán completamente limpios antes de colgarlos en el pequeño mueble junto al lavamanos.

Lavó su rostro, asegurándose de que la lágrimas se fueran y quedaran los ojos sin brillo del inicio. Se miró una última vez en el espejo antes de abandonar el baño.

Caminó hasta su pequeña mochila y sacó el teléfono descartable, escribiendo un breve mensaje a su madre.

"Estoy bien"

Miró la hora, diez de la noche y no tenía ganas de dormir, no se veía capaz de cerrar los ojos sin rememorar los acontecimientos de hace 24 horas.

Con un suspiro salió de la habitación, quizá sentarse en el jardín y mirar el cielo como cuando era pequeño lo podría ayudar a encontrar algo de paz.

Caminó en silencio, las luces iluminaban un poco el lugar y le daban una vista bonita al jardín. Se sentó en medio, asegurándose qué no hubiese nadie más en el lugar.

Miraba las estrellas brillar en el cielo, mientras se preguntaba ¿qué pasaría con él?¿Lo estarían buscando ya?¿Cuánto tardarían en encontrarlo?¿Lo encontrarían aquí, en este pueblo perdido?¿Qué haría ahora?¿Por dónde debería empezar?

-Hola- una voz infantil lo sacó de sus pensamientos haciéndolo asustarse.

Giró a su lado, encontrando una niña de unos 7 años. Estaba vestida con un lindo vestido de flores, su cabello negro caía suelto y en ondas a sus lados y llevaba una corona de flores blancas.

-Hola- respondió él con una pequeña sonrisa.

-¿Cómo te llamas?- preguntó la pequeña mirándolo con ojos brillantes.

Dudó unos segundos antes de responder -me llamo Álvaro-.

-Yo me llamó Jeyci- dijo la pequeña sonriente, sentándose a su lado.

-Mucho gusto, Jeyci- respondió amable.

-Eres nuevo aquí, ¿cierto?- su tono más que interrogante sonaba afirmativo.

-¿Cómo lo sabes?- preguntó un poco sorprendido.

-Te vi llegar- susurró -estaba en el salón esperando a mi papá-.

Pablo tarareó, no sabía si era correcto que él estuviera hablando con una niña pequeña.

-¿Tú también perdiste a alguien?- preguntó nuevamente la niña ante el silencio.

-¿Cómo?- preguntó confundido.

-Estabas mirando las estrellas- explicó como si fuera obvio -Papá dice que cuando extrañamos a alguien que no está lo podemos encontrar en las estrellas-.

Pablo se sintió un poco intimidado, no quería reconocerlo pero muy en el fondo pensó en su esposo.

Cuando se conocieron también solían mirar las estrellas. Joao había perdido a su madre de pequeño y había crecido con su padre, él no tenía un lugar en donde llorarle así que como consuelo se volvió creyente de que su madre brillaba en el cielo.

Pablo recuerda las noches en las que Cancelo le pedía que lo acompañara, ambos mirando el cielo nocturno en silencio. A pesar de todo, el castaño no pudo evitar pensar que quizá ahora, Joao era una de las estrellas en el cielo.

-Tu papá es muy sabio- decidió desviar la pregunta y evitar dar información demás -¿Tú estabas aquí viendo una estrella?- preguntó en cambio.

Vio a la pequeña entristecer un poco y asentir -mi papi- respondió bajito -no lo recuerdo pero aún así lo extraño-.

Pablo sintió ganas de abrazar a la pequeña, él entendía a la perfección ese sentimiento, su propio padre viniendo a su mente. Antes de que pudiera hacerlo una voz grave interrumpió sus pensamientos.

-¡Jeyci!¡Jeyci!- los llamados resonaron por el jardín.

-Ese es mi papá- la pequeña se levantó de un salto sacudiendo su vestido. -Adiós Álvaro- dijo dándole un rápido abrazo -adiós estrella de Álvaro- dijo sacudiendo su manita al cielo.

-Adiós Papi- la pequeña lanzó un beso con dirección al cielo y luego salió corriendo.

Pablo vio a la pequeña perderse en el pasillo y sonrió.

Después de unos segundos miró hacia el cielo. No sabe si fue su imaginación pero vio una estrella resaltar fugazmente en un brillante destello.

Pensó de nuevo en su esposo, observando la estrella, pidiendo perdón por lo que hizo.







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No era suficiente tener 3 historias en curso, una más porque sí.


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