Los hijos.
Personitas— o personotas— hermosas, que nos hacen tirarnos de risco, muchas veces, para poder complacerlos.
Bueno, ya tengo tres, y sí, me hacen querer tirarme de un risco, pero para no aguantarlos.
No me malinterpreten, no soy un progenitor negligente. Tienen todo lo que necesitan: amor, alimento, cuidado, salud, educación. Pero créanme cuando les digo que a veces a los padres nos gustaría tirarnos en una boca de tormenta, en medio de un diluvio, para no escuchar sus berrinches.
Y es que en todas las edades los hay.
A continuación nombraré una serie de sucesos que hacen, a veces, sentir a los padres desbordarse, y cómo querríamos actuar en realidad.
Hacer catarsis sobre esto nos puede ayudar para desahogarnos, o simplemente, para reírnos un poco.
Las peleas entre hermanos:
Este punto aplica con primos muy allegados.
¡No puede ser! Los ves jugar juntos (en el caso de los pequeños), los ves que están durmiendo, estudiando, comiendo, ¡lo que sea!. Te sientas a tomar el té, y a leer un libro (en mi caso), y los muy madafaka se comienzan a pelear.
Really man?
Ellos siempre se van a pelear cuando, se supone, que no quieres o no puedes atenderlos.
Les doy un ejemplo de la vida cotidiana:
Mariano, de nueve, y Premulio, de doce, llevan horas tratándose con total cortesía y contención. Llega una hora, luego de hacer todas las tareas del hogar, trabajar, etc. que decides tomarte las cosas con calma y comenzar a cocinar. De repente, mientras fritas, escuchas a Mariano gritar. Vas corriendo a su dormitorio y descubres que Premulio se quería sentar solo en su cama, porque quería dibujar, mientras que Mariano, quería invadir su espacio personal porque siente admiración por él y todo lo que haga le fascina. En eso te das cuenta que se te quemó la cebolla y el ajo, por atender una situación tan tonta como esa. Y la situación sigue, y sigue y sigue hasta que, en algún momento de sus vidas, se duermen.
Bueno, déjenme decirles que estoy hasta la madre con esas peleas. Y lo peor, se propagan hasta la adultez, en muchos casos.
Nosotros como padres somos mediadores y siempre quedamos como los malos ante cualquiera de ellos.
El Estado debería de cedernos abogados penalistas para este tipo de situaciones.
Imagino a mis hijos peleando, yo los tiro en el Coliseo Romano, y, el que gane, que lave los platos.
¡Así es!
Además, nunca sabes cómo son los verdaderos hechos porque siempre targiversan y exageran todo.
—Papá, Emiliano me tomó del brazo y casi me lo quiebra.
—¡No, papá! Pasó que él quería tomar mis colores para prenderlos fuego.
Paaaar favaaar. ¡Dos minutos de paz!
Van a ser hermanos hasta el día que se mueran.
Aplaudo a esos padres que tienen habilidades para tratar con ese tipo de problemas, porque, la verdad, a veces me superan.
Me dan ganas de armar una maleta —que no tengo por pobre—, sacar un boleto a Pakistán, e instalarme ahí como indigente. A veces se siente más digno que hacer de juez para niños que se pelean porque el pedazo de piza que tomó el otro era tres milímetros más grande.
Las tareas del hogar:
Soy partidario de que los quehaceres deben de ser compartidos. No solo estoy hablando por el hecho de que nos quita un peso de encima a los que tenemos que llevar adelante el hogar, tanto en temas financieros, como en todo lo referido a crianza, limpieza, etc. Sino también porque les enseña a ellos a valerse a sí mismos, y a desarrollar valores.
A decir verdad, muchos tenemos la fortuna de tener un hijo que se pone la mochila y nos ayuda con las tareas del hogar.
Pero hay otras ocasiones en las que tenemos que lidiar con personas que realmente desdichan la sola idea de juntar un papel del piso.
¡Na seas hijo de p*ta!
Les voy a dar un ejemplo:
Nandito tiene dieciséis. Ese día tuvo libre de colegio. El joven no fue capaz de llevar a lavar ninguno de los vasos, con líquidos varios, que tiene en la mesa de luz.
Cuando tú le dices que, por lo menos, lo ponga dentro de la pileta para que tú luego los laves, el muy descarado te dice que hoy es su día libre.
¡Ah! Lo siento. No lo sabía. Disculpa, pero no pagué la hipoteca de la casa porque estoy de licencia. No lavé el baño porque estoy de licencia. ¿Tiene hambre? No, lo siento, hoy no cocino porque estoy de licencia. ¿No hay nada para comer? Ah, bueno... Lo que sucedió es que no se me cantó el orto de ir a buscar comida porque... ¡ESTOY DE LICENCIA!
Tienen la osadía de dar excusas estúpidas porque creen que no deben hacer algo.
Imagino que los tiro en la selva y ellos le dicen al tigre que los quiere comer: "Hoy no me comas, tigre, es mi día libre".
Y el tigre: "Ah, bueno. No sabía" *C va*.
¿Es en serio?
Si no hacemos las tareas nos desbordamos en mugre y desorden que después se transforma en ansiedad y depresión.
Todavía, si te enojas con ellos, ellos se ofenden.
La energía que utilizas para ese tipo de manipulación barata, la puedes utilizar para fregar bien los platos, sonobobich.
Pero, ni modo. Es la batalla eterna, que tendremos los padres con los hijos.
Otra cosa, en cualquier edad se puede ayudar, según la capacidad. Por ejemplo: los de dos años pueden juntar sus juguetes; con cinco regar las plantas: con doce hacer mandados chicos. Internet te puede brindar la información necesaria con respecto a las actividades que pueden realizar según la edad.
Veo injusto que el nene de diez junte todos los juguetes que la hermanita caprichosa de cuatro tiró, y que encima le limpie el juguito que desparramó en la alfombra. No, papi y mami. ¡Que se haga cargo!
No fomentemos la vagancia en nuestros hijos. Ellos pueden. Lo veo a diario, y sé que luchar contra esto propone un desgaste más grande de energía que lo que implica hacer la tarea a en sí. Pero, a la larga, todos se van a beneficiar de esto, porque, no es lo mismo acarrear con un problema los primeros diez años, que los próximos treinta. Y lo digo por experiencia, porque lo he visto.
El celular:
Objeto maligno que embobece a los niños y los vuelve violentos.
Okay, exagero.
Pero, muchas veces, los padres, cansados de una semana intensa de trabajo y desgaste emocional, decidimos dar a nuestro hijo pequeño el celular.
Ahí es cuando todo empieza.
He conocido chicos de quince años, que les va excelente en el colegio, tienen amigos, todo, pero cuando llega el momento familiar, se ponen con el celular.
Este tipo de personas me generan incomodidad, y no los culpo. Les explico por qué:
El socializar requiere de más de una parte humana. A lo largo de nuestra crianza, nuestras familias entrelazan vínculos de confianza, que hace que nosotros aprendamos a intercambiar ideas, momentos, y podamos involucrarnos con otros seres sociales.
He visto más de un caso donde los padres, lo único que hacen es hablar y no escuchar.
A veces me pasa, porque no podemos ser perfectos.
Y el modo en el que esas personas desarrollen esta etapa es a través del celular. Porque esconden o muestran la facetas que en casa quieren reprimir.
Por más terapia que hagan, por más psicólogo al que vayan, si en casa no nos comprometemos a aceptar a la persona que tenemos como progenie, muy probablemente esa persona quiera escapar de ese mundo, y, hoy en día, lo hacen a través de un celular.
¿Entienden a dónde voy?
Es díficil, para nosotros, lidiar con esto. Pero podemos hacerlo. Porque, si todos somos distintos y necesitamos contención, imagínense ellos que se encuentran en pleno desarrollo.
Cumpleaños:
Aquí es cuando tenemos que gastar energías y voluntades financieras para proceder a dejar contento el nene, cuando, a veces, ellos querían otra cosa, y el objetivo se transformó en darle de comer a un montón de familiares.
¿Te gustó la comida, madafaka? Bueno, ahora invitame a tu fiestita. No espero menos de treinta bocados por persona, bro.
—Mami, para mi cumple quiero un unicornio que se tire pedos de colores y que me llame por mi nombre; Prepucia.
—Te voy a dar, sí. Una patada en el culo.
STOP.
No se le dice eso a los hijos; los traumas.
Como nos decían antes: "Se piensa pero no se dice".
Hay niños que no están conformes con nada. Esto se debe a una crianza, muchas veces, con carencias afectivas.
O exceso de las mismas.
Crear un hijo caprichoso no es lindo. Inculcar el valor del agradecimiento es díficil porque eso requiere empatía, y muchos niños pequeños carecen de l misma, debido a que en casa lo hacen ver como que solo se piensa en ellos cuando se toma una desición, y no en conjunto, como familia.
¡Ya me fui de tema!
Que comprar la piñata; los caramelos; la torta; las velitas; el inflable; llamar a los familiares; invitar a los seres queridos y los no tan queridos también; limpiar a fondo la casa para que los criticones cierren el ort*; bañar a todo el mundo para prepararlo; escoger o comprar ropa, calzado; que con la pandemia no se puede hacer nada de esto, por tanto, tienes que idear un plan amoldado a las nuevas reglas.
Wait for a second!
¡Mi cerebro va a estallar!
Cuando éramos pequeños o adolescentes mis padres se encargaban de esto, y, ahora que lo hago yo, les juro que no sé cómo me da la cabeza.
Al finalizar el día solo quieres fundierte en tu cama para siempre.
Y... ¿saben qué sucede?
Muchas veces el cumpleañero no la pasa tan bien como requiere una situación que enfrenta tanto esfuerzo.
O, como me ha pasado: se duerme todo el cumpleaños.
Todo ese empeño que le pusiste a una fiesta bien sonobobich, para que la tía Marancha se coma todo lo que pagaste con meses de esfuerzo laboral y después te critique.
—Tía Marancha.
—¿Qué?
*La envuelve en una bolsa de basura, la arrastra hasta la camioneta, se la lleva lejos, la tira en un terreno baldío*
—¡Vieja de m*erda!
Okay, no.
Pero, al final de cuentas, terminas haciendo algo para los demás y no para el objetivo. ¿O no es así?
Muchas veces, los cumpleaños son más para los padres que para ellos. Lo he visto y vivido.
Los tipos invitan al amigo borracho, al artista bohemio, al depravado, al que nunca invitan porque "no soportan".
Otzea, ¿y el botija?
El botija está ahí, abajo de la mesa, mientras sus papis se toman unas cervezas con esos amigotes. Pero al cumpleañero no lo dejaron traer amigos porque "no les caen bien".
Horror.
Todo en los cumpleaños está mal.
Siempre hay alguien que no debería estar ahí.
Pero bueno.
En contraposición con mis quejas, de verdad hay gente que la pasa muy bien.
Espero que, a medida que pasan los años, pueda lidiar con la tensión que requieren los cumpleaños.
Madafaka.
Traumas:
Hoy en día cualquier cuestión que pueda afectar de sobremanera a una persona menor de edad, se puede desarrollar en traumas para tratar con terapia.
Aquí no vamos a tratar temas complejos ni situación horribles, o que puedan herir la sensibilidad. Sino más bien en situaciones que los padres llevamos al ridículo cuando le suceden a nuestros hijos. Porque venimos de generaciones más ignorantes que las más nuevas, pero menos que las más viejas, debemos decir que hay cierta ingenuidad en el momento de la crianza y somos más impresionables que nuestros propios hijos.
He aquí un ejemplo:
—Papi.
—¿Qué sucede, Mandacanafia?
—Mira lo que tengo.— Entre sus manos sostiene un insecto extraño, con más patas de las que te podrías imaginar que pudiese llegar a tener cualquier ser vivo en la tierra, lleno de antenas y ojos sobre todo su cuerpo.
Comienzas a entrar en pánico y giras alrededor de la sala en convulsivas correteadas. Mandacanafia te mira con incrédula ridiculez mientras tú no sabes qué vas a hacer.
—Bueno, pa— dice la niña, con cierto fastidio, mientras lanza el insecto afuera—. Ya me voy a lavar las manos.
En el momento que la niña resolvió la situación, tú sigues girando en un intermitente ataque de pánico.
Así es. Los niños hoy en día se resuelven mucho más rápido que nosotros, y, a veces, somos los padres los que inculcamos determinados miedos, debido a que nosotros mismos no sabemos cómo resolver algunas situaciones.
Somos un culo.
Preferimos que se limiten a hacer lo que podemos controlar, a que ellos hagan cosas que nosotros no sabemos cómo enfrentar.
Yo era de esos niños que se trauman para siempre por cualquier estupidez. Era demasiado sensible.
Una vez, un adulto me hizo un chiste cínico porque no sabía sumar:
Me traumé para siempre.
Pensé: oié, xke tan violento?
¿Qué le pasa a la gente que no se da cuenta de que hay personas más sensibles que otras, hijos de p*ta?
En resumen:
Hay que tener cuidado con los bichos de setenta patas, y quince ojos.
***
Este es el primer capítulo de este incesante espacio.
Si quieren puedes sugerir temas a tratar en el siguiente comentario:
Madafaka.
Ahora, espero haberlos entretenido, y que formemos una comunidad de gente quejumbrosa y realista.
Hasta la próxima, sonobobiches.
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