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Min sonrió mientras arremetía dentro suyo. La posición era algo que los cambiaformas consideraban como humillante, pero en aquel momento no le importó en absoluto. Jimin montaba su polla con tanto entusiasmo que no le interesó lo que pensaran los demás sobre aquello. Se dejaría dominar por el menor si éste seguía saltando de aquella manera exquisita más tiempo. 

— A-Alfa... — Jimin mantenía aquel ritmo constante, mientras sus manos se sostenían del fornido pecho del pelinegro, su cuerpo iba aferrándose a la sensación abrumadora de placer que le brindaba aquella posición. — Aun en esta posición... llega tan profundo... 

El pelinegro sonrió de medio lado, totalmente orgulloso de sí mismo, al poder llenar de placer continuo a su omega. Jimin arqueó la espalda cuando sintió el fuerte agarre del mayor en sus caderas y la embestida firme y certera que le propinó. Min estaba completamente excitado, la manera en la que su omega lanzaba gemidos lujuriosos al viento y en como su culo iba tragándose cada centímetro de su pene, eran acciones que lo satisfacían hasta perder la cordura. 

— Atrapas mi polla tan bien... — Un hilo de saliva descendió por la comisura de los labios contrarios, los ojos de Jimin se mantenían entreabiertos, productos del placer, respirando agitadamente por cada movimiento. — Te ves tan sensual en esta posición. 

El menor lo besó tan caliente y excitado que solo incentivó a que el mayor se impulsara en el colchón y empezara con una serie de embestidas dentro de su agujero. Sus bolas impactaron con fuerza sobre sus glúteos, chasquidos y sonidos morbosos empezaron a resonar en la habitación, haciendo de la escena, un excitante recuerdo. Min fue con todo lo que tenía, sus piernas se mantenían firmes en la cama, mientras movía sus caderas para penetrarlo deliciosamente. 

— ¡A-Alfa! — Lloriqueó. —Lléname con tu nudo, por favor. 

 La invitación era clara y el castaño no sería capaz de desaprovecharlo. Había sido toda una odisea de placer y lujuria los últimos días. Tres días metidos en aquella habitación, teniendo a su omega en brazos, follándole, mimándole y cuidándole cuando se quedaba rendido en la cama. Los alimentos eran traídos por betas, quienes, sabiendo lo que era un celo omega, dejaban las bandejas en la entrada y se retiraban. Min jamás había tenido experiencia en celos omegas, pero ahora comprendía la magnitud de compromiso que significaba aquello y adoró que su primera experiencia fuera con su hermoso y coqueto Jimin. 

— H-Hyung, termina ya... p-por favor...

La diestra del pelinegro fue directamente hacia la desatendida polla de su compañero, un vaivén rápido fue lo que hizo estremecer el cuerpo del omega y sentir su clímax aproximarse cada vez más. Los dedos de sus pies se doblaron cuando sintió como la polla del contrario daba directamente en su punto dulce, Min atrapó uno de sus pezones con la boca, mordisqueándolo hasta saciarse completamente de la sensibilidad de este. 

¿Cuantas veces se había corrido aquella noche? Jimin no lo sabía, seguía en aquella nube de placer que lo obligaba a continuar entregándose una y otra vez a su compañero. Min dio un par de embestidas más, sintiendo, segundos después, el espeso y caliente semen del azabache descender por su pecho. 

— Te has corrido tan fuerte, pequeño, — sus labios invadieron los suyos, su lengua se adentró y penetró su boca, sintiendo el dulce sabor de su omega — eres excitante.... 

Jimin sintió su orgasmo siendo alargado en cada estocada que el mayor le proporcionaba. Apretó la polla contraria contra sí, como último esfuerzo aquella última noche de celo y gimió sonoramente cuando el nudo se extendió en sus entrañas. Un nuevo orgasmo lo atrapó y lo arrastró hasta el borde del placer mismo, se sintió desfallecer ante la abrumadora cantidad de semen que se adentró en él. Yoongi lo llenaba de manera tan exquisita que, en secreto, les agradecía a los hombres que lo habían secuestrado, por haberle inyectado esa droga y haberle brindado aquella gratificante experiencia junto al mayor.  

El pelinegro atrajo el cuerpo de su compañero hacia su pecho y rodó con él en brazos, hasta quedar recostados en la cama, frente a frente. El rubio suspiró totalmente satisfecho por lo acontecido aquella noche. 

— Pronto tu celo terminará, — mencionó — y tendremos que regresar a nuestras obligaciones dentro de la manada. 

— Alfa...

— Regresarás a tu habitación y yo... me quedaré aquí. 

Esa situación preocupaba de sobre manera al menor. El celo le otorgaba el completo dominio de su cuerpo a su omega, pero el lado humano seguía estando allí y Jimin, por suerte, tenía una muy buena comunicación con su lobo interior. Aquella preocupación era compartida entre ambos, pues ninguno quería volver a dormir en otro lugar que no fueran los brazos de su pareja. 

Y su lobo se sentía molesto y rechazado por no tener una marca permanente en su cuello. 

— No quiero irme de aquí, — murmuró — eres mi alfa, esta es la habitación que me pertenece. 

El pelinegro los cubrió con las sabanas, acariciando el cabello de su pareja con ternura, manteniendo una pequeña sonrisa en sus labios. 

— Serás mayor de edad dentro de unos días, Minnie. Nuestra ceremonia de unión no puede hacerse si aún no eres mayor de edad para la sociedad. — Min tomó su mentón y lo obligó a verlo, ambos pares de ojos se observaban con completo amor. — La ceremonia requiere de la bendición de nuestra diosa Luna y no podemos organizarlo si no sabemos con exactitud, cuando habrá luna llena. 

— P-Pero, ahora que nos hemos unido... yo podría...  

— ¿Crees que no lo deseo de igual manera? Quiero dormir contigo y abrazarte cada noche, no deseo estar separado de ti, ahora que hemos pasado esto juntos. Sin embargo, las tradiciones de mi manada son de esa manera. No podemos romper las reglas más de lo que ya hicimos, la última vez, nos escapamos y tuvimos este problema, donde casi te pierdo. No quiero que suceda otra vez, Jimin. No quiero sentir esa angustia escalofriante que sentí cuando no te tuve conmigo por días.  

El omega besó la comisura de sus labios, en una pequeña muestra de consuelo hacia el mayor. Sabía lo angustiante que había sido permanecer lejos de él, sin saber absolutamente nada sobre su estado. Ambos habían compartido aquel sentimiento y no deseaban volver a sentirlo. 

— Cuando tu celo termine, tendré que encargarme de mis responsabilidades como alfa de la manada y tendrás que prepararte para nuestra ceremonia de unión. Los días serán ajetreados a partir de ahora, pero cuando llegue el día, prometo no dejarte solo de nuevo. 

Había tanta honestidad en su mirada que el omega no pudo dudar de sus palabras. Jimin comprendía la razón de sus tradiciones y la manera en la que manejaban los emparejamientos dentro de la manada. La ceremonia de unión entre alfas y omegas era un acontecimiento tan maravilloso y mágico que a Jimin no le importaba esperar unos días más. Quería llegar de la mano de su pareja hacia el pequeño altar y demostrar ante todos que no existiría otro omega en la vida del mayor, hacerles saber que el amor entre ambos era tan fuerte que se mantendrían unidos hasta el final de sus días. 

— Suena muy seguro de ello, hyung. — Mencionó el menor. — Ni siquiera me ha propuesto matrimonio como se debe y ya está pensando en una boda. 

Min soltó una carcajada ante lo dicho. 

— Nuestro compromiso ha sido estipulado desde el día de tu nacimiento, Minnie. 

— Era apenas un bebé, ni siquiera acepté ese compromiso. No tengo un anillo que evidencie que usted y yo estamos comprometidos. 

— ¿Ahora me estás reclamando por un anillo? Ni siquiera te gusta usarlos.  

— Es porque nunca me ha dado uno. 

— Pensé que no sería necesario, todos sabían que estábamos comprometidos. 

El nudo había sido disuelto mientras mantenían esa conversación. Jimin solo bromeaba cuando hablaba sobre aquel anillo, era realmente innecesario, sabiendo que todos conocían sobre su compromiso. Sin embargo, ¿por qué no usarlo para tener un poco más del castaño? 

— Ni siquiera pensó en regalarme uno, ¿verdad? — Min no supo que responder en ese momento, seguía pensando en las palabras de Jimin. — Bueno, ya que, en todos los años que llevamos juntos, no me ha dado un anillo... creo que debería recompensarme con algo. 

A pesar del cansancio y que probablemente su celo se mantenía más débil que los primeros días, el rubio atrajo el cuerpo del mayor hacia el suyo y lo besó con pasión, sorprendiendo al pelinegro por sus acciones. 

— ¿Por qué no lo hacemos una última vez, alfa? 

El tono sugerente en su voz y aquel revoloteo de pestañas hicieron que su polla volviera a mantenerse firme. Habían gastado mucha energía aquella noche, pero no podía negarse a la coquetería de su pareja y, menos, cuando tendrían poco tiempo para verse después de aquel día. 

Min besó sus labios de manera demandante y se preparó para una nueva ronda de dulce y ardiente sexo. Algo que había estado anhelando por tantos años. 

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