10

Jimin recordó el entrenamiento básico que los betas de la manada le habían proporcionado. Recordaba vagamente sobre los estilos de lucha, pero sabía muy bien cómo manejar su cuerpo para que éste cooperara con sus intentos de autodefensa, Yoongi siempre vigilaba el progreso de su pareja, siempre aportando ideas y ayudando en la mejora de sus técnicas.

El rubio conocía muy bien sus debilidades y limitaciones, el ser un omega lo dejaba en desventaja frente a un alfa, ya sea en destreza como en fuerza. Tenía claro que la manera en la que podría salvarse de una contienda frente a frente, sería huir después de lograr noquearlo o herirlo. Pues, era bien sabido, que su propia naturaleza lo traicionaría si el alfa lograba usar su voz de mando con él. 

Olfateó el aire y se dio cuenta de que un alfa venía acercándose, era el único aroma fuera de la habitación, por lo que empezó a idear un plan factible para salir de allí. La droga aún no hacia efecto, pero sabía que iba a lograrlo muy pronto, pues ya sentía su cuerpo caliente y su respiración entrecortada, si dejaba de lado el hecho de que su omega estaba despertando y se concentraba en llevar a cabo el plan, tal vez podría encontrar una oportunidad de escape.

Escuchó el cerrojo de la puerta abriéndose de manera delicada, lo que significaba que el hombre acercándose tendría las llaves directamente en sus manos, listos para serle arrebatados.

La puerta se abrió, el chirrido de las bisagras vino acompañado con la luz exterior unos segundos antes de cerrarse nuevamente y dejar la figura de un alfa joven a la vista. Vio la lujuria en su mirada en cuanto los orbes oscuros se posaron en su cuerpo, algo que lo llenó de miedo, pero también le dio la ventaja que necesitaba.

Ese alfa lo deseaba y no tardaría en usarlo a su favor.

— ¿Cómo te sientes, pequeño omega? — Su voz era tosca y grave, dejando entrever la burla que sentía por verlo tan indefenso frente a él. —¿La droga ha logrado despertar a tu omega dormido?

Estaba rogando porque no sucediera.

Su cuerpo sentía el calor del celo, pero no era tan grave como, suponía, sería dentro de una hora o más. Necesitaba salir antes de que eso ocurriera y tratar de llegar a la manada Min. Como buen omega, sabía que los alfas enloquecían con las feromonas y eso podría ser una ventaja para él.

Quitó la mirada fingiendo estar avergonzado y comenzó a rozar sus piernas entre sí, los grilletes en sus tobillos apenas si dejaban que moviera las piernas. El roce fue casi agobiante, pues su polla empezaba a sentirse estimulada, causando sensaciones que no había sentido antes.

— ¿Qué haces?.

Jimin aprendió a usar mis feromonas mucho antes de que cumpliera los 15 años. Yoongi era un alfa que, en varias ocasiones, lucía estresado e iracundo, debido a los pactos rotos con otros pueblos o el mal comportamiento de su gente. Debido a eso, la madre del pelinegro le había aconsejado aprender a usar sus, apenas despiertas, feromonas y usarlas como un catalizador para el alfa. Por supuesto, Yoongi había encontrado la tranquilidad y paz necesaria, teniendo a su pareja al lado, sintiendo su dulce aroma acompañándolo y calmándolo.

— Q-Quiero... — Su voz salió entrecortada y casi como un gemido. — D-Deseo m-moverme libremente.

Activó sus feromonas en ese momento, el alfa se vio afectado de inmediato, al recibir el aroma dulce y exótico del menor. Sus ojos destallaron en excitación cuando lo vio vulnerable y tratando de liberarse a sí mismo de su propia agonía. Jimin gimió bajito mientras sus piernas friccionaban entre sí, a pesar de la actuación, sentía su miembro vibrar, mandando recuerdos de su alfa para aumentar la fricción.

— ¿Qué quieres que haga por ti, pequeño?

— P-Por favor... libere mis tobillos.

Si el alfa cumplía su petición, sería fácil para él conseguir la llave que llevaba en uno de sus bolsillos y usarla para poder abrir las cerraduras de sus muñecas.

El infeliz alfa que lo había secuestrado se encargó de atarlo con cadenas antes de irse.

— ¿Y por qué debería hacer eso?

Mierda. Debía convencerlo para que cooperara, de aquello dependía su escape. Pensó en lo que diría profundamente y le pidió perdón a su alfa dentro de su mente, si llegaba a enterarse no sabría cómo reaccionaría.

— Q-Quiero sentirlo... — Ya se estaba arrepintiendo de lo que decía, pero la sensación de disgusto se fue cuando imaginó el rostro de Min y sus ojos llenos de lujuria. — Quiero enredar mis piernas en sus caderas y.... sentirlo contra mí.

Entonces se imaginó a Yoongi haciéndole aquello, causando que su cuerpo reaccionar instantáneamente y un gemido saliera de sus labios. La sensación de calor iba creciendo poco a poco, debido a que su lobo reconocía al pelinegro en sus pensamientos. El alfa sabría cómo tomarlo y convertir de su primera vez en un acto inolvidable y placentero.

Las palabras que iban directamente a Yoongi parecieron hacer efecto en el hombre frente a él, pues sintió como, presuroso y agitado, abrió la cerradura de los grilletes y los tiró hacia un lado. Jimin ahogó un gemido de sorpresa cuando sintió al mayor colocarse justo entre sus piernas.

— Te voy a joder duro.

Park enredó las piernas en la cintura del contrario y elevó la mirada. Ambos pares de ojos se encontraron, el menor vio el poder que tenía sobre el otro al ver sus ojos completamente dilatados y sentir como las feromonas del mayor trataban de dominar a su omega. Con sus pies tanteó a través de la cintura de éste hasta encontrar el bolsillo donde se ubicaban las llaves. Sonrió triunfante antes de volver a observarlo.

— Que te jodan, imbécil.

Apresó su cuerpo y lo inmovilizó con sus piernas, tomó valor e impactó su cabeza fuertemente contra la del alfa. La fuerza del impacto logró afectar a su enemigo y desmayarlo encima de su cuerpo. El dolor lo mareó por unos segundos, pero se obligó a salir rápidamente de allí. La adrenalina corría por sus venas y empujaban a su cuerpo a cooperar con el plan de huida.

— Espero que mi alfa no se entere de esto — rogó.

Metió los dedos de sus pies dentro del bolsillo de sus pantalones y sacó la llave con cautela. Tenía una ventaja al tener el cuerpo flexible y doblarse con facilidad. Tenía un entrenamiento arduo detrás de aquello y no iba a echar a la basura todos los entrenamientos recibidos. Agradeció mentalmente por haber sido secuestrado por personas lo suficientemente estúpidas para no colocar algo alrededor de su cintura. Dejó las llaves en sus labios y rodó hacia atrás, quedando de pie fuera de la plataforma, teniendo solo sujeta a ella, las cadenas que llevaba en las manos.

Se inclinó lo suficiente para que las llaves tocaran la cerradura y batalló para que pudiera dar alguna de ellas. Cuando encontró la correcta, la giró con fuerza y sintió como la cerradura cedió y liberó sus brazos por completo.

Jimin quiso llorar de felicidad en ese mismo instante, pero se obligó a dejar de lado todo sentimentalismo y tratar de huir hacia la puerta. Si el hombre desmayado a su lado había tenido las llaves de sus cadenas, quería decir que planeaban dejarlo en la habitación encerrado y liberarlo cuando fuera el momento de tomarlo. Su cuerpo se estremeció ante el pensamiento de haber sido tomado a la fuerza por los hombres esperando la oportunidad de hacerlo.

Inspeccionó la habitación en busca de algo que pudiera ayudarlo a defenderse, pero no encontró más que una viga de madera salida del suelo. Lo tomó entre sus manos usando toda su fuerza y se dispuso a salir.

Sus dedos temblaron cuando abrieron la puerta de fierro, el desierto pasillo lo recibió en silencio, dándole una efímera sensación de tranquilidad para poder salir prontamente de allí. Cerró la puerta tras él y dejó al hombre encerrado dentro de la habitación, si alguien iba a buscarlo, ya sería muy tarde y él se encontraría lejos de aquella oscura cárcel.

Caminó con sigilo por los pasillos, numerosas puertas se vislumbraron a sus lados, pero no quiso entrar en ninguna. Cuando llegó al final de aquel pasadizo de habitaciones, se halló con unas escaleras que iban directamente a la superficie. Maldición, estaba bajo tierra. Ahora entendía porque le parecía tan sofocante el poco oxígeno que ingresaba en el cuarto donde se mantuvo encerrado. 

— Solo la luna sabe que estaban pensando al traerme bajo tierra. 

Subió las escaleras una a una, intentando ser lo más sigiloso posible y ocultar su aroma. Sin embargo, cuando se hallaba por llegar al principio de la escalera, un alfa lo encaró, frunciendo el ceño al verlo fuera de su celda. 

— Pero, mira que tenemos aquí... — Jimin sintió su cuerpo temblar por completo, ni siquiera la viga tras su espalda se mantenía segura en sus manos. — El pequeño omega tratando de escapar. 

— Y-Yo... 

— Al jefe le encantará saber que estás fuera de esa habitación. Hay miles de alfas en la manada dispuestos a tomarte. Sería algo bueno ofrecerte a los solteros reunidos en la sala de juntas, ¿no te parece? — Jimin retrocedió, pero no pudo ser lo suficientemente rápido para escapar, pues el alfa lo tomó del cabello fuertemente. — Serás un buen incentivo para ellos. Invadir una manada enemiga no es nada fácil, pequeño. 

El rubio se soltó de su agarre y lo golpeó con la viga directamente en la cabeza, pero el mayor ni se inmutó. No era un joven alfa como el anterior, éste era todo un adulto, al parecer. El hombre tomó la viga y lo tiró hacia un lado, propinándole un fuerte golpe al omega. Su mejilla dolió por la fuerza de su puño, mareándolo por completo. Volvió a tomar sus cabellos con fuerza y arrastrarlo por el pasadizo. 

Jimin veía su destino siendo frustrado. 

¿En serio creyó que iba a ser fácil escapar? Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver que sería tomado por alguien que no era su alfa, por no sentir su cálido aliento haciéndole cosquillas en su cuello o el sonido de su risa. ¿Era así como terminaba todo? 

— A-Alfa... — Gimoteó bajito, tratando de llegar a su alfa. 

Maldecía su edad y lo inmaduro que era. Si tan solo fuera mayor, tendría la marca de su alfa en el cuello, con el cual podría llamarlo. Pero, no tenía absolutamente nada, solo el amor de su alfa y la certeza de que no volvería a verlo. 

Levantó la mirada y se halló con otro hombre yendo hacia ellos. Su uniforme se parecía mucho al del hombre que estaba sometiéndolo. No se fijó en su rostro, suponiendo que se trataba de otro hombre que deseaba desgraciar su vida. 

— ¿Qué haces aquí, novato? 

Jimin supuso que se refería así por lo joven que se veía el contrario. 

— El jefe quiere ver al omega de Jeon. Quiere... probar de él mucho antes de que sea entregado a nuestros hombres. 

— Pero, el jefe está... 

— Usted es más experimentado que yo. No puede ir en contra de sus órdenes. 

El mayor pareció meditar las palabras contrarias y terminó soltándolo. Jimin respiró tranquilamente antes de ser ofrecido, al contrario. Su cuerpo volvió a temblar al ser tocado por la persona desconocida. Inhaló profundamente para tranquilizarse y entonces se paralizó. 
Ese aroma. 

Imposible. 

— Gracias por haber escoltado al omega hasta aquí, — escuchó decir — pero, la próxima vez, debería tratarlo mejor. Menudo hijo de puta. 

Lo último que escuchó fue un golpe seco y el cuerpo del alfa caer al suelo. 

Cuando el contrario se quitó el sombrero que cubría sus cabellos, casi se echa a llorar.  

— ¿Qué se cree ese imbécil para tratarte de esa manera? — Se quejó. — Si tuviéramos tiempo, ya hubiese sido torturado en las cámaras subterráneas. 

Jimin cubrió sus labios y sollozó de alivio al estar frente a su hermano. Junghyun se acercó al menor y lo protegió en sus brazos. 

— H-Hyung... 
— Estoy aquí para salvarte, Minnie. 

El azabache se aferró a los brazos de su hermano, nunca imaginó que éste fuera en su rescate, siempre pensó que sería Min quien llegaría por él, pero sabiendo su situación, lo creía improbable. Recordó la conversación y trató de advertirle sobre lo que ocurriría. 

— D-Debemos ir a la manada Min. El hombre que me secuestró está intentando invadir la manada de mi alfa, no podemos quedarnos aquí. É-Él está mal... nosotros...

— ¿Crees que Min va a permitir que su manada caiga? — Una sonrisa se dibujó en los labios del mayor, algo que le pareció extraño, pues nunca lo había visto de esa manera. — Ese tonto tenía todo planeado. 

— ¿M-Mi alfa está bien? 

— ¿Quién más pudo planear esto, pequeño? 

Un sonido se escuchó en el exterior, acompañado de un fuerte gruñido iracundo. 

El aroma le pertenecía a su alfa y eso no hizo más que llenarlo de esperanzas. 

Su pareja había ido a rescatarlo. 

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