𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑈𝑛𝑜

Tenía 16 años cuando por fin
me decidí por una meta en la vida,
quería cantar y ganarme la vida
tocando la guitarra mientras viajaba
por el mundo, quizás y con un poco
más de ambición terminaría aceptando que quería ser famosa, pero en cuanto mis padres se entraron de que planeé dedicarme a eso dejaron de apoyarme monetariamnete, al menos en
cuestiones escolares.

Aún seguía viviendo con ellos y toda
la cosa, incluso aún seguía estudiando
derecho con tal de complacerlos y así
lograr que no me sacaran de casa.

A pesar de eso, no iba a
conformarme con una vida aburrida
como abogada. Por más que fuera
una excelente carrera su decisión
era negativa, era inteligente
aunque muchos pensaran lo contrario. Lo pensé muchas veces antes de inscribirme en una página online de citas en cuanto cumplí 18 años, específicamente puse que estaba más que interesada en una Sugar Mommy.
Necesitaba dinero para pagarme mi
carrera de musica, aparte para poder
comprarme una nueva guitarra, o
bueno, varias de estas.

En fin, muchas cosas que con un
trabajo como el que tenia en una cafetería del centro comercial no me
permitiría demasiado desde su punto
de vista, al final saldría recompensada con lo que sea que pida.

Pasó un mes completo hasta que
recibí respuesta de esa página y
encontré a una sugar mommy. Al principio no estaba muy segura, hay
muchos locos en internet que podrían
aprovecharse pero al final acepté
tener una cita con mi desconocida
pretendiente.

Tenía la esperanza que no fuera una
tipa rara y que al menos no pasara de
los cuarenta y cinco años.

Tn:
!Mamá, voy a salir!
Exclamé ya en la puerta principal de la casa.

Ana:
¿A donde crees que vas a estas
horas, señorita?
Preguntó bajando las escaleras.

Tn:
Iré con las chicas a pasar el rato.
Mentí.

Ana:
Esta bien, pero por el amor de Dios no tomes demasiado.

Tn:
Ya bueno.

Dicho esto, salí de mi casa
acomodándome la chaqueta, revisando
de haber agarrado las llaves y mi
teléfono, esperé menos de dos minutos a mi cita. En frente de mi casa llegó una lujosa mini limusina de color negro, de esta bajo el conductor, quien tenía un impecable uniforme de color azul marino y una ligera barba que disimulaba lo poco simpático que era en su rostro. El chófer rodeó el coche y me abrió la puerta.

James:
Suba señorita, a dentro la está esperando.
Dijo el conductor esperando a que entrara.

Hice caso y entré rápido a la mini limusina. Después de eso, el hombre volvió a subirse de piloto y comenzó a conducir a una velocidad moderada. Ya adentro,se fijó lo bien que se veía todo. Los asientos eran muy cómodos, a decir verdad para ser una mini limusina era espaciosa, las melodías de un piano llegaban a mis oídos de forma que de inmediato reconocí esa canción.

Pasó un tiempo y llegamos al lugar
donde conoceré a mi Sugar Mommy.

Scarlett:
Una de mis favoritas de Beethoven.
Respondió con una sonrisa antes de tomar su vaso de cristal.
Tú nombre es...

Tn:
Tn Ta.
Sonreí y respondí con amabilidad.

Scarlett:
Luces mejor que en la foto
Comentó con seriedad pero con un
toque de galantería que causaron un
ligero rubor en las mejias de la menor.

Tn:
Gracias, opino lo mismo de tí.

Scarlett:
Vamos, deja las formalidades. Me llamo Scarlett, Scarlett Johansson.

Tn:
Johansson.
Sonrío y muriendo, nunca imaginé que a la primera conseguiría una sugar mommy tan apuesta y sexy como lo era Scarlett, físicamente me gustaba.

Scarlett tenía el cabello rubio,
y corto liso, sus cejas eran igual de color que su cabello, perfectas y bien definidas, que podía decir de esos pómulos de modelo, la piel más blanca que la mía, los labios exquisitos y un tanto gruesos, lo suficiente para que dejara de verlos.

Pero lo más atrayente de todo su
rostro eran sus ojos color café intenso
rodeado por unas largas y rizadas
pestañas. Quizás lo único que en
realidad no le agradaba tanto de
Johansson eran las sospechas que tenia, al ver un pequeño tatuaje de su antebrazo, se imaginó que debía de tener muchos más tatuajes por su cuerpo, no tenía nada en contra de eso al contrario amaba que las personas los tuvieran.

Scarlett:
No tengas miedo y acércate, vamos a hablar, ¿te parece?

Habla esa mujer que daba ganas de
gritar y salir corriendo de ahí, tal vez
por la emoción de lo guapa que era o
quizás por que le comenzaba agradar
la idea de recibir los obsequios de ella
a cambio de unos cuantos favores que
no harían daño a nadie.

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