Giselle
—¿Y bien? La señorita ya pasó su estado de shock, ¿o no?
La noche había caído, Jehiel y yo terminamos nuestra caminata y volvimos a la casa, pero los mellizos no habían regresado. Nos sentamos en el sofá a conversar otro poco ya que luego de que lo conoces Jehiel no es tan insufrible como parece. Horas después Ariadne entra a la casa junto a Zaek mientras yo solo los miro sin decir nada. Obviamente Jehiel no pensó lo mismo ya que fue el primero en hablar.
—Cierra la boca —Ariadne lo fulmina con la mirada y se encamina a las escaleras hasta desaparecer por la segunda planta.
—Que humor, ya veo que contagiaste a tu hermana ese carácter bipolar tuyo —Jehiel le dice a su amigo y este rueda los ojos.
—Déjala tranquila —dice serio, casi como una amenaza.
—Sí, ajá —digo llamando la atención de Zaek—. ¿Qué le pasa a Ariadne? ¿Está enojada?
—Algo así, pero ya se le pasará, no suele estar enojada mucho tiempo —sonríe burlón—. No es lo suyo —me guiña un ojo ya que eso de estar enojado es cosa de él.
—Pues conmigo siempre está enojada la loca —comenta Jehiel haciéndose el ofendido y yo suelto una leve risa.
—En otros temas, tu funeral será realizado mañana a las 10:00 am, debemos ir —informa Zaek señalándome.
—¿Disculpa? Yo no quiero ir a mi funeral, será demasiado raro.
—No te disculpo nada —responde frunciendo el ceño—. Debemos ir, no está en discusión, debes enterrar todo lo que ahora no te sirve después de muerta y recuperar algo que pueda ayudarte.
—¿Ah?
—Entierra sentimientos, recupera sentidos —dice Jehiel moviendo la mano con gesto aburrido—. ¿Que no es obvio? Está más que claro.
Me pongo de pie y llego hasta Zaek quien está recostado de la puerta con su postura de autosuficiencia, así que me cruzo de brazos.
—Explícate.
—Has muerto hace menos de una semana, parte de tu esencia sigue en tu cuerpo terrenal, debes ir a buscarlo, es como si fuera una... —mueve el rostro tratando de buscar las palabras y luego me mira directo a los ojos—. Extracción.
—Entonces ahí, puedes sacar algo que quieras quitarte de encima como, no sé... el enojo, la tristeza, las dudas y ponerlas en tu cuerpo humano y luego extraes un sentido que perdiste al convertirte en espíritu —explica Jehiel parándose junto a mí.
—Así es, puedes extraer cosas como el sueño, las lágrimas o incluso dolores terrenales si así lo deseas —Zaek sube los hombros y yo niego.
—No quiero, no lo haré.
—Debes hacerlo, parte de tu esencia sigue en el cuerpo que enterrarán mañana y debes quitarla, es necesaria justo ahora.
—No, es una locura. ¿No que me están cazando los demonios y los ángeles?
—Será algo rápido —me asegura Jehiel tratando de convencerme, pero está lejos de lograrlo.
—¡Debes hacerlo, no es como si contaras con tantas opciones!
—Vete al diablo, Zaek, no lo haré —me giro para subir las escaleras y encerrarme en una habitación, pero él es más rápido y me toma un brazo con fuerza mientras me hace girarme hacia él.
—Aquí no decides tú, ¿entiendes? Iremos a tu maldito funeral y harás lo que te digo porque si no-
—¿Si no qué? ¿Vas a matarme? —sonrío de lado y él frunce sus labios—. Te recuerdo que los demonios también te están dando caza a ti y a tu hermana.
—Tú no sabes una mierda, solo eres una Inconclusa que no tiene idea de los líos en que está metida y aun así quieres hacer tu santa voluntad.
—Vamos, Zaek —ladeo la cabeza con una sonrisa—, tú y yo sabemos que no hago mi santa voluntad y que esta locura vino hasta mí sin pedirla, y si por alguna razón estas protegiéndome entonces a ti también te afectará lo que llegue a pasarme, lo quieras admitir o no —lo miro directo a los ojos y su mirada pasa de furia a sorpresa en micro segundos, entonces aprovecho ese instante para zafarme de su agarre y subir las escaleras hasta tocar la puerta de la habitación dónde Ariadne está encerrada.
—Ya me preguntaba cuando ibas a subir —me deja entrar y cierra la puerta con seguro.
—Ariadne, tú jamás me mentirías sobre todo lo que está pasando, ¿no es así?
Silencio.
—Ariadne, ¿por qué Zaek quiere que busque el resto de mi esencia mañana? ¡Es una locura!
—Locura le queda corta a esta situación —murmura mientras se sienta en la cama.
—Por favor, dime que está ocurriendo. Me voy a volver loca.
—Hay cosas que mejor deben permanecer en secreto —hace una media sonrisa y yo me siento junto a ella mirándola sin decir nada—. Giselle, no me mires así; yo quisiera poder decirte todo, créeme.
—Solo quiero entender.
—Lo harás, tienes toda la eternidad hasta el fin de los días para saberlo.
—Ariadne...
—Solo te diré que es necesario que busques lo que queda de tu esencia mañana.
—No quiero —sueno asustada, pero no me importa mucho en realidad.
—Es importante, los demonios irán por ella antes. Sé que no deben tardar en enterarse de que todavía tu cuerpo posee eso que tanto buscan.
—Necesito explicaciones, no seas como Zaek, dime qué está pasando —insisto.
—Giselle, iré contigo, no debes preocuparte.
—Pero-
—Giselle, no —Ariadne frunce el ceño y entonces entiendo que debo quedarme callada, jamás la he visto enojada y sinceramente no quiero verla en ese estado, así que sin más me levanto de la cama y salgo de la habitación.
¿Por qué todo tiene que ser un misterio?
Las horas pasan y pasan mientras yo vuelvo a dar otra caminata por la playa en la madrugada, tal vez pueda recuperar mi sentido del sueño o calor humano. Literalmente soy como un témpano de hielo andante. ¿Algo que enterrar? Son pocos los sentidos que conservo después de muerta, así que lo que probablemente entierre sería el miedo o las dudas.
¿Qué tan genial sería no volver a sentir miedo nunca más?
Finalmente me siento a esperar a que el sol empiece a salir. Estando viva no pude ver un amanecer en la playa, así que supongo que ahora podré saber qué es lo especial que tiene este acto para muchas personas.
A medida que el sol hace su aparición el miedo comienza a rellenarme entera, soy solo un espíritu. ¿Qué pasará si me sacan esta esencia? ¿Qué será de mí? ¿Acaso voy a desintegrarme en polvo y no existiré más?
Le tengo miedo a la muerte aun después de estar muerta.
No sé exactamente cuántas horas han pasado luego del amanecer pues una silueta que parece ser la del demonio de ojos grises viene hacia mí con pasos firmes y una sonrisa perezosa en los labios.
—¿Ya hiciste tus oraciones al amanecer para estar en paz con Dios? —me mira desde su posición ladeando la cabeza y yo me pongo de pie.
—Tengo miedo —le respondo ignorando su comentario.
—¿Por qué? Será algo rápido y volveremos —Jehiel me toma de la mano y yo lo miro extrañada—. Tienes más poder del que me gustaría admitir, créeme cuando te digo que por ahora nada va a pasarte.
—¿De qué estás hablando? Soy una simple Inconclusa que ahora quieren matar después de muerta —ruedo los ojos—. Eso debe darte una idea de la jodida suerte que tengo.
—Bueno, es cierto eso de que eres simple —él sonríe de lado—, pero que el miedo no te impida dar batalla.
—¡Rayos, Jehiel! Jamás creí que podrías dar buenas palabras de ánimo.
—Veía mucha televisión antes.
Estaba a punto de reírme y decirle lo idiota que era, pero Ariadne y Zaek fueron más rápidos y me separaron de Jehiel haciendo que soltáramos nuestras manos. Ariadne tiene a Jehiel de los hombros y Zaek a mí, luego este me suelta rápidamente con quizás mucha fuerza ya que caigo contra la arena.
—¿Qué en el infierno está pasando aquí? —cuestiona con cierto tono autoritario y yo lo miro desde el suelo, si pudiera matarlo con mis manos lo haría, pero el chico en sí ya es la muerte.
—Ariadna, suéltame —Jehiel la empuja suavemente y ella se quita mientras el demonio se acuclilla para levantarme del suelo—. ¿Zaek, qué mierda te pasa?
—No han respondido —nos señala y yo aprieto los puños para no decir algo que pueda hacer que el idiota se ponga más insoportable.
—¿¡Qué demonios va a pasar!? Solo hablábamos, ¿hermano, qué te pasa?
—Dudo mucho que puedas entablar una conversación decente con esta-
—Zaek, basta, ya hablamos de esto —Ariadne lo interrumpe y él rueda los ojos.
—Sí, bueno, tú me dices muchas cosas —le responde y luego se gira para verme a los ojos y decir—: Hora de tu funeral.
Por la manera en la que lo dijo dio a entender como si él mismo fuera a matarme.
¿Qué le pasa a este chico?
Caminamos en silencio detrás de Zaek hasta llegar a la puerta que está ubicada al inicio de la playa que fue por dónde llegamos. La abre y aparecemos en la entrada del cementerio municipal de la ciudad, a lo lejos puedo ver una multitud de personas aglomeradas en una esquina del cementerio y la adrenalina me invade por completo.
Estoy en mi maldito entierro.
Al irnos acercando más logro reconocer algunas caras conocidas y otras que no sé quiénes son, todos vestidos de negros y con gafas de sol, algunas señoras como mis tías y vecinas posan en sus hombros paraguas negros ya que apesar de ser otoño la claridad está insoportable aun para ser tan temprano.
Me abro paso entre ellos atravesándolos cuál aire y me acerco a la parte más cercana al ataúd. Mi mamá, papá, Sebastián, Chloë y Rosie son los que están hasta el frente junto a un pastor que trae una Biblia en su mano y da el mensaje.
Hay muchas flores blancas en coronas de pésame, mi mejor amiga trae un ramo de girasoles en su mano y sonrío como boba, los girasoles son mi flor favorita. Rosie abraza a Sebas y eso me da cierta felicidad y calma.
—¡Debes apurarte! —me dice Ariadne mientras mira para todos lados en busca de alguna señal de peligro.
No es tan fácil, no quiero ver mi cuerpo en un ataúd, ya lo vi inerte una vez y fue horrible.
Me encamino hasta dónde se encuentra mi cuerpo, la tapa dónde se ve mi cabeza está abierta así que junto el poco valor que tengo y me miro.
Ay...
—Enfócate, Giselle, solo era un cuerpo. Lo que eres ahora es lo que en verdad vale, date prisa —vuelve a decir Ariadne al verme paralizada frente a mi ataúd.
—Pero es que no sé qué hacer.
—¡Santa Muerte! —dice la ojiazul en tono desesperado—. Solo extiende tus manos y mentalízate extrayendo la esencia y un sentido que quieras, y luego de la misma manera quítate algo que no quieras y pónselo al cuerpo.
—Eh... chicas, tenemos compañía —avisa Jehiel desde afuera del círculo de personas mientras veo como Zaek intenta detener a un puñado de hombres de negro con una especie de campo magnético que sale de sus manos justo en la entrada del cementerio.
Rápidamente extiendo mis manos al ataúd y me imagino aspirando algo con ellas, las muevo de izquierda a derecha por toda la extensión de mi cuerpo y un humo violeta empieza a salir y a introducirse por las palmas de mis manos, luego repito lo mismo, pero ahora para deshacerme de un sentido y un humo azul se introduce al ataúd, al instante me siento más segura de mí misma y con ganas de luchar.
—¡Listo! —grito y miro por última vez a todas las personas con caras tristes que han venido a mi funeral.
—Estamos en problemas, el portal está en la entrada, pero los demonios están ahí y Zaek no podrá detenerlos por mucho tiempo —explica Ariadne cuando ya salimos de entre las personas y nos acercamos un poco a su hermano viendo como lucha por mantener el campo magnético en pie.
—No sabía que podía hacer eso —lo señalo y Ariadne sube los hombros con una pequeña sonrisa.
—Hay demasiadas cosas que no sabes —dice Jehiel parándose junto a nosotras.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunto a Ariadne.
Ella comienza a retroceder para alejarse de allí y grita:
—¡Correr!
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