11. Instrumento
Giselle
—No puedo creer que una Inconclusa molesta traiga consigo tantos problemas —es lo primero que dice Zaek al llegar a la casa oculta en medio del bosque tropical.
Toda la madrugada Ariadne y yo nos encargamos de dar vueltas como locas por los pisos de la casa. ¿Dónde estamos? No sabemos. ¿Qué está pasando? No sabemos. ¿Jehiel nos ha dicho algo? La respuesta es no y eso solo me pone más molesta. Amanecemos sentadas en el porche de la casa oyendo a lo lejos las olas del mar, no es sino hasta que el sol salió a lo lejos que pudimos ver la silueta de Zaek hacer su caminata por el sendero hasta la casa con el ceño fruncido y luciendo más molesto que nunca.
—Hermano, ¿qué ha sucedido? —Ariadne es la primera en ponerse de pie y hablar.
Yo también imito su acción y veo como Zaek me mira de arriba abajo y aparta la mirada con cierta cautela.
—¿Dónde está Jehiel? Debo hablar con él, es importante —responde ignorando la pregunta de su hermana.
—Está dentro, Zaek, no me ignores —Ariadne lo toma de un brazo y lo hace girar—. ¿Qué ocurrió en el castillo? ¿Cómo está nuestro padre? —continúa, pero sus preguntas parecen solo enojar más al chico frente a nosotras.
—Ariadne —digo ahora tomando su mano y alejándola de Zaek—, cálmate, estoy segura de que tu hermano... —lo señalo y él rueda los ojos—. Nos dirá lo que necesitemos saber.
—Pero... —dice a medio reclamo.
—¡Entren a la maldita casa de una vez! —grita Zaek y las dos nos sorprendemos por lo frío y tajante que suena—. ¡Entren ya! Antes de que pierda la poca paciencia que me quedó de anoche —señala en dirección a la puerta y nosotras caminamos tal perritos regañados.
Jehiel se encuentra acostado en el sofá de la sala de estar con una pierna arriba del respaldo y la otra estirada sobre lo largo del asiento, sus brazos descansan sobre su estómago y tiene los ojos cerrados, Zaek camina hasta él y le da una ligera cachetada para que reaccione.
—Ya estoy aquí.
—Te has tardado demasiado —le dice Jehiel poniéndose de pie—. Estas dos parecían alma en pena dando vuelta por toda la casa.
—Como sea —le dice Zaek y nos hace una seña a Ariadne y a mí para que nos sentemos en el sofá—. No sé por dónde empezar... —susurra y se pasa una mano por el cabello.
Ariadne y yo no decimos nada, solo lo miramos, mientras que Jehiel se hace en una esquina de la sala con los brazos cruzados viendo todo con diversión, ya me he dado cuenta de que a él nada parece afectarle demasiado, siempre vuelve a sonreír como si todo le entretuviese.
—Solo diles y ya, ni que fuera el fin del mundo —Jehiel suena aburrido y eso solo incrementa mis nervios.
—Bueno, las tropas de Lucifer quieren a Giselle para poder sacrificar lo que queda de su alma y así crear más demonios.
Ah... Yo creí que era algo más grave.
—Tres, dos, uno —cuenta Jehiel viéndome con gesto burlón.
—¡¿QUÉ?! —me pongo de pie y Ariadne me tomó de un brazo—. ¿ACASO ES ESA MIERDA POSIBLE? ¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO?
—Giselle, relájate... —Ariadne me acaricia el brazo y yo de un tirón me suelto y la hago retroceder.
—Relájate una sandía —digo en medio de la desesperación—. Zaek, déjate de bromas estúpidas, esto no es divertido, ni siquiera para tu retorcida cabeza.
—No estoy bromeando. No desperdiciaría un músculo de mi ser para hacerte una broma a ti, no seas boba —rueda los ojos y yo me vuelvo a sentar en el sofá.
—No le digas boba —Ariadne lo regaña y se vuelve a sentar junto a mí.
—Solo explícate —pido.
—Yo lo haré —Jehiel se acerca a Zaek y pone una mano en su pecho.
—Adelante —le responde y se hace a un lado mientras yo miro al demonio frente a mí con toda atención.
—Hace muchos siglos —empieza—. Murió el primer Inconcluso, para ser más específicos fue el día siguiente del cumpleaños número 1,400 de los mellizos —señala a ambos y yo miro a Ariadne y ella solo asiente indicándome que lo que dice Jehiel es cierto—. Nadie entendía porque Dios le daba una oportunidad a ese pobre idiota —chasquea la lengua y me mira—. Sin ofender... —mueve sus manos en mi dirección—. ''Es un Inconcluso'', fue lo que dijo Gabriel Arcángel, y ese Inconcluso estaría hospedado en el Inframundo que se puede considerar, como ya te diste cuenta, un punto intermedio entre el cielo y el infierno. "¿Por qué darle una segunda oportunidad a alguien después de morir?" fue lo que dijo Lucifer enojado.
—Y era porque aún nadie sabía del porqué de la existencia de estas personas —comenta Zaek—. ¿Por qué solo cuatro o cinco al año? Todos en el infierno y en el cielo se preguntaban lo mismo ya que el único que disponía de esa información era el mismísimo Dios, Gabriel y mi padre. Ariadne y yo, a pesar de ser los guardianes de estas personas, no poseemos esta información ya que hay ciertas cosas que no nos corresponde saber.
—Espera, espera —lo interrumpo—. Tu hermana me dijo que ustedes dos fueron creados para ayudar a los Inconclusos. ¿Cómo es posible que no sepan la razón de la existencia de gente como yo que cae a sus cuidados?
—Así es, fuimos creados para eso, pero Ariadne y yo somos guardianes, no disponemos de esa información hasta el día que Dios lo decida y... Eso fue anoche —susurra mirando de reojo a su hermana que luce sorprendida por esta nueva revelación de los hechos.
—Y hace unas horas el misterio que traía consigo un Inconcluso fue resuelto gracias a un nuevo ángel caído, que decidió dejar de alabar a diosito y unirse a nuestras tropas —Jehiel sonríe de lado y un escalofrío me recorre la espina dorsal—. Eres un instrumento magistral, Giselle.
—¿Instrumento qué...? —digo sin entender.
—Tienes poderes de destrucción, tu alma, esto que eres ahora, un espíritu que deambula después de la muerte —Jehiel me señala y yo me encojo de hombros—. Tu esencia de inmortal puede ser usada para crear miles de demonios al servicio de Lucifer.
—¿Cómo es eso posible? ¿Qué hay de todos los Inconclusos antes de mí? ¿Por qué no los usan?
—Lastimosamente cada uno de ellos ya tuvo un final dictado y fueron enviados a los lugares donde realmente se ganaron estar luego del mes de ayuda que se les brindó en el Inframundo —niega con fingido pesar—. El tiempo en que debimos usarlos pasó, pero tú en cambio... —dice mirándome con una media sonrisa.
—¿Qué piensan los ángeles al respecto? Pude notar sus presencias en el castillo —comenta Ariadne con cautela.
—Ellos no van a permitir que algo me pase —digo creando un poco de esperanza en mi ser que solo provoca que Jehiel se carcajee justo en mi cara.
—Pues... —dice Zaek alargando la palabra con tono agudo.
—No me digas que ellos me quieren para crear más ángeles —digo con fastidio.
—Matarte no es lo que quieren, suficientes ángeles tienen ya.
—¿Entonces?
Silencio.
—¿Zaek, qué quieren los ángeles? Esos rastreros no entran al Inframundo solo porque se disponen a visitarnos —Ariadne cuestiona enojada.
—Quieren quitarle su esencia, para que Lucifer no pueda usarla.
—Pero sin su esencia ella sería... NO —dice Ariadne poniéndose de pie y yo también. Jehiel mira a Zaek fijamente y Ariadne lo nota. Seguido lo señala y añade—: ¿Acaso ella es...?
Luce preocupada o quizás sorprendida. No puedo distinguir su reacción.
—¿Soy qué? ¿De qué hablas? —pregunto, pero ellos solo se miran entre sí.
—Esto es más interesante que las Kardashian's —Comenta Jehiel acostándose en el sofá nuevamente y viendo todo con diversión.
—No tendrás alma y perderás tu esencia, entonces serás... —dice Ariadne retrocediendo unos pasos.
—Como nosotros —completa Zaek, aunque algo en su mirada me dice que no es verdad.
—¿Un espíritu de muerte? —digo sin creerlo porque es demasiado confuso.
—Algo así... —responde Zaek igual de confundido.
—Jehiel, ¿por qué Lucifer no puede crear sus demonios de otra forma? —me giro hacia el demonio y él arquea una ceja.
—Porque no es Dios, no puede crear vida y por ende tampoco puede crear demonios. Todos nosotros fuimos ángeles caídos por si no te acuerdas, en cambio con tu esencia puede crearlos puramente malvados sin una pizca angelical de por medio.
—Mi padre no quiere lidiar con esta guerra entre ambos mundos así que lo que pase de ahora en adelante va por nuestra cuenta —dice Zaek viéndonos a todos.
—No sé qué pensar —digo quitando uno de los pies de Jehiel del sofá y sentándome otra vez—. Ariadne ¿qué opinas de todo esto? —miro a la ojiazul en una esquina de la sala sin decir nada y ella sube los hombros mientras sale de casa dando un portazo.
—Yo iré, no hagan nada estúpido, y sí, te hablo a ti Jehiel —Zaek lo señala y el demonio alza ambas manos al aire de forma inocente. Zaek solo le da una última mirada de advertencia antes de salir de la casa para ir tras su melliza.
—Supongo que ahora solo quedamos tú y yo, preciosa —Jehiel sube el pie que yo le había hecho bajar del sofá a mis piernas, yo lo miro de mala gana y lo empujo lejos de mí—. Solo era una broma, amargada, no es como si fueras mi tipo, sinceramente me atraen las chicas que no tienen cara de querer golpearme todo el tiempo.
—Cállate —murmuro poniéndome de pie.
—Solo quiero aligerar el ambiente, colabórame aquí por un momento y vuelve esto interesante, aguafiestas.
—A todo esto, ¿por qué estás ayudándome a escapar de tu amo? ¿No eres fiel seguidor de Lucifer?
—Lo soy, pero Zaek es mi mejor amigo y no lo dejaré solo ahora que el caos espiritual se ha desatado por tu culpa.
—¿Esto no tiene sentido, sabes? ¿Por qué me está ayudando? Parece odiarme la mayoría del tiempo, podría simplemente entregarme, y no afectará a él o a su padre en nada.
—Le afectará, créeme, los demonios se apoderarán del Inframundo si logran capturarte. Zaek y Ariadne son los únicos que saben cuándo muere un Inconcluso, a ellos los están buscando también.
—Creí que el señor Muerte también lo sabía.
—Los Inconclusos son responsabilidad única de los mellizos. ¿Ariadne no te contó eso?
—Quizás —susurro—, no lo sé.
Jehiel se pone de pie.
—¿Quieres ir a caminar por la playa? Igual no hay mucho que hacer en esta isla —dice de repente y yo asiento.
Caminamos el corto trayecto para salir del bosque y no había señales de los mellizos por ningún lado, tal vez se adentraron entre los árboles más allá del sendero. La fría mañana nos recibe al salir y todo en este lugar es tan silencioso, cosa que me hace sentir más insegura que antes. Jehiel se mantiene callado mientras caminamos por la orilla del mar y no puedo evitar pensar que nada tiene sentido. Quiero arrancarme el cabello de la frustración.
—¿Qué hay de la famosa lista de asignaciones? —pregunto luego de un rato y me siento sobre la arena fijando mi vista al mar.
—¿En serio sigues pensando en esa estúpida lista? —pregunta sentándose junto a mí—. Los demonios te están cazando y los ángeles quieren tu esencia para luego tirarte al Inframundo.
—Bueno, creo que ahora no puedo desear estar muerta —digo con enorme sarcasmo y Jehiel suelta una carcajada.
—Al menos no pierdes el sentido del humor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top