15
Antes de regresar a casa, se quedó rondando por la calle. Kouyou estaba en casa, no soportaría llegar temprano y que ella se diese cuenta de lo que sucedía antes de poder explicárselo tranquilamente.
Así mismo, necesitaba organizar sus ideas. ¿Cómo se lo iba a decir? ¿Qué le diría ella?
Ese año, definitivamente, no es su año.
Todo eso de estar constantemente lidiando con sus sentimientos y cambios hormonales era muy duro, y le daba dolores de cabeza. Si apetito era un sube y baja, al igual que sus emociones. De repente se encontraba comiéndose las sobras de la cena de su hermana, y se sentía culpable, así que dejaba de comer. La culpabilidad le duraba hasta el día siguiente, y dejaba la mitad del desayuno.
Eso no podía ser bueno en ningún sentido.
Le intimidaba de múltiples maneras eso que significaba ser hombre. Todo lo que la sociedad le decía, y le imponía, y que si no era así lo tachaba de marica o afeminado.
No llores, los hombres no lloran. Sé valiente, los hombres son los machos. Entrena, a las mujeres le gustan los hombres musculosos.
¿Qué tal si quería llorar? ¿Qué tal si le daba miedo hacer algo?
¿Qué tal si no quería una mujer, sino otro hombre?
La presión que ejercía la sociedad sobre él le daba tanto miedo como asco.
Después de perderse en esos pensamientos, decidió ir de una vez a casa. Después de todo, ya era la hora de salida de las escuelas. Quizás era un poco demasiado temprano, pero ella no iba a sospechar nada.
Cuando llegó, Kouyou no estaba en casa. En cambio su hermana, Izumi, estaba sentada en el suelo con la espalda recostada en el sofá mientras jugaba con unas figuritas.
—Hola —Saludó—. Mamá salió a hacer las compras.
—Ah... Bueno.
Fue a su cuarto y dejó caer su maleta al suelo.
—Llegas bastante temprano, ¿saliste antes?
Odiaba con todo su alma que su hermanita pequeña fuera tan perceptiva.
—Sólo no le digas a mamá —Pidió.
—Eso no es asunto mío.
Un escalofrío recorrió su espalda, y se dirigió al baño. Cerró la puerta con seguro, se sentó en el inodoro y se llevó las manos al cabello.
"Hace mucho tiempo no lo hacía," pensó. "Uno o dos no estaría mal..."
Fue arrancando uno por uno los pelos de su cabeza. Buscaba hacerlo de manera que no se notara demasiado. Había pasado casi un año desde la última vez que lo había hecho.
Tricotilomanía. Su psicóloga le había dicho que era un TOC. Transtorno Obsesivo Compulsivo. Era un asco, pero una vez empezaba ya no podía detenerse. Cuando miró al suelo pudo ver mucho pelo. Demasiado.
Se levantó y se miró al espejo. Había una buena parte en la que ya casi no tenía pelo, y podía verse su cuero cabelludo. Se asustó.
Organizó su cabello de manera que pudiese ocultar el parche, y luego recogió el pelo del piso, lo envolvió en papel y lo metió al fondo de la papelera. Izumi tocó la puerta.
—Hermanito, vino tu amiga la guapa a visitarte —Avisó.
"¿Mi amiga, la guapa?" Pensó. "¿Será Yuan? Pero Izumi no sabe que tengo una amiga que se llama Yuan..."
Respiró profundamente tres veces, como le había indicado su psicóloga para calmar la ansiedad, y luego salió del baño.
—¡Sigma!
La había olvidado por un momento. Como era la única chica del grupo, a veces se le olvidaba que era mujer.
—Hola —Saludó ella, sonriendo—. ¿Podemos hablar?
Echó un vistazo rápido a su hermana, que hablaba entretenidamente con un chico albino de unos diez años. El hermano de Sigma, seguramente.
—Él es Atsushi —Dijo ella—. Mi hermano. Papá tuvo que irse a trabajar y Tatsuhiko no estaba, así que tuve que traerlo. No te importa, ¿verdad?
—Para nada. ¿Vamos a mi habitación?
Le avisó a Kyoka, pero ella no le hizo el mínimo caso. Atsushi, en cambio, lo saludó con la mano y le sonrió. Simplemente por eso el niño le cayó bien.
—Sé que no querías insultar a Dazai —Empezó Sigma, sentándose con las piernas cruzadas—. Tú conocías a Odasaku, ¿no?
—Sí. También me afectó mucho.
—Lo lamento.
Chuuya no pudo evitar fijarse en las piernas de Sigma. Generalmente, las chicas cuando se sentaban en el suelo lo hacían arrodilladas, o con las piernas hacia un lado. Sigma no hacía eso, no lo hacía desde ya bastante tiempo.
—Vienes a preguntar por lo que dijo Dazai, ¿verdad?
Ella se mordió un labio.
—Si no te molesta contarme...
El pelirrojo sacudió la cabeza.
—No es lo que piensas, ni tampoco lo que él piensa. Dazai no se sabe la historia completa, él simplemente lo dedujo —Explicó—. Mi "madre" tiene veintiocho años. Eso significa que me tuvo a los catorce. Pero en realidad no fue así. Mi madre me tuvo a los veinte, después de casarse con mi padre. ¿Puedes deducir qué es lo que sucedió?
Ella lo pensó por un momento.
—¿Tu madre no es tu madre?
—Exacto.
Tomó un momento para sacar dos cajitas de leche achocolatada de la nevera y le ofreció una.
—Mi abuela murió cuando Ane-san era muy joven, y mi abuelo se casó con otra mujer que ya tenía una hija mayor que mi mamá, y un hijo menor. Luego mis abuelos murieron cuando la mayor tenía unos quince años, y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos.
>>Ella tenía un novio, y poco antes de cumplir los veinte ellos se casaron. Pero durante el parto hubo complicaciones, y ella murió. Su esposo no soportó eso, y se tiró al río para suicidarse. Así que Kouyou se hizo cargo del bebé con tan sólo catorce años.
—¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Ella te lo dijo?
—No precisamente, Ane-san empezó a salir con otro hombre cuando yo tenía ocho, y luego tuvo a Izumi. Desde que ella nació, creo que me empecé a dar cuenta de que mi "madre" era demasiado joven y hermosa como para serlo en realidad. Así que empecé a verla más como una hermana mayor en ocasiones. Ella fue muy valiente al hacerse cargo de mí. Nunca me trató diferente, siempre he sentido que es mi verdadera madre, pero no lo es. Ya desde hace un tiempo no tiene sentido que una mujer tan joven y hermosa como ella pueda ser mi madre.
—Así que ella te lo dijo.
—Sí. Me lo dijo relativamente hace poco, ¿sabes? Yo lo sospechaba, pero me lo contó todo antes de regresar a la escuela.
—¿Y el padre de Izumi?
—Era de la policía, murió hace un par de años.
Se quedaron en silencio un momento mientras terminaban de tomarse su leche achocolatada.
—Lamento no tener galletas para ofrecerte, con lo mucho que te gustan... —Se excusó Chuuya.
—No importa, vine sin avisar, no hace falta —Ella sonrió.
No había mucho más de qué hablar. Ya iba siendo hora de que Sigma se fuera, pero para ser sincero, Chuuya no quería que lo hiciera. Todavía estaba allí, y era su oportunidad de desahogarse de algo que llevaba atorado en la garganta desde ya bastante tiempo.
—Sigma, ¿Puedes guardar un secreto?
—¿De qué se trata?
Tomó aire y cerró los ojos. No quería mirar su expresión cuando se lo dijera, fuese cual fuera.
—Me gusta Dazai.
El silencio lo preocupó demasiado, y abrió los ojos. Sigma parecía estupefacta. Tragó saliva, pensando en mil opciones como que ella lo rechazaría, se sentiría asqueada, lo dejaría, no le volvería a hablar, y un largo etcétera que descartó en cuanto ella sacudió la cabeza y recuperó la compostura.
—Está bien, te juro que no se lo diré a nadie —Prometió, sonriéndole dulcemente.
Debía sincero consigo mismo. Sigma lo primero que pensó fue "estoy rodeado de muchos gays. Yo también soy gay". Pero después recordó su conversación con Fyodor, y su expresión se descompuso. Guardaba el secreto de dos personas diferentes que estaban interesadas en la misma persona.
Chuuya y Fyodor eran sus amigos. Al principio, cuando el ruso se lo dijo, pensó que quizás podría hacer de Cupido y tratar que Dazai se interesara en él, pero esto ahora lo cambiaba todo.
Ayudar a Fyodor sería traicionar a Chuuya, y ayudar a Chuuya sería traicionar a Fyodor.
Tendría que quedarse en silencio y no ayudar ni al uno ni al otro. La decisión final debía ser de Dazai, y él no debía intervenir de ningún modo.
—¿Y te parece bien? —Inquirió Chuuya.
—¿Debería parecerme mal? ¿El hecho de que te guste un chico afecta de alguna forma al Chuuya que conozco desde hace tanto? ¿Vas a cambiar?
No pudo evitar sonreír. Sigma era la mejor persona del universo, del multiverso y del spiderverso, y estaba seguro de que existía un Sigmaverso llena de miles de Sigmas maravillosos y maravillosas que hacían la vida más llevadera.
—Sigma, te quiero.
—Y yo a ti.
Al cabo de un rato, Sigma y su hermano regresaron a casa. Atsushi, antes de irse, le regaló una flor a Chuuya, y le dijo que creía que era una linda persona. Eso realmente llegó a su corazón, y puso la florecita en agua, aunque al poco rato se marchitó.
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Pobre Sigma, tiene que cargar con dos secretos que pesan tanto como mil elefantes africanos macho apilados
No mucho qué agregar
Gracias por leer!
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