11

Todos adoraban a Iván. ¿Por qué? Porque, mientras no fueran Fyodor, los dejaba hacer lo que quisieran. Era la razón de que siempre hicieran piyamadas en la casa del ruso. Iván no les ponía restricciones.

Ese día, Fyodor preparaba una piyamada super lujosa, y sólo para sus amigos. Cosas de gente con plata.

La tarde anterior había ido con Iván a la tienda y compraron los artículos más especiales y destacados posibles. Compró de esas linternitas chiquitas, pan para preparar sándwich, ramen instantáneo, una nueva barra de sonido porque la anterior ya estaba vieja (tenía mes y medio) y otras cosas con las qué divertirse.

Fyodor era muy perfeccionista. Le gustaba que todo saliera, y a menudo gastaba más tiempo del que debería decorando los títulos de los cuadernos en clase. Era la razón por la que se quedaba atrasado tan a menudo.

Y, bueno, Iván no le decía gran cosa. Con tal de que sacará buenas notas no le importaba el resto. Le pagaban por mantenerlo a salvo de que se lo robaran y por aprender las tablas de multiplicar del uno al noventa y nueve de memoria, nada más. No tenía ninguna otra responsabilidad con ese niño.

Aunque, a decir verdad, le había tomado cariño.

Sonó el timbre.

—Joven amo Fyodor, sus amigos ya están aquí —Avisó el adulto.

—¡Voy!

Se organizó bien el pelo y puso su ushanka sobre él, para ocultar que no se lo había lavado en tres días. A Fyodor no le gustaba bañarse.

Cuando bajó, Iván le esperaba junto a Sigma y Nikolai, que habían llegado juntos (y tomados de la mano). No sabía bien que era, pero había algo en el rostro del albino que lo hacía resaltar, como si estuviera más brillante. No le dio mucha importancia y se acercó a saludar.

—¡Fyodor! —Exclamó Sigma, dándole un fuerte abrazo— Eres el mejor, de lo mejor, de lo mejor, te lo juro que sí.

—Confirmo —Dijo Gogol chocando puños con el anfitrión—. Mis padres jamás me dejarían hacer una piyamada en casa. La culpa es de Sonya, en realidad, pero yo perdí el privilegio. Eres el mejor. Iván también lo es.

Iván hizo un gentil inclinamiento de cabeza.

—¿Creen que Dazai tarde mucho en llegar? —Preguntó esperanzado.

—No lo sé —Contestó la chica—. Me dijo que vendría con Chuuya.

Puso un mal gesto, pero lo ocultó haciendo un gesto con la mano.

—Da igual. Subamos a mi habitación, ya todo está ahí.

Sigma le dio otro abrazo. A ella le dolía un poco sonreír por culpa de los brackets, que se los habían puesto recientemente. También la habían operado para poner un botón sobre un colmillo que aún no salía. A pesar de todo eso, estaba muy contenta, y su sonrisa de oreja a oreja era muy contagiosa. Al cabo de un rato, los tres estaban riendo animadamente y contando chistes y anécdotas.

Sonó otra vez el timbre, y desde abajo Iván lo volvió a llamar.

—¡Ya llegaron los otros dos, joven Fyodor!

—¡Ya bajo! —Contestó el chico y se levantó— ¿Me esperan?

—¡Claro! —Contestó Nikolai.

Bajó las escaleras. Dazai y Chuuya hablaban animadamente. Sintió una presión incómoda en su pecho y se mordió el labio.

—¡Hola! —Saludó, para interrumpir su conversación.

Ellos lo miraron.

—¡Ah, aquí estás! —Comentó el castaño— Ya me preguntaba cuando ibas a bajar. Gracias por dejarnos entrar, Iván.

—No hay de qué.

—¿Podemos subir? —Preguntó Chuuya— ¿Ya llegaron Sigma y Niko?

—Claro, nos están esperando arriba.

Se despidieron de Iván y subieron. Sigma y Nikolai estaban jugando con las manos y riendo. La primera reacción de Dazai fue gritar:

—¡Que vivan los novios!

Ella le lanzó una almohada.

—¡No somos novios! —Chilló. Gogol sonrió de lado.

—Todavía no... —Murmuró.

La fiesta fue muy divertida. Se pusieron la piyama y cantaron karaoke, comieron un montón, contaron historias de miedo y jugaron a verdad o reto. Y a twister. Ganaron Nikolai y Chuuya, que eran sorprendentemente flexibles. En tercer lugar quedó Sigma, que perdió porque le empezó a doler el hueco en el paladar y tuvo que levantarse para buscar un poco de hielo.

Fyodor fue el primero en perder, seguido por Dazai, quienes tenían la habilidad física de un caracol.

A pesar de su dolor de dientes, Sigma se lució en el karaoke. Le encantaban especialmente las canciones de Mafumafu y las de Soramafuurasaka. Entre todos cantaron la de RPG y ella y Nikolai cantaron Roki a todo pulmón.

Iván los mandó a dormir a las once, así que organizaron los sacos de dormir y apagaron las luces. En realidad, se pusieron a jugar cartas con esas linternitas que Fyodor les había comprado. Dazai y Fyodor quedaron ganadores la mayoría de veces. En otra ocasión ganó Sigma, y el otra fue Chuuya. Nikolai no se ganó nada.

Iván los descubrió despiertos y les quitó las linternas. No les quedó más remedio que dormirse.

Sigma se despertó a medianoche, con ganas de hacer pipí, así que fue al baño e hizo pipí. Cuando salió y regresó al cuarto, notó que Fyodor no estaba allí. Le pareció extraño, y lo fue a buscar. Lo encontró mirando un cuadro (gigante) en uno de los pasillos.

—Oye —Susurró—, ¿está todo bien?

—Sí —Contestó—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

—Fui a hacer pis. Ya hice pis. No te vi en el cuarto y quise buscarte.

—Oh, ya veo.

Miró la pintura que su amigo observaba. Se podía ver a Fyodor ahí, en ese entonces debía tener unos ocho o nueve años. No sonreía, y sus padres tampoco. Era la típica pintora de una familia "perfecta", que no era tan perfecta en realidad. La madre de Fyodor era muy hermosa, y daba la impresión de ser arrogante y pretenciosa. Su padre se veía muy serio. Daba un poco de miedo.

—¿Estás bien? —Repitió Sigma. Estaba claro de que algo pasaba ahí.

Fyodor suspiró.

—¿Puedo contarte un secreto? —Preguntó— Bueno, en realidad son dos secretos...

Ella le tomó la mano.

—Sabes que puedes contarme lo que sea —Prometió—. Y yo no le diré a nadie.

Él suspiró, y guió a Sigma hasta la sala, donde se sentaron en un sofá.

—Bueno, eh... Es un poco difícil de decirlo —Se mordió el labio—. Mis padres se van a separar.

—Oh...

—Mi padre quiere que regrese a Rusia y entre en una academia militar. Dice que, si entro ahí, me convertiré en un hombre y me curaré de mi anemia.

—Sinceramente, eso es un poco estúpido.

Fyodor rió tristemente.

—Sí, lo sé. Mi madre, por el contrario, me quiere mandar a una academia de artes y literatura en Inglaterra, para que me convierta en artista o escritor.

—Eso no suena tan mal.

—Es la opción que más me interesa, pero el problema es otro. —Apretó los puños— Lo que mis padres quieren en realidad no tiene que ver con que sea militar o artista. Ellos sólo quieren deshacerse de mi. Sea cual sea la opción que escoja, iré a un lugar que desconozco con personas que desconozco, a estudiar cosas que probablemente no me hagan feliz. No veré a mis padres, ni a Iván, n-ni...

Era doloroso verlo así. Fyodor siempre había demostrado ser muy serio, no dejaba que las emociones lo afectaran. Pero ahora debía decidir entre dos opciones que no lo hacían feliz en absoluto, sólo porque sus padres no habían tenido la responsabilidad suficiente de darse un tiempo de pensar de qué tanto querían un hijo, y qué tanto lo iban a poder cuidar.

—Eso es lo que me lleva al siguiente problema —Susurró Dostoyevski—. Ustedes son mis únicos amigos. No quiero dejarlos. Y mucho menos... no quiero dejarlo a él.

Sigma apretó su mano.

—¿A quién?

La miró con los ojos llorosos.

—A Dazai.

Porque no era solo Chuuya quien se había enamorado del castaño.










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No sé por qué, pero en mis historias hay mucho enredo amoroso entre los personajes KAJSAKSJS

Lo que le pasa a Sigma en los dientes está basado en mi desgracia personal. Yo tengo brackets porque tengo un colmillo montado, es decir que no salió encima del colmillo de leche sino que se desvió y me estaba moviendo otro diente.

Me tuvieron que operar la jeta y me abrieron un hueco en el paladar para poderle poner un botón al colmillo y jalarlo desde adentro.

¿A alguien más le ha pasado? Según se, es bastante común en las mujeres, aunque también le pasa a los hombres.

En fin, pasan que cosas.

Llevo 105 fotogramas de la animación y apenas 9 segundos de duración, cuando debe durar un minuto. Eso son 660 fotogramas.

Mucha matemática.

Gracias por leer!


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