Capítulo 40
Capítulo 40:
Codi.
La noche abraza a toda la casa, la cual está concurrida por el grupete habitual de flagelados. Reunidos en la cocina, pretendiendo preparar algo que no tenemos la puta idea de cómo hacer, nos encontramos. Ahora que el cocinero de la casa no se encuentra más, debemos aprender a hacer platillos un tanto complejos, puesto que no podemos pasar el resto de nuestras carreras comienzo piza, hamburguesas y papitas. No se puede, aunque quisiéramos.
Por mi parte no se me da mal cocinar, después de todo aprendí bastante en el restaurante, solo soy vago. El mismo problema tiene mi novia, cocina como los dioses, pero le da paja encender la cocina.
El problema con la cocinada son los demás. La idea de preparar un almuerzo que posee Adrián se limita a cualquier cosa comestible dentro de un pan. Y ni hablar de lo que pasó hace un año cuando le dejamos la cena a Jake. Quemó toda la cocina, mejor dicho, la incendió, tuvimos que llamar a los bomberos y todo ese royo, pero todo salió bien, al final nadie salió herido, solo la olla nueva de Will.
─ Tacos, ¿qué tan difícil puede ser hacerlos? –cuestiona en tono sarcástico Emma.
─ Qué mires el video te digo. –replica Will, enojado.
Emma refunfuña mientras apuñala a un trozo de pollo crudo. Will, por su lado, trata de mantener la calma con la masa para tortillas, pero le es imposible mantenerla con la cacatúa levité cerca.
Las reglas que se establecieron ellos mismos consiste en preparar todo desde cero. Traté de decirles que preparen algo más simple, como fideos caseros, aunque es inútil con estos maizales, siempre hacen lo que quieren, ahora se cagan.
Mientras ellos reniegan, yo disfruto.
Ada se encuentra sentada sobre mi regazo cortando trozos finos de tomate y cebolla. Muerdo mis labios evitando mirar a mi entrepierna, puesto que su pomposo trasero se encuentra justo encima de ella, y cuando se trata de mi pelinegra no suelo mantener la compostura por mucho tiempo. Su jean rotoso por donde le mires deja entrever una tela roja por debajo. Reacomoda su cuerpo encima del mío, y una gota de sudor frío se desliza por mi frente, la sangre se acumula en mi bajo vientre y si esos malditos tacos no están en quince minutos, me secuestro a mi novia por otros quince más, y la traigo bien follada para el almuerzo.
Aunque cómo marchan las cosas, comeremos pizza a domicilio.
─ Son solo unas tortillas, no asesinen a pobre sartén, no tiene la culpa de que sean inútiles. –les dice tranquila Ada mientras continua en su labor culinaria.
Respira, inhala y exhala─ mientras no se mueva demasiado estaremos bien, compa─ Eso espero, ya me duele.
─ ¡Por qué nos haces sufrir así! Tú sabes cocinar, ayúdanos. –llorisquea la rubia.
─ ¡Qué no! Tienen que aprender solitos. Si no se van a cagar de hambre.
─ ¡Qué guacha! Will, tu cuñada es malvada, has algo. –Emma parece nena chiquita, aunque todos la ignoran.
─ También es tu amiga, y por desgracia tiene razón. Somos inútiles. Tú y yo en especial.
─ ¿Cómo que tú y yo? ¿No ves a Adrián? Se indignó hace diez minutos y come tomates como manzanas, el muy puerco.
Al escuchar esto, Adrián levanta la vista de su celular y un trozo de tomate le cuelga por el ladillo de la boca.
En efecto. Habían comenzado a cocinar todo el grupete junto, pero poco a poco la batalla fue perdiendo soldados. Adrián, al darse cuenta que ni sabía cuál era el pimiento, se rindió, sentó su existencia alrededor de la mesa argento y se dispuso a devorar tomates.
─ ¿Dónde está Jake?
─ Cagando. –digo, y coloco las manos en la cintura de Ada para reacomodarla en su lugar. Ella no se inmuta, pero siento su sonrisa discreta cuando la restriego contra mi entrepierna.
─ ¿Ahora se le canta cagar? Qué hijo de puta.
─ Will, cambiando de tema. –habla mi novia─ ¿A qué hora viene Sofí?
─ Me dijo que me llamaría, pero aún no lo hace.
─ Me estoy preocupando. No me envió mensajes en toda la mañana. ¿Y a ti?
─ El último mensaje que me envió fue hace tres horas.
─ ¿Qué decía? –pregunta. Ellos intercambian la mirada y la sostienen mientras hablan. Algo me indica que comparten un secreto del cual nadie sabe, solo ellos.
─ Qué me llamaría. ¿Tú crees que...
─ Voy a llamarla, ya vuelto. Ten –dice dirigiéndose a mí─, corta lo que queda.
Tomo el cuchillo y la observo marcharse de la cocina con el móvil en la mano. Desvío la mirada hacia Will, este ha cambiado su postura a una más tensa, con la espalda recta y empuña el cuchillo con tanta presión que sus nudillos se blanquean. Me concentro en tajear los tomates de la misma manera en que lo estaba haciendo mi chica. Deslizo el cuchillo con cuidado sobre el vegetal tratando de sacar finas lajas de cebolla. El ácido me hace lagrimear un poco, aun no comprendo cómo es que Ada ni pestañea cuando pica las cebollas en trocitos.
De pronto, se escucha un grito ahogado, como una especie de alarido suave. Todos nos miramos, dejamos de hacer lo que hacíamos (incluyendo apagar la cocina, no queremos a los bomberos aquí) y buscamos el origen del ruido.
Sentada en el piso con sus piernas como doble "W", con una mano sobre su frente, la cabeza gacha, los pelos cubriéndole gran parte del rostro, sus dientes aprisionando su labio inferior, sus ojos achinados y apretados, y por sus mejillas se desliza un mar salado. En su mano derecha descansa su celular en tono de llamada activo. Me arrimo a ella y trato de consolarla no sé de qué, aunque no se deja y se queda quieta en su lugar. Will le quita el celular de las manos y se lo lleva a su oído. Observo que él pregunta algo por el altavoz para ver si alguien contesta y posterior a eso cuelga, tira el celular en el sillón, cierra los ojos con fuerza y pone sus manos como puños.
─ No me jodas. ¡Por Dios, no me jodas! –grita jalándose los pelos.
─ ¿Qué sucede? –consulto, pero ninguno de los dos me contesta, solo se dedican a gritar y llorar. –¡¿Qué mierda sucede?!
─ ¡No es justo! ¡¿Por qué?! –cuestiona Will, luego se sienta en el suelo y continua con su llanto.
Estoy preocupado, no sé qué pasa.
─ ¿Quién llamó? –pregunta Adrián desde el marco de la puerta.
─ Creo que Sofía, pero ellos se pusieron a llorar. No sé qué pasa. –alega Emma.
─ Ada, mírame. ¿Qué ocurre? –le digo suavemente a mi niña, ella tiene la mirada perdida y puedo presentir que su alma está rota. –Por favor, dime. Me estoy preocupando.
─ Se mató. –susurra sin despegar las manos de sus cienes.
─ ¿Qué? ¿Qué dices? –digo. Aparto un poco su cabello con intenciones de despejarle el campo visual a Ada.
No me habla más que eso. Siento como de a poco mis palpitaciones se vuelven intensas e invaden mi cuerpo. Miro al resto de las personas que ocupan la habitación. Emma está blanca como una hoja de otoño que no maduró bien. Adrián tiene el entrecejo fruncido y trata de acercarse a Will, pero este le grita;
─ ¡Soy un imbécil! ¡Dejé que esto pasara!
─ Espera, chabón. ¿Qué te pasa? –cuestiona Adrián, alarmado.
─ ¡Qué yo le curaba, Adrián! ¡Yo pensaba que todo iba a estar bien! ¡Pero no! ¡Soy un estúpido! –grita Will. Él lleva una mano a su corazón y la cara se le ha puesto roja.
─ ¡¿Pero qué culo pasa?! –señala Emma.
─ Sofí. Ella. Se. mató. –logra articular Ada.
─ ¿Qué...
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