Capítulo 35
⚠¡ADVERTENCIA! Este capítulo es +18, erótico semi-explicito.
Capítulo 35:
Codi.
[...]
Mis manos se deslizan por debajo de su blusa gastada. Con mi boca devoro cada centímetro de piel pálida que tengo ante mí merced. Se retuerce, se estremece y un par de quejidos ahogados con la palma de su mano florecen a media estación. La vivida imagen de tenerla entera para mí es excitante, un deseo mezquino que hago realidad con cada beso, cada lamida y cada centímetro que toco con mis dedos. Me deshago de su ropa, puesto que estorba en estos momentos y sería perfecto tenerla tan desnuda como Eva, porque es la única forma en la que ella aún no se me ha desnudado. Le beso los labios, enrojeciendo la agrietada piel rosada con cada mordida sutil que es producto del aprisionamiento de mis dientes contra su piel. Mis manos recorren cada curvatura de su cuerpo, y ella se arquea cada vez que nuestras intimidades se rozan. Así mismo, mi boca gruñe contra la suya, produciendo una sinfonía gustosa digna de ser narrada por Girondo en uno de sus poemas amorosos y celosos.
Las pequeñas manos de ella aprietan mi cintura y clava sus uñas en mis poros. Eleva una pierna cambiando nuestra posición a una más cómoda, más candente. La temperatura del lugar subió unos cuantos grados o tal vez nuestra percepción del ambiente se ha modificado momentáneamente, de todas formas, mi cuerpo agradece no sentir frío a pesar del silbido del viento que choca contra la ventana y se hace humo en el olvido. Se me cruza por la cabeza la imagen acuarela que debe tener nuestro cumulo de ropas sobre el suelo, al que solo le falta acoplarse escasos retazos de tela que siguen cumpliendo su tarea de ocultar nuestras partes erógenas.
Le dejo besos por toda la curvatura de su cuello, saboreo el sabroso sabor húmedo que exporta su cuerpo, toda ella es embriagante e imposible de no desear. Mi boca se desliza hasta el valle de sus senos y bajo la tela de su brasear. Jadea ahogada, con un poco de vergüenza aprieta su mano echa un puño contra su hinchada boca, un acto inútil, nadie puede escucharla, estamos solos en la casa, me aseguré que no haiga nadie.
Levanto la cabeza luego de dejarle un beso sobre el ombligo.
─ N-no─ le digo entre jadeos quitando su mano de su boca─ Quiero oírte, mi Princesa.
Ella solo mueve débil su cabeza para indicarme su afirmación ante mi petición y retira su mano en compañía de la mía. Retomo mi tarea anterior, lamo la parte baja de su abdomen y con lentitud bajo su ropa interior, deslizándola por sus piernas mientras, nuestros jadeos se vuelven exasperantes. Besos diminutos decoran la parte interna de su muslo izquierdo, ella acaricia mis cabellos entrelazando sus dedos con mis mechas caobas, jala un poco en un intento de separarme de su piel, pero solo logra robarme un gruñido intenso. Ada se aferra a las sabanas al sentir mi boca sobre su vulva, así mismo vuelve a tomarme por los cabellos aferrando su agarre poniéndome al límite.
Su cuerpo emite sonidos armoniosos, pero demandantes, arquea su espalda intentando llegar con sus manos a mis hombros, no comprendo si con la intención de apartarme o de hundirme más en su cuerpo. Introduzco un dedo en su hendidura, levanto la mirada y relamo mis labios al sentir sus ojos intensos sobre los míos. Sin quitarle los ojos de encima –y con mi mano aún sobre sus labios─ le paso la boca por las costillas y trazo con la lengua el dibujo lleno de tinta de una flor marchita. Acelero el ritmo de mi mano solo para acelerar el jadeante concierto que sale de su boca, presiono su clítoris deseando estimularla para dejarla correrse. Está de más agregar la suposición que todos han hecho momentos atrás, estoy tan erecto que duele, y el solo verle a ella suplicar más me hace derramar unas gotas de líquido pre-seminal sobre la tela de mi bóxer.
Ella me toma por el cuello atrayendo su boca a la mía y me besa con desesperación. Siento como mi mano se empapa a medida que los labios de Ada deliberan las vocales sin sentido alguno. Le doy unos minutos para que recupere la compostura. No me aparto demasiado, solo lo suficiente como para llegar a la mesita de luz, abrir el cajón y sacar una caja de condones. Bueno, ya se dieron cuenta lo pendejo que soy, así que, para evitar situaciones fallidas, he llenado el cajón de la mesa de luz de mi cuarto en la fraternidad con cajas de preservativos.
Tomo uno y dejo a su suerte a la pequeña caja negra. Lo sujeto un momento con los dientes para poder retirar la única tela que me separa de mi majestuosa musa erótica. Pero ella se me adelanta. Estoy sobre mis rodillas contemplando como sus delgados dedos bajan mi ropa interior y sujetan mi falo haciendo que mi cordura se vaya al carajo. Un vaivén tortuoso acompañado de sus lívidos besos sobre mi escaso vello abdominal. Vencido por el placer, dejo escapar el condón cerrado sobre la cama y caigo sobre mis talones, gruño observando como ella me masturba a un ritmo exasperante. Por su parte, Ada toma el envoltorio entre sus dedos manteniendo extendido su dedo anular por la delgada escayola, sin apaciguar los movimientos sobre mi miembro con su otra mano.
─ ¿Te lo pongo? –Traviesa me enseña el sobrecito que contiene el preservativo. Trago grueso gesticulando un trabado "Sí".
Me suelta un momento para rasgar el plástico primero con sus dientes y luego abriéndolo por completo con sus dedos, necesita ambas manos porque tiene un dedo menos en utilización, pero no le es trabajo complicado. Baja un poco su cuerpo, sus ojos se encuentran tan intensos que es fácil perderme en ellos, abre la boca y con su lengua acaricia la punta de mi polla. Ante el gesto, gruño mordiéndome los labios y mi miembro tiembla a medida que ella lame y masturba la longitud que tiene a su merced. Sus labios envuelven mi falo, estiro la cabeza hacia atrás contemplando el cielo raso a medio pintar. La tomo por el mentón, un hilo de saliva cuelga de sus labios hinchados, paso mi pulgar sobre su sonrojada piel con intención de limpiarle. Su mano me tiene mal, al borde, ella se da cuenta de que ha logrado su cometido, eleva su cuerpo estampando su boca contra la mía. Mi propio sabor me invade las papilas gustativas, y el orgasmo se vuelve uno conmigo, lo acepto con gusto soltando inconcurrencias dentro de su boca.
Sin sentirme saciado me hundo con ella en el colchón. Deberían poder comprenderme, la he esperado con ansias y ahora que contemplo su imagen por completo no quiero librarme del mar de sensaciones que experimento, voy a tratar de embeberme todo lo que más pueda en ella.
Nuestros labios danzan al ritmo de su habitual melodía, nuestras lenguas se agitan abrazándose con desesperación. Las manos de ambos exploran curiosas, deseosas de más. Embriagarme de esta forma es sumamente placentera, excediendo mis expectativas, volviéndome un cliente regular de su cuerpo.
De repente, ella coloca distancia entre ambos sudosos cuerpos. Sin salir del estado ni debajo de mí, Ada se estira para tomar otro condón de la caja que dejé por a su suerte hace ratito. El anterior preservativo se envolvió entre las sabanas y lo dimos por descartado antes de su uso. Ansioso, robo el sobrecito de los dedos de mi niña, rasgo el delgado plástico y deslizo el látex lubricado por el largo de mi falo erguido.
Beso con intensidad su boca, entre un mar de gemidos acaricio con la punta de mi polla su hendidura, ella clava sus uñas en mis hombros dejando media lunas borgoñas en mi piel... Y el resto, me lo guardo para mí.
─ ¿Podemos mantener lo nuestro en secreto?
─ Oh, seré tu pequeño secretito. Eso no me gusta, Princesa─ Mi mano se desliza de arriba abajo por su espalda y ella juguetea con la piel de mi pecho.
─ Será temporal, hasta que encontremos una manera adecuada de contársela a los chicos.
Sospeso la horrible idea en mi cabeza, derrotado contesto ─ Bien, pero cuando me parezca el momento adecuado voy a abrir la boca.
Ella mueve la cabeza para indicar que está de acuerdo conmigo, acurruca su menudo cuerpo desnudo al mío. Desearía estar así por siempre.
─ ¿Quién se tatúa un pulpo en el pecho? –dice desviando el tema.
─ Es un calamar, no un pulpo.
─ Es raro.
─ Lo dice la chica que tiene una pluma en su cadera.
─ Es linda y me queda de infarto─ dice levantando su cabeza para observarme.
─ No te lo niego ni muerto, pero mi calamar es una obra de arte─ Tomo su mano entre mis dedos, observando la ausencia de excesivo material blanco sobre su muñeca─ ¿Te duele?
─ Nop. Esta escayola es más delgada y solo me cubre el dedo roto ¿ves? –dice mostrándome su pequeño yeso.
─ ¿Cuándo te lo quitan?
─ La otra semana.
Permanecemos un momento en silencio, dejando que el cálido ambiente de nuestras pieles rellene el cuarto sin que más que nuestras respiraciones interrumpan la armonía.
─ ¿Quién es tu crush literario? –pregunta Ada de golpe.
─ ¿A qué va esa pregunta?
─ Es una pregunta ramdom. Solo responde─ Ella acomoda su cuerpo para quedar con sus brazos sobre mi pecho y la pera apoyada entre sus manos, mirándome directo a los ojos.
─ Creo que Jude Duarte. Tú no cuentas porque existes y puedo tocarte todo lo que yo quiera.
Luego de revolear los ojos, Ada gesticula ─ ¿Quién es esa?
─ ¿Cómo que no conoces a Jude? ¿En qué mundo vives, enana? –Ella sonríe inocente ─No puedes no conocer al mundo de Efraím. Y menos no saber quién corno es Jude Duarte, es la chica con mejor puntería que conozco.
─ Eso es porque no me has visto disparar una Versa a mí─ dice. Estoy un tanto confundido, ¿sabe usar armas? ─ Sí conozco a tu Reina de Nada, y yo que ella también me quedo con Cardán.
─ Yo me quedaría contigo─ le digo y deposito un beso casto sobre sus labios─ Me toca. ¿Quién es tu crush de mentira, Princesa?
─ Estoy entre Jack Ross o Peter Kavinsky...
─ Ellos no se fijarían en ti.
Ada parece molesta. Se incorpora y hace un mohín con sus facciones.
─ ¿Por qué no, torpe?
─ Porque a ellos les gustan las chicas tiernas y dulces, y tú, mi querida niña, estas loca.
─ Ajá, ¿y a ti como te gustan las chicas?
─ Extraordinarias y dementes.
Estiro mi cuerpo para rosar sus labios y embriagarme con su boca.
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