Capítulo 31
Capítulo 31;
Codi.
No sé cómo, pero he terminado sentado alrededor de la mesa, tomando mates con la madre, hermana y padrastro de Ada. Qué casual.
Ada, qué está sentada a mí lado, no intenta ocultar las ganas de ser enterrada tres metros bajo tierra. A mí en realidad no me importa, yo la quiero y me parece genial que su madre sepa con quien va a coger su hija. –si es que eso pasa- otra vez tú ¿en serio? –mmm creo que le gustamos, pero eres un capullo- Bueno, dicho así suena algo tosco.
Por debajo de la mesa tomo la mano de mi Princesa intentando que se tranquilice. Sé que ella no se lleva bien con ninguno de los integrantes de su familia, pero al parecer al menos les habla, viniendo de ella era probable que ni siquiera respirase cerca de ellos, pero vedla aquí, tomando mates intentando arrancarle la cabeza a su hermana con tan solo clavarle la mirada.
─ ¿Eres el novio de Ada? –pregunta el supuesto padrastro de ella.
─ No sé- le contesto.
─ No puedes no saber eso, amigo. Es, o no es tu novia.
─ Es que aún no sé- Que gran respuesta, Codi. Premio del año a la mejor respuesta.
─ Parece que Ada es mucho para ti. ¿Ella te dice que hacer? ¿Eres cómo su perrito? –dice Alex riéndose.
Qué insistente. ¿Se le puede arrancar la cabeza a este tipo y enterrarla en el jardín? Percibo algo raro en él, bueno sí, parece no tener más años que yo, pero es extraño como me ha mirado desde que entré a la habitación junto a Ada, ni que decir de estas preguntas del orto.
─ No creo que sea el momento para hablar de eso- comento apretando un poco la mandíbula. No quiero pelear, no aquí.
─ ¿En qué momento entonces? ¿Cuándo ella te bote? ¿O tú a ella?
─ ¡Alex! O te callas o te callo- resopla Ada. Esa es mi chica.
─ ¿Pueden cortarla ambos? –dice la madre de Ada. Pero a Alex le chupa un huevo lo que dice su esposa, y continúa madreando el momento.
─ Solo preguntaba qué relación tiene contigo, pequeñaja.
─ Eso no te importa. Y no vuelvas a llamarme así o te quedarás sin pene para coger a mi madre- La sonrisa que le regala Ada es tan aterradora y sarcástica como la de Pennywise.
Luego de un rato de mates y miradas asesinas, nos topamos con el sobrino de Ada. Es un crio curioso. A simple vista dirías que es familia de mi Princesa, el niño es alto para su edad, tiene el pelo alborotado y dorado, sus ojos son tan intensos como los de su tía, tiene una sonrisa picarona que convencería a cualquiera de hacer prácticamente cualquier cosa.
Ada se desparrama en el sofá, como es de costumbre, al parecer es incapaz de apoyar el culo como es debido. Me arrodillo en la alfombra observando como el pequeño Chuky destripa a unos muñecos de plastilina y slime. En definitiva es familia de Ada.
─ Hola, peque. ¿Cómo te llamas?
─ ¿Quién eres? –responde mirándome con los ojos entrecerrados.
─ ¿Yo? Em, soy... bueno...
─ Es mi amigo- interrumpe Ada. Ella le lanza de una manera amistosa el paquete de regalo al niño. ─ Ten, Tomi. Tu regalo. ¿Ahora soy tu tía, pequeño interesado?
─ No me llamo Tomi. Soy Tomas.
─ Bueno, enano. Me da igual. Yo te diré Tomi.
El niño abre con entusiasmo el regalo, rasga el papel de avioncitos azules y sus ojos se iluminan al encontrar una pistola de juguete. Desgarra el cartón con una agilidad increíble, yo hubiera necesitado al menos un par de tijeras y un tanto de paciencia. Tomas toma en sus manos el juguete y apunta hacia mí, cierra un ojo y tira del gatillo. Por mi parte, pongo en circulación mis dotes de actor. Así de cuclillas como estoy, pongo una mano en mi corazón y trato de fingir que recibí un disparo, me desparramo un poco sin tirarme al piso.
─ Eres mi tía- me mira y agrega- Tú también eres mi tío.
Me río, pero Ada se molesta un poco. Seguro debe estar cabreada porque ella tuvo que ir a comprarle algo e insistirle para que le diga tía, yo solo fingí un disparo y ya me quiere como su tío, la idea no me molesta, podría acostumbrarme a ser tío gracias a ella.
La hermana de Ada ingresa a la habitación y ahoga un grito de espanto. Lleva las manos a su cara y articula.
─ ¡¿Cómo se te ocurre comprarle una pistola a Tomas?!
─ Puf, es de juguete.
─ ¡No quiero que se haga violento!
Ada se hecha a reír ─ ¿Es posta? El enano estaba destripando muñequitos de plastilina cuando llegué. Vamos, Candela. Ya tiene aires de asesino profesional.
─ No sé a quién habrá salido- dice sarcástica cruzándose de brazos y revoleando los ojos.
─ No te quejes. Él será mejor persona que yo. Y te protegerá de los choros. Es algo útil considerando lo cagona que eres.
[...]
Luego de unos días, me dirijo al restaurante.
Abro la puerta y me encuentro con Mozo. El tipo está terminando de trapear, me arrimo a él y palmeo su espalda. Bajo un taburete de la barra y me dispongo a ojear unos papeles mientras escucho el informe de ingresos por parte de Mozo. Él es el empleado de más confianza en la familia del restaurante, trabaja desde que mi madre abrió el negocio. Además de servir de vez en cuando los platillos a los clientes, él se ocupa de dirigir todo cuando yo no vengo y luego me envía un informe. Mozo es multitarea dentro del lugar, al igual que yo. Ah, casi olvido un detalle, cuando firmé los papeles de cambio de titularidad del restaurante, me enteré que Mozo posee el veinte por ciento del local, por ente, es mi socio a menor escala.
Tardamos bastante tiempo en organizar las finanzas de la "Cena de Navidad" ofrecida por el local, solo para proceder con los arreglos para Año Nuevo. Ese día me quedaré hasta las dos de la mañana con mi madre, mientras que Mozo lo pasará con sus familiares. La cosa es así, una fiesta y una fiesta. No podemos desaprovechar estas fechas especiales, se recauda mucho dinero en estos días y solo ofrecemos un menú por persona con todo incluido –excepto bebidas- a un monto razonable.
Tomo el papel revisando el personal, lamentablemente, dentro de menos de un mes, tendremos que contratar a alguien más, de preferencia alguien que pueda servir en varios puestos, no solo uno.
Ser adulto es un culo de asqueroso.
Resoplo despidiéndome de Mozo. Meto las llaves en mi bolsillo trasero, veo como mi colega se aleja rumbo a su auto y yo realizo la misma acción. El ruido de las piedritas sueltas del pavimento, resuenan bajo las suelas de mis zapatillas, la noche es agradable, algo calurosa, pero ideal para ir andando a cualquier lado, no se necesita de chamarra puesto que la brisa no es intensa y las estrellas iluminan el camino junto a las farolas de la calle. A metros de llegar a mi auto, siento como un hombre comienza a seguirme. Introduzco las manos en mis bolsillos tomando con fuerza las llaves del coche. Solo unos pasos más y estaré dentro del automóvil.
─ ¿Codi?
Esa voz. Mierda. Re contra mil mierda. ¿Cómo pudo encontrarme?
Finjo demencia mientras abro la puerta con un giro de llave. Siento una mano en mi hombro, automáticamente me giro enfrentando al tipo y reteniéndolo por las clavículas muy cerca del cuello.
─ Olvídate que existo.
─ No puedes pedir esas cosas- responde un tanto sorprendido por la ira que yo cargo.
─ Puedo pedirte cualquier cosa que involucre desaparecer de mi vida.
─ Necesito que hablemos.
─ Y yo necesito irme lejos antes que te parta la cara contra el pavimento. ─Aprieto con fuerza y lo empujo lo más lejos que puedo. El tipo cae de culo ensuciando su perfecto traje.
Sus ojos me miran con demencia mientras entro al auto y lo pongo en marcha. Me va y me viene dejarlo ahí abandonado, él hizo lo mismo y nadie le dijo una mierda.
Piso el acelerador con fuerza. ¿Cómo se atreve a buscarme? Le dejé bien en claro que lo quiero lejos de mí. Lo peor fue mirar sus ojos azules, la última vez que los miré me sentí igual, como si yo fuese un inferior a él, sin voz ni voto. ¡Carajo! ¿Y ahora qué? Mi madre no debe saber lo que pasó, no debe enterarse que lo vi, ella está muy enferma y lo último que necesita es renegar con un idiota malparido. Golpeo con bronca el volante maldiciendo entre dientes. A mis lados, a través de la ventanilla, se ven las farolas como hilos amarillos flotando en un lienzo negro. El motor ruge subiendo de velocidad, mientras yo, sigo golpeando el volante en un intento de destrozarlo.
Las sirenas se escuchan muy cerca quitándome de mi bronca intensa. ¿Ahora qué? Aprieto con cautela el freno, pero voy demasiado rápido como para frenar el auto de un solo golpe. La patrulla se mantiene pegada al culo de mi vehículo, con las sirenas encendidas.
El auto se detiene por completo.
Con razón me perseguían, no sé en qué momento choque un cartel de tránsito y lo he llevado arrastrando quien sabe cuánto tiempo, además iba como la ostia de rápido. Por favor Dios, que no me guarden.
Unos golpecitos al vidrio y bajo la ventanilla.
─ Buenas noches- saluda.
─ Buenas noches, Oficial.
─ ¿Se puede saber el motivo de su exceso de velocidad? –Lo observo mientras continúa interrogándome- ¿Sabe usted que lleva arrastrando seis cuadras una señalización de transito? ¿Cuánto alcohol bebió está noche?
─ No he bebido alcohol.
─ Si eso es cierto, ¿cómo explica lo qué hizo?
─ Estrés, Señor Oficial- ¡Te voy a madrear por estúpido!
─ Me estás diciendo que chocaste un cartel por estrés. ¿De verdad quieres que me crea que no estás borracho? ¿Me ves la cara o qué?
─ Bueno, mintiendo no estoy.
─ Tendrá que acompañarnos a la comisaria para un test de alcoholemia. Desde ya le informo que tendrá que pagar una multa.
Luego de un rato de protestas inútiles, me subieron a la parte trasera de la patrulla y uno de los oficiales condujo mi auto hasta la estación. Creo que podría ganar un premio a la peor y más estúpida suerte del mundo.
¿Cómo terminé en una celda? Bueno, fácil. El test me salió negativo, obviamente, pero hice un gran lio por el tema del cartel. Al final me pusieron una multa por la destrucción que realicé, aunque ni sé que más rompí, digo, como para defenderme ante sus acusaciones. La cosa es que no traigo un choto de plata encima, y ellos quieren que pague ya o me guardan hasta mañana. Llamé a mi madre, pero contestó mi abuela, y la muy desgraciada en vez de preocuparse creyó que era una broma de mal gusto, así que, según ella, si no vuelvo hasta la madrugada va a creerme, sino cagué.
Esto es horrible. Me quiero ir. Ni sé cómo corno pasó todo, fue un abrir y cerrar de ojos. La culpa la tiene ese tipo. –Cúlpale a otro- Más vale- Claro, tú no eres el pendejo que maneja como el orto.
Apoyo mis brazos sobre los barrotes helados. Jamás creí estar en una situación así por una cagada. En la pequeña celda, hay un hombre recostado y durmiendo, lo sé porque ronca más fuerte que Adrián, y eso debería ser un record. Mientras no se me arrime todo tranqui. Hace frío, se percibe cierta humedad en el ambiente, y la poca luz presente es opacada por la melancolía que ronda en la celda.
─ ¡Yo tenía razón! ¡¿Por qué me metieron aquí?!
Un momento, ¿esa no será quien creo que es?
─ ¡Por lo menos denme una manta que me cago de frío!
Sí, sin dudas, es ella.
Hola, mi hermosos engendros. Al fin me arreglaron el wifi, voy a subir otro capítulo dentro de unos días. Además, comenzaré a subir correcciones de los primeros capítulos.
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