Capítulo 13

Capítulo 13:

Codi.

¿Aún no se da cuenta como la miro? ¿No siente la atracción putrefacta entre ambos? ¿No ha notado como me comporto cuando estoy con ella? ¿No ve que inconscientemente, quiero ser quién la rescate y su consuelo? Quiero estar para ella y no lo ve.

Tampoco fuiste muy directo, campeón. Pareces bipolar─ ok mente, ya entendimos. Soy pésimo mandando indirectas, y ella es una ciega que insiste en que la odio. Todo claro.

Luego de unos minutos abrazados, nos separamos lento. Sin decir ni una palabra, comenzamos a limpiar el desastre que había en la habitación. Al terminar de acomodar medianamente el desastre provocado por mi loca maniática, ella se marcha al baño. Es obvio que tiene que lavarse la cara y enjuagarse la nariz, es linda y tal, pero no da que se quede embarrada en mocos y lágrimas.

Puede sonar muy extraño, pero se ve muy tierna. –Otro loco maniático─ Tiene los labios muy hinchados al igual que los ojos, tiene la piel pálida a excepción del colorete que invade sus pómulos y nariz, está más despeinada que de costumbre, y le sienta bien.

─ ¿Qué haces para aliviar la tristeza? –me pregunta de golpe.

─ ¿Tu qué haces? –digo sentándome en su cama.

─ ¿Yo? Nada. Por lo general lloro, destrozo algo, y luego me pongo a leer algo triste, mientras escucho música triste, haciendo que llore de nuevo.

─ Estoy empezando a sospechar que eres masoquista. ¿Quién mierda, cuando está triste, se quiere poner más triste?

─ Pues yo, idiota─ dice sentándose a mi lado –Bien, ¿qué haces cuando estas triste?

Pongo mi cara de pensar, la cual se resume en un ceño fruncido, una mano posicionada en mi barbilla, y balbuceos sin sentido alguno.

─ Veo Bob Esponja─ Ella me mira con cara extraña─ ¿Qué? ¿No te gusta?

─ Sí. Sí me gusta...Pero, ¿por qué ver un dibujo animado va a hacerme sentir mejor?

─ Porque es un dibujo animado, busca entretenerte y hacerte sentir bien. Tiene mucha lógica. Además, hay que comprar helado de chocolate. ¿Permiten que les traigan delivery a la escuela? –le digo entusiasmado.

─ No tengo ganas de discutir. Sí dejan que nos traigan delivery, siempre y cuando dejen las cosas afuera de la escuela, no permiten el ingreso de extraños─ me mira de reojo─, no sé qué culo haces aquí, ni como entraste─ contesta.

─ Un mago nunca revela sus secretos, Princesa─ Giño un ojo─. Dame un segundo que llamo a Grido, y pido un kilo de helado de chocolate.

─ No me gusta el chocolate.

─ ¡Me estas jodiendo! ¿Vienes de otro planeta o qué? Dicen que el chocolate te hace sentir enamorado, ¿Cómo carajos, puede no gustarte?

─ Esa es una de las razones por las que no me gusta. No quiero sentirme enamorada.

No voy a discutir más, porque quiero pegarle unos chirlos para que reaccione, ¡es chocolate! ¡el mejor sabor del mundo! ¿qué le pasa? Y su estupenda escusa es, "No me gusta porque no quiero sentirme enamorada", es patético. Aunque, pensándolo bien, yo tampoco quiero sentirme enamorado. La única vez que me sentí enamorado, terminó todo mal. Me rompieron el corazón. Jamás se enamoren de una chica increíblemente guapa, con aires de grandeza, que te hace sentir insuficiente, inferior a ella, porque tarde o temprano, ella confesará que nunca te amo, te dirá que solo quería quitarle la virginidad a un chico apuesto con cara de idiota. Todavía no lo supero, y ya pasaron cinco años.

Rebobinando.

De regreso a la habitación de Ada, con el helado de americana con galletas de chocolate en mis manos, me encuentro con esa chica que debería odiar, pero me veo imposible en tratar de hacerlo. Está tumbada en su cama, con su portátil en el regazo, frunce el ceño de manera pensativa, está buscando algún episodio de Bob Esponja, ya lo sé, es la tarea que le asigné antes de irme a buscar el helado. Me tumbo a su lado, comiendo desde ya, el helado.

─ ¿Te sientes mejor? –le pregunto, luego de un par de episodios de dicho dibujito.

─ La verdad, es que sí.

De alguna forma, terminamos acurrucados. Otra vez, en una cama, sin querer. Creo que es lo nuestro. Terminar así, de esta forma, y para ser honestos con ustedes... Me fascina.

Esa noche, volví a dormir con ella. No creo que me odie tanto como hace rumorear, si así fuera, no estaríamos en esta situación, otra vez.

Ada.

Abro los ojos, despegando las lagañas que se formaron en mis ojos, debido al exceso de llanto. Lloré como marrana anoche, que idiota soy. Pero en algún momento hay que explotar ¿no? Estuve demasiado tiempo, ahogándome en mi océano, que en ningún momento me había percatado que me estaba quedando sin agua, tragando arena como loca, dando pequeñas bocanadas de aire, aferrándome a la nada. Hacía falta llenar de agua mi arenoso océano, y la única forma de hacerlo, es llorando a mar tendido.

Tengo pereza –¿cuándo no la tienes? ─, no me quiero levantar, me chupa un huevo las clases, Codi está calentito... Un momento, ¡Codi, está aquí! Me maldigo a mí misma por dejarlo pasar la noche conmigo, otra vez.

¿No era que no lo soportabas, Ada Cooper?

Todavía no lo soporto, aunque un poquito, pequeño, me agrada. Pero, sigo pensando que solo me gusta físicamente, nada de amor. –Bueno, al menos admites que te gusta─

Mientras sigo pensando y meditando mi insignificante vida, siento el bostezo de Codi en mi nuca. Me giro, para mirarlo mejor.

─ Buenos días, Princesa─ me dice con una amplia sonrisa.

─ Em, hola.

─ Me gusta dormir contigo─ Me apretuja contra él.

─ No te acostumbres, molesto.

─ Duermo mejor contigo.

─ Gracias. –le digo, recordando lo de anoche.

─ ¿Me da las gracias, por decir que me gusta dormir contigo?

─ ¡No!, idiota. Te doy las gracias por lo de anoche. Gracias...por venir a ayudarme. Nunca me habían salvado de mí misma.

─ Ah, eso. Sí, soy genial haciéndome el príncipe valiente─ Ni bien termina de hablar, le revoleo los ojos, pero agrega─ Solo contigo sale el príncipe valiente. Después de todo, eres la Princesa de la historia.

Este hombre está más que ciego. ¿Qué tengo que hacer para que se aleje de mí, y me deje ser miserable? Ya le hice pasar vergüenza, le conteste fatal muchas veces, casi le rompo la nariz, le embarre con comida la cara, le revoleé una camiseta, le tiré engrudo en la cabeza, y, aun así, no deja de buscarme, de intentar "salvarme" de algo inexistente, de aparecerse delante de mí, de decirme Princesa y mirarme a los ojos.

¡Agh! ¡¿Me está volviendo loca?! Maldito Codi.

Ya vuelvo, me voy a darle cabezazos a la pared.

[...]

Uf. El camino es largo, hace años que estoy caminando, tendría que haberle pedido al Molesto que me acerque, pero ¿qué habría dicho, sí se enterase que tiene que acercarme hasta mi terapeuta? Con el ego que tiene, de seguro hubiese hecho un comentario sarcástico, diciendo que al fin voy al psicólogo. No, mejor voy a pata, para algo Dios me dio dos piernas funcionales.

Los pongo en contexto. ¿Iba a terapia? Sí. ¿Lo mencioné antes? No. Y es por una sencilla razón, la había dejado hace seis meses, simplemente me había cansado y estaba harta de las terapias en familia –que ocurrían una vez al mes─, acababan con mi estabilidad emocional. Dichas reuniones, se realizaban con el fin de ayudarme. Según mi psicólogo, el problema de mi comportamiento agresivo, eran mis padres, y obvio que ellos se ponían a la defensiva. Me tenían cansada, y no quería seguir con esa mierda, pero después de lo de anoche, lo necesito. Hace meses que no explotaba de esa manera, por suerte llegó Codi, si no, conociéndome, terminaba haciendo pedazos toda la puta habitación. En otras ocasiones, ya destrocé un cuarto entero, y nadie me detuvo, y sí, terminé arrojando cosas de vidrio y tal que me corte la mano, y un poco la pierna, nada grabe. Pero nadie me detuvo, y había personas presentes.

Por una vez en mi vida, quería, deseaba, que alguien me salvará de mí misma, y no, yo no gritaba en silencio –no es mi estilo─, gritaba a todo pulmón, pero todos se negaban a escucharme, nadie quería ayudarme. Creer que Codi me salvo y yo quería que lo hiciera, es muy difícil de digerir.

Hace rato llamé a mi psicólogo. Casualmente tenía una cita cancelada, por lo que me encaminé hacía su consultorio.

Aclaro. Mi padre me paga casi todo, lo odio, pero es su obligación hasta que cumpla los dieciocho años. Con todo, me refiero a la escuela, la terapia y un monto mínimo que me da la mayoría de los meses. Igual tiene plata de sobra, él estuvo de acuerdo con que naciera yo, conclusión, te la aguantas mi vida. Me lo debe, por causarme dolor y angustia todos estos años. Verlo, implica un sermón, seguido de una discusión, la cual termina con mis mejillas rojas por las trompadas que me da, así que, no gracias, no quiero tenerle cerca.

Me gusta el consultorio de mi psicólogo, tiene un aroma a libros viejos rondando por el aire. Todo es vintage, las paredes empapeladas color caqui y un guarda pampa de flores pequeñas, un par de sillones viejos, cuadros de mujeres victorianas y un piso de alfombra.

Dentro del consultorio, Webster, mi psicólogo me comienza a hablar.

─ ¿Cómo has estado? –me pregunta.

─ Exploté –digo, y las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.

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