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Cruzó la calle, tratando de cubrirse lo que más podía de la intensa lluvia.

Miró si había gente cerca, al no ver presencia alguna, fue caminando por el patio.

-Mierda, mierda-llegó al patio trasero, frunció el ceño.

Golpeó con una patada la ventana del sótano y botó los trozos de vidrios con cuidado.   

Se quitó la chaqueta y la dejó en el marco de la ventana.

-Ma-maldición-trató de pasar, aunque la ventana era algo estrecha, lo logró- ¡Aahg!-cayó de sentón en el piso- Eso dolió-frunció el ceño.

Se puso de pie con ayuda de la pared, no podía ver nada.

Encenció la linterna de su celular para alumbrar su camino.

-Uuhg...-se cubrió la nariz, había un desagradable olor. No supo identificar el olor.

Decidió no darle mucha importancia y siguió su camino.

-¡Eren!-llamaba a su amigo-¡Eren!¡¿Donde estas?!-gritaba.

Subió las escaleras al no encontrar nada dentro del sótano.

-...-Todo se veía ordenado-Tal vez esta arriba-elevó la mirada, había un pequeño balcón.

Subió las escaleras, estas producían un crujido.

Decidió inspeccionar en las habitaciones, incluyendo el baño.

Lamentablemente no había nada a la vista.

-¿Donde esta?-Susurró-Se que ese loco lo tiene... ese maldito...-se quedó en silencio-¿Eh?-miró bajo su zapato.    

Las tablas del piso producían un ruido singular.

Tragó grueso.

-E-eren...-susurró-¡Eren!¡¿Estas ahí?!-rápidamente se puso a sacar las tablas.

Sus dedos se llenaban de astillas al sacarlas rápido, pero no le importaba.

-¡Uhg!¡Eren!¡Estoy aquí!¡Yo...-vio la manta blanca-¿E-eren...?-sintió un escalofrío.

Con sus manos temblorosas y con manchas pequeñas de sangre, tomó aquel bulto envuelto en esa manta.

Sentía como el latido de su corazón se aceleraba cada vez más.

Desenvolvió la manta y lo vio ahí, un dolor en su garganta lo hizo desviar la mirada.

Sintió nauseas, su cuerpo temblaba. 

-¡Eren!¡Eren!-Gritaba el nombre de su amigo-¡Por Dios!¡¿Qué mierda te hizo ese tipo, Eren?!-Abrazó el cuerpo del castaño-¡Mierda!¡Aaahg!-comenzó a llorar de todas las emociones que sentía en ese momento.

Se sentía muy culpable al descubrir el cruel destino de su amigo.

Sus lagrimas caían sobre el rostro del chico, pero dejó de hacerlo al escuchar como abrían y cerraban la puerta de la entrada.

-Se que estas aquí, mocoso de mierda...-se escuchó desde abajo.

Jean se quedó en absoluto silencio, debía pensar en que hacer.

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