Capítulo 5
Arcos de la Frontera, 9 de Noviembre de 2016.
-Buenos días, Pepita. Feliz cumpleaños.
Me despierta con un beso cariñoso y muy largo. Le doy las gracias y respondo al saludo.
-Hoy yo prepararé el desayuno y te lo traeré a la cama.
-Eres un sol, cariño. Te amo.
Mientras espero recuerdo aquella noche de mi veintinueve cumpleaños. Nunca antes disfruté tanto con alguien. ¡Qué mayores somos! Ya tenemos una nieta.
Vuelve con la bandeja conteniendo dos desayunos. Chocolate con churros, una de mis delicias preferidas. Nos sentamos en la cama y lo saboreamos.
-Pepita, ¿qué planes tenemos para hoy?
-Debo llamar a Nando para saber si puede venir. Seve prometió que vendría con su esposa y Rocío.
Le bautizamos con el nombre de Fernando por su abuela, porque no sabía nada de su hijo, a pesar de la oposición de Severo. Pueden más dos tetas que dos carretas.
-¡Cómo pasa el tiempo! Rocío ya tiene un año.
- ¿Te acuerdas cuando nació Seve?
-Como si fuera ayer. 9 de julio de 1985.
-Creíamos que no se casaría nunca. Nos sorprendió con su novia hace tres años.
-Es ley de vida. Gracias por darme dos hijos tan maravillosos.
-Tú también contribuiste.
-Fue un placer.
- ¡Ja, ja, ja!
-Adoro tu risa.
-Creo que va siendo hora de que me levante.
-Por mí, como si quieres quedarte toda la mañana.
-Se te da fatal hacer la comida y tenemos invitados.
-Aún hay tiempo.
-Lo que quiero hacer requiere tiempo.
- ¿Qué vas a hacer?
-Cocido.
-Nunca pregunté por qué se hace siempre cocido cuando alguien viene de viaje.
-Porque el viaje fatiga y tiene mucho alimento. Además, es la comida ideal para el otoño.
-Está bien, como quieras. Por lo menos, ¿me dejarás ayudarte?
-Siempre que no te cortes. Recuerda la última vez.
-Sí, pelando patatas para otro cocido, pero aquella vez no venía nadie.
-Vamos.
Antes llamo por teléfono:
-Consultorio de psicología del doctor Fernando Mata. ¿En qué podemos ayudarle?
-Soy su madre, ¿está ocupado?
-Sí, le faltan cinco minutos.
-Gracias, llamaré luego.
-Hasta luego, señora.
No me gusta esta empleada, ¿tan difícil es recordar un nombre? Me despido y cuelgo. Voy a la cocina con mi perrito faldero, mejor dicho marido, tras de mí. Tiro el agua de los garbanzos en remojo, los echo en la olla junto con la carne, añado agua y sal y lo pongo a fuego lento. Suena el teléfono, llego antes que él.
-Dígame.
-Hola, mamá.
-Hola, Nando.
-Iré con mi novia, calculo que a eso de las 2. Y mi tío con su esposa.
- ¿Gonzalo?
-No. ¿Tendrás comida para todos?
-Por supuesto que sí, siempre dices que soy una exagerada.
-Hasta luego, mamá. Me espera un paciente.
-Hasta luego, hijo mío.
Me emociono por la sorpresa.
- ¿Qué te pasa, cariño?
-Tu hermano viene a comer.
- ¿Él?
-Sí, ya va siendo hora de que le llames por su nombre.
-Treinta y dos años desaparecido y tiene que volver hoy.
-Recuerda lo que me dijiste entonces: El perdón es virtud de los fuertes. Has demostrado ser fuerte.
-Tuve que serlo para no perderte. Amor mío, ¡cuánto te quiero!
-Yo también.
Nos abrazamos y desahogamos. Mientras sonaba "Ramito de violetas".
Seve fue el primero en llegar, con su esposa e hija. Ocupó la plaza de su padre cuando él se jubiló. Doy gracias a Dios porque ahora los profesores están mejor pagados.
Poco después llegaron los dos Fernando con sus parejas. No sé si debo decir mi primer o segundo amor, porque descubrí que amaba a Seve después que a él. Durante mi traición, Seve se puso en tratamiento para curar su disfunción genital. Aquel día le di mi última oportunidad y se comportó como todo un hombre.
-Hola, Fernando.
-Hola, ¿puedo llamarte Pepita?
-Claro, todos me llaman así.
-Sigues conservando tu belleza a pesar de los años.
-Gracias a alguien que me ha cuidado muy bien.
-Seve, ¿podrás perdonarme?
-Te perdono, Fernando.
-Os presento a Judy, nos entiende aunque habla poco español.
Judy debe tener unos cincuenta años, con pelo, ojos y piel morenos, bajita como yo, parece que a mi cuñado le gusta destacar de altura con su pareja. Le doy la bienvenida:
-Encantada de conocerte, Judy. Siéntete como en tu casa.
-Muchas grasias, Pepita. Feliz cumpleaños.
Durante la comida, Fernando cuenta su historia:
-Cuñada, me dejaste plantado.
-Lo siento, descubrí que amaba a otro hombre.
-Me enteré por mamá. ¿Quién cura a un psicólogo? Nada de lo que había aprendido me servía para mí. Sólo tenía claro que el suicidio no era una opción. No dormí esa noche, busqué la mejor solución y me convencí que era alejarme lo más posible, por eso me fui a Nueva York.
Nadie quiere interrumpirle, ni su colega y sobrino. Toma una cucharada de sopa y bebe un trago de vino antes de continuar.
-Judy era una jovencita encantadora, asistenta en una oficina de empleo. Le conté mi especialidad y que estaba dispuesto a trabajar de lo que fuera. Me consiguió trabajo en un hospital de psicólogo. Nos seguimos viendo y decidimos vivir juntos.
- ¿Tenéis hijos? -Pregunto.
-Sí, una hija. Se ha casado este año, por eso y por mí hemos decidido venir a España.
Los demás nos ceden la iniciativa de la conversación a Fernando y a mí.
- ¿Cómo por ti?
-Estoy prejubilado.
- ¿Cuándo llegasteis?
-Hace tres días. Vivimos en Sevilla; ayer, buscando un consultorio de psicología por si podría ejercer, encontré uno con mi propio nombre. Así conocí a mi sobrino.
Mi esposo pregunta: - ¿Lo sabe mamá?
-La llamé ayer, aún no la he visto. Siento mucho lo de papá.
Nuestro hijo Nando interviene:
-Se presentó sin cita, tuvo que esperar casi toda la mañana porque yo tenía a varios que atender. Sólo salí de la consulta para ir a comer y continuar una hora después. Le vi tan idéntico a la abuela que me impresionó.
-Le pregunté si era el doctor Fernando Mata, sabiendo la respuesta, tiene toda tu cara, Pepita.
Pregunto: - ¿Vais a trabajar juntos?
Mi cuñado responde: -Sí. Me contó que le vendría bien un compañero para atender a tantos pacientes. Parece que la crisis actual afecta a mucha gente. Empiezo el lunes.
Nando debe marcharse porque tiene cita a las 6 y debe viajar a Sevilla, Fernando y Judy le acompañan. Antes de irse, voy a mi habitación y saco un antiguo regalo suyo. Severo lo sabe.
-Fernando, me regalaste este anillo, nunca me lo puse. Me gustaría que lo llevara Judy.
- ¡Oh! Grasias, Pepita. Eres buena mujer.
Seve no tiene que dar clase y se quedan con nosotros hasta la cena, aprovechando que viven en el pueblo.
Por fin nos quedamos solos, lo que más me apetece es descansar. Aunque las tres mujeres me ayudaron a fregar los platos de la comida, y mi nuera los de la cena, yo estoy agotada. Mientras me quito la ropa, comento:
-Me estoy haciendo vieja.
Mi marido tiene otra intención:
-De eso nada, estás impresionante.
-Por favor, estoy agotada. -Ruego cuando me acuesto.
- ¿Te acuerdas de nuestro primer vals? -Dice mientras me acaricia.
-Claro que sí, fue el único.
-Pues te repito lo mismo: déjate llevar.
-Como quieras, me servirá de relax.
Vaya diferencia entre aquella noche y ésta. Parece mentira que tenga más deseo de viejo que de joven. Me hace ver todas las estrellas del firmamento cuando acaba.
Sin embargo, antes de dormir, un pensamiento invade mi mente:
-Seve, ¿sabes a quién echo de menos de aquella época?
-No me asustes.
-A mi admirador secreto.
- ¿Quién sabe? Tal vez vuelva.
Lo escucho aunque ya estoy dormida, me suena a promesa.
a H
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