Adiós Yovanna
Adiós Yovanna
Siempre me han gustado las cosas que parecen no tener una explicación lógica pero, mejor aún, es encontrar que al final si hay una razón.
Desde pequeña tuve afición a lo sobrenatural. Entre películas de terror o historias de miedo, me gustaba escuchar sobre cualquiera de ellas. La cosa es que no podía evitar que al final de la noche hicieran mella en mí, terminaba por quedarme hasta tarde al pensar que algo de lo que había escuchado pudiera ocurrirme a mí alguna vez pero no podía decir que no volvería a hacerlo si pudiera.
¿De dónde saqué mi gusto por las cosas de miedo? No tengo idea. Mi mamá huye en la dirección opuesta si siquiera le sugiero ver alguna película de miedo conmigo y mi papá casi siempre encuentra una excusa para irse en cuanto la situación se pone muy tétrica.
¿Saben que en una oportunidad casi juego la ouija? En realidad no utilizamos el tablero original y teníamos como doce para ese entonces pero eso no nos detuvo de intentarlo. En lo que no pensamos es que la escuela no era exactamente el mejor lugar para realizarlo y una profesora nos detuvo antes de comenzar.
Nunca lo intentamos nuevamente.
He experimentado cosas que, a lo largo de mi vida, he podido dar una explicación. No es difícil entender que algunas veces escuchas ruidos en tu habitación a los que, dependiendo del momento, puedes ignorar o no. Una vez mi profesora de quinto nos explicó que el metal tiende a expandirse por la noche y suele ser la fuente de muchos sonidos inexplicables, eso calmó mi mente durante varias noches en los que sentí miedo.
Sin embargo, cerca de mi noveno cumpleaños, hay un episodio que aun no he podido distinguir de la realidad o la imaginación aun cuando todo apunta a que no fue más que un sueño... o una pesadilla.
Cuando Yovanna llegó a mi vida, solía jugar con ella casi todo el día. Era mi muñeca favorita aun cuando a la mayoría de las personas les provocaba pavor. Claro está, ella era casi de mi altura y muchos aseguraban haber pasado un mal rato al creer que era una niña más hasta darse cuenta de su fija mirada con sus ridículamente falsos ojos azules. Por mi parte, yo la llevaba a cada casa que visitaba y jugaba con ella todo el día.
Con el tiempo, me fui olvidando de ella. Otras muñecas llegaron y la dejé de lado pero siempre mi vista se posaba en ella cada vez que entraba o salía de mi habitación. No me era posible ignorarla pero luego la razón se convirtió en algo que aun me eriza los vellos de la piel.
Fue a los diez años que decidí sacarla de mi habitación y el por qué fue un sueño que tuve la noche anterior a mi decisión:
Hubo una temporada en la que mi prima y su familia vivieron con nosotros. En el sueño, yo me encontraba jugando con ella en mi habitación. Ya era de noche por lo que pronto escuché la llegada de mis padres a casa pero como estaba tan entretenida solo esperé a que ellos se adentraran a saludarme.
―Vamos a saludar a mis tíos ―dijo, dejando la muñeca de lado y levantándose.
―Que ellos vengan... ―me quejé pero igual me jaló para salir.
―Ya, no seas floja...
Mi casa solo era de una planta por lo que no era muy grande. Salimos de mi habitación para ir a buscarlos pero nos extrañó que ya no se escuchara ruido alguno. Caminé con cuidado hasta el estacionamiento en busca de mis padres hasta que noté que este no tenía luz así que los llamé pero no hubo respuesta. Fue cuando la luz se encendió que los vi en el suelo con la sangre rodeándolos. En el medio se encontraba Yovanna con un cuchillo enorme, ella seguía clavándoselo una y otra vez aun cuando sus cuerpos ya no tenían vida y me miraba con sus penetrantes ojos azules.
Corrí, chillando y gritando en busca de mi tía o mi prima pero ahora me había dado cuenta que la última me había dejado sola en algún punto. Estaba frenética e incluso sentí el impulso de ser yo quien le quitara un brazo o una pierna a la muñeca, como si eso fuera a matarla. Pero solo corrí hasta la parte trasera, encontrándome con otra escena desgarradora al ver a mi prima y a su madre colgadas de las manos, también muertas. Yovanna se encontraba ahí también, mirándome. Esta vez le grité.
―¡¿POR QUÉ LO HACES?! ¡QUIERO A MIS PADRES Y A MI FAMILIA DE VUELTA¡
Era una pequeña que solo se dejó caer en el suelo, sollozando a la muñeca que la dejara o que también la matara. No era algo normal para una niña de nueve pero aquella rubia muñeca estaba causando cosas malas en mí.
―Solo tienes que jugar conmigo ―su voz sonó pasiva y bastante parecía a las escalofriantes que utilizan en las películas.
Yo grité que lo haría y lo próximo que supe fue que me encontraba gritando de verdad en mi cama. Mi mamá enseguida corrió a ver que me pasaba y tan pronto le conté me dijo que lo mejor era sacarla de mi habitación así que Yovanna estuvo afuera al día siguiente.
Lamentablemente, con Yovanna fuera de mi cuarto, los sueños no acabaron. Siempre la observaba esperándola moverse o algo que me dijera que todo lo que ocurría en mis pesadillas era cierto pero era un más escalofriante verla y que permanecería inmóvil, como si estuviera al acecho.
En la siguiente pesadilla, ella se vestía con mi ropa, haciéndose pasar por mí. Todos parecían creerlo porque la trataban como si fuera una niña de verdad y yo no podía entender como era que nadie notaba sus andares robóticos.
Entonces hice lo que había pensado en sueños anteriores. Un día, creyéndome lo suficientemente valiente, fui con la muñeca y le quité un brazo y una pierna. Estuvo bien hasta que sentí que había hecho algo terrible y corrí con mi mama a decirle que se había caído, que se rompió sola para que me ayudara a volver a armarla con un poco de pegamento.
Desde ese momento la volví a instalar en mi habitación, dejándola en una silla donde pudiera vigilarla. No sabía por qué, pero me sentía en deuda con ella por haberle hecho algo tan atroz y así me acompañó en los próximos años con todos preguntándose cómo es que una chica de quince años aun adorara a esa muñeca a las que algunos hicieron referencia como la novia de Chuky ―cuyas películas solían gustarme hasta ese momento, no las he visto más desde entonces―y finalmente yo le encontré el parecido. Pero ella era una muñeca por la que yo había rogado mucho y con la que tuve una afinidad desde el momento en que la descubrí cuando mis padres creían que yo no sabía que ellos era el Niño Jesús ―o Santa Claus en otros países― y la guardaban en un armario escondido en cual me trepaba sin que ellos supieran, anhelando que pronto llegara la navidad.
Si debo ser sincera, en este momento no estoy segura de si yo pedí por Yovanna o solo llegó a mi vida. Después de todo lo que había ocurrido con ella, ya no estaba segura de que fuera simple coincidencia.
Algunos de mis primos hicieron bromas sobre Yovanna con el tiempo pero no me deshice de ella. En una ocasión una de mis primas tuvo la idea de colocarla cerca de las escaleras que habían construido hace poco con un cuchillo en la mano y apagó las luces. Querían tomarle foto y hacer bromas con ella pero la escena se vio tan escalofriante que la broma que quiso hacer no duró más que un par de minutos.
Mis primos no volvieron a meterse con la muñeca desde entonces aunque nunca dejaron de hablar de ella. Aun hoy en día siempre hay alguna parte de la conversación en la que sale: «¿Te acuerdas cuando tenías la muñeca macabra?» Se podrán imaginar cuantas veces se multiplicó la pregunta en cuanto salió la película Anabelle después de El Conjuro.
En algún momento hasta mi abuela tuvo su encuentro con Yovanna. La habíamos dejado en su lugar de siempre y mi abuela iba a ir para el baño cuando la observó desde el espejo al final del pasillo. Creyendo que era una de mis primas, se acercó a ella y le preguntó que por qué se sentaba sola en la oscuridad ―ya que era de noche y las luces estaban apagadas, imaginen lo terrorífico de la situación―. Al no obtener respuesta se acercó lo suficiente para notar que no era una niña de verdad sino era mi muñeca por lo que se asustó del parecido. También fue otra en agregarse a la lista de personas en preguntarme por qué no me deshacía de una muñeca tan aterradora.
Nadie lo entendía pero era como mi amiga y siempre la tuve cerca, ya no en mi habitación pero si en la casa.
Incluso con la llegada de mi perrito las cosas fueron distintas. Ella solía quedarse en el lugar en el que estaba su casita y mi perro, como estaba pequeñito, tenía aquella compulsión de morder todo: cables, zapatos, ropa. Una vez encontramos que había mordido sus pies de plástico y fue desde entonces que notamos que mi perrito no volvió a morder más nada. No se acercó a la muñeca y siempre que la veía parecía querer estar lo más lejos posible de ella.
Quién sabe lo que incluso él habrá visto en ella.
Un día mi tía me preguntó que por qué no la dejaba ir y le dije que esa muñeca era mi amiga, que no podía regalarla o botarla.
―¿Te has preguntado por qué eres tan apegada a Yovanna? ―desde que yo había expresado mi molestia porque la llamaran 'esa muñeca', todos la llamaban por su nombre.
―Ha estado conmigo desde los nueve años.
―Algunas personas dicen que ese tipo de muñecas absorben la energía de sus dueñas como una manera de asegurarse que nunca puedan deshacerse de ellas.
Yo no presté atención a eso para ese momento pero si digo que me olvidé completamente de esas palabras, miento.
Con el tiempo esas palabras se hicieron más repetitivas en mi cabeza pero cuando cumplí dieciocho fue imposible no creerlas. Ya me había deshecho de casi todas mis cosas excepto peluches o barbies pero era una historia a parte, yo solía hacerles ropa porque siempre tuve la aspiración de ser diseñadora de modas. Con Yovanna era algo distinto, no había razón específica por la cual conservarla pero no había ni un poco de fuerza de voluntad por mi parte para dejarla ir. Era como si realmente hubiera algo externo que me hiciera querer tenerla en mi casa aun cuando solo fuera para observarla de vez en cuando.
Aunque no puedo negar que también le tenía miedo en ocasiones. Entre el sueño ―que nunca se borró de mi mente― y las cosas que decían todos sobre mi muñeca; Yovanna era algo que me causaba malestar pero simplemente no había forma de hacer que se alejara de mí.
Fue hasta hace poco que logré sacarla de mi vida y no, no hubo lagrimas ni escenas dramáticas porque no me enteré hasta un mes después. Entre mi pronta graduación y mi ingreso a la universidad, no había estado observando muchas cosas a mí alrededor, ya que estaba lo suficientemente estresada. Mi madre había aprovechado mi distracción para sacarla y no fue hasta que busqué la muñeca con desesperación que supe que ya no estaba.
Algo en mí quedó vacío desde que lo supe. Siempre me pregunto dónde estará y no hay forma o manera de dejar de observar en la dirección que ella siempre estaba sentada como si repentinamente ella fuera a aparecer ahí.
Tal vez después de todo si estaba consumiendo mi energía y una parte se fue con ella desde el momento en el que abandonó la casa.
Y quizás ahora es posible que le haya tocado el turno a alguien más...
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