VIII
Se había propuesto dos cosas en esos meses. La primera era evitar un poco más a Lucía. Era una tarea realmente difícil, sobre todo por la agenda laboral tan cercana que debían mantener, después de todo ella era la presidenta y Lucía la directora.
El segundo propósito se centraba en Danielle. La veía con más frecuencia, pero todos sus encuentros eran meramente carnales. Los desayunos habían desaparecido y por lo general Danielle no solía quedarse a dormir. Sin darse cuenta aquello se convirtió en una cláusula de su acuerdo y ambas estaban conformes con ella.
Las cosas estaban bien así, ella lo disfrutaba y por fortuna aquellos encuentros fugaces impedían que las cosas tomaran otro rumbo. De pronto pensar en Lucía no era tan necesario. Su mente se mantenía ocupada en el trabajo y en encontrar la manera de poder coincidir con Danielle una o dos veces por semana.
Sin embargo, aquella noche Danielle estaba sumamente agotada, había trabajado sin descanso los últimos días supervisando los inventarios de los bares, su rutina de ejercicio le había dejado el cuerpo adolorido y con las insaciables exigencias sexuales de su compañera estaba hecha polvo. No significaba que lo odiara, al contrario. Poder hacerle el amor a Emilia era una de las pocas cosas que disfrutaba de su nueva relación. Sobre todo ahora que su hermana se encontraba ocupada con el imbécil de su novio.
Danielle se quedó profundamente dormida, aferró a Emilia por la cintura y no fue hasta al siguiente día que ésta última se dio cuenta de la inesperada presencia de la chica. Tenía un gesto apacible cuando dormía, Emilia descubrió que no emitía ruido alguno al dormir y su cabello era un desastre sobre la almohada. Comenzó a analizar cada uno de sus tatuajes, el del calamar continuaba hasta su espalda y en su brazo izquierdo no había ya rastro de su piel sin tinta.
Miró su reloj, pasaban de las diez pero no tenía ánimos de levantarse, era fin de semana después de todo. Esperó a que Danielle despertara para pedirle algo de sexo matutino. No se negó, estaba comprometida a cumplir todos sus deseos.
No supo en qué instante había vuelto a quedarse dormida, quizá en el segundo o tercer round de su prematuro encuentro. Sintió el cuerpo de Danielle trasladarse de su cama al baño y al salir descubrió que ya estaba vestida.
—¿Te vas?
Danielle asintió. Colocándose el saco y mirando la preciosa expresión de Emilia.
—Te pido disculpas por haberme quedado dormida. No he descansado debidamente.
Emilia negó. No había nada que disculpar, su compañía no le desagradaba, al contrario. De pronto se sintió con ganas de tenerla un poco más.
—Sé que no es parte de nuestro acuerdo pero, ¿podrías quedarte a almorzar? —Sintió que aquel par de ojos verdes estaban fijos en ella—. No siempre tengo la oportunidad de compartir mi mesa con alguien, ¿qué dices?
Danielle accedió. Después de todo comenzaba a sentirse hambrienta e imaginó que era una buena manera de que la rubia pagara después de "abusar" de ella de esa forma.
Estaban en la cocina, rompiendo aquella cláusula de convivencia que habían forjado con el tiempo mientras compartían el almuerzo. Sin embargo, al tenerla ahí, en la intimidad de su casa, Emilia se sintió curiosa. Había repasado los documentos que Lucía le había mostrado con relación a las Lombardi y el candidato Espinoza. Encontró que era el momento perfecto para hablar un poco sobre el tema y esclarecer sus inquietudes.
—Danielle, necesito hacerte una pregunta.
—Dime. —La chica no estaba muy atenta a la charla. Dejó de lado el tenedor y se concentró en su móvil.
Emilia en realidad no sabía cómo comenzar, había parecido una buena idea en un inicio pero de pronto se preocupó por la reacción que tendría. Si aquello resultaba ser cierto, y estaba inmiscuida en un mal negocio con Espinoza su relación se vería afectada y si no era así el resultado sería el mismo. Danielle podría ofenderse, después de todo estaba relacionándola con un criminal.
—Bueno, es sobre... no quiero que malinterpretes las cosas, es solo que hay un rumor que ha estado agobiándome desde hace tiempo y estoy cansada de pensar en la situación. No es como si yo creyera todo lo que dicen, pero, necesito saberlo, ¿entiendes? Solo para poder dejar de darle vueltas y dejarlo por la paz.
Danielle sonreía, ahora conocía perfectamente que aquella verborrea era solamente un efecto de nerviosismo en ella. Emilia solía hablar sin parar con mucha elocuencia la mayoría de las veces, pero en ese momento nada de lo que decía parecía tener sentido.
—¿Y cuál es ese tema que tanto te agobia?
Emilia cambió su expresión. Ahora se veía seria, pensativa en realidad.
—Gastón Espinoza
Danielle levantó una ceja. En realidad, no sabía de qué forma el tema entre Gastón y ella podía involucrarla.
—¿Qué hay con él? Quiero decir, a parte del hecho de que es un político corrupto e imbécil como todos los demás.
—Un colega me comentó que existe una investigación desde hace meses y en esa investigación hay información de que tú y tu hermana han estado invirtiendo en su campaña. Todos se preguntan por qué, ¿qué interés podrían tener ustedes en que él gane?
Para Danielle comenzaba a ser claro que posiblemente aquel "rumor" era una investigación que la gente de Emilia estaba llevando a cabo dentro de su periódico. Incluso, podía ser ella misma quien estuviera detrás de eso. Empezaba a desconfiar de aquella imponente mujer, ¿y sí realmente esa había sido su intención al volverse íntimas? «No», pensó, «entonces no estaría diciendo algo como esto. Solo tiene miedo, miedo de que las cosas se salgan de control y ella pueda salir afectada...ella o alguien más»
Optó por la sinceridad, después de todo sabía poco sobre los tratos que tenía Grecia con Gastón. Aunque imaginaba que no podía ser algo bueno.
—Sí, lo hemos hecho pero no de forma exclusiva. La agencia tiene otros inversionistas y socios al igual que los bares. Sabes cómo son estas cosas. Todos buscan algo de poder. Es estúpido, pero así funciona el mundo. Y Grecia solo busca destacar en cualquier ámbito.
Aquello no encajaba mucho con lo que las fuentes decían. En realidad, hasta ese momento solo tenían información sobre el desvío de recursos y la inversión de las Lombardi. Pero Emilia sabía que aquello era solo la punta del iceberg. Estaba segura de que los negocios de Gastón eran mucho más turbios y si las Lombardi figuraban entre sus socios también estarían en problemas si Lucía sacaba a la luz aquel reportaje.
—¿Inviertes tu dinero en él a pesar de saber que es un idiota corrupto?
—A mi hermana le pareció que era una buena opción —dijo, recargándose con comodidad sobre el respaldo de la silla—. Yo siempre pensé que estaba equivocada pero confío en ella. No sé hasta qué punto sea cierto todo lo que se rumora de él y la verdad no es algo que me importe, no tenemos nada que ver con eso. Nuestras aportaciones han sido cien por ciento lícitas.
Emilia asintió. Ahora estaba preocupada. Danielle no era capaz de ver la magnitud del problema en el que podía estar metida si todo resultaba cierto. Aunque no estuviera de acuerdo estaba cubriendo aquella situación. Se vería afectada de una u otra forma
—Dile a tu colega que deje eso por la paz. —Danielle se inclinó hacia ella. Tenía esa seriedad sepulcral dibujada en el rostro. Y por el énfasis que había hecho en la palabra estaba segura de que no se había tragado el cuento del colega—. No conozco mucho a Gastón, pero no le va a gustar saber que intentan tumbar su campaña. Además, es un hombre arrogante, con demasiado poder y dinero, no pueden contra algo así. No vale la pena.
Tras aquellas palabras, Emilia no pudo evitar sentir temor por Lucía. Si Gastón resultaba ser el hombre que ella creía, la vida de la joven estaba en verdadero peligro. Aun así, sabía que no iba a ceder. Sobre todo, porque después de descubrir a Gastón su trabajo en la empresa terminaría. Ese había sido el trato.
—Lo lamento, no tengo derecho a meterme en tu vida de esta forma. Espero que esto no afecte nuestra relación.
Le resultaba curioso que Emilia le dijera algo como eso. Estaba preocupada por la forma en la que esa pregunta podría afectar su relación y no por el hecho de que aquella acusación, de haber sido cierta, pudiera poner en peligro su vida. Lo pensó durante un instante, pero luego recordó la primera vez que coincidieron, para una mujer que pensaba arrojarse desde el último piso de un edificio no parecía una reflexión descabellada.
—Está bien —contestó Danielle con tranquilidad—. Es normal que tuvieras ciertas dudas. Pero te aseguro que no soy una criminal, Emilia.
Se quedó meditando aquellas palabras. Desde su ruptura, jamás había visto a Lucía tan preocupada por ella hasta que comenzó a salir con Danielle ¿Políticos corruptos? Habían tratado con cientos de ellos antes, pero al parecer este caso era de mayor interés para Lucía. En un inicio pensó que el motivo era que quizá no podía soportar la idea de verla saliendo con Danielle Lombardi pero a esas alturas no podía dejar de lado la posibilidad de que Lucía quisiera seguir con ese castigo. El mismo que llevaba años aprisionándola.
—Yo...no creo que...
—No importa —intervino Danielle, poniéndose de pie y tomando su saco—. Me tengo que ir. Tengo cosas que dejar listas antes de mi viaje. —Le dio un largo sorbo a su café para después limpiar su boca con una servilleta.
Emilia la miró confundida.
—¿Viaje?
—Saldré de la ciudad un par de días. No me extrañes mucho, Diciembre.
Sintió sus labios suaves sobre los suyos, el sabor del café aún permanecía en ella. Esta vez la tomó de la solapa del saco para tenerla un poco más así. No sabía a dónde iría ni por cuánto tiempo y para ser sincera no tenía voluntad de preguntarle. Esperaba verla pronto y que no se metiera en líos. Sin darse cuenta poco a poco se había acostumbrado a su calor, a esas despedidas.
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