Capítulo 9: Hoy es jueves

Finalmente, el ansiado lunes ha llegado y con él, la rutina se despliega con puntualidad. Mientras abandono mi hogar, mis padres guardan silencio, ajenos a mi decisión de omitir el paso por la cocina. No puedo dejarles ver las profundas ojeras que adornaban mi rostro a causa de estar devorando comida toda la noche, ¿cómo podría haber conciliado el sueño después de todo? Mis nervios me desvelaron con un apetito voraz. Ojalá todo esto me hubiera contenido el hambre, al contrario, parece que mi estómago se expande, como si buscara llenar un vacío insaciable.

Abro el monopatín y me pongo en marcha, con la bóveda gris que no presenta intenciones de descargar su lluvia hoy. Inmediatamente la sensación de que estoy corriendo muy rápido de a poco me ayuda a calibrar lo que se manifiesta en mi mente llena de confusión. ¿Sacarle foto al almanaque e imprimirlo para esconderlo en el cajón suena descabellado? Es probable, pero ni siquiera quiero pensar en por qué lo sería. Solo es precaución, no todo tiene un sentido en la vida, ¿Cierto?

Por el momento, solo necesito respirar el suficiente aire fresco para afrontar mi jornada laboral, y sin morir de sueño en el intento. Al abrir la puerta, la campanita anuncia mi llegada, y retomo mi compostura lentamente. Estaciono mi monopatín a un lado, sin obstruir el camino. Justo a tiempo, mi compañera se asoma desde la recepción.

—¿Cómo le haces para llegar tan puntual? Encima en ese esqueleto metálico —se me acerca con una planilla en mano y me tira del brazo para que camine con ella—. Verás, tengo algunas noticias para ti.

—¿Me dejas llegar? Quiero quitarme el abrigo.

Levanta las cejas y espera a que me ponga cómoda. Me tomo mi tiempo hasta que estoy lista.

—¿Qué decías?

—Primero ten esto —Camila me entrega un par de carpetas junto a su planilla mientras me explica—. Hoy llegaron dos aspirantes, los cuales deben aprender todo cuanto antes para cubrir nuestros puestos los fines de semana. Y sí, el jefe pensó que sería una oportunidad maravillosa para ellos y nos brindaría mayor flexibilidad y el servicio pasaría a ser de lunes a domingo.

Qué repentino, creí que lo hablaría antes con nosotras.

—¿Qué tengo que ver con la nueva noticia?

—Creo que con tu experiencia y paciencia, podrás enseñarles todo lo que necesitan saber. Estoy segura de que serán una valiosa adición a nuestro equipo. —Sonríe con la dentadura completa.

—¿Ah? —frunzo el ceño al comprender lo que está sucediendo—. ¿Por qué lo presentas como algo gratificante y opcional cuando es todo lo contrario?

—Psicología pura, Chlo.

—¿Y por qué no lo haces tú?

—No habrá pago por esto, así que lo rechacé —hace una mueca de inconformidad y yo sonrío por ello. Nadie ama más el dinero que ella aunque lo disfraza de una falsa modestia cuando se lo preguntan—. En cambio tú, no sé por qué, haces muchas cosas gratis sin quejas por aquí.

Se me difumina la sonrisa.

—Está bien, calla, lo haré.

—Qué rápido cambias de parecer —se ríe mientras mueve la cabeza de lado a lado—. Venga, ¿Por qué lo haces? Es raro.

—Ya vete a tu puesto. —Pongo los ojos en blanco.

—Como sea. Suerte. —Me abraza rápido sin que lo vea venir, vengandoce por el que le robé en la feria, y se marcha.

Miro la planilla. ¿Aspirantes? ¿En que momento se abrieron bacantes? Alzo mis lentes para corroborar que no estén sucios y me los coloco para leer la resumida información.

Aspirante número 1: Ab Ilify. 20 años.

¿Ab es un nombre?

Aspirante número 2: ...

Casi se me cae la planilla. Miro al fondo, hacia donde Camila señaló y veo la espalda de mi jefe. Mis pasos se vuelven largos mientras me acerco a ese pequeño círculo. Interrumpo justo en medio de una oración, y todos voltean sus ojos hacia mí.

—... Chlorine, justo estábamos hablando de ti. Ven que te los presento.

—Jefe —lo saludo con respeto y miro a la enorme sonrisa de la chica, que me mira con ilusión —. Tú debes ser Ab... Soy Chlorine, un gusto.

—Sí. El placer es todo mío —me estrecha la mano.

De alguna extraña manera su cálida mano me hace prestarle especial atención. Ni siquiera tiemblo de los nervios que traigo por haber leído el nombre del segundo aspirante, su agarre disipa cualquier rastro del mismo que amenazaba con aflorar. Algo me ha calmado por completo, y se siente bien. Le sonrío con genuino placer, la chica irradia tanta amabilidad que parece muy consciente de ello. Ab asiente, todavía con esa sonrisa en el rostro.

Corto el contacto sin querer hacerlo, inflo mi pecho de aire y poso los ojos en la causa de mi estallido de nervios. Mi silencio y nuestras miradas fijas parecen hablar por sí solas. ¿Cómo es posible que lo tenga frente a mí después de lo ocurrido? Desafía toda lógica creada en mi mente.

—¡Vale! —Exclama sorpresivamente mi jefe—. Me retiro, vuelvo en un rato.

Nadie dice nada, solo lo vemos marcharse. Mis ojos se desvían hacia Tyler.

—¿No me darás la bienvenida? —Alza una ceja, casi ofendido.

—Tú eres todo un... —Recuerdo la presencia de la chica y decido no completar la oración. Me perturba la idea de alterar su tranquilidad.

Tyler espera pacientemente a que termine la oración, pero decido guardar silencio. Menea la cabeza, como si encontrara divertido el juego, y se reclina sobre la mesa, aguardando mis indicaciones.

Inhalo profundamente y comienzo a instruir sobre la tarea básica de la biblioteca. Les indico que me sigan mientras recorremos cada una de las estanterías: la sección de romance, con sus acogedores sillones, la sección juvenil, la de misterio, la de policiales, y la sección de terror, esta última siendo especialmente popular entre los jóvenes. Continuamos explorando, pero todos mis intentos por evitar estar a solas con Tyler resultan inútiles. Intento esquivarlo como si fuera una bala, pero él siempre encuentra una excusa vaga para acercarse y hablarme en voz baja, lejos de los oídos de Ab. Incluso se permite corregir mi pronunciación.

—Su nombre no se pronuncia "Abe", se dice "Eibi" y se escribe Ab, es de origen inglés.

—Pues, mi nombre no se pronuncia "Clorine", sino "Chlori" pero se escribe Chlorine. —Pareció sorprendido por mi respuesta, se acomodó el cabello hacia un lado, sonrió de medio lado y susurró: "Está bien, Chlori", y se alejó un poco pero no lo suficiente. Lo empujo suavemente para evitar que se acerque aún más y llamo a Ab, quien tiene un libro en la mano, con tal de no estar a solas con él. Ella me confiesa su falta de conocimiento en poesía y su incapacidad para recomendar algún poeta.

Pero Tyler, con su astucia, decide citar un poema, arrancando un suspiro de admiración de parte de Ab, quien lo observa hipnotizada. Arrugo la frente ante esa escena y aparto mi atención de ellos. Me ocupo de ordenar los libros que han sacado para colocarlos en su lugar.

—¿Estás molesta conmigo? —Pregunta Tyler, otra vez.

¿Molesta? Si supiera lo que pienso...

Me encantaría que entendiera que esa palabra se queda corta. Me siento sofocada y enfadada. Actúa como si nada hubiera ocurrido, recitando poemas alegremente, y eso me desquicia. ¿Cómo puede mostrarse tan tranquilo, sin el menor rastro de remordimiento? Sus acercamientos me marean, no puedo olvidar nada de lo sucedido. Aunque parezca absurdo y me haga sentir vulnerada, como si hubieran jugado conmigo, resulta increíble pensar que el tiempo se ha detenido o que todos han conspirado para convertir este día en una ficción. Pero estoy segura de lo que vi. Mi familia... mis amigos...

Soy una persona realista, creo en lo que mis ojos presencian, y que me digan que todo lo que ocurrió solo lo experimenté yo, y que después hice algo que nunca habría imaginado, ¿Terminar en la cama de un chico? Me desconcierta y me hace dudar de mi propia cordura y de qué estoy consumiendo o qué estoy pagando para que tantos malentendidos y escenas turbias, plagadas de dolor y confusión, se hayan adueñado de mi vida. No entiendo qué estoy haciendo hoy desde que puse un pie en esta biblioteca, estoy haciendo todo menos trabajar, es como si me hubiera sumergido en una burbuja de tiempo en la que todo lo que toco o miro se convierte en una cuenta regresiva a punto de explotar en mi rostro, en mi interior se siente cómo mis fragmentos se unen de forma defectuosa. ¡Todo es delirante de pensar! ¡¿Desde cuándo puedo maquinar tantas palabras de esta forma?!

No me siento yo. Eso. Mamá estaría feliz de escuchar mis pensamientos, sabría que tiene razón en todo.

Camino hacia la recepción, alejándome de ellos para distraerme. Algo me ahoga y si sigo pensando, explotaré. Me inclino sobre el mostrador en busca de mi celular, pero mis ojos se topan con el imponente reloj de madera de roble, con sus manecillas inmóviles. Frunzo el ceño, una expresión de perplejidad se dibuja en mi rostro. ¿Otra vez esto? Como por un impulso, dirijo mi mirada hacia Tyler, quien me observa impasible. Justo en ese momento, el teléfono suena, igual que en el primer día en que él entró en la biblioteca y todos mis problemas comenzaron a aflorar. Estoy a punto de contestar, pero mi jefe aparece repentinamente.

—Hoy vendrán dos cajas con nueva mercadería, necesito que firmes tú el pedido cuando lleguen.

—¿Las cajas no vienen el jueves?

—Hoy es jueves —se arregla las mangas de su abrigo mientras mira de reojo el reloj de su muñeca—. Te ausentaste toda la semana, supongo que se te pasó al vuelo ese tiempo.

—Hoy es lunes, jefe. —Le corrijo tratando de convencerlo y de convencerme a mí.

Su cara de desconcierto y el que me lo vuelva a negar prende todas las alarmas en mi mente. Algo en mi cabeza parece despegarse de mí para volver a su lugar con mucha agresividad. Fue como si me hubieran lanzado un ladrillo. Entonces, yo tenía razón... Él sí notó mi ausencia.

La boca me hace cosquillas con la idea a punto de escaparse en voz alta. ¿Qué más, sino? Es como si hubiera esperado todo este tiempo para este momento. Podría ir a la policía... Ahora tengo una razón para hacerlo, no suena mal.

—¿Me podría acompañar para hablar con el comisario? —Cuestiono al fin, sin rodeos.

Él asiente con la cabeza no muy convencido, sé que nadie puede negar tal cosa como ver al comisario, es algo sagrado, podría acusarlo de negarse y él quedaría mal, por lo que, sé que más tarde me costará arreglarlo.

—No entiendo para qué, pero no debe llevarme mucho tiempo porque tengo que llegar a la reunión de mi hija antes del mediodía.

—Le aseguro que no tardaremos mucho.

Corro hasta la entrada para tomar mis cosas. Las manos me tiemblan de nervios y el miedo irracional me hace delirar de algo que no entiendo. Siento que esto sale de la realidad, no parece lógico dentro de todo lo malo que me ha pasado, no concibo que al fin alguien pueda llegar a creerme.

—¿Qué haces, Chlorine?

Tyler aparece a mi lado con mucho sigilo, aunque estoy segura de que ya escuchó la conversación con mi jefe, no me molesta que esté justo en este momento hablándome. De hecho, es el momento correcto y ahora sí no quiero evitarlo.

—Tengo la oportunidad de demostrar que he vivido todo lo que ha pasado —susurro—. Tengo la forma de probar mi ausencia —quiero decirle que también lo vi en el almanaque de mi madre pero no me sale hacerlo—. Tú dijiste una cosa, yo sé y viví otra, y si tengo la forma de probar que no es lunes sino que es jueves, lo haré.

—¿Cómo lo harás?

—Iré a la comisaría a declarar —eso causa un desacuerdo en toda su expresión corporal, se toma del puente de la nariz—. Estuve desaparecida y todos actúan como si no hubiera pasado nada pero sí sucedió. Esas personas deben estar tras las rejas y no sueltos por ahí en el pueblo. Es un peligro.

—No es una buena idea. No harás nada con su declaración, ¿Qué lograrás probando que hoy es jueves?

Lo sabía, sí escuchó la conversación. ¿Será que por eso vino hoy e hizo todo esto?

—No te pedí una opinión. Tampoco contaba con tu ayuda, a pesar de que ambos sabemos lo que vimos.

—Solo estoy tratando de cuidarte —niega con la cabeza—. No te hagas esto.

No entiendo sus palabras, pero tampoco me importa hacerlo porque inevitablemente desemboca en una discusión. Termino de ponerme el abrigo y le pecho el hombro, sin malas intenciones, para poder salir del paso e ir hasta mi jefe que está esperando en la recepción.

—¿Vamos?

No te olvides de dejar tu voto 💜

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