Capítulo 4: Todos mienten
Repito el movimiento volteando a ver si veo algo, pero nada. Sigo mi camino hasta cruzar el parque, donde los robles parecen una serie de altas columnas. De nuevo volteo, ¿cuántas veces lo volveré a hacer? Para sacarme la duda, si es o no es, me escondo detrás de un árbol a esperar. Estoy casi segura de que me anda buscando.
Asomo la cabeza. Si lo conoceré tan bien… Allí está. Un terrier negro Escocés. Por naturaleza debía ser un perro manso y cariñoso, pero al parecer odiarme es su única característica. Se ve inofensivo desde esta perspectiva, solo mueve su hocico de lado a lado saltando de árbol en árbol, desapareciendo entre ellos y volviendo a aparecer. Con algo de timidez salgo de mi escondite y vuelvo a estar en el camino, de todos modos tarde o temprano el perro me va a encontrar, es preferible aprovechar su distracción a lamentar más tarde.
Me resguardo en mi abrigo. Justo a tiempo un hombre sale a mi auxilio y corre en su dirección; el terrier instintivamente mueve su cola con emoción cuando él se acerca.
Relajo los hombros.
—Pero qué mocoso… —hasta que al fin aparece el dueño. Arrugo la nariz al ver cómo el perro le lame el rostro y este gustosamente se deja.
—¿Mocoso quién?
—¡Aaahs! —exclamo —¿Por qué hiciste eso?
Me ciño el abrigo al pecho para sosegar el susto.
—¿A quién le decías mocoso? —ignora mi pregunta repitiendo la suya.
¿Cómo es que caminó tan rápido? La farmacia no está tan cerca...
Ambos volvemos la atención hacia la escena del hombre acariciando al aparentemente domesticable diablillo canino. En estas condiciones ya no puedo decir que tengo miedo de eso si el perro solo se comporta así.
—Nadie...
Señala con la barbilla en dirección al camino que debía tomar para llegar a mi casa.
—¿Quieres que te acompañe?
Tardo más tiempo en parpadear. ¿Entonces regresó para eso?
—Oh, no, así estoy bien.
—Insisto.
Me genera un poco de bochorno su invitación.
—Pero qué chico… Realmente no es necesario.
—Ah… Truhna Cg Nivol.
Algo en mi cerebro hace clic.
—¿Qué has dicho?
A él parece hacerle gracia. Me sostiene la mirada durante un momento, hasta que termino con los ojos en su nuca. Parpadeo y enarco una ceja: ¿realmente acaba de darse la vuelta?
Y se comienza a alejar. ¿Dice algo en otro idioma para luego irse?
Miro hacia donde se supone que están el perro y el dueño, pero en su lugar veo la ausencia de ambos, solo se oyen los pasos de Tyler alejándose cada vez más. Frunzo el ceño y respiro hondo.
—No quiero que vengas conmigo, gracias —trato de hablar bien alto para que me escuche—. Soy terrible en las conversaciones extracurriculares, así que te agradezco por la cortesía —meto las manos en el bolsillo—. ¿No me escuchas?
Se gira y se cruza de brazos.
—No estoy siendo cortés —hace un gesto pequeño con la nariz al arrugarla—. ¿Ese es el único problema entonces?
Y mi madre.
—No quiero... —hago una pausa —... Sí, honestamente sí.
—Intentaré llenar el vacío, aunque nunca dije nada de hablar. Solo quiero acompañarte.
No puedo evitar mirarle con cierta desconfianza. Tal vez debería, por un momento, dejar de pensar en los problemas que me traería hacerlo y en mis prejuicios, él parece inofensivo.
—Está bien. —Me apresuro para llegar a su encuentro. Comenzamos a caminar juntos.
—¿Cuál es tu nombre?
—Dijiste que no hablarías.
—Pero quiero hacerlo.
Entrecierro los ojos.
—Chlorine.
—Hm —se queda pensando un segundo —. Es cloro en inglés.
—Sí, increíble observación.
—Veo que no te gusta. Es poco común aquí en Rusia.
—No le veo el sentido pero es lo que me tocó. —Me encojo de hombros.
Como un eco en mi cabeza, llega a mis oídos el ladrido de ese tan conocido escocés. Podría jurar que solo aparté la atención unos segundos, y al momento siguiente tuvimos que detenernos confundidos porque la misma escena de hace unos minutos se atravesó en nuestro camino. ¿Cómo es posible? En qué momento… Cómo es que…
Tyler se adelanta ágilmente medio paso por delante de mí.
—¿Sí? —Cambia el tono de su voz a uno más grave.
—Disculpen… Mi perro es travieso. —Talla con fuerza una sonrisa en su rostro, pero no le llega nada de alegría a los ojos.
Hago un gesto con la boca modulando un inaudible saludo. No se ve simpático, solo mantiene su atención en mí. Al menos Tyler es un desconocido más condescendiente, este hombre no se esfuerza en ocultar su rareza cuando habla y mira. No creo que quiera que hablemos de perros y menos del susodicho diablillo.
—Sí ya veo... No nos acercaremos mucho, justo ella es alérgica... —Abro los ojos con sorpresa ante la mentira que acaba de soltar Tyler. Me toma de imprevisto la muñeca.
¿Estoy en una obra de teatro?
—Oh... Por favor, discúlpenme. —Y tampoco creo que el hombre fuera tan modesto.
Todos están mintiendo. Incluso yo tratando de ser sociable.
Tyler no me mira, solo me lleva como si fuera una niña.
—Quiero que me sueltes —Murmuro mientras terminamos de pasar junto al señor—. Iré sola —y me hace caso.
Se acerca a mí más de lo que me gustaría admitir que me molesta, pero trato de contener la respiración porque lo primero que he dicho también es en realidad una mentira.
—No creo que quieras hacer eso —me muestra sus dientes apretados mientras me habla en un tono bajo, una voz casi íntima, como si alguien nos estuviera escuchando. Toma mi codo y, con todas las luces de alarma encendidas, vuelvo a zafarme de su agarre—. No voy a hacerte nada. He venido a ti porque he visto que te estaban siguiendo, no te asustes.
—¿Qué? —frunzo el ceño—. No es cierto.
—Estabas saliendo de la farmacia y ese hombre y el perro ya estaban fuera. Cuando te alejaste ellos empezaron a seguirte —Su mirada sube hasta mis hombros. Yo imito su acción y no puedo creer que el hombre con el perro esté ahí mirándome, ahora acompañado de otra persona. Es una distancia considerable como para sentirme segura, pero se siente como si sus ojos pudieran escudriñar cada poro de mi rostro. Continúa mirándome.
—Pero... —lo miro y el pecho se me comprime—. No entiendo. Llama a la policía.
Intento poner mi mano en el bolsillo pero él me interrumpe la acción.
—Es inútil, sígueme. —Su gran mano sujeta la mía con suavidad y con un pequeño empujón comienza a llevarme.
—Si no llamas a la policía entonces esto sí es inútil. ¿Por qué me ayudas? —no me responde—. ¡Ya sueltame! ¡Vamos!
—¡Te estoy ayudando! —responde al fin—. Por favor, si te ven sola te harán daño. Luego de que se vayan, me iré.
—No te conozco, hasta ahora solo tú me estás llevando.
—Entonces caminemos rápido hasta tu casa. Te haré compañía, es mejor agradecer que lamentar, te lo aseguro.
—Me parece un cuento chino.
Se toma del puente de la nariz. Esa imagen de frustración me crea un pequeño dejavu. Verlo tan de cerca hace que se sienta familiar la conversación.
—¿Yo te conozco? —Balbuseo olvidando que estoy aquí de pie por otra cosa. Él frunce las cejas lentamente.
—¿Qué has dicho?
O tal vez me recuerda a alguien.
—N-nada —cierro los ojos y niego con la cabeza—. Vale, te creo, pero sueltame, sé caminar —y me doy por vencida con tal de no continuar con esta vergüenza que acabo de pasar.
Lo hace, suelta mi codo y vuelve a mantener la distancia. Empezamos a caminar ahora fuera del bosque, cruzamos a la acera encaminandonos hacia donde empiezan las casas. Avanzamos una cuadra a la derecha y, sorprendentemente, estos hombres no fueron sigilosos porque imitaron nuestro camino. Así que es de verdad. Pero es extraño, ese perro siempre me molesta, ¿y resulta ser justo ese hombre su dueño?
Quiero decirle a Tyler que posiblemente tenga miedo, quiero pedirle que corra, o que me deje correr sola a casa, sin despedidas ni nada, sólo huir, llamar a la policía, estar a salvo, porque esos hombres se están poniendo un pasamontañas y todo parece ir como en el desenlace de un drama teatral. Apenas puedo caminar en línea recta, mis manos tiemblan en los bolsillos, mis ojos no pueden apartar la vista de ese pasamontañas negro en el bolsillo trasero de Tyler. Igual que el de los hombres.
Poco a poco detengo mi caminar. Él es el que mintió pirmero.
Parpadeo repetidamente para contener las lágrimas. Miro hacia atrás y los hombres aminoran la marcha, parecen notar mi presencia e intentan esconderse, lo cual es una tontería.
Miro en dirección a los robles y luego por el rabillo del ojo a Tyler, aunque tomaría la dirección contraria a mi casa, volver corriendo a la farmacia es una buena opción. Allí estaré a salvo. Entonces levanto el pie y lo bajo lentamente hacia atrás. Y corro.
El ritmo de mi pobre corazón empieza a doler mientras el enorme nudo en la garganta se intensifica al esquivar los robles. Es una buena decisión, es una buena decisión.
—¡Chlorine! —Su grito me hace girar para mirarle mientras corro hacia atrás. Mi pelo está enredado y con el viento se me pega a la cara, apenas puedo verle.
Agita las palmas de las manos en mi dirección, estirando los brazos de un lado a otro, sin entender lo que estoy haciendo. Pero no viene a buscarme.
Solo tengo que correr lejos. Debería haber seguido mis prejuicios, que para algo los tengo, tonta, tonta.
Sin darme cuenta, por estar dada vuelta, cuando retomo en dirección al frente mi pie se tranca en la raíz de un árbol, y me hace caer en seco. No lo veo venir, ya mi rostro impacta contra la tierra sin que pudiera hacer algo.
Trato de levantarme con la vista casi nula por el golpe.
—Ay... —Suelto una queja. Trato de ponerme de pie apoyando mis manos a ambos lados de mi cuerpo pero algo en una de ellas me detiene.
Con un poco de temblor la abro. Una "A" escrita con tinta negra en cursiva, ocupa toda la palma de mi mano.
—¿Pero qué...?
No puedo seguir la pregunta, el pasamontañas que tengo en la otra mano me hace perder el hilo.
Y ahora todo es negro.
Nota: woa, me costó mucho escribir este capítulo. Tenía tantas ideas. Como ven, lo cambié todo. Espero que les haya gustado ❤️
No te olvides de dejar tu voto 💜
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