Capítulo 11: ¿Alucinaciones?
Parpadeo varias veces, tratando de sacar mi mente del estado aturdido en el que me encuentro, y me doy cuenta de que aún estoy de pie en la cocina. La puerta trasera permanece abierta, y en la distancia, veo a mis padres en el jardín trasero, pero no tengo ni idea de qué excusa darles para justificar mi repentina aparición en casa a mitad del día. Después de aquella impactante escena que me dejó como una loca frente a la máxima autoridad del pueblo, todo parece desmoronarse a mi alrededor, una debacle personal exclusiva para mí.
Me froto el rostro y suelto un largo suspiro. En ese momento, siento cómo mi celular vibra en mi bolsillo, y sé que es un mensaje de ella. Supongo que el verdadero problema acaba de empezar.
Miro la hora, 13.20hrs. Es cierto, llevo más de dos horas fuera. ¿Qué escusa podría poner? Sé que la biblioteca no depende plenamente de mí, y no niego mis responsabilidades, pero justo hoy es el día en el que llegan los paquetes que esperábamos, y me corresponde firmarlos, no Camila. No puedo desaparecerme porque sí.
Entrecierro los ojos y tecleo una respuesta. Ella responde de inmediato.
Guardo el celular en el fondo de mi bolso y me doy cuenta de que tengo varias horas para pensar en una buena excusa tanto para mis padres y mi jefe, porque ser honesta no me ayudará en absoluto. Paso por la isla de la cocina y tomo el vaso de agua que ya está servido. Estoy por darme la vuelta cuando mis ojos caen sobre el almanaque pegado en la puerta de la nevera.
Meneo la cabeza, y por poco se me escapa una risa. Tengo problemas de visión, pero no tanto como para distorsionar una semana entera de tareas y grandes X en cada cuadrado. Pero ahí está, solo las tareas de hoy, lunes, y no jueves como creí ver a mamá escribir. Resoplo, qué más da a esta altura de los hechos si vi mal o no...
Arrastro los pies hasta mi habitación y dejo caer el bolso una vez que me siento en la cama. Me masajeo la cien para aliviar el dolor de cabeza. Abro el cajón y saco una pastilla para calmar mi ansiedad. Cuando ya está en mi boca, ingiero el agua de nuevo. Estoy a punto de tronar mi cuello cuando caigo en cuenta de que no debía tomar esa pastilla porque posiblemente la chica de la farmacia se equivocó de medicamento cuando me lo entregó. Intento escupirla, pero es imposible. Toso mientras me golpeo el pecho.
Aguardo mientras respiro hondo, ya no hay caso.
Abro la cajita y dejo que se resbale el prospecto. Lo desenvuelvo. Entorno los ojos para leer la información del medicamento. Maldición, no puede ser que la letra sea tan pequeña.
Bla, bla... bla, bla, bla...
Las palabras del prospecto parecen burlarse de mí, como si siempre hubieran estado allí, esperando a ser descubiertas. Frunzo el ceño cuando llego a las reacciones adversas: mareos, náuseas, insomnio, cambios de humor, y algo que me corta la respiración: "en casos raros, se han reportado fuertes alucinaciones".
¿A... Alu... cina... ciones...?
"—¿No recuerdas nada? —Repite en voz baja, sus ojos miel clavados en los míos, viéndome extrañado. La sensación de miedo aumenta en mi pecho.
—¿De qué estás hablando? —Corto el contacto visual para ver su pecho por un segundo. No tiene nada... ¿Dónde están todos sus moretones y lastimaduras?
—Te caíste en el parque.
—Sí, lo sé.
—De ahí lo que está en tus brazos. Te traje aquí, y rápidamente te quedaste dormida.
—No es cierto —niego varias veces con la cabeza de nuevo manteniendo el contacto visual. Suelto una risa a medias sin poder creer lo que escucho—. Nos secuestraron, Tyler, ¿qué estás diciendo? Ese maldito lugar estaba casi en el medio de la nada, dos días encerrados. Atravesamos el bosque por horas, casi nos morimos congelados y... y...
El rostro de Tyler es un poema.
—¿Secuestro? ¿De qué estás hablando?
—¡¿Qué te sucede?! —Exclamo y lo empujo con los puños cerrados. Él ni siquiera se mueve—. Me besaste y fuiste malo conmigo, ¡¿Qué pasa contigo?! Ni siquiera te conozco, eres un pervertido, no te hagas el que nada pasó.
—Chlorine, es que eso nunca pasó. En todo caso, tuviste un sueño muy lúcido."
El recuerdo me inquieta. Tyler... ¿Él tenía razón?
¿El secuestro, el casi asesinato, los hombres con pasamontañas, las babosas, las palabras de mi jefe, todo... Solo fue una constante invención? No puedo ser tan tonta de creer que sí, no se llega a alucinar con tan poco... ¿O sí? Negar las reacciones adversas del medicamento que claramente explica todo sí sería irresponsable de mi parte.
Pero, entonces...
La frustración se apodera de mí, sin dar tregua. Siento la angustia palpable en mi pecho, y todo me parece dar vueltas.
En un intento desesperado por aferrarme a alguna explicación lógica por defecto al sentir que me están arrebatando algo, recuerdo el almanaque, la foto que le tomé. Mis pasos se apresuran hacia el cajón de mi escritorio, y mis manos tiemblan al sacar la foto doblada a la mitad. El corazón me late tan rápido que parece que me estuviera golpeando con intención desde adentro.
—Está bien —susurro—. Si nada de esto pasó, el almanaque mostrará que es lunes y podré cerrar el asunto porque las pastillas causaron todo. Es... Sencillo. Calma...
Con dedos temblorosos, enciendo la lámpara, inundando la habitación con una luz color blanca. Desdoblo la impresión deseando con todas mis fuerzas que coincida con el almanaque que está abajo, que marca lunes.
Y...
Un escalofrío recorre mi columna vertebral mientras contengo el aliento, incapaz de justificar por ningún lado que lo que veo no es real. La realidad que viví, que sentí y defendí de que yo desaparecí el día sábado y regresé el jueves, se alza de nuevo ante mí. Están todos los días señalados hasta el jueves inclusive... La confusión y el desasosiego me aprietan el cuello con filo. Yo tenía razón... Siempre tuve la razón...
Camino hasta la puerta y le pongo tranca, como si pudiera alejar o evitar algo del exterior. Me dejo caer al suelo, acurrucándome contra la puerta, mientras mi mente se agita en una tormenta de pensamientos contradictorios. Cierro los ojos con fuerza, buscando una salida, una verdad que me devuelva la cordura porque todo esto solo puede ser una broma muy pesada. Pero solo encuentro más preguntas sin respuesta.
La certeza de lo que es real se escapa entre mis dedos. Y un viejo dejavu me hace ojitos desde el baúl de los recuerdos.
Pero, ¿Por qué Tyler...?
...
Es martes, y los martes es el día favorito de todos, porque todos aman salir temprano para llegar con mucho ánimo a la biblioteca. Lo cual no entiendo, si solo la mitad de ellos se ha llevado algo para leer.
Tampoco es que regalamos dulces, pero así es la cosa en este día.
El aroma a lluvia y café amortigua el perfume exótico que ambienta la biblioteca, pero me causa mareos cuando se mezcla con las fragancias dulces que traen las señoras mayores. Al parecer, también es el día en que más se perfuma la gente.
Justo a tiempo, la campanilla suena y Camila viene directo a mí. Me muestra lo que le pedí de la farmacia, ahorrándome el incómodo viaje de regreso allí, y hace un chasquido con la lengua.
—Todo resultó en vano —se quita el abrigo—. Estás tomando la misma pastilla, solo que tiene otro nombre. Sigue siendo Amitriptilina.
Mis ojos se abren sorprendidos.
—¿Lo dices en serio? —Trato de sonar casual, pero mi voz traiciona mi inquietud.
—Sí. Tal vez tus dolores de cabeza y desorientación de estos últimos días sea porque es un 3% diferente en su composición.... O algo así explicó. Tiene pequeñas cosas que capaz te hicieron mal al principio.
—No me puede estar pasando esto justo ahora... —Escondo mi rostro entre mis manos.
—Vaale, tranquila, no te hará nada malo. Es cuestión de acostumbrarse.
Si tan solo ella supiera... Esta mañana no he tomado mi medicación, ni siquiera ayer de noche. Me desvelé por anotar 10 palabras nuevas por causa del prospecto. ¡Trajo tantas que desconocía que no pude contenerme!
Ningún ejercicio de relajación me ayudó, ahora ni uñas tengo.
—Las cosas ya no pueden empeorar más, te lo aseguro —murmuro—. No hay forma de que me acostumbre a eso.
—¿Por qué dices eso? —Me mira con curiosidad—. ¿Pasó algo más?
—No, por nada. —Miento, tratando de evitar que se preocupe por mí.
—Chlorine, ya terminé. —La voz de Ab se escucha al final del pasillo.
Aunque creía que mi jefe me echaría la bronca y me quitaría la tarea de capacitar a Ab, no lo hizo. No es queja, pero sí me persigue su silencio. Al igual que mis padres, no se dieron cuenta y al final las escusas quedaron solo en mi mente.
Fue sencillo y yo me encargué de complicarlo.
—Muy bien. —Sonrío y le enseño ambos pulgares en alto.
Hoy descubrí que puedo realizar dos tareas simultáneamente: atender y enseñar. Tengo suerte de capacitar a Ab, alguien excepcionalmente competente en todo lo que se propone, y cuya tranquilidad es contagiosa. Ella presta atención genuina y sigue mis indicaciones sin que mi paciencia se vea fácilmente agotada. Según lo que me ha contado, vive en el ala este del pueblo, se ausenta un año para estudiar en la ciudad y vuelve cuatro meses para estar con sus padres mientras realiza un semestre en línea. Ahora comprendo por qué nunca había cruzado caminos con ella antes.
Y Tyler...
Saber que no apareció para su capacitación, me causa cierto sabor agridulce. Nuestra última conversación, tal vez, fue motivo suficiente para que él decidiera no volver. Pienso en mis palabras hacia él, exigiendo que se vaya, y admito que algo de culpa me genera. Pero me tiene que dar igual, ¿No? Al fin y al cabo no está y eso es lo que importa. Logré lo que quería, pero no sé si debería celebrarlo.
—Me dice la hora, jovencita. —Le presto atención a la anciana que intenta leer la hora, así que me giro para mirar el reloj de madera que trata de descifrar, pero en ese preciso instante, la aguja de los segundos queda estática.
Igual a cuando Tyler ingr...
El sonido de la campanilla anuncia la llegada de un nuevo cliente.
No te olvides de dejar tu voto 💜
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