中毒 11: The Weight of Guilt

"¿Qué... te hizo empeorar?" resonó la pregunta en la mente de Momo, llevándola de vuelta a ese fatídico día. Habían pasado tres horas desde que el turno de Dahyun en el hospital había terminado, y Momo se sentía ligeramente molesta por haber estado sola todo ese tiempo. Aun así, le dedicó una sonrisa a Dahyun al recordar la razón principal que la había llevado a caer en las drogas: aquel sucio y feo callejón.

El recuerdo golpeó a Momo con fuerza. Era una versión de sí misma de 19 años, con un amargo sabor en la boca, corriendo a toda velocidad. Su corazón latía acelerado mientras sus piernas luchaban por llevarla más lejos. Fue en ese momento, perdida en el laberinto de callejones, que Momo experimentó de nuevo la sensación de adrenalina, de estar viva y conectada con la realidad. Pero su resistencia se desvanecía rápidamente, y se preguntó cómo había llegado a ser tan débil.

Momo sintió una amalgama de emociones tan intensas que su mente se desbordaba mientras corría por los estrechos y oscuros callejones. El viento frío le azotaba el rostro, congelando las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Cada paso resonaba como un latido acelerado de su corazón, y su respiración agitada era una banda sonora incesante de su desesperación.

A medida que corría, el eco de sus pasos se mezclaba con los murmullos de su pasado, creando una cacofonía de voces interiores. La adrenalina de la carrera se mezclaba con la ansiedad, como si estuviera persiguiendo algo que nunca podría alcanzar y, al mismo tiempo, escapando de algo que siempre la perseguiría.

Cada esquina que doblaba parecía llevarla más profundo en un laberinto, tanto emocional como físico. La oscuridad de los callejones simbolizaba su propia confusión y el laberinto de emociones no resueltas que la habían llevado a este punto. Momo anhelaba la sensación de estar viva, de estar conectada con la realidad, pero al mismo tiempo, la realidad misma parecía ser un enigma inalcanzable.

Finalmente, Momo llegó a la casa de Chou Tzuyu, la mejor amiga de su hermana menor, Chaeyoung. Momo y Chaeyoung eran hermanas de distintos padres, por lo que tenían apellidos diferentes, pero se apreciaban profundamente.

23 de abril de 1998

Cuando Momo conoció a Chaeyoung, chaeyoung apenas tenía unos meses de nacida, mientras que Momo tenía cuatro años de edad. Momo recordaba con cariño el momento en que su mamá había traído a la pequeña coreana a casa. Desde el principio, Momo se había sentido como una hermana mayor protectora y había desarrollado un lazo especial con la bebé.

Momo, a pesar de su corta edad, se encerró en su habitación para proteger a su hermana de la gran y agresiva discusión de sus padres. Apenas tenía cuatro años, pero su instinto de cuidar a Chaeyoung era fuerte. Se acurrucó en un rincón de la habitación con la pequeña Chaeyoung en sus brazos, tratando de ahogar el ruido de los gritos y el sonido de objetos rompiéndose que venían de afuera.

Momo sentía que era su deber proteger a su hermana menor de la tormenta emocional que se desataba en su hogar. A pesar de su temor, su amor por Chaeyoung la hacía valiente. En ese momento, la habitación se convirtió en su refugio, un lugar donde intentaba mantener a salvo a la única persona que le importaba más que nada en el mundo.

Cuando Chaeyoung comenzó a llorar, Momo salió sigilosamente de la habitación, tratando de no hacer ruido para no enojar más a su padre. Buscó la bolsa de Chaeyoung con cuidado, sabiendo que debía calmar a su hermana. Con lágrimas en los ojos y el corazón apretado por la tensión en el aire, Momo encontró la bolsa y cuidadosamente tomó una botella de leche y un pañuelo. Regresó a la habitación y sostuvo a Chaeyoung en brazos, tratando de consolarla con cariño y suavidad.

Momo estaba molesta, y pronto sentiría que una de esas rabietas se avecinaba. La tensión en su hogar y la carga emocional que llevaba a tan temprana edad la habían hecho propensa a estos estallidos de emoción descontrolada. A medida que sostenía a Chaeyoung y trataba de calmarla, sus propias emociones comenzaron a desbordarse.

Sus lágrimas comenzaron a mezclarse con las de su hermana, y su pequeño cuerpo temblaba de frustración. Momo anhelaba un refugio seguro para su hermana, un lugar donde no tuviera que enfrentar la discordia de sus padres. Sin embargo, ella misma se encontraba atrapada en un torbellino de emociones que no podía controlar. La rabia y la tristeza se apoderaban de ella, y pronto, el mundo a su alrededor sería testigo de una de esas rabietas que solo los niños pequeños saben protagonizar.

Al abrir la puerta con una copia de la llave, el corazón de Momo latía con fuerza, solo para encontrarse con una escena desgarradora.

Tzuyu tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, su voz estaba quebrada y había manchas de sangre en su ropa. Momo supo de inmediato que algo terrible había sucedido, que todo estaba mal. Por primera vez, deseó que todo fuera una alucinación, que fuera capaz de despertar de esa pesadilla.

Momo, al ver el estado de Tzuyu, golpeó la mesa con un puño frustrado. La tensión y las emociones en la habitación habían llegado a un punto de ebullición, y Momo no pudo contener su frustración. Sabía que necesitaban ayuda, que la situación era insostenible, y golpear la mesa fue su manera de expresar esa impotencia. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sintiéndose atrapada en un mundo de caos y discordia, anhelando desesperadamente que las cosas cambiaran para mejor.

Una punzada de dolor atravesó el pecho de Momo cuando la fría mano de Tzuyu tocó su muñeca. -Momo, tenemos que ir... al hospital -susurró Tzuyu con voz ronca, mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Momo sintió la urgencia de abrazar a Tzuyu con una intensidad que reflejaba su profunda preocupación. En medio del caos emocional que los rodeaba, su abrazo se convirtió en un anclaje de consuelo y apoyo. Momo cerró los ojos y apretó a Tzuyu con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el sufrimiento que las rodeaba, aún si Tzuyu no estaba en peligro.

Los sollozos de Tzuyu se mezclaban con los de Momo, creando una sinfonía de emociones compartidas en ese abrazo. Las lágrimas caían silenciosamente sobre los hombros de Tzuyu mientras Momo acariciaba su cabello con ternura, ofreciéndole el apoyo que tan desesperadamente necesitaba. En ese momento, el mundo exterior se desvaneció y solo existían ellas dos, aferradas la una a la otra en busca de consuelo y fortaleza.

Momo tomó la mano de Tzuyu y juntas se dirigieron al hospital, sumergidas en un mar de desesperación y miedo.

Momo cerro los ojos tratando de olvidar el amargo recuerdo, volviendo a abrirlos más calamada, la mirada de Momo se encontró con el pañuelo rojo con estampado de fresas, un objeto pequeño pero cargado de significado. Las lágrimas cálidas comenzaron a recorrer sus mejillas mientras la tristeza y la ira se entrelazaban en su interior. ¿Quién lo hubiera imaginado? Aquella Momo de 4 a 11 años que había prometido proteger a su querida hermana Chaeyoung con su propia vida, se había convertido en una adicta idiota que no pudo salvarla.

Momo lloró en silencio, sintiendo el peso abrumador de la culpa sobre sus hombros. Sus lágrimas se mezclaron con las palabras susurradas antes de caer en un sueño lleno de amargura. -Perdóname, Chaengie...-musitó mientras se abrazaba al pequeño pañuelo que anteriormente le pertenecía a Chaeyoung.

Momo estaba en esa habitación, sola y sumida en sus pensamientos. Había estado tratando de concentrarse en otras cosas, pero un recuerdo repentino de su hermana la había golpeado como un relámpago. Las imágenes de Chaeyoung, su risa, y su voz resonaron en su mente con una intensidad abrumadora. Su corazón comenzó a latir más rápido, y la sensación de opresión en el pecho se hizo insoportable.

Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos mientras la ansiedad la envolvía. Momo se aferró a la pequeña mesita al lado de su cama, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Respirar se volvió difícil, y su mente se llenó de pensamientos aterradores. La ausencia de Chaeyoung la afectaba de maneras que nunca había imaginado, y el miedo y la tristeza la sumergieron en una crisis de ansiedad.

Momo luchó por recuperar el control, pero la oleada de emociones era abrumadora. Cerró los ojos, intentando recordar las técnicas de respiración que le habían enseñado, pero el recuerdo de su hermana aún la atormentaba, haciendo que el ataque de ansiedad se intensificara. Se sentía perdida, anhelando la presencia de Chaeyoung y deseando que su hermana estuviera a su lado para calmarla en ese momento de tormento emocional.

A medida que las lágrimas seguían fluyendo y su corazón palpitaba desbocado, Momo se sintió como si estuviera perdiendo el control de su propia existencia. La imagen de su hermana Chaeyoung, que había sido una parte esencial de su identidad durante tanto tiempo, ahora se desvanecía en su mente y la dejaba con un sentimiento de vacío y confusión.

Momo se preguntaba quién era sin Chaeyoung a su lado. Durante años, había sido la hermana mayor y la protectora, pero ahora se encontraba sola, y esta ausencia la hacía cuestionarse su propia identidad. Se sintió desorientada y desconectada de sí misma, como si las piezas de su identidad se estuvieran desmoronando.

Las lágrimas no se detenían, y su mente era un torbellino de pensamientos caóticos. Sentía como si estuviera en un abismo oscuro y sin fin, atrapada en una lucha interna que parecía no tener salida.

Momo buscaba respuestas desesperadamente, pero cada pregunta sobre su identidad generaba más dudas. ¿Quién era sin Chaeyoung? ¿Cómo podía definirse a sí misma en ausencia de la hermana a la que tanto amaba y protegía? La sensación de pérdida y vacío era abrumadora, y la dejaba sintiéndose como un barco a la deriva en un mar tempestuoso.

Momo de pronto empezó a sentir un torbellino de emociones que no podía controlar. La ansiedad, la tristeza, la rabia y la confusión se mezclaban en su interior de una manera abrumadora. Sus emociones eran como una marea incontrolable que amenazaba con arrastrarla. Su mente se volvía un caos de pensamientos y sentimientos contradictorios.

Momo se encontró sumida en un estado de agitación emocional que parecía no tener fin. De repente, una avalancha de emociones incontrolables la abrumó por completo. La ansiedad la hacía sentir como si su corazón estuviera a punto de explotar en su pecho, mientras las lágrimas se derramaban por sus mejillas sin control. La tristeza se mezclaba con la rabia y la frustración, creando un caos emocional que parecía no tener fin.

Cada pensamiento que pasaba por su mente era como un tornado, arrastrando consigo una nueva ola de emociones. Se sentía atrapada en un torbellino de confusión, incapaz de encontrar una salida. La falta de control sobre sus sentimientos la aterrorizaba, y Momo se sentía impotente ante la arrolladora intensidad de sus emociones.

Suspiraba y sollozaba al mismo tiempo, buscando desesperadamente alguna forma de calmar su mente. Pero en ese momento, la tormenta emocional se había apoderado por completo de su ser, dejándola vulnerable y desorientada. Necesitaba desesperadamente encontrar una manera de recuperar el control de sus emociones antes de que la situación empeorara aún más.

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