35: Tratando de aclarar las cosas
Teresa se preparó para esquivar cualquier movimiento, a pesar de que el traje podía protegerla de la electricidad, recordaba que esas armas podían alcanzar voltajes altos.
—¿Ayudaron a esa cucaracha que chamusqué? —se burló la castaña—. Tu amiga me debe lo que gasté en recuperarme de sus rasguños en mi rostro.
—Ojalá te lo hubiera dejado permanente.
—¿En dónde está? —cuestionó con enfado—. Quiero a ese hombre, no eres su dueña.
—¿Qué te hace creer que te voy a decir?
—Por favor —intervino Kariba—, no lastimes a mi amiga, ya está aquí, ve y búscalo...
Diana apuntó con su arma.
—Cierto. La dejaré inutilizada e iré por él, no ha de estar muy lejos. Si está ansioso por ver a una mujer de verdad, seré la primera en darle trámite y no Carla.
Teresa se lanzó al costado esquivando el rayo eléctrico, llevando consigo a Kariba, el traje le dio la velocidad que necesitaba. Diana apenas se percató de eso cuando la pelinegra la embistió. Cayeron contra el sofá mientras Kariba gritaba asustada a un lado, la golpeó contra la pata del mueble y la castaña chilló una grosería, agarrándola de los cabellos y tirando con la fuerza que su traje también le daba.
Giró todavía aferrada a los cabellos de la pelinegra y se reincorporó, llevándola a rastras. Kariba gritó más tapándose la boca.
—¡No estoy de humor ahora para aguantar berrinches de una chica encaprichada con un simple bicho como ese! —exclamó arrastrándola con violencia.
—¡Cállate, loca! —chilló Teresa aferrándose a sus manos, clavándole las uñas.
Ambas gruñeron, la pelinegra enganchó las piernas al brazo de la chica y la tumbó al suelo. Con un golpe sordo la castaña se estrelló contra este soltando aire, trató de alcanzar su arma la cual se acercó a ella gracias al magnetismo de su traje, golpeando con esta a Teresa para sacarla de encima.
Un destello azul de un disparo se hizo presente y Kariba dio la espalda a la escena cerrando los ojos aterrada.
—¡Te dije que requerías una de estas! —le recriminó Olga a Teresa lanzándole una de sus armas.
Llevaba la suya, le había disparado a Diana, lanzándola contra la barra. La castaña adolorida se quejaba intentando ponerse de pie, sobando su espalda que se había dado contra el grueso cristal. Kariba volvió a mirar respirando agitada, aliviándose al ver a Teresa al salvo.
—¿Sabe Carla que estás aquí queriendo quitarle lo que cree que le pertenece? —preguntó la mujer acercándose.
La tiró de los cabellos haciéndola ponerse de pie con brusquedad, los quejidos entrecortados que la chica dio no le importaron. Kariba arqueó las cejas, vaya que era ruda esa desconocida de cabellos blancos.
—¡Déjame!
Su arma volvió a ella pero Olga la interceptó y Teresa la tomó con fuerza entre sus brazos. La castaña pataleó.
—Vete y no nos traigas más problemas —amenazó Olga—, que yo no soy delicada como Teresa, no me importa si tengo que arrancarte la piel. —La empujó con fuerza golpeándola contra la barra de nuevo—. Dudo que a Carla le guste escuchar cómo gritas a los cuatro vientos que quieres darle trámite a su hombre primero.
Helio salió de su espalda y reprodujo su exclamación. Diana las fulminó con la mirada a ambas. Se reincorporó con dificultad, tratando de ocultar el dolor.
Se dirigió al jardín posterior, en donde un floter se acercaba y se fue veloz con ella.
—¿Le dirá a Carla? —preguntó Teresa preocupada.
—Si tanto quiere a Adrián para ella sola, no le conviene que en M.P sepan que estás aquí, por cierto, vamos ya que lo dejé encerrado y no quiero que rompa mi floter por querer salir a buscarte.
Se dirigió a la salida, Teresa le dio una última mirada a su amiga Kariba, quien la observaba pasmada. De algún modo sintió que quizá si la volvía a ver no iba a ser lo mismo de antes, ya no más.
—Ya ves lo que resultó por querer hablar con ella —le recriminaba Olga a la pelinegra mientras iban de camino al lugar de la competencia.
Un maquillador automático le arreglaba la marca de un golpe por el pómulo. Ya la había peinado y arreglado. Adrián suspiró frustrado.
—Si pudiera hacer algo —murmuró.
—Tranquilo, no es nada —lo calmó Teresa—, no voy a llorar por un par de rasguños. Me siento con fuerza para seguir. —Lo miró ofreciéndole una coqueta sonrisa y guiñándole un ojo.
El rio en silencio ruborizándose de forma leve.
En las noticias se seguía mencionando la posibilidad de la existencia de un másculo extraño, incluso le habían puesto al acontecimiento: «fenómeno Adán», ya que algunas entrevistadas decían que ese no era un másculo cualquiera. Atribuían a su presencia el incidente de la universidad, en donde unas pocas le escucharon hablar.
—Hum —murmuró Adrián tensando los labios unos segundos—, si soy Adán, tú eres mi Eva —comentó mirando a su Tesa, quién soltó una corta risa.
Al llegar al gran estadio, entraron con el floter al estacionado privado de competidoras, las del noticiero esperaban en la entrada.
—Nosotros iremos al área de proyección —avisó Olga—, ya sabes, para ayudarte.
—Sí. —Teresa vio a Adrián quien también la miró, pero con preocupación—. Ya no vas a tener que esconderte.
—Sabes que eso no me es problema si así evito que... —Sus labios fueron silenciados por un beso.
—Carla no está aquí y tampoco puede armar escándalo, no quieren que el país sepa de ti, por lo tanto no puede aparecer.
Adrián sabía que no iba a poder detenerla, no iba a poder convencerla, tal vez tenía razón pero en su caso, arriesgarse fue algo que siempre le cobró factura. Dudó en darle el arma que había llevado, ella no había querido recibir la de Olga, obviamente por su tamaño. Otro segundo y se le cruzó el pensamiento de que tal vez había sido otro error cargar esa arma ahí, debió haberse deshecho de ella.
Cuando se dio cuenta, Teresa estaba saliendo del floter. Quiso retenerla y abrazarla, pero ya estaba del otro lado de la puerta que se cerraba, alejándose.
—Listo, nosotros vamos por otro sitio —dijo Olga haciendo avanzar el aparato.
Bajaron del floter y fueron a paso ligero por un pasillo. Helio se encargó de decodificar la clave de acceso al sector de servicios. Entraron al lugar y avanzaron siendo guiados por el pequeño dron.
Entraron a otro reducido ambiente que, como todos, era monitoreado por computadoras. Helio hizo lo suyo y se posó sobre el tablero de control para introducir sus datos.
Teresa entró a los camerinos, las otras mujeres volteaban a verla, murmurando. Se sentó frente a uno de los maquilladores automáticos que le dio un par de retoques más.
—Tenemos una invitada especial como broche de oro para esta noche —hablaba una presentadora—, Teresa Alaysa, la chica de los ojos misteriosos.
El público exclamó, ya querían verla.
—Nos ha tenido preocupadas a todas con su desaparición —agregó otra presentadora.
—Rumores de que había tenido problemas con M.P.
—Nuestro gobierno se ha visto envuelto en toda clase de habladurías en estos días. ¿Será cierto que algo enfermó a todos los másculos o que ocultan a uno mutante?
—Tal vez Teresa decida darnos respuestas luego de la función. Todas esperamos eso en verdad.
Las competidoras, que apenas eran nueve sin contarla a ella, fueron saliendo de una a una a presentarse y hacer sus rutinas.
Llegó su turno más pronto de lo que hubiera deseado.
—Ahí está ella —dijo Olga—, Helio, inicia.
La pelinegra ingresó al escenario e inició una proyección en 3D de luciérnagas, incluso ella misma se sorprendió, parecían reales, pero pronto recordó, giró y se vio a sí misma observando una con Adrián a sus espaldas tomándola de los hombros.
Teresa sonrió percatándose de los murmullos que empezaban a ser incesantes, se quitó el casco translúcido, dejando su cabello suelto lucirse, e inició una suave danza, dejándose llevar como si estuviera en agua, con calma y gracia, mientras distintas tomas en 3D de ella con un hombre aparecían, a juego con sus movimientos.
Las mujeres no podían creer lo que veían, ¿era una actuación? ¿Otra chica fingía ser lo que parecía un hombre extinto? ¿Por qué transmitían amor en vez de miedo?
—Esto puede ser histórico —murmuró en voz baja una de las presentadoras, inquietada al ver a esa chica en brazos de una criatura que debía ser peligrosa.
Eso no le iba a gustar a M.P.
Teresa quedó mirando hacia ellas, flotando a un par de metros de la arena.
—En el Edén no quiere que sepan de él —habló—, porque siempre nos dieron ideas equivocadas de lo que eran. Puede que hayan sido malos, pero nosotras también estábamos, nosotras permitimos gran parte de los daños. M.P existió desde antes de que se formara, y fue moldeando el mundo a su antojo, ¡fue moldeándolos a ellos también!
Un repentino corte de luz la hizo caer, las mujeres soltaron gritos por la leve oscuridad en la arena. Adrián echó a correr sin pensarlo ni un segundo.
—¡Tú quédate! —reclamó Olga y salió tras él.
Los muros seguían iluminados al tener su propia forma de obtener luz, pero en la pista la electricidad volvía y se iba, repeliendo a Teresa y haciéndola caer repetidas veces en poco tiempo. Logró apagar su traje y dejar de parecer balón rebotando.
Se puso de pie y se encontró cara a cara con un dron, este tenía su luz roja de peligro.
—Creíste que podrías ponerme en evidencia —habló Carla a través de este—, pero ahora en verdad no me importa.
—Ya suponía que el cuento de que no eras líder era falso. Y ahora te atreves a aparecer con una de tus cosas a amenazar, sabiendo que así solo confirmas lo que estoy diciendo.
Las cámaras seguían captando lo que ocurría, pasándolo a nivel nacional.
—Di lo que quieras, la idea sobre ellos nunca va a cambiar, todas sabemos bien lo que en verdad fueron, todas temen, ¿acaso no ves?
Los murmullos, muchos de susto, del público, casi le hicieron flanquear. La chica escuchó que alguien venía y se espantó.
—¡No...! —Un disparo láser la golpeó y otro dron la embistió con violencia haciéndola volar hasta dar contra el cristal.
Quedó inmóvil en la arena.
Adrián quedó con los ojos bien abiertos, incapaz de respirar, viendo cómo empezaba a extenderse una línea de sangre, sin escuchar el chillar de todas las mujeres que empezaban a salir corriendo.
—¡TESA! —gritó desesperado yendo a ella pero el dron le disparó los brazaletes—. ¡No! —Fue arrastrado por el magnetismo—. ¡SUÉLTAME MALDITA MÁQUINA! —exigió pataleando, resistiéndose con todas sus fuerzas, sintiendo el corazón queriendo escapar por su garganta. Jadeó angustiado siendo invadido por el dolor al ver a Teresa inmóvil—. ¡Tesa! ¡No!
El dron lo alzó en el aire, él elevó el cuerpo quedando horizontal y puso ambos pies contra el aparato, escuchando cómo la corriente circulaba en su interior. La rabia e impotencia corrían por sus venas.
Olga vio la escena y empuñó su arma, quiso ver a la chica pero más drones aparecieron. Adrián gruñía con cada patada que le daba al aparato que lo tenía suspendido en el aire, atrayéndolo con su magnetismo.
—¡Teresa! —la llamó exasperado. Soltó su frustración en un ahogado sollozo al ver la línea de sangre que seguía avanzando, resquebrajándole el corazón—. Tesa, no... —No podía estar muerta, no podía haberse ido también por su culpa. Volvió a gruñir con las lágrimas en los ojos, de nuevo pateó al dron, ocasionándole una rajadura, desestabilizándolo—. ¡ESO VA PARA TI, MALDITA! —le gritó a Carla, sabiendo que escuchaba.
Olga le disparó a un par antes de que otro la desarmara con un choque eléctrico. Cuando se dio cuenta, se estaban retirando a velocidad, llevándose al joven luego de que otro dron lo alejara del dañado.
Las mujeres ya estaban afuera armando alboroto sobre lo que habían visto, muchas lloraban impactadas, nada de eso era normal, otras no sabían si estar horrorizadas porque abatieron a la chica o porque apareció un másculo bastante grande, como el hombre extinto de las proyecciones.
Un ser que sabían que podía ser peligroso, aunque para muchas otras, les dio la impresión de haberse afectado por la caída de la pelinegra, les pareció que al llamarla denotaba dolor y angustia.
Cosas que, se suponía, ellos no sentían.
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