3: Pruebas
Teresa no podía dormir de tanto pensar, aparte de sentirse en un problema grande, le era difícil asimilar que tenía a un hombre abajo en su sofá, uno real, un fósil viviente. ¿Cómo fue que no lo encontraron antes? Qué garrafal descuido. Pero ahora las cosas ya estaban así, de nada servía haberlo encontrado entonces. Un solo hombre no cambiaría la situación, no de inmediato, y de hecho no la mejoraría. Todas querrían verlo, conocerlo... tenerlo.
Ay no.
Esa idea de algún modo extraño la incomodó. Salió de la cama y bajó por las escaleras en silencio. Se asomó despacio y lo vio, parecía tener su antebrazo sobre la frente.
Contemplaba al techo con tristeza, apenas se percató de ella, retiró el brazo y le plantó la mirada.
—¿No puedes dormir? —susurró.
—¿Dormirías estando en mi lugar? —Su voz había sido suave pero triste. Quizá no era tan insensible. Se sentó en el sillón frente a él—. Ya no es el año dos mil ciento veinticuatro, ¿verdad?
Wow, qué antiguo era. Tensó los labios.
—No. —Suspiró—. Estamos en el cinco mil doscientos diecisiete. —No logró descifrar la expresión del muchacho, ¿espanto, frustración, impotencia? Empezó a tratar de contar, incluso llegó a usar los dedos mientras él soltaba aire y miraba al techo de nuevo—. Han pasado más de treinta siglos desde que te pusieron ahí, si mis cálculos no fallan.
—Bueno. Cuando entré a la cápsula... —sonrió con tristeza—, tal vez asumía que cuando despertara habría pasado mucho tiempo, o quizá nunca lo haría, porque quizá el mundo no lograba salvarse. Al parecer sí, pero no ambos géneros. —Volvió a mirarla.
—Los hombres... Involucionaron. Según lo que leí, empezaron escasear, hubo disputas ya que se empezó a exigir compartirlos, los niños eran arrebatados de sus familias, eran usados, una época un poco oscura si te detienes a pensar. M.P surgió en ese entonces, empezaron a resguardarlos, cuidarlos... —Suspiró—. Luego comenzaron a nacer más pequeños, se desarrollaban rápido, de hecho el triple de rápido, sin crecer mucho, y morían pronto.
—¿No se pudo evitar, en verdad?
—Los intentos de clonar fallaban, y además el banco genético se destruyó, estaba en la edificación en donde te encontramos. Así que nos hemos quedado con los másculos, los tienen en el Edén.
—Entonces... sí hay hombres, pero ¿no son como yo?
—No, por no ser necesario, al parecer. Le son más útiles a la naturaleza siendo así.
Se preguntó de manera fugaz si los hombres fueron útiles para otra cosa que no fuese ayudar en la reproducción. Tampoco sabía bien de qué forma ayudaban con eso, solo tenía entendido que ellos podían ayudar a fecundar el ovulo.
—Me siento mal —se quejó de pronto abrazando su vientre.
—¿Quieres vomitar de nuevo? —preguntó poniéndose de pie.
—No. Creo que es hambre, no sé...
—¿Hambre otra vez? —El dron se acercó y presentó la lista de sopas proteínicas en su pantalla. Ella dio la orden de que preparara una con proteína de carne.
No pudo evitar sentir leve preocupación al ver al castaño encogerse recostado en el sofá, con los ojos cerrados. ¿Qué le pasaba?
Lo atendió hasta que tomó la sopa y volvió a dormir.
Despertó de golpe tras sentir la lamida de Rita en su cara. ¡¿Era de día?! ¡Debía ir a la prueba de M.P, y su examen final!
Corrió en círculos, desubicada, cuando se dio cuenta de que estaba en su sala y no en su habitación. Adrián dormía en el sofá, quedó viendo su rostro, lucía tranquilo pero parecía tener rezagos de tristeza. Se distrajo con su extraña fisionomía, otra vez con sus cejas negras y pobladas, su nariz, sus labios, sobre todo el inferior.
No fue un sueño después de todo lo del día anterior. Reaccionó. ¡El examen, la prueba! Subió de prisa las escaleras seguida por su DOPy que iba soltando alamas y lucecitas por la hora, y se encerró para alistarse.
Al rato salió corriendo de casa.
«Levántate, chiquillo de ojos bonitos», susurró una voz femenina en el viento. Algún fantasma de un recuerdo.
Adrián abrió sus ojos de celeste oscuro y parpadeó despacio, con la pesadez y el abrumador sentimiento de estar solo y perdido, aparte del malestar por el estómago. ¿Qué había sido ese sueño? ¿Un recuerdo?
Un beso en sus labios le había hecho abrir los ojos en ese entonces, la hermosa rubia le sonreía. «¿Me estabas espiando y te quedaste dormido?», había dicho, para luego irse con sus amigas de último año de universidad. ¿Qué hacía él ahí? ¿Quién fue ella? No recordaba, no podía, y eso le frustraba, pero no eran cosas buenas, no eran felices, eso lo tenía marcado.
Abrió más los ojos al ver que de un rincón salía una maquina blanca y aplanada de forma cuadrada, con una suave luz blanca en su base, que al parecer empezó a andar limpiando y desinfectando la alfombra del suelo. El dron descendió frente a su cara asustándolo de pronto, desplegó su pantalla y le mostró la lista de sopas.
Suspiró.
—Ahora no tengo hambre —murmuró.
Volteó mirando con molestia al techo, pero pronto el dron le estorbó insistiéndole con la pantalla frente a su rostro. Frunció el ceño y gruñó bajo.
«DOPy te atenderá, sé que te has de sentir extraño, pero te vamos a cuidar, puedes confiar. Siéntete en casa», fue el mensaje de voz que le dejó Clara, mamá de Teresa.
Volvió a ver alrededor, tenía suficiente energía como para curiosear por ahí, así que se reincorporó siendo víctima de un leve mareo, cerró los ojos respirando hondo, sintió la suave alfombra bajo sus pies, que cubría casi todo el suelo de la casa.
Se puso de pie despacio, quedó quieto esperando alguna mala reacción de su estómago, y como no la hubo, se dirigió al baño para lavarse los dientes y mojar su rostro para quitarse el sueño.
Apenas entró apoyó las manos en el lavabo, volvió a respirar hondo y sacó el cepillo dental arcaico que estuvo en su maleta. Luego de terminar recordó cómo Clara lo cuidó mientras Teresa buscó algún remedio para el vómito, ambas preocupadas. Sintió vergüenza por eso, qué mala impresión había dado, pero peor, no era todo vergüenza, era su estómago empezando a retorcerse de nuevo.
Apretó su vientre ahogando un quejido. El espejo se iluminó y se observó un segundo, todavía no se reconocía, ese no era él, era un hombre de más de veinte años. Lo único que le aseguraba que era él eran los ojos.
—No tiene protección dental —habló una voz femenina computarizada.
De un costado del muro salió un brazo mecánico con una cosa a la que catalogó como digna de un dentista, asustándolo. Apretó su abdomen otra vez a causa del dolor y el ardor de sus propios ácidos, y la máquina se encendió buscando alcanzar sus dientes.
Clara fue alertada en su oficina de su casa a causa del grito que soltó el joven.
En el examen, Teresa iba bien, excepto por la tonta, tonta pregunta que le rondaba la cabeza. ¿Los hombres eran útiles en algo más?
Obvio no, solo causaron problemas. Lo único bueno era que quizá tenían más fuerza, que ni era tanta tampoco, ahora con la tecnología magnética habían reemplazado la fuerza bruta, y con creces.
La espera a los resultados la hizo caminar de un lado a otro, se sentó con cansancio y sacó una de sus láminas de dibujo. Miró un rato al horizonte por la ventana y se puso a realizar trazos. Pensó en Adrián, cómo estaría ahí en su casa, solo con Rita, ya que su madre salía a sus quehaceres unas pocas horas. Vinieron a su mente esos ojos de mirada intensa, las cejas oscuras que los acompañaban, pensó en su sonrisa...
Realizó un suave trazo para su labio inferior, cuando fue consciente de estarlo dibujando.
—Oye, es guapa —comentó una compañera a sus espaldas.
Sacudió la cabeza y enrolló la lámina. Quería ir ya a casa para verlo, pero no, debía alejar esas extrañas ganas.
—Gracias —murmuró con vergüenza. Vio a Kariba andar por ahí, la notó nerviosa, así que se acercó dejando a la otra chica intrigada.
—Teresa —dijo preocupada—. No has dicho nada, ¿verdad? Yo no he dicho ni una palabra...
—No, no, no, tranquila. No vamos a hablar, ya hemos quedado.
—Les vamos a dar una pequeña noticia —anunció la superiora. La bibliotecaria le susurró algo al oído. Esta plantó su vista en Teresa, haciéndola temer—. Debido a que dos alumnas irrumpieron de manera ilegal en la biblioteca, su baile de graduación queda suspendido hasta nuevo aviso.
Se le bajó la presión arterial, la mirada de la superiora la traspasaba. Obviamente todas lo notaron y voltearon a verla, haciéndola sentir su odio infinito, murmurando su decepción y las formas en las que se vengarían de ella.
—Teresa Alaysa —le llamó la maestra.
La chica ya quería morder sus uñas por el problema, pero el pensamiento de que se le arruinarían no la dejaba. Salió del aula siendo víctima de diferentes accidentes en la mente de sus compañeras.
Entró a la oficina de la superiora, que rodeó el escritorio y se sentó posando las manos sobre el tablero sin desprenderle la vista. No sabía qué esperaba que hiciera, ah, seguro pedir perdón.
—Eh... Castígueme a mí pero no a Kariba —fue lo primero que soltó—, y perdón por mi falta.
—La líder está aquí en una reunión de conferencia con reclutas avanzadas. Me comunicó una lista, y así supe que darás la prueba para M.P., no me queda más que dejar esto pasar para que puedas ir y llegar a tiempo. Claro que eso no quita el castigo de su fiesta general.
Sonrió feliz y agradeció para luego salir, y una vez que estuvo lejos, correr. Como estaban en el salón de conferencias, le atacó la curiosidad y decidió pasar a espiar qué se decían. Se asomó, la líder estaba hablando, pudo observar además a su dron del Edén, que solía acompañarla, blanco, ovalado y con un círculo negro en donde seguro tenía su cámara y demás.
—Los hombres siempre fueron bestias, recuérdenlo, su comportamiento actual no difiere del de hace milenios. Nosotras debemos buscar a los másculos, quitárselos a aquellas mujeres que torpemente se encariñan con ellos. —De un momento a otro empezó a temer por la seguridad de su madre—. Ellos siempre, siempre atacan sin previo aviso, buscan siempre aparearse y no existe nada más en su cerebro, son capaces de no parar hasta caer muertos. —Terminó mordiendo la punta de una de sus uñas para luego caer en la cuenta de que la manicura le había tomado horas pero era tarde, ya estaba arruinada—. Su fuerza además es algo con lo que es difícil lidiar, felizmente ya no es tanta como cuando tenían nuestro tamaño. Si lo tuvieran no podríamos contra ellos, pero la naturaleza pensó en todo...
Terminó corriendo asustada, desesperada por llegar a casa y ver a su mamá. ¿Cómo fue tan estúpida de dejarla con esa cosa del mal? Kariba pasó en su floter y se detuvo.
—¿Qué pasó? Ya no volviste al aula.
Subió con prisa.
—Necesito llegar a mi casa, ¡mi mamá puede estar en problemas ahora mismo!
Eso le preocupó y aceleró enseguida dando la orden a la máquina para que fuera a la vivienda de Teresa.
—¿Por qué dices eso?
—¡No sabemos cómo puede reaccionar un hombre, tú bien sabes que podían ser peligrosos!
—Yo no voy a entrar, ¿eh? —aclaró la rubia, temiendo por su seguridad, restándole importancia por un momento a la de su amiga.
—No importa, solo déjame ahí, por favor.
El floter fue a toda velocidad sin emitir ruido. Desaceleró al estar cerca de su casa y ni bien se detuvo, la chica salió corriendo pidiendo que la esperara y llamando enseguida a su mamá. Entró y la vio en el sofá, viendo una serie en la pared-pantalla.
Parpadeó confundida. Rita pasó por ahí como de costumbre y DOPy vino a que firmara su llegada, pero no lo hizo por no ser necesario. Solo una pregunta la acosaba: ¿y el bicho raro? ¿Lo había alucinado todo? ¿Fue un extraño sueño?
—¿Y Adrián?
Su mamá le pidió silencio concentrada en la serie, pero al segundo le señaló el mueble de su costado, y así Teresa volteó enseguida, encontrándolo ahí dormido, acurrucado de lado.
Respiró hondo con alivio.
¿Pero qué? Su corazón hizo el raro «bum, bum» al verlo. Le había cortado el cabello, dejaba ver bien su rostro, el quiebre de su mandíbula, distinto al de ellas, otra cosa para añadir a la lista. Se le veía... extrañamente bien.
—Despertó más temprano, le corté el pelo porque así se ve más bonito —comentó Clara como cosa de todos los días—. Usé de referencia una imagen que muestra el museo en su web.
—Estás chiflada —reclamó volviendo a sentirse nerviosa—, ahora va a ser más difícil esconderlo.
—Nah, muchas usan cabello corto. Es más, incluso si dices que es hombre, hasta se reirán porque no te van a creer.
El joven pareció estar sufriendo algún dolor, apretó su vientre. La preocupación se instaló en Teresa.
—¿Pudo comer?
—Uh... No. No ha comido, se sintió mal, y el baño lo atacó con protección dental.
La chica mordisqueó su dedo índice sintiendo esa extraña angustia. Apenas lo habían encontrado y no parecía que iba a durar mucho, quizá hicieron algo mal al despertarlo, quizá algún procedimiento, tal vez se intoxicó, o tal vez era que simplemente no duraría por el hecho de ser algo que la naturaleza decidió que no debía existir, un fósil viviente. El último hombre se le estaba muriendo. ¿Qué rayos iba a hacer? Si lo llevaba al hospital iba a ser el fin.
Pero no quería que se muriera. De pronto pensar en no volver a ver a un espécimen como él nunca más la abrumó, pensar en que no tendría la oportunidad única en la vida de observar cómo era...
Adrián apretó los parpados y terminó abriendo los ojos. Eso alivió a la pelinegra, pensó que quizá ya había estado exagerando.
—¿Ya tienes hambre?
Negó en silencio, evidenciando debilitamiento, y volvió a cerrar los ojos.
La angustia regresó con mucha más fuerza. Soltó un gemido de frustración y volteó a ver a DOPy.
—Quiero que lo hagan tomar uno de esos caldos que tenga todos los nutrientes y proteínas que haya en la máquina. —Miró a su mamá—. Iré a dar la prueba y trataré de venir pronto. Por favor ve que coma —pidió al final con tono de preocupación.
Clara asintió sintiéndose contagiada por el sentimiento de su hija.
Teresa hizo calentamiento para estar bien durante la prueba. Respiró hondo y soltó aire por la boca, limpió el sudor de su frente causado por su nerviosismo, por un segundo temió que descubrieran que tenía un hombre en casa con solo verla.
Se miró en el espejo, deseó tener un poco más de cuerpo para parecer más hábil, pero estaba así esbelta por una razón especial... Pensó en que Adrián tenía más musculatura, no se había fijado bien pero lo haría. Se encontró deseando volver pronto para mirarlo.
Sacudió la cabeza. No otra vez eso.
Se vistió con el traje de entrenamiento que le dieron, que era un material oscuro especial, ceñido al cuerpo, flexible, pero que podía endurecerse cuando el sistema detectaba que lo requería, y era fresco también. Tecnología inteligente.
Todas esperaron en una sala antes de ser llamadas. Estiró y contrajo los dedos sobre sus muslos mientras esperaba sentada. Una de las pocas cosas que le desesperaban era estar sentada sin hacer nada.
—Teresa Alaysa.
Se puso de pie de un salto y caminó inexpresiva hasta donde la general. La siguió por unos pasillos, abrió una puerta y vio una habitación vacía con una silla.
—Espere aquí.
Entró y tomó asiento luego de que se cerrara la puerta tras su espalda. Observó las grises paredes metálicas, cuestionándose qué harían con ella. Qué haría.
Pasó mucho tiempo, minutos, más minutos. Se exasperó. ¿Qué ocurría? Se puso de pie y caminó alrededor de la silla, llevó sus manos a la cabeza y suspiró, se dio cuenta de que había empezado a hacer calor. ¡Mucho calor! Bufó abanicándose con las manos pero no se alivió.
Fue embestida y cayó contra la tierra. ¿Tierra? Rodó esquivando otro golpe tras un corto chillido de sorpresa. Miró con extrañeza al cielo sobre ella y al segundo se reincorporó de un salto, encontrándose en una selva, caliente y húmeda selva. Tres mujeres la rodeaban, sus rostros cubiertos con máscaras negras y vestidas con trajes del mismo color.
Nunca les enseñaron a atacar a otras, pero no tuvo tiempo de hacerse más preguntas, se lanzaron a ella. Esquivó tras otro grito de sorpresa, la segunda le dio un puñetazo que le dolió hasta el alma, se quejó dándose cuenta de que estaba en el suelo otra vez. Su mandíbula punzaba y le habían brotado un par de lágrimas por el dolor.
Una patada en el abdomen la hizo gritar y retorcer, volvieron a patear pero el traje inútil al fin se hizo duro en esa zona y aprovechó para ponerse de pie aguantando el dolor. Corrió siendo ayudada por el traje, que la hacía hacerlo más rápido que lo normal, y la persiguieron. Brincó un tronco caído, buscó con la vista algo para defenderse mientras su pulso martilleaba en su cabeza. Esas mujeres tenían el mismo traje que ella, debía ver cómo desactivarlos, si había forma.
El escenario cambió de pronto pasando a ser una ciudad en la noche. Corría por unos callejones, sin previo aviso una la atrapó y cayeron con fuerza contra el pavimento. Ambas se quejaron. ¡¿Cuál era su problema?! Chistó en su mente la pelinegra.
Ya no pensó en ser delicada, le dio un puñetazo recibiendo un tirón de cabellos que la hizo chillar furiosa, la golpeó de vuelta y también le jaló el pelo. Forcejearon entre gruñidos no muy femeninos y gritos, haciéndose un desastre la cabeza. Fue apartada de una patada en su todavía duro abdomen, le sonrió con burla y le enseñó los cabellos que le arrancó. Pronto estuvo rodeada por las tres, no supo cómo haría para dejarlas inconscientes, ya se estaba exasperando de nuevo.
El escenario cambió. Una... ¿tienda por departamentos? Pero no una cualquiera, era de artículos deportivos, incluyendo exteriores, por lo tanto, había alguna que otra arma. ¿Qué planeaban?
Tumbó una de las estanterías con ayuda de la fuerza del traje, y mientras las mujeres se distraían sacándosela de encima, fue en busca de armas de choque eléctrico. Eso desactivaría los trajes, con suerte, y se rendirían.
Tomó una, cerciorándose de que estuviera en modo «golpear», y la embistieron. Cayó y todo el aire de sus pulmones salió con un quejido, el dolor se esparció. Le habían caído encima las tres. La golpearon, gritó y la volvieron a golpear. Luchó por alcanzar el arma pero la agarraron de los hombros y la golpearon contra el piso.
Su vista se nubló, su cabeza retumbó. Alcanzó el arma con las puntas de los dedos, la aferró con sus pocas fuerzas con la adrenalina corriendo en sus venas. La matarían. Una de ellas intentó quitársela y se resistió siendo solo consciente de esas manos. La silueta flanqueó un milisegundo y eso la hizo sorprender.
No eran reales.
Durante el forcejeo y otro golpe que casi la dejó fuera de foco, cambió la modalidad del arma de golpear a matar. Tiró y gritó para darse más fuerza aún y la punta electrificada chocó a la que estaba más próxima para enseguida golpear a las otras dos, electrocutándolas también.
Quedó respirando de forma agitada, tendida con las tres inertes sobre ella, tan solo un par de segundos más y desaparecieron, tal y como sospechaba. Las paredes y el techo se volvieron grises, encontrándose en una habitación inmensa y giratoria de realidad virtual. Se puso de pie, sacudió la cabeza por un leve mareo.
—Felicitaciones —le hablaron con seriedad. Trató de enfocar la vista en la figura de pie frente a ella. Una mujer con traje gris elegante, cabello negro como el suyo y una mirada violeta que imponía dominio. Reaccionó, era la líder—. Ha pasado, con el mejor puntaje, al menos uno de los mejores. —Le intrigó—. La gran mayoría opta por huir, dejarlas inconscientes, o similar. Calificamos de acuerdo a la eficiencia con la que lo hacen. Pero usted, usted optó por matar.
—Señora —saludó.
—Muy bien. Damas como usted son útiles en M.P., que piensan en la ley, imparciales. Pues si alguien intenta matarla, es obvio que no merece vivir. Tranquila, no te sientas intimidada, todas aquí son como mis hijas o hermanas. Puede retirarse.
Inclinó la cabeza y salió.
Había un pequeño detalle. También pensó en dejarlas inconscientes en su momento, dio a matar cuando supo que eran falsas. ¿Significaría un problema? ¿Significaba que había pasado mediante una mentira? Sonrió aun así, pues había pasado, había sido reclutada al parecer. La información llegaría a su casa. Ya qué, no interesaba si engañó o no, había pasado. Haría todo correcto de ahí en adelante.
Al llegar al otro salón, unas enfermeras la esperaban. La llevaron a curación, cosa que agradeció bastante porque le dolía hasta lo que no tenía.
Salió de la edificación en donde había dado la prueba, pensando solo en una cosa, o más bien, un alguien. El fósil, Adrián. ¿Ya habría comido? Pensó en eso durante todo el camino en el vehículo que la llevó a casa.
Había buscado su nombre, y este era: «el que venía del mar». Había incluso buscado más sobre el proyecto «Supervivencia» y lo único que hubo fue que en el edificio «Futuro nuevo» solo admitían personas jóvenes, saludables, con buenos genes y alto coeficiente intelectual. Entonces lo que tenía en casa no era un bicho cualquiera.
Afuera de las ruinas de Futuro nuevo, las reclutas de M.P se miraban confundidas al ya no tener aviso en sus aparatos indicando cercanía de «másculos» como antes. Una pensó que daba igual, ya que las ruinas serían finalmente destruidas, luego del debate de años sobre si volverlo museo o no. De todas formas avisarían, tal vez era un desperfecto de sus sensores.
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