19: Recuerdos frente al mar
Carla revisaba grabaciones de los drones del noticiero a ver si no había nada sospechoso que pudiera delatar a cualquier mujer que podría estar ocultando a un hombre en su casa. Cuatro distinguidas mujeres la acompañaban de forma virtual, como hologramas que lucían muy reales.
—En cuanto confirmen al cien por ciento la existencia de esa cosa, debes hacernos saber —ordenó la más mayor, que a pesar de eso, tenía unas enormes pestañas acompañadas por delineado púrpura como su traje.
La líder debía siempre consultar asuntos de gran impacto con su concejo, conformado por antiguas líderes. De hecho, rara vez se reunían, pero el caso de un posible hombre real, un fósil viviente por ahí rondando, era épico comparado a problemas sobre nuevas modas extrañas o algún másculo perdido por ahí.
—Marine, tú por ser la más antigua, debiste revisar esa edificación —le reclamó otra más joven con líneas rubias en su castaño cabello.
—No te permito que me digas vieja, que no estás lejos. Además aquí todas pudimos haber dejado de lado un rato los asuntos triviales y darle un vistazo a esas ruinas.
—Nunca se pensó que hubiera quedado nada —se defendió una rubia estirada—, más bien no veía la hora en la que se dejaran de pelear por ver qué hacer y derrumbarla para hacer algo más pintoresco.
—Era un sótano, y estaba bien, bien abajo, bien escondido —comentó Carla—. Asumo que revisaron todo, pero esa puerta no solo estaba oculta, sino que no aparecía en la documentación. Pudo ser tomada como zona de cápsulas vacías, ya que sobraron, no muchas personas entraron al proyecto.
—Entonces quizá no hay tal hombre —agregó otra de cabello negro con destellos verdes—, solo era una de tantas cápsulas vacías.
—Su sistema indica que sí estuvo ocupada, así que lamento romperte la ilusión, Carmen. Sus iniciales son M, A, F.
—Ugh, encima tiene nombre.
—Género masculino, dieciséis años. Significa que tiene más de veinte ahora, no sabemos bien ya que el envejecimiento en la cápsula dependía de distintos factores.
—Yo ya dije —insistió la mayor—, atrápalo, pero que nadie sepa todavía de esto.
—Sí, no queremos caos, nadie debe verlo, no sabemos cómo es, si es agresivo o algo. Me preocupa que esté... Ah —detuvo un video—, aquí. Esta chica menciona que ese día en el que una supuesta celebridad armó revuelo en la universidad, le escuchó hablar, y a su parecer no fue una voz normal, le causó miedo.
—Eso no viene al caso —interrumpió la estirada—, ya han visto que ha sido una de tus guardianas. La de los ojos raros, son lentes.
—Sigo creyendo que... su mirada luce diferente a pesar del color —murmuró para sí misma observando el otro video en el que salía la «desconocida». Helen entró, DELy, el dron, la seguía—. Bueno, les mantendré al tanto.
Asintieron y la comunicación se cortó. Carla soltó un largo suspiro.
—Debemos mandar a un equipo de drones a las montañas —dijo la joven—. Ya he metido los datos en DELy.
—¿Por qué a las montañas?
—Tengo información, una de las nuestras creyó ver a un extraño másculo ir hacia allá.
—¿Quién, si se puede saber?
—Teresa Alaysa, iba en bus por la vía alta y lo vio más allá del cerco.
La líder tensó los labios.
—Está bien. Que vayan los drones, que lleven lo necesario para atraparlo.
—Tenemos cajones que pueden ser trasladados por su magnetismo.
—Perfecto, que lleven eso. Otro grupo debe salir a buscar por toda la ciudad, que no dejen ni un rincón, que si es tan listo como dicen los textos, dudo que se arriesgue a morir congelado, no hay que descartar la idea de que haya vuelto.
—Entendido. Entonces guardianas y drones buscarán en la ciudad.
—No. Lo he pensado mejor, y no quiero que ninguna lo vea...
—Oh... Bueno. Felizmente solo les hemos dicho que estén atentas a cualquier másculo raro.
—Esto no me tiene con ganas de celebrar nada.
—Entiendo. —Bajó la vista—. Mandaré a los drones enseguida.
—Tiene eventos en su agenda y nuevo email —avisó la computadora.
—Ugh, no tengo cabeza para eso ahora, si es importante, llamará. Hay que movernos ya —dijo poniéndose de pie.
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Teresa, oculta entre unas rocas, lejos del floter y su móvil, cosas que podían revelar su ubicación, limpiaba las lágrimas que le quedaban.
Todavía se preguntaba por qué le dolía de esa forma tan horrible, quería arrancarse el dolor como fuera, borrar eso que le causaba tanta perturbación. ¿Por qué? ¡Por qué!
Adrián vio el floter estacionado y el de Kariba se detuvo a su lado. Bajó de prisa solo para encontrarlo vacío. Miró a todo lado, estaba cerca a la playa, la brisa soplaba contra su rostro.
—Su móvil también parece estar en el floter. Esperemos —dijo DOPy.
—Espera tú si quieres, yo iré a buscarla.
—Es arriesgado, ella no quería que salieras.
—Ya estoy afuera. Y no sé qué esperas, ayúdame a encontrarla. —Echó a correr hacia la playa siendo seguido por el dron, que activó su modo búsqueda y se elevó a más altura.
Se percató de que el viento no había borrado por completo sus huellas, con la esperanza de que fueran suyas las siguió, pero no tardó en ver que había más rezagos de anteriores pisadas.
Quiso llamarla pero tal vez solo lograba alertarla y hacer que se alejara más. Siguió de largo hasta la zona de las rocas.
Teresa abrazaba sus piernas, con el rostro recostado en sus rodillas, mirando hacia el mar con tristeza. ¿Cómo volvería a casa, si ahí estaba el dueño de sus sueños y ahora también pesadillas? No iba a soportar ver cómo Kariba se lo quitaba de esa forma.
¿Que no era lo que parecía? ¡¿Qué clase de explicación era esa?! ¡Hombre! Ella quería que fuera solo suyo, ¿acaso no se daba cuenta? Había creído ser bastante clara con sus indirectas.
Cerró los ojos. Su mente llegó a la conclusión de que él sin duda no la veía atractiva, las cosas que dijo eran solo palabras vacías, dichas por cumplir, el beso que le dio fue solo parte de un juego, así como el que le pidió.
Ahora estaba con el camino libre para hacer lo que quisiera con la rubia. Apretó los puños de solo imaginarlo, ella deseaba probar esos labios mucho más que Kariba, estaba segura. No era justo...
—Aquí estás. —Esa voz la sacó de sus agrios pensamientos.
Alzó la vista con molestia. Adrián frente a ella con DOPy traidor a su lado.
—Dejé claro que siguieras en lo tuyo —dijo con amargura—, dejé en claro muchas cosas —agregó terminando con un hilo de voz.
—Quiero que me escuches...
—Déjame. —Se puso de pie dispuesta a alejarse—. Anda sigue dándole besos, no sé qué haces aquí.
—Deja de decir tonterías y escucha.
—No. ¡Vete!
—Tesa... —La chica salió corriendo y la persiguió alcanzándola pronto—. Basta, esto es ridículo.
—¡Entonces deja de buscarme!
—¡Pero escúchame, no seas terca! —insistió tomándola de los hombros.
—Suéltame...
—No. Me insinuó que yo le gustaba...
—Ah, y resultó que era mutuo y se aprovecharon de mi habitación —renegó.
—¿Por qué crees que me gusta?
—Qué pregunta tonta, si ella es bonita y atractiva...
—No, qué tonta tú —interrumpió con molestia—. Bonitas y atractivas hay muchas, pero yo no me siento atraído solo porque sea bonita. Me atrae una chica lista, fuerte, apasionada, decidida... terca. —Soltó aire, calmándose—. ¿Te gusta ella? ¿Por eso has llorado?
Teresa quedó sin habla unos segundos, perdida en esos ojos y mirada profunda.
«No, tú me traes loca», pensó, pero las palabras no salieron. Bajó la vista.
—Ya veo —susurró él—. Tranquila, no voy a interferir en eso. Le dije que no me atraía y pareció querer hacerme entender que estaba equivocado y que sí debía sentir gusto por ella, hasta que en medio del debate me tomó y besó de pronto y tú entraste. —Resopló y mostró una sonrisa de vergüenza—. Iba a apartarla, en serio, pero todo se volvió tan de escena de novela antigua... —Soltó una corta risa silenciosa.
«¡Dile lo que sientes!», volvió a gritar la mente de la pelinegra.
«No, él no ha dicho que le gustes tampoco»
—Entonces... Bueno, es raro, como dije, ella es muy bonita.
Adrián soltó un suspiro de cansancio liberándola.
—No viene al caso. Para ser sincero, tú me pareces más bonita. Tú... Tú eres bonita y todas las demás cosas que dije.
La chica se había ruborizado, y la felicidad que estaba empezando a sentir era tan fuerte y nueva, un gozo único. Alzó la mirada, sus ojos llenos de ilusión se plantaron en esa sonrisa de perdición.
—Entonces...
—No puedo asegurar nada, pero quizá Kariba baje de su nube un día y te vea.
Teresa entrecerró los ojos al tiempo que la sonrisa traviesa de él se volvía risa.
—¿Te estás burlando?
—Perdón, no pude evitarlo —dijo calmándose—, de verdad, no creo que tu gusto por ella sea tan sensato.
—¿Tú qué sabes? —reclamó cruzándose de brazos e iniciando una caminata en el bosque de rocas.
—Que quizá haya alguien más por ahí... mejor para ti —comentó en tono casual paseando los ojos por el cielo.
—Lo dudo, quizá no me mire, ya que no soy de arreglarme ni salir tanto...
Llegaron a una especie de parque en un claro entre las rocas. Adrián lo reconoció, ella tenía una foto ahí de cuando estaba pequeña, aparte de dibujos.
—Te mira, estoy seguro —respondió a lo que la chica había dicho, contemplándola pasear su mano sobre uno de los enormes caballitos de mar.
Se soltó el cabello, sonrió mirando al mar, la punta de su nariz se mantenía roja. El aire estaba levemente frío pero no evitó que el joven sintiera el rubor en sus mejillas al darse cuenta una y otra vez de lo mucho que le encantaba la pelinegra. Quiso tomarla y mandar lejos su gusto por cualquier otra mujer, para llenarla solo con él, por primera vez se sentía posesivo, por primera vez le robaba el sueño el poder darle un beso a una mujer.
Teresa se preguntó si esa frase intentaba decir algo más, pero lo dejó de lado, no podía ser. Sin embargo, el hormigueo en su estómago le incitó a querer seguirle esa especie de juego, con tal de seguir ahí y tenerlo para ella sola, sacándole bonitas palabras de la boca.
—Lo dices como si ya supieras de ese alguien.
Se dirigió a otra de las estatuas, una tortuga marina.
—Tal vez sí lo sé...
—Ojalá no lo estés inventando para seguir con eso de que soy linda.
Caminó alrededor de un delfín que se levantaba sobre una ola mirando al cielo y se topó con Adrián.
—No me invento nada. —Ella sonrió y quiso rodearlo para seguir caminando pero la retuvo de la cintura—. Me parece que ya te he convencido pero te gusta escucharme repetírtelo —murmuró de forma tentadora.
—Tal vez —susurró víctima de sus nervios.
—Si eso quieres tan solo pídemelo...
La chica rio suave y lo apartó despacio.
—Vamos.
—No, hace frío, caliéntame —dijo abrazándola, sacándole más risas.
—Vamos, recuerda que no debías salir —insistió apartándolo de nuevo.
—¿Por qué te gusta este lugar? —quiso saber, siguiéndola.
Teresa se detuvo, posó su mano sobre la estatua de un cangrejo.
—Venía con mi mamá, hace mucho que no vengo, a decir verdad, simplemente es tranquilo. Aquí a veces... —Miró al mar—. A veces venía una delfín, se suponían ya extintos, pero tal vez no los contaron bien o qué será... Le traía alimento, era como mi única amiga. El asunto es que lo mencioné en la escuela.
—¿Y la ayudaron?
La vio entristecer apenas mientras seguía viendo a las olas romper contra las rocas.
—No, vinieron por montones a querer verla, la noticia voló. No sé qué pasó, o si le hicieron algo, pero no volví a verla. Y todo porque no mantuve la boca cerrada.
—No fue tu culpa, no podías haber sabido que algo así pasaría...
—No quiero que desaparezcas por algún error mío —agregó volteando a verlo, perdiéndose en esos ojos celestes profundos un par de eternos segundos.
Retiró la vista recordando que Olga estaba deseando que ella actuara en contra del Edén, liberando a los másculos, y en contra de sí misma, prestándole a Adrián como si fuera un objeto. Su respiración flanqueó.
Se dispuso a dar la vuelta para regresar al floter pero fue tomada del brazo, la cintura, y dio un respingo cuando los calientes labios cubrieron los suyos. Su corazón se desbocó.
La besó, la estaba besando, devorando con pasión sus labios. Probó de lo que tanto deseaba, esa rica y varonil boca, ese labio inferior que la llamaba siempre. Le dio una suave mordida disparando más corriente, le rodeó el cuello para colgarse de él, tirando de su labio inferior con los suyos, devorándoselo también. Su aroma masculino era el mismo sabor que el de su piel, una trampa de la que ya no encontraba salida.
Una barrera se había roto entre ambos, dejándolos más cerca. Enredó sus dedos por su oscuro cabello, le mordió el labio con ganas, como si del mejor bocado se tratara. La apretó más contra sí, con esa fuerza que le encantaba.
Se detuvo queriendo preguntar qué significaba eso, pero el pulso en su garganta le impidió hablar, tan solo pudo ver su atractiva sonrisa antes de que volviera a besarla. De nuevo se llenó con esos labios que codició tanto, que le robaban el aliento con intensidad.
Ladeó el rostro recibiendo la continuación del beso en su mejilla, completamente avergonzada y atacada por los nervios, sonriendo y sintiéndose boba por eso.
—¿Qué es esto? —susurró al fin.
Él sonrió contra su piel, satisfecho con su hazaña.
—Tal vez un beso que felizmente me has correspondido —murmuró buscando seguir.
—Solo me dejé dar —contradijo evadiendo su nuevo intento.
—¿Ah sí? —Le succionó ambos labios haciéndola reír.
—Oye...
—¿Sabes que me moría por besar esa boca de corazón que tienes? —Teresa sonrió con timidez, retirando la vista y recibiendo otro beso en la mejilla, no podía creer estar escuchando eso, su pulso iba a mil. La tenía fuertemente abrazada, de tal forma que no sentía las molestias de estar parada de puntas—. ¿No vas a admitir que estás enamorada de mí?
Y ahí estaba su ego.
—Solo quería saber cómo se siente besarte...
—¿No te enamoraste cuando te di un beso en la mejilla?
—Mmmm, algo.
Él sonrió contra su piel.
—Algo, ¿cómo es eso?
Ella rio en silencio.
—Me enamoré algo cuando me leíste esos versos aquella noche, otro cuando bailamos y cantaste...
—Bueno, si lo pones así, me enamoré algo cuando me olfateaste, cuando te vi por primera vez en tu danza magnética, otro poco cuando te ponías terca, otro cuando vi tus pecas...
—No sé qué puedes haber visto en mí —susurró.
—Muchísimo, me encantas como no tienes idea. Estoy tontamente enamorado, como si todavía tuviera dieciséis. —Ella arqueó una ceja—. No significa que el amor sea tonto, es un decir, pero es que quiero estar todo el maldito día contigo —repartiendo suaves besos por su cuello, estremeciéndola.
—El día no es maldito —reclamó sonriente.
—Es otro decir. —La miró y no parecía convencida, terminó soltando una corta risa—. Está bien, todo el bendito día, ¿te parece mejor?
Teresa rio pero pronto dejó de hacerlo, volvió a la realidad, su expresión cambió, la preocupación regresó.
—Esto está mal, te quiero solo para mí pero eres el único hombre, si te descubren... —Quedó sin habla al sentir su nariz rozar la suya, el calor de sus labios ya alcanzándola de nuevo—. Te separarán de mí y no quiero...
—No va a pasar —susurró en respuesta.
Pero lo de Olga no se le iba de la mente.
—Soy tan egoísta, no quiero compartirte, ardo en celos con solo pensar... —Sus labios cubrieron los suyos con un suave beso unos segundos dejándola con ganas de más.
—¿Terminaste?
Asintió en silencio, recibiendo otro beso que esta vez pudo corresponder, queriendo familiarizarse con las sensaciones que esos labios masculinos le provocaban, queriendo grabarlo en su mente para siempre.
—Se aproximan drones del Edén —avisó DOPy descendiendo de pronto.
La chica se apartó asustada con su temperatura bajando de golpe.
—Oh no, vamos. —Corrieron hacia el floter—. ¿Qué tan lejos están?
—Dos millas.
Adrián tomó su mano para ayudarla a correr más rápido.
—Fue mi error, mi error —dijo ella con la voz quebrada.
—No, tranquila...
No debió haber salido disparada sabiendo que él iba tras ella, debió haber sabido que saldría a buscarla. ¡Otra vez cometiendo errores garrafales!
El floter elevó sus puertas y ni bien subieron salió veloz. Adrián se percató de que el de Kariba ya no estaba, Teresa lo abrazó y la acogió con fuerza para calmarla.
—Se alejan —avisó DOPy.
Suspiraron aliviados.
—No vuelvas a salir —le reprochó al castaño.
—No salgas corriendo entonces, pecosita.
El floter avanzó en silencio por su ruta hasta la vivienda, cuando estuvo cerca, nueva información le llegó al dron.
—Una visitante en casa, Diana Montés.
Teresa frunció el ceño.
—¿Qué cree que hace en mi casa?
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