18: Ruptura

Teresa tomaba su leche de vaca, a pesar de que al principio le había costado acostumbrarse de nuevo al sabor porque llevaba tiempo sin tomarla. Adrián la observaba mostrando una dulce y leve sonrisa, la chica estaba bastante feliz porque había ganado y las noticias hablaban de la nueva mujer misteriosa. Sus ojos conectaron logrando hacerla enrojecer de forma casi imperceptible y sonreír regresando al vaso ya casi vacío.

Regresó su vista al sándwich que tenía en un plato. Había algo rondando su cabeza, muy aparte de los recuerdos y fantasmas del pasado que volvían a querer recriminarle de vez en cuando, Teresa no parecía interesada en él de la misma forma. Ya había decidido dejarlo de lado, así que despejó su mente tras un silencioso suspiro y continuó con el desayuno.

No era época de pensar en eso. Se lo repetía una y otra vez, intentando convencerse y olvidarlo.

Teresa fue rápida a ponerse el traje, lavarse los dientes y peinarse para irse. Bajó corriendo y fue a la oficina de su mamá a despedirla con un beso, cuando salió se topó con Adrián por el salón.

—¿No hay beso para mí? —ronroneó.

Su corazón se disparó y rio nerviosa.

—¿Desde cuándo te despido así?

—Ya sé que nunca, pero yo te di uno así que me debes...

—Ah —puso las manos contra su cintura—, de saber que me ibas a cobrarlo no... —Pero recordó que esa vez no se lo había pedido—. Oye, esto es trampa.

Él soltó su suave risa y regresó a la barra.

—Tranquila. Solo estoy molestando. —Se sentó de espaldas a ella.

Pero la pelinegra ya tenía el corazón en la boca, con el impulso latiendo en su cuerpo, de aprovechar su distracción, darle un beso y salir corriendo.

«Hazlo»

«No, se va a voltear a verte y quedarás atrapada»

«Solo estaba molestando, no lo quiere en verdad»

Retrocedió un paso.

«Hazlo, te vas a arrepentir»

«Mira, ya hubieras podido hacerlo y salir corriendo»

«Ahora sí se va a voltear si te acercas»

Retrocedió otro paso bajando la vista, sintiendo que la oportunidad se le iba de forma definitiva. No era tan valiente cuando se trataba de acercarse, al parecer. Salió en silencio, y tal y como lo dijo su mente, se arrepintió durante todo el camino al Edén.

Cuando estuvo ahí, la esperaba la misma rutina, solo algo cambiaba, las miradas de las mujeres.

—Eras tú —comentó Diana con evidente molestia—, la del video. No me lo contaste, y eso que éramos amigas.

Teresa frunció el ceño. No recordaba haber quedado como amiga suya.

—Creí que era mi vida privada.

—¡Jah! Encima ya se te sube la fama.

¿Y ahora qué le pasaba?

—Alaysa, con razón te noté nerviosa —comentó Helen llegando a darles encuentro.

—Ah... Sí...

—Aunque quizá en el video pareces más alta.

—Cámaras.

—Vamos, la prisionera sale hoy. Diana, ve a la zona de incubadoras.

La castaña se sintió disminuida y se enfadó. Siempre quería resaltar, y en un mundo en donde todas querían eso, estaba complicado, pero la pelinegra no la dejaría abajo. Se esperanzaba en que pronto olvidaran lo del video tonto, sino, solo hacía falta esperar a que cometiera un pequeño error, otro más. Era cuestión de investigar un poco a la chica, aunque las cotillas del noticiero ya lo hacían por su cuenta seguramente.


Olga caminaba de un lado para otro en su celda de paredes blancas, Teresa se acercó y ya no le sorprendió el acercamiento del pequeño dron.

—Ya va a salir libre hoy.

—Ya lo sé, gracias. Ahora dime tú, ¿ya sabes qué es lo que buscan?

—No, pero de seguro es algún otro establecimiento como el suyo.

—Esas cosas siempre habrán, a veces se necesita sentir presencia masculina. Y no me vengas con que esas cosas no lo son, que todas ustedes repiten lo mismo, todas ustedes. Son igualitas, remilgadas, aunque se quieran hacer las rudas. Eliminaron muchos deportes, han hecho que se estandarice una belleza bastante ridícula a mi parecer...

—No diga incoherencias. —Trasladó la información que necesitaba a la archivadora—. Y para que sepa —susurró—, en la prueba ataqué porque me di cuenta de que eran falsas... —Olga parpadeó sorprendida—. Así que no me mezcles con ellas.

—Vaya, se te fue lo formal. —Teresa gruñó bajo—. Para que se te vaya esa amargura, te recomiendo pasarte por mi casa un día, o pruebes lo que tienes...

—Estás diciendo que volverás a cometer infracciones. ¿Acaso no me da eso el poder de pedir que estés más tiempo encerrada?

—Es que no lo harás. Estás más cercana al género masculino que todas tus compañeras.

La chica se inquietó, tragó saliva con dificultad, pero no podía darse el lujo de parecer afectada.

—No sé por qué dices eso.

Olga soltó un pesado suspiro. El dron emitía una tenue lucecita azul sobre sí, así que sabía que era seguro hablar.

—Sería bueno si te escondes bien. Lo están buscando.

—N-no —fue lo único que atinó a decir mientras rebuscaba en su mente hecha un lío—, no sé a qué te refieres.

—Tranquila, no le diré a nadie. —El pequeño dron giró alrededor de la asustada chica—. Supe de él antes que tú... pero te me adelantaste.

Su cuerpo se le enfrió, literalmente, apretó la tableta archivadora contra su pecho.

—No se lo lleven —susurró angustiada.

—Ya dije que no le diré a nadie. Por cierto, ha de serte obvio, pero yo te mandé esos mensajes, no quería que me descubrieran. Debí suponer que sería rastreado. —La notó temblar apenas y soltó una leve risa—. No temas. La cosa es simple, tú no me delatas y ayudas a liberar a mis niños, y yo no te delato, pero también vas a tener que prestármelo o abriré la boca. —La luz del dron se volvió roja—. Ups. Tiempo fuera.

Se dirigió a sentarse a su cama mientras que el dron se escondía veloz. Teresa respiró hondo tratando de calmarse. Nausea, eso sintió.

—¿Ya lo tienes? —dijo Helen—. Bien —se dirigió a la prisionera—. Es tiempo de irte. Debes prometer no romper las reglas...

La pelinegra casi no escuchaba lo que decía, solo tenía la amargura quemándole la boca del estómago. Debió haber supuesto que un pequeño dron la seguía, debió haber supuesto que en tanto tiempo alguien podía haberse dado cuenta de la existencia de esa cápsula.

Prestarlo. Qué fea forma de hablar de otra persona. Prestarlo. No le prestaría a su Adrián para que esa loca rara le hiciera quién sabía qué. ¡No!

Olga sonrió de lado cuando el cristal se deslizó, pudiendo así salir de ese lugar. El dron de Carla unió sus brazaletes magnéticos para que no pudiera hacer nada, pero no le incomodó. Pasó por el lado de la perturbada pelinegra.

—Nos vemos —se despidió como si nada.

—Camina —exigió Helen.

El dron escoltó a la mujer mientras otros llevaban sus cosas en un cajón. Teresa quedó sola con su superiora viendo cómo la mujer se iba siendo escoltada por más drones.

—Bueno, es tiempo de que vayas a la zona de incubadoras.

Se encaminaron al lugar.

—Eh... Es... —Guardó silencio, debía pensar bien lo que diría—. Anoche me pareció ver algo raro, sabes.

—¿Raro? ¿Cómo?

—Quizá aluciné. Además ustedes no han dicho nada, y algo así, pues, ya estaría siendo noticia aquí...

—Eso depende, ¿qué viste?

—Me pareció ver un másculo. —Sacudió la cabeza—. Olvídalo, si ya los tienen a todos, quizá me confundí.

—No. —Se detuvo, miró a ambos lados y se le acercó—. No lo hemos dicho, pero sí buscamos a un másculo, uno en especial. Dime cómo era.

Entonces sí, lo estaban buscando. Sus latidos golpeteaban de nuevo, pero trató de parecer neutra.

—Algo alto, extrañamente alto. Iba corriendo hacia el sur, a las montañas. —Eso por lo menos haría que se fueran a buscar lejos de ella, lejos de él.

Helen se preocupó. El invierno estaba casi a la vuelta de la esquina, y este era bastante extremo, si lo atrapaba en la cordillera, moriría inevitablemente. Debían ir y buscar sin perder tiempo.

—¿Estás segura de que iba a las montañas?

—Sí, la competencia a la que fui era por las afueras del lado sur, no tengo duda. La vía alta del bus me dejó ver el panorama.

—¿Ya estaba del otro lado de la cerca?

—Sí, bueno, no es raro que haya encontrado un agujero por ahí...

—Gracias por la información. —Continuó caminando.

Teresa sintió que había logrado algo a pesar de que la mujer no lo demostraba, sí estaba preocupada y ya tenía lo que quería. De todos modos la angustia no se iba, no había salido del problema con Olga. ¿Qué haría?

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Kariba, terminando de dejar sus vestidos y trajes extravagantes materializándose en la impresora 3D para sus clientas, vio la hora y sonrió al darse cuenta de que Teresa todavía no estaba en su casa, había logrado terminar a tiempo para irse a perseguir a Adrián un rato. Había estado leyendo más sobre hombres, todo lo que pudo, incluso de los libros más antiguos, y hasta encontró y recuperó uno que otro que había sido eliminado del sistema.

Entró a la casa, DOPy tocaba música, algo fuerte y horrible para su gusto, pero supuso que era de él, así que ya no haría malas caras como cuando probó la leche de vaca. Quería quedar bien, además de que, gracias a lo que leyó, sabía que podía hacer más para acercarse.

—¿Hay alguien?

DOPy giró.

—Habitación de Teresa.

La chica se mordió el labio y subió.

Adrián curioseaba en uno de los estantes de la pelinegra, mirando antiguas imágenes en movimiento de ella cuando era niña, de adolescente, en varias salía con Kariba, con su mamá, su mascota Rita, con DOPy, al parecer el aparato había sido de su madre primero.

No era correcto pero no había podido evitar husmear de nuevo en su muro especial, estaban las esferitas que le regaló, además de alguna que otra cosa en un cajón, que asumió que eran como tesoros personales.

Por las fotos antiguas y dibujos de ella supo que antes le gustó ver el mar, como a él. Una concha de caracol, también había una goma de borrar con forma de delfín, un animal ya extinto según lo que había leído; pequeños llaveros, pulseras, la mayoría de color celeste, al igual que la alfombra que cubría el piso. Al parecer le gustaba ese color, similar al de sus ojos, pensar en eso le hizo sonreír.

Algo más llamó su atención, una lámina enrollada, de las que usaba para dibujar con ese lápiz falso. Al verlo su corazón dio fuertes latidos. Era él en el dibujo, lo había captado tocando el piano. Había dos más de él entre otros de distintas cosas y lugares.

—Teresa se va a enojaaar —canturreó Kariba entrando a ver.

Volteó sorprendido.

—Me asustaste —reclamó amable—. Bueno, no se enterará, ¿o sí? ¿Me delatarías? —cuestionó usando su mejor sonrisa.

La rubia rio negando en silencio, apenas ruborizándose. Aunque por otra parte, le convenía que Teresa se enojara otra vez con él, a ver si así se lo dejaba en casa. Uhm... Era una opción que no podía descartar.

Eso le hizo recordar algo más, debía saber qué pasaba ahí, si quizá era lo que los textos le habían hecho sospechar. Se acercó más a él hasta quedar con la vista hacia arriba para verle a los ojos.

—Quisiera preguntarte algo. Es sobre Teresa.

—¿Qué tiene ella?

—¿Te gusta? Digo... ¿Como mujer? Porque sé de alguien a quien sí le atraes como hombre.

Quedaron viéndose en silencio. A él no le gustaba confesar sus cosas a las personas, no así, pero le fue obvio lo que quería decir la chica con eso, entonces debía ser claro.


Teresa llegó agotada y fastidiada por lo ocurrido en el Edén, quería contarle a Adrián lo más antes posible. DOPy se le acercó, firmó y vio que estaba registrada una entrada de Kariba. Suspiró, seguro quería almorzar con ellos o algo. Miró por el salón y no los vio, así que subió de prisa, la puerta de su habitación se abrió y quedó pasmada.

Ellos besándose. El estómago se le retorció y pesó como plomo, hasta se le detuvo la respiración. Se apartaron al instante que la escucharon entrar, pero solo eso alcanzó a ver porque salió disparada del lugar.

—¡Tesa! —la llamó Adrián a sus espaldas.

Aceleró siendo consciente de que él era más rápido y no quería ser alcanzada.

—¡No me hables, regresa a lo tuyo! —chilló.

Las lágrimas habían brotado de golpe y sin permiso. Subió de un salto al floter y este partió sin perder ni un segundo. Limpió su rostro llena de amargura, todavía sin saber a ciencia cierta por qué demonios le dolía tanto.

Se sentía traicionada, tonta, tonta como siempre, la que todos terminaban dejando de lado, la que no sobresalía. Opacada por Kariba. Entonces estaba celosa, pero nuevamente estos celos estaban a un nivel que no podía ni superar ni controlar. Chilló golpeando al asiento. ¡¿Por qué se besaron?! ¡Qué horrible escena! ¡Si ella tenía pensado hacerlo, o de igual forma quería que él lo hiciera! Aunque, claro, ahora sabía que no iba a pasar, él no se sentía atraído por ella, sino por la chica más bonita.

¡Estúpida ella! Que creyó que los lindos gestos que mostraba significaban gusto. ¡Qué estúpida había sido!

—Ingrese destino —pidió el floter.

Volvió a limpiar sus lágrimas, sin conseguir cambio porque seguían cayendo, e ingresó los datos. Además de eso pidió abrir correo y empezó a redactar.

«Sé dónde está el hombre que buscan», volvió a limpiar sus mejillas, sorbió y continuó: «esta es la ubicación en donde estará...»

Terminó llena de rabia, con eso ni Olga ni Kariba lo tendrían, pero la mano le tembló cuando la acercó al botón de enviar. Sollozó, lo quería para ella, no podía entregarlo tampoco, no quería hacerle daño.

Entró una llamada, asustándola.

—Tesa, por favor ven, no fue lo que crees...

—Entonces qué, ¡¿soy la loca que alucina que la gente se besa?!

—No alucinas pero tampoco es por lo que...

—¡Si te gusta no es mi problema! ¡Tengo cosas que hacer, no molestes! —Cortó y apagó la función de teléfono.


—Maldición —renegó Adrián.

Kariba le observaba intentar llamar a la pelinegra pero ya no contestaba. ¿Tanto era? ¿Tanto le preocupaba Teresa? No era tan bonita, ¿cómo podía estar pasando eso? ¿Cómo podía haberle dicho que no estaba interesado, si ella siempre les gustaba a todas las chicas? Con un hombre debía ser igual.

—DOPy, muéstrame su ubicación...

—No puedes ir por ella —intervino la chica con los celos a flor de piel—, no puedes salir.

—Pues lo haré, se fue bastante afectada y no sé por qué —se puso el abrigo—, quiero arreglarlo, y me preocupa que por estar así le pase algo...

—Déjala, si obviamente no quiere verte, ha de tener cosas que hacer. Tú puedes... puedes venir conmigo si no te quiere cerca.

—No, ya he dicho que no —refutó cortante.

—No entiendo, ella luce bonita gracias a mí, sino ni la habrías mirado.

—No perderé más tiempo aquí dando explicaciones. —Avanzó con DOPy para salir.

—Espera. —Volteó a verla con impaciencia—. Puedes llevar mi floter...

—Gracias.

Lo vio irse rápido. Respiró hondo. No le cabía en la mente, por qué, si Teresa no tenía más encantos que ella. Tal vez había llegado a más con él y por eso lo tenía enganchado de algún modo. No le correspondió el beso, retrocedió un par de pasos, y apenas Teresa interrumpió, él fue tras ella sin dudar, haciéndole sentir que lo perdía sin siquiera haberle tenido en verdad.

Resopló sintiendo el calor que se juntaba en sus mejillas, los celos la empezaron a atacar. ¿Por qué le facilitó la búsqueda con su floter? Qué tonta fue. Un pitido corto de alerta llamó su atención hacia el escritorio.


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