Nuevo Rumbo

Nuevo rumbo


Mientras el sol nacía por el este, la compañía avanzaba a buen ritmo, cruzando el áspero terreno que el ambiente presentaba. Eran plena mañana cuando comenzaron a observar los dos caminos, cuyos destinos presentaban diferencias, pues si bien ambos concluían en el mismo sitio, el viaje se vería modificado por las circunstancias.

Las tres carretas viajaban una al lado de la otra mientras el polvo se elevaba del suelo tras las ellas, cómo la estela de un astro. Muchos eran consientes de que el ruido del galope y de las ruedas, sumado a la nebulosa de polvo y arena, podrían llamar la atención, sin embargo, Huxios insistía con que allí no corrían peligro, aunque poco a poco se acercaban a Oram y podrían ser advertidos por mestizos enemigos. Si bien esto era cierto y preocupante, Sirdul, mestizo dotado de una visión aguda y demás facultades potenciadas, podría advertir la ciudad mucho antes de que cualquier otro mestizo se percatara de ellos, no obstante, bastaría acercarse lo suficiente para que cualquiera los viese y de esa forma ser interceptados con premura. Es por ello que debían de pensar bien en qué ruta y plan seguir.

Pasaron varias horas y el sol se encontraba en su cúspide, a un paso de comenzar a caer por las montañas perdidas en el lejano oeste, cuando las carretas se detuvieron. Puesto que el terreno se volvía abrupto y uniforme, las carretas debieron de presidir en su afán de viajar juntas y tuvieron que recurrir a una posición triangular, dos adelante y una atrás. Es por ello que Sirdul fue el último en indicarle a sus caballos que se detuvieran, al principio no entendió muy bien que ocurría, pues la polvareda de su alrededor le obstruía la vista, por lo que se limitó a escrutar lo mejor posible hacia delante y oír con atención, pues sentía que tal vez el enemigo, del alguna forma extraña, hubiese logrado confrontarlos sin que él se diera cuenta.

No obstante, una silueta comenzó a cruzar el polvo y hacerse visible. Sirdul, con su mano en la empuñadura y sus músculos preparados para confrontar al enemigo, no le apartó los ojos hasta que la identidad de aquella silueta quedó al descubierto.

—Sirdul —lo llamó Elijah a la vez que se acercaba a los caballos, cubierto de prendas holgadas y una tela alrededor del cuello y cabeza—. Descansaremos aquí, dile a los demás.

—Yo no les diré nada, hazlo tú —exclamó el mestizo y saltó sobre el techo de la carreta, en dónde se posicionaba siempre que se detenían, a fin de vigilar el perímetro y continuar apartado de todos.

Elijah, entre confusión e indignación, se acercó a la carreta y abrió la puerta. La misma contaba con diez asientos, que imitaban el contorno de la misma, en el pequeño espacio que se mostraban en el centro, se encontraban el equipaje y demás cosas imprescindibles para realizar con éxito el viaje. Tras indicarle a las diez personas que se encontraban allí, personas fuertes y decididas a rescatar a los suyos, que descansaríamos un breve tiempo antes de continuar, volvió a encaminarse hacia el frente, no sin antes dirigirle una última mirada a Sirdul. Este lo observó con la misma intensidad, sin embargo, ninguno dijo nada, como si aquel silencio dejara en claro su relación. Pues aquellos dos hombres, habían pasado de intentar asesinarse, mutuamente, a luchar juntos contra el enemigo, por lo que, si bien ambos poseían cierto respeto hacia el otro, aún faltaba mucho para que pudieran dejar el pasado atrás.

Una vez de vuelta al frente, se percató que pronto la reunión comenzaría, todos estaban allí, exceptuando las personas de la última carreta, que pronto llegarían.

—Ven, Elijah, no te esperaremos todo el día —exclamó Huxios.

—Aquí estoy, Huxios —respondió el joven sin muchas ganas, tras introducirse al círculo que conformaban las personas.

Huxios se encontraba en el centro de un extremo junto a Nox, Temeré y Pauper, al otro extremo permanecían los tres jóvenes privilegiados.

—Bueno. ¿Saben el porqué de esta reunió? —preguntó Nox dirigiéndose a las personas de su alrededor—. ¿No? Entonces tendremos que explicarles detalle por detalle, pues la desinformación es un riego que no debemos correr.

—Sí, sí, Nox, pero rápido, que no hay objeto más fácil de ver qué aquel que permanece en reposo —afirmó Huxios con impaciencia.

—Está bien. Pues comencemos —dijo y todos prestaron atención—. La cosa es así, en este punto nos encontramos a medio camino de Oram, es decir, que Oram y el punto de dónde hemos comenzado el viaje se encuentran a la misma distancia, más o menos, claro. Por lo que debemos de decidir cuál será el rumbo a seguir.

—¿El rumbo a seguir? —preguntó un hombre desde el público—. Es obvio que debemos de rodear la ciudad, ¿O qué esperas, Nox? ¿Atacar Oram y continuar como si nada?

—Claro —apoyó una mujer—. Está claro que debemos rodear la ciudad, no creí que tal idea fuese puesta en duda.

—Calma, Meg —habló Pauper, que se mostraba fuerte y con unos ojos cargados de vida—. Esta reunión es para debatir cuál es el mejor proceder, es para no solo escoger la mejor decisión, sino también para saber que es lo que prefiere cada uno.

—Entiendo —habló de nuevo el hombre—. Pero lo que no entiendo es, si rodear Oram no es la única opción posible, ¿Cuál es la otra?

—Pues la otra, Clyton —tomó de nuevo la palabra Nox—. Es entrar a Oram y cruzarla, de esa forma nos ahorraremos varios días de viaje.

Hubo un silencio prolongado, pues al parecer las personas no habían contemplado siquiera en esta novedosa iniciativa.

—Vaya… no puede ser que piensen en algo como eso.

—Pues créelo, hombre —exclamó Huxios—. Pues pocas alternativas nos muestra el camino. Pero entiendo que tengan sus dudas, por lo que pasaré a enunciar los problemas que me han llevado a reflexionar en esta opción. Para empezar, el viaje se alargará al menos ocho días, por lo que no solo tomará un mayor esfuerzo físico y mental, sino también que los alimentos y el agua podrían escasear, ya que luego el viaje continúa y debemos prevalecer con lo que nos quede. Segundo asunto, adentrándose en el sur, cómo dije, no corremos peligros que las guardias superiores nos persigan o nos intercepten, sin embargo, si procuramos evadir Oram y vagar por los límites entre los reinos, es posible que llamemos la atención de miradas Magnas y eso es un problema muy grande, pues no estamos preparados para el confrontamiento directo ni mucho menos resistir u a emboscada. También debemos pensar que beneficios nos otorgará infiltrarnos en Oram, cómo ya se habrán dado cuenta, no nos tomará más de dos días llegar hasta allí y, además, los Magnos no nos molestarán tampoco, pues ellos no se acercan a las ciudades superiores sin una buena razón.

—Sí, sí —dijo Clyton como si lo que estuviese diciendo Huxios fuese algo sabido por todos—. Pero olvidas que, si bien no serán los Magnos los que nos persigan, serán los Superiores de Oram, pues estaremos rodeados de soldados y privilegiados, va a ser mucho peor y peligroso.

—Sí, será peligroso, pero… hay posibilidad.

—¿Qué has pensado, Huxios? —le preguntó Gia, que se encontraba en el centro del otro extremo de la ronda.

—No gran cosa, pero es obvio que los Superiores no se atacan entre sí —dijo y todos lo observaron sin entender.

Luego, en aquel instante, llegó el resto de las diez personas y se acomodaron entre ellas, al escuchar un breve resumen de la situación y aparentemente la nueva decisión, su reacción fue igual a la de los demás, se mostraron recios y confundidos mientras que el miedo le subía por la espalda, al igual que un escalofrío involuntario.

—¿Pero, si nos dirigimos a Oram, cuánto tiempo estaremos allí? —preguntó una mujer.

—Es complicado —rescindió Nox—. Pues debemos de permanecer ocultos entre ellos sin llamar la atención, pues cualquier privilegiado que dude de nosotros irá por nuestras cabezas. —Tras esta expresión, más de uno se ruborizó—. Es… es un decir, por ello, que mientras más tiempo permanezcamos en la ciudad, más riesgo a ser descubiertos, corremos, no obstante, tengan en cuenta que deberemos de pasar un considerable tiempo, pues si huimos de allí lo más rápido posible, de seguro levantaremos sospechas y es claro que no queremos eso.

—Si es tan difícil, ¿Por qué insisten tanto en dirigirse hacia allí? —exclamo un joven de los recién llegados y varias voces aclamaron a su favor.

—Yo seré quién te responda, joven —habló Huxios—. Te recuerdo que no hay cosas fáciles en esta vida, solo cosas correctas e incorrectas, tú elegirás qué camino seguir, ya sea fácil o difícil, cómo tú dices. Pero recuerda, si solo valoras las oportunidades por sus dificultades, entonces solo tomarás las decisiones equivocadas, pues no existen oportunidades sin riesgo. Así que ya sabes, piensa en las oportunidades, por los resultados que estas mismas brindan y no por sus dificultades que, después de todo, no son más que retos para superarse a uno mismo.

Si bien las palabras de Huxios había distendido la tensión en el aire, ahora la duda y desconfianza afloraba en la mente de las personas, pues sin importar cuánto explicarán del plan, aún el terror prevalecía.

—¿Entonces? —se quejó Minos—. ¿Iremos o no? Ya basta de tanto preámbulo, pongámoslo a votación y listo.

Todos los integrantes de la ronda se vieron los rostros y no dijeron nada, hasta que Nox respondió:

—Me parece una buena idea, joven, gracias.

—Por supuesto que es una buena idea, se me ocurrió a mí.

—Bueno… —cortó Huxios—. Cada quien, elegirá entre sí rodear Oram, pésima opción si piden mi opinión, o dirigirse a la ciudad. Sepan que mucha importancia tiene lo que ahora decidirían.

Luego de unos segundos, Nox, tomando la voz cantante, preguntó.

—¿Quién ha de querer rodear a Oram? —Tras un instante, quince personas levantaron la mano, entre ellas, Minos, que al parecer no quería ni imaginarse tener que entrar a aquella ciudad.

—¿Quién ha de querer ir a Oram? —El resto de personas levantaron las manos, cuando Nox terminó de contar, se percató que eran quince votos a favor, incluyéndose, por lo que un dilema se desató en aquel debate. Sin embargo, más atrás, caminando entre la arena y el viento. Una silueta caminaba con paciencia hacia ellos, Sirdul a paso lento y tranquilo, se detuvo frente a ellos y, mientras todos lo observaban con recelo, miedo y hasta desconfianza, dijo.

—Ha pedido mi colaboración para lograr ingresar a Oram, por lo que, creo yo, que merezco el derecho a votar. —Y observó a los presentes.

Nadie habló por unos segundos, tan solo cruzaron miradas preocupadas, plagadas de incertidumbre, pues aquel que pedía poder votar, era un privilegiado, que había vivido de gente como ellos durante muchos años y no se había molestado en sus derechos. Sin embargo, estos pensamientos fueron olvidados con rapidez tras que Nox, pasándose firme y observando al mestizo a los ojos, dijo.

—Dinos, Sirdul ¿Qué has elegido?

Sirdul, sintiéndose extraño, posó su mirada en muchos rostros, cómo buscando uno en cuál depositar sus dudas y lograr responder. Le tomó pocos segundos percatarse que allí nadie le correspondía la mirada, pues apenas sus ojos chocaban con el de alguien más, este último miraban hacia otro lado o simplemente volteaba el rostro, por lo que, tras tanto buscar y buscar, sus ojos cayeron en unos que anteriormente ya había visto, pues fue Gia la que no corrió la mirada y permaneció firme, mirándolo con extrañeza, pues no se veía enojo en sus ojos, sino que pena y tristeza era lo que reflejaba el azul de su mirada.

—Escojo ir a Oram —respondió sin apartar la vista.

Luego de aquella votación, un pesado silencio prevaleció entre las personas, sin embargo, los rostros contorsionados de quienes habían votado la primera opción era suficiente respuesta para calificar la conformidad ante la nueva iniciativa.

—Bueno, Sirdul, veo que has aceptado ayudarnos —dijo Nox, sin embargo, Sirdul no respondió, solo se limitó a voltear y volver a su carreta.

—Genial —dijo Clyton—. Estamos a manos de un tonto mestizo, es nuestro fin.

—Cuidado —le susurró Huxios sin lograr disimular una sonrisa—. Él puede oírte.

El rostro del hombre pareció vacilar y, movido por un sentimiento involuntario, dirigió sus ojos a la espalda del mestizo, este avanzaba despacio y sin cuidado por el suelo cubierto de arena.

—Relájate, hombre —habló Minos—. Más de lo que nos odia, no nos odiara —Y soltó una carcajada mientras veía el rostro perturbador de Clyton.

Pasado algunos minutos comenzaron a recorrer de nuevo el camino, sin embargo, esta vez se concentraron en flanquear la costa, pues Oram se encontraba más adelante en esa misma dirección. Si bien ya habían decidido y Sirdul había aceptado colaborar, aún retaba resolver una cuestión del todo importante, puesto ¿De qué forma harían para lograr ingresar junto con el mestizo a la ciudad? Era obvio que Sirdul no tendría problema, pero ¿y los demás? ¿Cómo lo lograrían? Pues esta misma pregunta comenzó a pesar en la mente de las personas.

Mientras recorrían a paso veloz el camino, los jóvenes, en un rincón dentro de la movida carreta, le plantearon esta pregunta a Huxios.

—Escucha, anciano —le dijo Minos, al parecer estaba molesto por tener que ir a Oram—. ¿Cómo harás para que no nos maten a todos?

—No lo sé.

—Que maravilla…

—No es cierto —le dijo Gia—. Solucionó el problema antes siquiera de comenzar el viaje, ya había anticipado todo esto.

Huxios sonrió, sin embargo, este gesto desapareció en un instante.

—Claro, ¿Por quién me tomas? ¿Un tonto? No, no.

—¿Entonces por qué dices que no lo sabes? —exclamó Minos sentado, con la espalda apoyada en la pared de madera.

—Por qué es gracioso ver cómo no soportas que no te hagan caso.

Esto le arrebató una sonrisa a Elijah, que permanecía en silencio, un poco apartado, pero escuchando con atención todo.

—¿De qué te ríes tú?

—De nada, de nada —respondió sonriendo.

—Pues… ¿Cómo haremos para ingresar a Oram? —repitió Huxios retomando la pregunta—. Fácil, por la entrada.

—No sabía que eras tan gracioso, Huxios.

—En realidad, soy muy gracioso —le respondió y se vieron con seriedad, luego, involuntariamente, ambos sonrieron.

—Ustedes dos… no tienen cura —dijo Gia mientras negaba con la cabeza, luego continuó—. ¿No nos dirás, Huxios?

El viejo hombre meditó en esta pregunta, consideraba una y otra vez en sí informar sobre el plan o seguir esperando, no sabía muy bien por cuál motivo postergaba aquel anuncio, solo sabía que su mente, siempre inquieta, le sugería que aguardarse un poco más.

—Solo le diré una cosa, tal vez, llegado el momento, esta simple información servirá para algo. —hizo una pausa—. ¿Vieron el cofre del centro? —dijo señalando el centro de la carreta, en dónde permanecía todos los equipajes y bolsos.

—Sí —dijeron Gia y Elijah.

—No —respondió Minos.

—Pues llegado el momento, la solución se encuentra allí, pero les pido que nadie lo toque hasta que sea el momento indicado.

—¿Qué nadie lo toque? Pero, ¿qué diferencia hay? Puedo…

—Minos, ¿Acaso quieres comprometer el viaje? —preguntó Huxios mirándolo con seriedad.

Minos no respondió, solo soltó un bufido y se recostó en la madera de la carreta y cerró los ojos.

—¿Huxios? ¿Cuánto crees que falta para llegar? —preguntó Elijah para sorpresa de todos.

—Tal vez un día, quizás dos. ¿Por qué preguntas?

—No, por nada —dijo y, tras un breve silencio, continuó—. Algo en todo esto no me gusta, creo que me estoy volviendo viejo.

Esto hizo sonreír al anciano, que no tardó en palparle el hombro.

—Calma, joven, ya habrá tiempo para preocuparse. Tranquilo.

Sin embargo, Huxios, que intentó relajar a Elijah, supo que el joven tenía razón, algo olía mal en todo ello. Pues el camino había sido sencillo hasta el momento y ninguna complejidad se presentó. No obstante, sabía que tal vez alguien los estuviese siguiendo, no lo supo con exactitud, pues ningún indicio tenía al respecto, pero supo que algo pasaría pronto. Tal vez era impresión suya o quizás no, y sin importar que tan mal infundadas eran sus hipótesis, nunca se equivocaba y eso era lo que más le asustaba en situaciones así.

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