¿Engañado o no?

¿Engañado o no?


—¿No dirás nada? —Fyodor solo aguardaba alguna reacción, en el fondo, por más que su rostro se mostrara contraído y brusco, sentía una enorme emoción.

Ya el prematuro amanece había pasado, no habitaba más que una luz mortecina dentro del estudio. Afuera estaba nublado y poca luz regalaba un cielo taponado por nubes grises.

—Evan, si no estás dispuesto a responder a estas preguntas tan simples que amablemente te formulo, entonces intentaré de nuevo con las otras. Llamaré a Iros y lo resolveremos muy rápido. Tú eliges…

Por algún motivo, su corazón rogó por clemencia, como si fuese consiente de que otro golpe de calor de tal magnitud no soportaría. Hasta ahora seguía con vida, y despierto de pura casualidad, no debía de hacerlo enojar… ¿Pero cómo? ¿Cómo accedería a sus caprichos después de todo? Le era imposible hacer a un lado su odio y responder esas estúpidas preguntas cuya respuesta ya eran bien conocidas. ¿Por qué insiste tanto? Pensó Evan muy enojado.

—Sí, fui yo, yo escapé de esa estúpida capital con los tres jóvenes privilegiados…

—¡Asombroso! —grito airoso—. Siempre lo supe, siempre. Cuando me enteré de la noticia fue lo primero que pensé. “Si un inferior huyo de la capital, ese solo puede ser Evan”, me dije y, por lo visto, no me equivoqué.

—¿Y…? ¿Eso cambia algo? ¿Cambia que sea un inferior o que siga encadenado a esta silla? No, ¿entonces por qué quieres saber todo esto?

—¿Importa? ¿Importa por qué alguien quiere saber algo? ¿No consideras que la ignorancia es un mal que debe erradicarse sin importar el motivo? Yo sí, es por eso que tus preguntas son un tanto equivocadas —dijo como si estuviese platicando con cualquier persona y no con un prófugo al cual había capturado y torturado hacía pocas horas—. Sabes, Evan, hay muchos en la capital que aún aguardan tu cabeza. Pues una cosa es ser encarcelado y condenado a muerte por motivos no del todo aceptados y otra es ser víctima de un mal juicio. Ser un rebelde no es solo confrontar a un Superior, no, es más que eso. Sin embargo, muchacho, huiste de La Gran Capital Superior, asesinando al director Torec del primer cuartel del sector Suroeste en el proceso. Creo que te has ganado con creces esa condena, después de todo.

—¿Qué esperas entonces? —preguntó infestado de cólera.

—¿Qué espero? ¿Para asesinarte? Ah… no, no, Evan. Creo que estás confundido —dijo Fyodor mientras se estiraba en dónde estaba—. Escucha, si tienes tres vacas, no las matarías a la tres el mismo día para comer en la noche. No, de una extraerías carne, de la demás, quizás leche y, si tienes suerte, podrás obtener pequeños becerros para así aumentar tu rebaño. Si yo te matara ahora, desperdiciaría todas estás posibilidades. Por ello que sigues con vida, Evan.

—No entiendo de qué forma podrías obtener algo de mí aquí.

—Pues con la siguiente pregunta lo tendrás más claro —Estaba alegre, feliz por algún motivo que el joven, exhausto, no entendía del todo—. ¿Dónde están los otros tres Superiores?

Al término de estas palabras, el rostro relajado del jefe se había vuelto de roca y mostraba una rígida seriedad, como quien está a punto de arrojarse hacia el enemigo.

—No lo sé, nos hemos separado al poco tiempo de haber huido —mintió Evan, aunque le dolió un poco admitir que, con respecto a su paradero, no era del todo una mentira.

Fyodor lo observó, aunque parecía molesto, era algo diferente, quizás solo se trataba de la decepción reflejándose en sus ojos.

—Evan… te daré una oportunidad más, por qué me caes bien… —Su voz era suave, pero contenida, como si intentara reprimir algo dentro suyo.

—No lo sé…

—Bueno… —dijo como en un descargo y se puso de pie. Rodeó el escritorio, abrió un cajón y sacó algo de allí—. Mira… —anunció luego de volver a sentarse sobre el mueble. Levantaba con sus dedos una moneda plateada y brillante, de una circunferencia casi perfecta—. Esta moneda es conocida por nosotros como un plateado, aunque más formalmente se llama un Noble de Plata. Si fuésemos Magnos, se llamarían Giih, si fuésemos Bellatores se traduciría algo así como Metal Primero o Primario Metalado. Y así iría cambiando de nombre, pero aunque este cambio suceda, el valor es siempre el mismo y la plata que la compone lo es igual, lo cual es muy importante.

De más está decir que Evan no logró hallar la razón de esto, pero lo dejó ahí, no le dio más vueltas y no quiso siquiera preguntar nada. Solo guardó silencio y dejó que todo fluyera haciendo donde tenía que ir.

—Sí, un plateado es algo que no comprenderás jamás, tu mundo no es regido por cosas como estas. Pero, para tu información, los Superiores como nosotros dependemos mucho de esto, para… como decirlo, vivir el día a día. Si bien los inferiores nos sirven, no todos tenemos poder sobre ellos, hay varios… ¿Organismos? No sé cómo llamarlos, son como administradores de aquella mano de obra. Si quieres sus servicios debes de pagarlos, si quieres comida, debes de contribuir al administrador que se desarrolla con inferiores encargados de esas tareas. Ya de por sí el reino te proporciona unos cuantos plateados, ferrosos y peniques para sobrevivir en el Reino, siempre y cuando sigas las órdenes que se te fueron asignadas durante ese mes. Puedes tener suerte y no tener ninguna en el mes, eso te dejaría tranquilo y cobrarías tu haber de monedas. Sin embargo, uno puede solicitar órdenes extras y así contar con un haber mensual mayor. —explicó mientras pasaba la moneda de un lado a otro por sus nudillos—. A veces pienso, como los inferiores son esclavos de los Superiores, nosotros somos esclavos de estas moneditas…

»Pero da igual, no quería aburrirte con estas cosas. Solo quería enseñarte algo.

Tomó la moneda, la puso sobre su palma y en su mirada volvió a aparecer aquella luz verdosa, tan intenta y brillante, que hacía temblar el ambiente.

—Evan, ¿dónde están los tres Superiores que te acompañaron ese día?

—Te lo diría, pero no lo s…

Y antes de que pudiese terminar, la moneda voló por el aire a toda velocidad y le pasó al lado del rostro, en un instante hasta dar contra la pared del fondo, Evan pudo oír el fuerte y seco crujido de la madera tras el impacto. Luego, un segundo después, pasó por su otro costado y se detuvo entre ambas manos de Fyodor, flotando en el espacio de sus palmas.

—Esto, que has experimentado, Evan, ha sido el final de muchos —concluyó mientras su mirada verdosa lo encandilaba—. Puedo hacer muchas cosas con ella, fragmentarla —Y así, lo hizo, dividiéndola en diminutas esferas para luego volverla a unir en la misma moneda—. Desplazarla de un lado a otro con total libertad, como ya has visto, o también modificar cierta parte de su estructura —dijo y del centro mismo de la moneda, creció un pequeño pico que fue adelgazándose mientras llegaba a la punta, concluyendo casi en un alfiler.

—Ya sé lo que haces, con esto has matado a diez hombres, tú… Que te dará derecho a… —Pero se vio cortado por aquella moneda, que viajó rápido hasta su entrecejo, a tan solo centímetros de atravesarle la cabeza.

—No te dije que hablaras. No, ahora guardarás silencio. No te olvides con quién hablas y tampoco que sigues siendo un inferior. —La severidad de sus palabras fue suficiente como para que a Evan se le helara la sangre—. Dime, Evan. ¿Dónde están? Solo tienes una última oportunidad, si no respondes con la verdad, esta moneda te matará.

Allí Evan se vio entre la espada y la pared, pues si volvía a decir que no lo sabía, Fyodor lo mataría o incluso volvería a torturarlo. No sabía cuál de las dos opciones era peor.  Entonces una idea nació en su mente, quizás era solo una locura, pero que más podría hacer. Debía de salvarse, y la única manera era decirle lo que quería oír.

—Me dirigía con ellos, en nuestro escondite —dijo de golpe y, un segundo más tarde, la mano volvió a la mano de Fyodor, a un ritmo lento y vacilante.

—¿Dónde es ese escondite? —Seguía serio y muy alerta, como si intentara atisbar la verdad que se ocultaba detrás de cada palabra.

—En la cordillera, hay un pequeño acceso detrás de un risco.

—¿Y esos diez hombres? ¿El equipamiento? ¿De dónde vienes? ¿A dónde fueron?

—De Wakmar. Hemos viajado mucho, en busca de más personas, conseguimos rescatar a algunas. Nos dijeron que Wakmar estaba extraña y que era probable que los esclavos lograrán escapar. En esta expedición solo conseguimos rescatar a dos hombres, pero tú… tú los has matado a todos…

Fyodor se puso de pie y fue hacia la ventana. Esta estaba un poco por detrás de Evan, por lo que no pudo verlo a la perfección. El jefe dejó que la luz lo bañara mientras respiraba con profundidad el aire fresco que entraba por allí, luego volvió.

—¿Me estás mintiendo? —Fue una pregunta, pero no cualquiera, pues los ojos con los que Fyodor lo miraba era de un verde tan intenso, como las hojas de un joven roble, sin embargo, no terminaba allí, pues pudo sentir como una docena de monedas presionaban contra su piel. El jefe esperaba una respuesta y aunque la amenaza era latente, Evan no podía dar marcha atrás en su engaño, en cambio, lo intensificó.

—No, ¿Por qué otro motivo me dirigiría este bosque y correría el riesgo de ser visto y capturado?

—Está bien —dijo apagando su mirada y, relajando el cuerpo, volvió a sentarse sobre el escritorio, aunque ahora su semblante se mostraba más tenso y preocupado—. Nos llevarás allí. Si es cierto lo que dices, nos llevaremos a los tres Superiores —Y guardó silencio por primera vez, parecía que algo había cambiado en él. No era el mismo, como si la respuesta de Evan hubiese modificado algo dentro suyo.

Evan se percató de ello, y quiso decir algo, quizás para fortalecer su mentira o por algo más, que no supo bien que era.

—Debes prometerme que solo los capturaras a ellos tres y dejaras a las personas en paz —Sabía que no estaba en posición de pedir nada, pero pensó que solicitar aquello haría parecer su argumento un poco más verídico.

—Si lo que dices es cierto. Nos llevaremos solo a los Superiores. No tenemos espacio para aprisionar a nadie más. Luego iremos a la capital y allí todos te verán, el único inferior que ha logrado huir de la gran capital. “El prófugo de dónde nadie escapa” —hizo una pausa, exhaló despacio y en calma y dijo—: ¿Hacia dónde?

Evan, nervioso y adormecido por sus dolencias, respondió lo mejor que pudo.

—Debemos llegar a la cordillera, por el camino más rápido no importa cuál. Desde allí, alcanzar el acceso es más sencillo.

—Haremos eso —se limitó a decir. Luego Fyodor, sin apartar la mirada de Evan, chasqueó los dedos y un sonar de campana se oyó en el ambiente. Al poco tiempo la puerta del estudio se abrió, dejando a la vista a Tasya, que llevaba un abrigo largo sobre sus prendas cotidianas.

—Jefe, ¿me ha llamado? —Su rostro se mostraba adormilado y sus cabellos castaños despeinados daba la impresión de que acababa de despertar.

—Sí, lleva a Evan a uno de los calabozos, dile a Klóoun que no lo pierda de vista y que le dé algo de comer. Mientras realizas esto, diles al resto que se presenten aquí, una vez te asegures que Klóoun te haya entendido, tú también vente.

—Sí, Jefe. Yo me encargó —se acercó a Evan, le soltó las cadenas de la silla y comenzó a empujarlo. Este, ya cansado, se dejaba manipular, solo quería salir de ese estudio maldito.

Estaban por cruzar la puerta, el frío tacto de las cadenas y grilletes lo reconfortaba, aunque era consiente que el frío del exterior haría que la temperatura del metal disminuyera y las consecuencias que podría experimentar sus extremidades no eran para nada alentadoras. Casi ya estaba fuera, sin embargo, la voz del jefe los detuvo a ambos.

—Por cierto, Evan. Si descubro que tus palabras son solo mentiras, sufrirás como solo un hombre a punto de morir puede hacerlo.

Lo último que vio Evan antes de salir del cuarto, fue el rostro de Fyodor. Su cabello negro, sus ojos de un verde brillante resaltando en lo blanco de su rostro y la moneda temblando en el aire, como deseosa de causarle la muerte. Aquello era la misma imagen de una amenaza y él sabía reconocerlas…

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