7 | Acuerdo Perfecto
Alicia empezó a reírse nada más escuchar las palabras salir de la boca de Jacobo, tenía que estar bromeando, de verdad que no podía estar inventando algo más salido de una mala película de comedia romántica o uno de los libros que Karen amaba leer.
―Sabía que te reirías ―dijo, sus mejillas parecieron adquirir algo de color―. Pero es en serio.
Intentó mantener una expresión seria, tan solo para que el resto de la gente dejara de mirarlos, pero no era capaz. Jacobo de verdad había pensado que pretender salir durante todo un mes, ¡un mes de festividades! como era diciembre, era una muy buena idea.
―¿De verdad piensas que podemos hacer algo así? ―preguntó, la risa se había ido ya de su sistema―. Es un mes entero, Jacobo y actuar como pareja lleva más que solo abrazos y palabras bonitas.
Jacobo pasó las manos por su cabello.
―Mis padres te adoraron ―dijo, había una desesperación palpable en su tono―. No tenía corazón para decirles que me habías dejado, como el resto de chicas.
―Dios, Jacobo, para la fama de chico malo que te traes no tienes ni lo más mínimo de agallas.
―Mira, mis peleas y mis coqueteos casuales nada tienen que ver con romperle el corazón a mi madre.
Alicia rodó los ojos.
―¿Y cómo crees que se sentiría si tu supuesta novia es una chica a la que convences para que lo haga? ―preguntó.
―Es estúpido, ¿cierto?
―Bastante ―dijo―. Yo que creí que te había empezado a gustar, o al menos querías ser de verdad mi amigo.
Jacobo tomó un sorbo del jugo de maracuyá que había ordenado. Una sonrisa se asomó en sus labios, se inclinó un poco hacia delante.
―Vale, he mentido ―dijo. Alicia se inclinó igual que él―. La chica de la que te conté, la que me dejó...
―Sí, ¿qué pasa con ella? ―preguntó.
―Bueno, prefirió irse con uno de mis primos ―Así que era eso, Alicia evitó la sonrisa que quería aparecer en su rostro―. Y pues...
―¿Quieres darle celos o quieres mostrarle que tu también conseguiste a alguien?
Jacobo se llevó una mano al mentón, se quedó unos segundos en la misma posición con la vista fija en algo detrás de ella, luego volvió a mirarla y sonrió.
―Lo segundo, la verdad nunca me interesó del todo ―Alicia casi se ahoga con el jugo―. ¿Te sorprende?
―Parecías muy triste por eso ―dijo, se llevó una mano al pecho―. Hasta sentía lástima de ti.
Jacobo se rió.
―Por supuesto, quería que todo fuese bonito ―Empezó a jugar con el tenedor y el pedazo de volovan―. Pero Alicia, no soy tan buena persona.
Algo en sus ojos había cambiado, la suavidad que le hechizó los días anteriores parecía haberse ido por completo y solo quedaba la picardía, esa que solía escabullirse cuando él bajaba la guardia. Alicia se recostó contra el asiento, le gustaba mucho más esa mirada, había algo similar a un desafío y a ella le encantaban.
―Me engañaste ―dijo―. No me lo creo.
―Si vamos a estar juntos todo diciembre no quisiera engañarte así ―Estiró el brazo y robó un poco de su crepé―. Aunque se sentía bien ser... agradable.
Alicia se quedó callada, la verdad era que le molestaba que el Jacobo demasiado amable y adorable fuese una supuesta farsa, pero prefería al hombre travieso y extrovertido que empezaba a mostrarse frente a ella. Dentro de él debía haber un poco de ese otro tipo. Sonrió.
―¿Entonces todas las historias de peleas y esas que te pintan de mujeriego son ciertas?
―Algunas ―dijo, pasó una mano por su cabello―. No me definiría como mujeriego, lo de no poder mantener una relación es enserio.
―¿Pero?
―Pero no me quejo, aprovecho lo que pueda sacar e intento no contarle a mi madre nada ―Suspiró―. Lo de no querer decepcionar a mi madre es cierto, lo del sábado... mi tristeza era medio cierta.
―Medio ―Alicia quería borrarse la sonrisa del rostro―. ¿No eres medio narcisista también?
Jacobo soltó una carcajada, se recostó contra su silla y se cruzó de brazos. La camisa negra que llevaba marcaba un poco los músculos de sus brazos y dejaba ver el tatuaje en el cuello; por supuesto que él debía tener algo de fuckboy, así se veían todos.
―Tú también tenías que estar fingiendo ―dijo―. Hay historias de tus... aventuras.
Alicia sintió como la sangre subía hasta sus orejas y luego buscaba un lugar en sus mejillas. Historias de sus aventuras, por supuesto que había, si la mayoría de los chicos con los que se acostó años antes terminaron abriendo la boca porque les daba puntos con sus asquerosos amigos. Suspiró.
―¿Qué esperabas de mi, Jacobo? ―preguntó, sonó más dolida de lo que esperaba.
―La verdad no lo sé ―dijo―, demasiado aplicada, demasiado salvaje, demasiado confiada. ¿Qué esperabas tú de mí?
Se quedó pensando, terminó lo último que le quedaba del crepé, no tenía ni idea de qué había esperado; pero eso era mentira, las historias eran demasiadas y la idea que llegó a tener de Jacobo era la de un chico malo. Mala influencia, alguien que por su bien debía mantener alejado de su plan perfecto.
―Maldad ―dijo―, dicen que eres el típico badboy y yo creo que en realidad eres un típico fuckboy.
―Tenías una opinión muy baja de mi ―Se llevó una mano al pecho―, me lastimas. No soy tan así, Alicia, lo sabes.
Alicia se rió, el tiempo lo diría.
―Pero bueno, acepto el trato ―Extendió una mano―. Seré tu novia en las navidades, pero se acaba justo el 31, no me vas a arrastrar más tiempo.
Jacobo apretó su mano con fuerza, se quedó mirándolo a los ojos por unos segundos que se le hicieron eternos. No tenía ni idea de en qué acababa de meterse.
―Muy bien, cariño ―dijo, la sonrisa en su rostro fue una de travesura―. ¿Te parece vernos mañana también?
―¿Mañana, para qué?
―Cuadrar todo, ahora que será más tiempo querrás un par de reglas, ¿no?
No lo había pensado, estaba tan absorta en resolver qué de la semana anterior había sido el verdadero Jacobo que no se planteó la verdadera dimensión de pasar todo un mes con alguien a quien apenas y conocía de verdad.
―Está bien, ¿cuál es el siguiente evento?
―Día de las velitas.
No tenía ni idea de cómo lidiar con la situación, cómo contarle a Karen que Jacobo en realidad era bastante diferente y que bueno, esa versión le gustaba mucho más. No entendía por qué, quizás era que ahora sí parecía disponible para ella o que le encantaban los retos. Podía ser una mezcla de los dos. Podía no ser ninguno.
Suspiró, necesitaba relajarse un poco antes del día siguiente, luego se preocuparía por el resto de sus navidades, de su vida. Había cosas más importantes en ese momento, como tirarse a la cama a mirar instagram hasta olvidar todo. Y escribirle a su mejor amiga, de la primera manera que se le ocurriera, para tener otra perspectiva, una que no tuviese un historial tan amargo.
Dio vueltas en la cama, entre fotos de gente estudiando con cafés que se le antojaban deliciosos y los mensajes llenos de pánico de Karen, no tenía ni idea de cómo sentirse más allá de confundida. Demasiado confundida.
Quizás debía escribirle a Felipe para algún consejo, pero estaba segura de que volverían a pelear si le decía y prefería evitarse la fatiga. Lidiaría con todo luego de cenar, luego de consultarlo con la almohada.
―¿Estarás mañana para encender velitas? ―Su madre se acercó, encendió la luz de su habitación.
―¿Eh? Sí, por supuesto ―dijo, se giró para mirarla―. ¿Por qué no lo haría?
―Bueno, dijiste que estarías con Jacobo.
Alicia se enderezó, estiró ambos brazos hacia atrás y luego hacia delante, no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba tumbada en la cama.
―No, el miércoles si quedo con él en la noche ―dijo, su madre alzó las cejas―. Su familia también celebra velitas, pero el ocho.
Una sonrisa apareció en el rostro de Liliana, había cierta felicidad en sus ojos.
―Bueno, la cena estará en unos minutos.
Alicia asintió, dejó el celular encima de la cama y se encaminó al comedor. Tal vez podría hablar con sus padres del tema, sin mencionar nada muy revelador.
Jacobo le pidió verse en el mismo café de la vez anterior. Decidió que se vestiría como si fuese una cita, así que ver el rostro de sorpresa que puso él al verla entrar le encantó, sabía que la falda negra con la camisa roja elegante eran una combinación perfecta. Se sentó frente a él, esta vez fue ella quien se quedó anonadada al verlo, se había perfumado y llevaba una camisa de manga corta negra que le daba un atractivo mayor.
―Te ves muy bien ―dijo.
―Siempre, pero especialmente para ti ―Había una sonrisa en su rostro, estaba llena de maldad.
Alicia se inclinó un poco hacia delante, apoyó la mejilla en una de sus manos y se quedó mirándolo fijamente.
―Si no fueses tú ―dijo―, te consideraría una opción viable.
Jacobo hizo una mueca de dolor, se llevó una mano al pecho y se reclinó contra la silla.
―Me lastimas, Alicia.
Sonrió, le gustaba saber que él también se había vestido mejor, como si fuese una verdadera cita; pero todo era por apariencias, para acostumbrarse y darse un lugar a fantasear, a pesar de que ahora sus planes de acostarse con él habían sido dejados en un cajón para podrirse.
―Ordené dos cafés hace un rato ―dijo, al tiempo que llegaba el mesero de la vez anterior―. Muchas gracias.
―¿Cliente frecuente del lugar? ―preguntó, se enderezó y tomó la taza entre sus manos. Quemaba.
―¿Qué crees?
―Tienes pinta de ser alguien que viene aquí muy seguido.
Jacobo se encogió de hombros, tomó un poco de su café. Alicia se quedó mirándolo, incapaz de no preguntarse qué tal sería estar más cerca, aunque la colonia que usaba podía causarle un mareo bastante grave.
―Bueno ―dijo, sacó su celular―. Reglas.
Reglas. Alicia no entendía porqué siempre se le olvidaban las reglas, no había pensando en ninguna que pudiese ayudar y en ese momento seguía en blanco.
Jacobo abrió sus notas y colocó el teléfono en el centro de la mesa.
―Puse algunas ―dijo, señaló tres reglas―. Si tienes alguna otra o si no te gusta una de esas, miramos.
Regla 1: No hay que besarse, a menos que la situación lo requiera.
Regla 2: Prohibido acostarse.
Regla 3: No se le puede contar a nadie que la relación es falsa.
Alicia se mordió el labio inferior, las dos primeras tenían bastante sentido, evitar involucrarse de manera física quizás mantendría a raya cualquier tipo de acercamiento más emocional si tenía en cuenta que ambos parecían ser bastante físicos. Pero la última, ya la había roto.
―Karen sabe ―dijo―. Y Felipe.
―¿Saben qué?
―Que lo nuestro es falso.
Jacobo hizo una mueca, se llevó una mano al puente de la nariz.
―Creí que era un secreto.
―Bueno, nunca dijiste que todos debían pensar que sí éramos pareja.
―¿No era obvio? Qué tal que alguien lo escuché y quedemos como desesperados a los ojos de todos. La humillación pública.
Su cara era de terror, pero hacía cierto goce en su expresión. Alicia se echó a reír, sin importarle si hacía demasiado ruido o la gente empezaba a mirarla, pensar que a un hombre como el que tenía enfrente le importaba lo que decía el resto era demasiado.
―Bueno ―dijo―, ¿qué propones entonces?
―Convencelos de que estamos juntos de verdad verdad ―Sus ojos brillaron.
No le gustaba para nada esa idea, ¿cómo iba entonces a contarle a Karen las cosas y pedir su consejo si terminaba ocultando que todo era en realidad falso?; pero de alguna manera Jacobo tenía razón, si por alguna razón los que sabían terminaban por hablar su reputación estaría en la línea y aunque no le importaba mucho, no quería más rumores e historias encima.
―Vale ―dijo―. Les diré que estamos hablando de forma más seria.
Jacobo pareció relajarse un poco, volvió a concentrarse en su taza de café.
―¿Tienes algo más para las reglas?
Lo pensó, las dos reglas que impedían cualquier tipo de avance físico entre ellos estaba bien, pero faltaba algo.
―Sin mentiras ―dijo―, al menos sin mentiras sobre quiénes somos.
Jacobo alzó una ceja.
―No vas a volver a actuar como un dulce si no lo eres, por favor.
Alicia se quedó mirándolo, no era capaz de imaginarse cómo sería ese diciembre, un mes en el que ella normalmente descansaba y se dedicaba a hacer absolutamente nada lo pasaría ahora pretendiendo ser quien no era, suspiró, al menos era algo diferente.
―Me parece justo ―Una sonrisa apareció en su rostro, pero desapareció inmediatamente.
Jacobo se quedó callado un rato, concentrado en su café.
―Esperaba que quitaras una regla ―dijo, de la nada. Se inclinó hacia ella, con el rostro a pocos centímetros del suyo―. Porque no besarte va a ser lo más duro de este mes.
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