6 | Perdonar

Alicia se quedó mirando el techo, estaba sola luego de que sus padres decidieron irse temprano y quedarse por su cuenta no era de sus cosas favoritas, pero por alguna razón no era capaz de quitarse de encima la sonrisa estúpida cada que recordaba el día anterior. Los padres de Jacobo habían sido maravillosos y a pesar del momento extraño de tristeza, luego él había vuelto a ser el hombre de siempre.

No podía negar que verlo más vulnerable lo hacía más atractivo, pasaba por completo de los hombres que intentaban hacerse los fuertes todo el tiempo. 

Necesitaba dejar de pensar en el día anterior, porque era el último, quizás luego le daba por llamarlo y pedirle que cumpliera una que otra fantasía; pero por el momento tenía una prioridad más importante: desayunar.

Se enderezó como pudo, la cama la llamaba sin darle un verdadero respiro, madrugar era cosa del pasado porque su graduación era en unos días y su cuerpo solo quería quedarse tumbado en la cama mucho más rato. Descansar, se dijo al tiempo que se ponía de pie, hasta que llegara su momento de entrar al mundo laboral.

En la cocina había una taza de chocolate y una nota que le aclaraba las diferentes opciones que tenía para desayunar, su madre siempre evitaba que fuera por el simple cereal con leche en las mañanas. Preparó algo sencillo, unos huevos revueltos con algo de pan. Puso a calentar el chocolate, con un vídeo de fondo mientras terminaba.

Sirvió todo y se instaló en una de las sillas del comedor. Revisó todas las redes sociales que tenía, el mundo parecía estar acabando en los diferentes países de latinoamérica, incluso en algunos europeos.

Karen había subido demasiadas fotos de la rumba en la que había estado, le dio me gusta a cada una de ellas y se aseguró de dejar comentarios en las más bonitas. Adoraba a su mejor amiga, y a veces la mejor manera de expresarlo cuando no la tenía cerca era por redes sociales, especialmente si se veía forzada a no verla hasta el día de la graduación.

Suspiró, iba a extrañar la vida social que le permitía la universidad.

Su celular vibró con varios mensajes, eran de Felipe.

Felipe: Alicia, te debo una disculpa grandísima. ¿Me aceptas una invitación a helado para arreglarlo todo?

Se quedó mirando el chat, dejó el tenedor encima del plato y no supo qué responder. Felipe quería disculparse, seguramente porque Karen le había dado un jalón de orejas inimaginable, pero Alicia no estaba segura de querer arriesgarse a que su ex mejor amigo volviera a una etapa de celos sin sentido; aunque no podía negarse que lo extrañaba, quizás demasiado.

Alicia: Está bien, ¿en la tarde?

Felipe: Sí, ¿paso por ti?

Alicia: No, dime dónde nos vemos.

Felipe: ¿Qué te parece el arboleda?

Alicia: Está bien.

Dio la conversación por terminada, ignoró el último mensaje de Felipe y volvió a concentrarse por completo en su desayuno. Aunque ya tenía el estómago revuelto, por un lado estaban las mariposas que le recordaban a Jacobo y lo genial que lo había pasado el día anterior y por el otro eran avispas que intentaban avisarle de un peligro inexistente.

No sabía cómo perdonar a su mejor amigo, quizás lo mejor era esperar hasta escuchar qué tenía por decir, pero la verdad era que no tenía muchas ganas. Aceptó verlo, porque lo extrañaba, pasar de hablar con alguien todos los días a que solo su pensamiento le produjera una sensación de incomodidad era horrible y quería que todo volviera a la normalidad; después de todo la razón de su discusión dejaba de existir en ese momento.

Organizó las partes de la casa que le correspondían en medio de una especie de trance extraño, sus padres anunciaron que llegaban con el almuerzo pero querían encontrar el lugar totalmente limpio; así que Alicia se dedicó a limpiar cada rincón de la casa, mientras su mente divagaba en los diferentes hechos de los últimos días.

Por un lado quería olvidarse de Jacobo, aquello había sido un trato de un fin de semana, nada más. No importaba que tan caballeroso se hubiese portado, qué tan bueno estuviese o qué tan bien se terminaron cayendo, nada cambiaba que pertenecían a mundos un tanto diferentes y buscaban cosas opuestas en una relación.

Sacudió la cabeza, ella no estaba buscando ninguna relación.

Y luego, maldijo, luego estaba Felipe con su estupidez que llegó a costarles su amistad. Alicia no podía evitar preguntarse si exageraba al sentirse lastimada, después de todo tenía un historial de gente dudosa como para generar sospechas en quien se supone era su mejor amigo; pero había tonos, se dijo, y el tono de la conversación había sido demasiado extraño, incómodo, grosero.

Revisó varias veces sus mensajes, Karen no le escribía y su corazón se hundía cada vez que veía el último emoji que Jacobo le mandó. Quizás debía escribirle ella, pero luego, cuando hubiese arreglado todo con Felipe, cuando estuviese presentable.

Si iba a salir en la tarde necesitaba verse bien, pero tampoco quería exagerar. Terminó eligiendo un par de jeans oscuros, pegados al cuerpo y una camisa gris ancha, ahora era solo cuestión de esperar a que sus padres llegaran.


Revisó la hora de nuevo, el reloj del celular marcaba las tres de la tarde, se había bajado del bus quince minutos antes y caminado el pequeño trayecto hasta el centro comercial. Felipe dijo que se encontraran a esa hora, pero no lo veía por ningún lado y el miedo a ser plantada allí empezaba a crecer, no tenía ni idea de qué haría si eso ocurría.

La pantalla se iluminó, el nombre de Felipe apareció tras un fondo azul y contestó.

―¿Dónde estás? ―Felipe sonaba agitado.

―Por Popsy ―dijo―, te estoy esperando.

―Dame cinco, me cogió un poco la tarde.

Al menos venía, se dijo.

Bloqueó su celular y buscó una mesa en la que sentarse mientras llegaba, se dio el tiempo de pensar en qué helado pediría, no estaba segura de si ir de nuevo por chocolate o pedir alguno de los nuevos sabores que ofrecían.

Alicia dejó el celular en la mesa, apoyó el rostro en ambas manos y se quedó esperando. El Arboleda era uno de esos centros comerciales a los que iba gente con dinero, los locales que existían eran de marcas reconocidas, ropa más cara de lo que esperaba y por supuesto las dos heladerías de lugar eran no solo deliciosas, sino costosas.

Felipe dejó caer el maletín encima de la mesa, Alicia dio un salto sin poder evitar el repentino miedo.

―Disculpa la tardanza ―dijo, corrió la silla de enfrente―. Vine a pie, subestime el tiempo que me demoraba llegando.

Alicia intentó fingir una sonrisa, pero no le salió, en lugar de eso su rostro tenía ahora una mueca de fastidio que no era capaz de quitarse.

―Entonces ―Felipe parecía no darse cuenta de su expresión o era muy bueno ignorandola― ¿qué quieres probar hoy?

Popsy era su lugar predeterminado para comer helado, solo porque era lo más cercano a la universidad y podían ir bastantes veces en un mes. Suspiró, Felipe nunca había sido del tipo con el que pelear era fácil, más allá de su ruptura hace unos años su relación se mantuvo demasiado bien y pocas veces experimentaron siquiera un disgusto.

El aire alrededor de ellos era incómodo, Felipe estaba esperando la respuesta a la pregunta y Alicia no tenía ni idea de cómo si quiera continuar una conversación con él.

―Una malteada ―dijo―, de chocolate.

Felipe asintió, se puso de pie y fue a realizar el pedido. Alicia se quedó mirándolo, no podía evitar sentir cierto peso en su pecho al hacerlo, discutir con alguien era de las cosas que menos le gustaba hacer, especialmente cuando eso implicaba casi acabar con una amistad. Se restregó los ojos, la verdad era que lo extrañaba y habían pasado muy pocos días, ¿cómo sería cuando fuesen meses sin hablar? No quería imaginarlo.

Aunque la causa del problema había sido sacada de su vida, igual de rápido que entró; no estaba segura de poder olvidar lo hiriente que fue, pero al menos podían recobrar algo de amistad, construir algo nuevo.

―Malteada para la señorita ―dijo, dejó el vaso frente a ella―. Brownie con helado para mi.

El vaso estaba helado, los dedos le dolieron mientras lo levantaba para tomar. Ya no daban pitillos.

―Alicia ―La voz de Felipe era suave, casi un susurro―. Lo siento, no tienes idea de cuánto lo siento.

Dejó la malteada encima de la mesa. No sabía cómo responder, más allá de un "está bien" que se negaba a decir, podía adorarlo y aún así el daño ya había sido hecho.

―Me lastimaste ―dijo, encontrando fuerzas de algún lado para hablar―. Creía que eras de los pocos que no me culpaba a mi por eso, y bueno...

―Dios, Alicia es que la cagué feísimo ―susurró.

―No esperes que todo vuelva a ser como antes ―dijo, el nudo en su garganta se intensificó―. Pero podemos ser amigos, sin problema, solo... no vuelvas a mencionar eso.

El semblante de Felipe mostró algo de felicidad, pero era una alegría que no alcanzaba a llegar a sus ojos. Un silencio incómodo se instauró entre ellos, no había más de qué hablar luego de la disculpa, una que le parecía demasiado básica y aceptar que todo podía salir bien después.

―Al ―susurró―, no debí meterme con un tema tan delicado, no creo que me alcance el año para pedirte perdón. Para hacer que todo vuelva a estar bien.

Alicia suspiró, no tenía muchas ganas de escuchar más disculpas.

―Mira, Felipe ―dijo, tomó bastante aire―. Está bien, ¿vale? No tienes que disculparte tanto, entiendo que no fuese tu intención herirme o algo similar, pero entiende que no es fácil tener a tu mejor amigo diciendo que vas a terminar golpeada por querer salir con alguien.

Felipe desvió la mirada, no parecía tener intención de responder o de volver a pedir perdón. Dejó que el silencio volviera a hacerse un hueco entre ellos, todo podía aparentar estar bien, pero lo único que quería era irse a la cama y no levantarse hasta el día siguiente. Luego podrían arreglarse mejor, luego le contaría mil cosas porque sabía que no duraría toda la vida enojada con él, ni siquiera más de una semana.

―¿Cómo te fue con Jacobo? ―preguntó.

―Bien ―dijo, una sonrisa se cruzó por su rostro―. Es un amor de persona, deberías de darle una oportunidad.

Felipe se mordió el labio inferior, la idea no le había gustado para nada y Alicia entendía que la idea mental que tenía del Jacobo de los tatuajes que vivía metido en problemas era demasiado fuerte.

―Si tu lo dices ―dijo―, ¿de verdad? ¿No se supone que era un idiota que solo busca pelear y acostarse con cualquier chica?

Alicia negó, parecía más bien todo lo contrario.

―Es bueno ―dijo, tomó el último trago de su malteada―. Es agradable, diferente.

Felipe frunció el ceño.

―Oh no, te está gustando ―Había cierto tono de burla―. ¿Solo porque está divino?

Alicia se cruzó de brazos, por supuesto que no era eso.

―Evidentemente ―dijo, no podía dejar de sonreír y los cachetes empezaban a dolerle―. Pero no pude obtener lo que quería.

Felipe se llevó una mano a la boca, fingiendo sorpresa.

―¿Querías tirartelo?

―Por supuesto, pero ya acabó todo.

Ahora fue a él a quien le resultó imposible esconder la sonrisa. Alicia no entendía qué le pasaba, pero agradecía el cambio de tono en la conversación, con la ausencia de Karen incluso en chat le hacía demasiada falta hablar con alguien.

―No puedo creer que hayas venido a pie ―dijo―, te iba a pedir que me llevaras.

Felipe soltó una pequeña carcajada, su rostro se había relajado y se veía mucho más cómodo. Ella también podía sentir como la tensión se iba del lugar, a pesar de los silencios que volvían a existir.

―¿Te acompaño por bus?


Alicia empujó la puerta de su habitación, le dolía el cuerpo y aunque su pecho ya no se encontraba tan mal, podía sentir el impulso por desmoronarse todavía en el fondo, a la espera de un momento de debilidad. Se tiró en la cama, dejó el bolso a un lado y se quedó contemplando el techo.

No valía la pena seguir preocupándose por un tema ya zanjado, todo iba a estar bien a partir de ese momento, su vida volvería al plan perfecto y a partir de ese momento podía decir que empezaba de verdad a ser adulta, cuando tuviese el cartón en las manos... sonaba como una niña ilusa que piensa solo en las grandes metas puestas por la sociedad.

Pero lo era, se dijo, y a veces se avergonzaba de ello.

El celular vibró, Alicia lo desbloqueó y contempló los nuevos mensajes que tenía. Uno era de Felipe preguntando si había llegado bien, pero el otro era Jacobo pidiéndole que se vieran al día siguiente.

Evitó soltar algún chillido de emoción, tomó un pantallazo a la conversación y se lo mandó de inmediato a Karen. Ya podía verse al día siguiente empleando cada ocasión para intentar tener sexo con él aunque fuese una vez, quizás era por eso que él nunca conseguía una relación estable duradera, quizás todas las chicas con las que hablaba buscaban exactamente lo mismo que ella.

Se llevó una mano a la frente, no quería imaginarse la decepción de él al darse cuenta de que incluso ella lo quería para lo mismo. Después de todo el día anterior había mencionado algo así, que incluía a alguien dejándolo y no se veía capaz de hacerle lo mismo.

Alicia: ¿dónde nos vemos?

Jacobo: ¿Te parece bien encontrarnos en unicentro? Hay una lucerna también ahí.

Alicia: Dale, ¿te parece bien a las 3?

Jacobo: Pensaba invitarte a almorzar.

Alicia: mucho mejor, ¿entonces 12?

Jacobo: 12 será.

Contempló de nuevo la conversación, no quería llevarse ninguna ilusión, ningún tipo de imaginación, lo más probable era que Jacobo quisiera continuar la amistad. La verdad era que a su lado había tenido unos buenos días, y a pesar de todo se sentía cómoda con él. Suspiró, necesitaba relajarse un poco.

Karen: acabo de llegar y DIOS MÍO TODO LO QUE ESCRIBES, MUJER DATE UN DESCANSO.

Alicia quedó esperando a que respondiera cada uno de sus mensajes, quizás su mejor amiga tendría una mejor idea de qué esperar al día siguiente. 


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