5 | Presentaciones

El correo con todos los detalles de su nueva relación falsa llegó en la noche del viernes, eran dos páginas con una breve descripción de su supuesta historia y posibles preguntas a las que podían enfrentarse, todo debía parecer normal.

Alicia volvió a mirar cada una de las respuestas, intentando recordar la supuesta historia sin que se le perdiera ningún detalle. Bajó la pantalla del portátil, le ardían los ojos y el reloj marcaba las once de la noche, probablemente debía de haberse ido a la cama mucho antes, pero no le preguntó a Jacobo a qué hora pasaba por ella.

Se levantó de la silla, estiró ambos brazos hacia el cielo y se empinó, tenía los músculos agarrotados luego de pasar toda la tarde programando. Dio un vistazo al cuaderno rosa en el que tenía anotada su vida, empezaba a llegar la hora en que le tocaba detallar de nuevo, porque luego de su graduación venían solo metas generales.

Muchas veces se planteó abandonar del todo el plan, le invertía demasiado de sí para completar cada meta y quizás le dijo que no a mil cosas solo por la interferencia que ponían entre clases, proyectos, cursos o cualquier cosa que debía hacer en ese momento. No entendía cómo sus amigos eran capaces de seguir a su lado.

Su plan le daba hasta febrero para conseguir un trabajo, la Alicia del pasado había escrito varias empresas a las cuales aplicar, incluso tenía cursos sobre freelancing como un requerimiento básico durante su último semestre. Los había tomado. Pero ninguna de las empresas anotadas le llamaba ya la atención.

Lo único era que no había tenido en cuenta ninguna posible pareja, nunca fue una prioridad a pesar de disfrutar de los hombres y a veces su compañía, luego de lo ocurrido con Nikolay había perdido todo interés que no fuese sexual.

Cerró el cuaderno, lo volvió a guardar en su sitio y apagó la luz del estudio.

Caminó despacio a su habitación, no quería despertar a sus padres que sí tenían un horario de sueño bien formado. Empujó la puerta de su cuarto, no chilló, encendió la lámpara con forma de corazón y rebuscó entre su ropa una pijama cómoda.

Se dejó caer en la cama cuando estuvo lista, tomó el celular del nochero y revisó los mensajes, Felipe había desistido de hablarle luego de que le dejara cada mensaje en azul y Karen le avisaba que salía con Andrés a alguna discoteca.

Jacobo acababa de mandarle un mensaje.

Jacobo: ¿Nerviosa?

Alicia: Bastante, pero ahora tengo más sueño que nervios.

Jacobo: Oh, descansa. Mañana paso por ti tipo 11.

Alicia: vale.

Abrió YouTube y dejó sonando uno de los livestreams de música LoFi. Se quedó mirando el techo varios minutos hasta que el sueño la agarró y se la llevó a otras tierras.


Soñó con el almuerzo del día siguiente, en el Jacobo se comportaba distante, frío y mantenía de la mano con otra chica que no era ella, mientras toda la familia de él se reía en su cara. Al final Felipe había tenido razón y ella abandonaba el lugar con la poca dignidad que le quedaba.


Despertó por un par de golpes en la puerta, Alicia apartó las cobijas y con la voz que pudo encontrar le pidió a la persona que pasara.

―Tengo café ―Su madre encendió la luz de la habitación mientras entraba―. Son las nueve, ¿quieres algo de desayuno?

Alicia se enderezó en la cama, tenía dos horas para organizarse, tomó el pocillo con café en sus manos. Hizo una mueca ante el calor, disfrutó del olor y bebió el primer sorbo con cuidado de no quemarse. Alzó la mirada, su madre esperaba cruzada de brazos contra la pared.

―Desayuno ―dijo―. ¿Arepa con huevo?

Su madre asintió y desapareció en el pasillo. Alicia se quedó concentrada en su café, le pesaban los ojos y estaba segura de que el dolor en una de sus piernas era debido a pasar demasiado tiempo sentada y no a caminar en exceso.

Dio un vistazo a su celular, Karen había vuelto de madrugada y su chat estaba lleno de fotos de la noche. A veces envidiaba la libertad que parecía emanar de su mejor amiga, hacía lo que quería y seguía siendo exitosa en todo. 

Jacobo no le había vuelto a escribir.

El piso estaba helado bajo sus pies descalzos, cogió fuerzas para levantarse por completo y se arrastró por el pasillo hasta llegar al comedor donde su padre leía las noticias sin apartar la vista del celular.

―Buenos días ―saludó, dejó el pocillo en la cocina―. ¿Algún plan para hoy?

Su padre dio un sorbo a su propia taza de café.

―Tenemos un almuerzo con un cliente ―dijo―. ¿Tienes planes tu?

Las mejillas se le encendieron, las mariposas tomaron el control de su pecho. Apoyó ambas manos en el respaldo de una de las sillas del comedor de madera oscura.

―Sí, iré a un almuerzo con la familia de Jacobo.

Su padre apartó la vista del celular, su madre se asomó con la chocolatera en la mano.

―¿Jacobo? No recuerdo haber oído de él.

Alicia quiso sonreír, pero estaba segura de que la mueca que formó su rostro no se le parecía, si lograba engañar a sus padres con la idea de que Jacobo y ella estaban saliendo de verdad podría engañar a cualquiera.

―Sí, es un ex compañero ―dijo, apartó la mirada de ambos, no tenía ni idea de si se tragarían el cuento―. Hemos estado medio viéndonos y bueno, tal vez la cosa se está poniendo seria.

Su madre soltó un chillido de emoción y su padre se cruzó de brazos sin dejar de mirarla. Se lo habían creído y la felicidad que existía en sus rostros hizo que se le revolviera el estómago, no les presentaba nunca ninguna de sus citas ni nada parecido, ni siquiera aquellos que eran medio oficiales por uno o dos meses; el único que llegó a conocerlos fue Nikolay y eso terminó muy mal.

―¿Es buen chico? ―Había cierta desconfianza en la voz de su madre.

―Eso parece ―dijo―, es bastante adorable.

―¿Trabaja? ―Su padre volvió la vista a su celular.

―Es freelancer ―dijo―, también estudió sistemas.

Evitó el resto de la conversación al anunciar que se iría a bañar, no le apetecía seguir mintiendo a sus padres sobre una relación que no existía más allá de un favor y una atracción que no pretendía negarle a nadie más que a él. Si se ponía a pensar, de haberlo conocido en alguna fiesta o algo habría hecho lo imposible por conseguir una cita que terminara con ellos tirados en una cama y después de eso nada, adiós y un placer conocerte.

Pero la situación actual era bastante diferente, Alicia no tenía ni idea de cómo terminaría, pero esperaba al menos robarle un beso. Uno solo, para calmar un poco las ganas que le traía.

Le escribió a Karen.

Alicia: No sé cómo voy a aguantar, está tan bueno y es tan lindo que quiero tirarmele encima ya y acabar con todo.

El mensaje no le llegó. Suspiró, se metió en la ducha y dejó que el agua corriera. No había pensando en qué usar hasta ese momento, quizás el vestido color menta que resaltaba sus curvas o el verde que le daba un aspecto inocente.

Necesitaba pensar con la mente clara, no ponerse a fantasear con cualquier escena digna de una porno que los involucrara, era más pertinente imaginarse un almuerzo sencillo y un Jacobo tan dulce que terminaría dándole diabetes de solo existir a su lado. Sacudió la cabeza, no podía estar imaginando cosas, terminaría decepcionandose.

El lado positivo de toda la cosa era que solo sería un día, luego de la tarde podría seducirlo y llevarlo a la cama y luego todo volvería a la normalidad, no tenía intenciones de volver a verlo. Aunque quizás una que otra vez cada mes no estaría mal. Ya estaba fantaseando de nuevo.

Se envolvió en la toalla, lo mejor sería ir de la manera más decente posible a la reunión con su familia. Luego podía mostrar algo más, pero mientras tanto una buena impresión lograría más.

Jacobo: ¿Te gusta la lasaña?

Alicia: Por supuesto.

Jacobo: ¿Eres alergica a algo?

Alicia: No, no podrás matarme hoy dándome maní o algo similar.

Jacobo la dejó en azul. Alicia tiró el celular sobre la cama y se giró para revisar su armario, el vestido verde no era el único bonito que tenía, quizás podía usar otro azul que llevaba bastante sin ponerse.Se llevó una mano a los labios, necesitaba algo casual.

Terminó optando por el vestido azul rey, le llegaba a la mitad del muslo y tenía un encaje en la parte del pecho que le daba un toque de elegancia. Lo acompañó con unos tacones no muy altos negros. Ahora lo único que le faltaba era un peinado, no estaba segura de si llevarlo suelto sería lo más apropiado.

Su madre la llamó para desayunar, en el comedor ya estaban los platos con las arepas listas para ser devoradas. Alicia no se había dado cuenta de cuánta hambre tenía hasta ese momento.

―No te veía ese vestido desde hace mucho ―Su madre sonreía―. ¿Es especial?

―¿Especial? ―preguntó, no entendía.

―Sí, el chico, Jacobo ―El tono con el que hablaba era condescendiente, estaba segura de que no confiaban en su gusto desde la última vez.

―Sí ―dijo―, no tienen que preocuparse, no me volverá a pasar nada malo.

Su padre frunció el ceño, los ojos verdes tenían algo parecido a la furia en ellos.

―Entiendo, Alicia, pero nos preocupamos por ti.

Alicia apretó la mandíbula, iban a salir con el mismo cuento que Felipe.

―No tienen qué, es solo un chico que me gusta, no es nada verdaderamente serio.

Su madre estiró una mano y le apretó la suya.

―Si algo pasa, puedes contarme, lo sabes.

Porque no le había contado las cachetadas que Nikolay le dio durante su corto noviazgo. Porque no había querido que llamaran a sus padres en el hospital cuando llegó con el cuerpo herido, pero su mejor amiga ya lo había hecho. No confiaban en ella y tenían todas las razones para no hacerlo.

―Está bien, ma ―susurró―. Te mantendré al tanto.

Se había quedado mirando la nada, recostada en el sofá, cuando sonó el teléfono anunciando la llegada de Jacobo. Se puso de pie, organizó su vestido para que volviera a tener una apariencia presentable y buscó a sus padres para despedirse, había cierto miedo en sus ojos pero hizo su mejor esfuerzo para ignorarlo.

El timbre sonó, Alicia abrió la puerta. Jacobo estaba frente a ella, con el cabello negro organizado en una trenza, vestía una camiseta manga corta que dejaba ver todos sus tatuajes y un par de jeans negros algo ajustados.

―Buenos días ―saludó, su mirada pasó de Alicia a los padres de ella―. Espero no estar interrumpiendo nada.

―Por supuesto que no ―Alicia lo tomó de la mano―. ¿Vamos?

―Si insistes ―dijo.

Alicia cerró la puerta, dejó escapar un suspiro y sus músculos se relajaron cuando supo que sus padres no estaban escuchando nada. Jacobo le tendió un casco negro, Alicia lo recibió algo confundida el miércoles habían tomado bus para ir al centro y ahora aparecía en su casa con una moto digna de algún motorista que recorre países.

No pudo evitar mostrar su sorpresa.

―Bonita, ¿cierto?

―Es genial, no tenía ni idea de que... bueno, manejas una moto así.

Jacobo sonrió, sus ojos se achicaron ante la acción. Alicia se colocó el casco, al menos había decidido llevar el cabello suelto, un peinado elaborado hubiese muerto con solo mirarlo.

―Muy bien, Alicia, sube.

Le temblaron las piernas mientras se posicionaba detrás de él, no estaba acostumbrada a usar motos, mucho menos ser pasajera en una que era especialmente cara. Apoyó ambas manos en la cintura de Jacobo, sintió la vibración de la motocicleta cuando la encendió.

―Sin miedo ―dijo, se giró un poco hacia ella―. Llegaremos en nada.

Quiso confiar en él.


Se detuvieron ante un conjunto en pinares, las casas enormes y elegantes se abrieron paso cuando los dejaron pasar, Alicia nunca se había acercado a un lugar de esos y no tenía ni idea de que los padres de Jacobo fuesen, bueno, ricos.

Jacobo apagó la moto frente a la casa con el jardín y decoración navideña más bonita, Alicia casi había olvidado que era navidad, en su casa no la celebraban mucho y no ponían ningún tipo de adorno. Se bajó, estirando las piernas que ya sentía algo cansadas, necesitaba encontrar una rutina de ejercicio que de verdad le sirviera.

―Te ves muy bonita en ese vestido ―susurró Jacobo, se había acercado a ella y rodeado su cintura con un brazo―. ¿Lista?

Alicia no tuvo tiempo de responder, los padres de Jacobo abrieron la puerta y salieron con enorme sonrisas a saludarlos a ambos. 

El padre de Jacobo era alto, altísimo, de una tez negra bastante oscura y ojos marrones similares a los de su hijo; por el otro lado su madre tenía el cabello canoso recogido en un elaborado moño, la piel marrón oscuro se veía suave y Alicia pudo comprobarlo cuando sus manos tomaron las suyas para saludar.

―Es un placer conocerte ―dijo, su voz era fuerte, llena de vida―. Jacobo dijo que te gustaba la lasaña, entonces espero que la mía te encante.

Alicia sonrió, le encantaba probar comida de otra gente, de nuevos restaurantes y partes, nunca se sabía cuándo terminaría encontrando un nuevo lugar favorito. Incluso si termina arrepintiéndose de haber probado algo nuevo, la experiencia quedaba.

―Mi mujer está muy orgullosa de su cocina ―El padre de Jacobo tenía una voz más bien suave―, Alicia un placer.

―Sí, Alicia, mi padre y madre, Manuel y Fernanda ―dijo, señaló a cada uno respectivamente.

―Es un placer ―dijo, los nervios de su estómago se habían calmado un poco hasta ese momento, al menos sus padres no parecían ningún tipo de gente horrible―. Estoy segura de que la lasaña estará deliciosa, Jacobo no se cansa de hablar sobre la comida casera y cuánto debería probarla.

Fernanda soltó una suave risa.

―Vamos, entremos, hoy solo somos nosotros.

Alicia dejó escapar un suspiro de alivio, esperaba mucha más gente para el almuerzo, pero si solo debía engañar a sus padres todo estaría mucho mejor. Siguió a Jacobo quien ya le había tomado de la mano. 

La casa era espaciosa, tenían una sala moderna con un enorme televisor colgado a la pared, la mesa de cafe la decoraban un par de renos navideños y el árbol se encontraba en una esquina, adornado de manera agradable; el comedor era amplio, decorado con un camino de mesa verde y la cocina que le seguía era la más hermosa que Alicia había visto.

―Es una casa hermosa ―dijo, Jacobo le apretó la mano.

―Es más fácil de mantener ahora que este muchacho no vive con nosotros ―Manuel le dio un golpe suave en la espalda a su hijo―. Sientense, por favor, ya traemos todo listo para que almorcemos.

Alicia tomó asiento en el comedor, junto a Jacobo que no dejaba de mover los pies. Estaba nervioso, ella también estaba nerviosa, ¿cómo lidiarían con todo si se daban cuenta de que era falso todo el romance? Alicia ni siquiera entendía la necesidad de que ella se hiciera pasar por su novia cuando él podía conseguir una bastante fácil.

Apoyó una mano sobre su pierna, necesitaba que se tranquilizara o terminaría poniendose más nerviosa y aquello implicaba una fácil pérdida de memoria. Los padres de Jacobo estaban en la cocina organizando todo.

―Repíteme porque es que no consigues una chica que sí sea en serio ―dijo.

―La chica con la que estaba hablando, de manera exclusiva supuestamente, me dejó de hablar de un día a otro y cuando me entero ya estaba con alguien más ―Alicia hizo una mueca, la historia le causaba gracia cada vez que se la contaba, pero no se sentía mal cada una de esas veces.

―Pobrecito ―dijo―, entonces para no admitir tu derrota estoy yo aquí, ¿no?

Jacobo la miró, los ojos marrones tenían cierta tristeza en ellos, quizás hasta remordimiento.

―Mi madre estaba demasiado emocionada por mis avances, aunque solo le dije que hablaba con alguien y nunca dí detalles ―susurró―, al menos apareciste y no tuve que romperle el corazón.

―Pero se lo romperás luego de hoy, porque según tu plan terminamos este fin de semana.

Jacobo no respondió, se quedó mirando el vacío mientras sus padres traían los platos con lasaña. Alicia supo en ese instante que toda la mentira no se acabaría ese fin de semana, su novio falso era demasiado cobarde como para romper el corazón de su madre al decirle que  no era capaz de mantener una relación.

Suspiró, si no estuviese por ahí la posibilidad de comerselo, dejaría ella la cosa luego del almuerzo.

El almuerzo transcurrió con tranquilidad, Fernanda no dejaba de contar historias de Jacobo y sus años de creerse rebelde en el colegio, mientras que parecía haberse comportado mucho mejor en la universidad. Alicia no quería romperles la burbuja de hijo ideal que tenían, así que decidió callar sobre las mil historias de peleas que tenía Jacobo.

―¿Cómo termina una muchacha tan linda con un hijo mío? ―Manuel se cruzó de brazos, sin dejar de mirarlos.

―Papá, ¿acaso crees que no tengo lo que se necesita? ―Manuel soltó una carcajada.

―Tendrás la belleza, pero no el encanto.

Alicia tuvo que contenerse para no botar la comida que tenía en la boca y no atragantarse en el proceso de reírse. Aunque podía estar en desacuerdo sobre el encanto, los últimos días Jacobo se había comportando de una manera maravillosa, tanto que evidentemente no era cierta.

―Soy superficial ―dijo, sin dejar de sonreír―. Ya luego lidio con su personalidad.

Sus padres se rieron. Parecían adorar a su hijo pero ser muy conscientes de lo mal que le iba en el amor, tan mal que había tenido que pedir un favor para poder presentarla a ella. Miró a Jacobo, tenía los ojos fijos en el plato y apenas y lograba formar una sonrisa falsa.

―Cariño ―dijo―, ¿crees que puedas mostrarme tu vieja habitación?

Jacobo alzó la vista.

―Por supuesto ―sonrió―, si nos disculpan.

La habitación vieja de Jacobo solo conservaba la cama, una que otra foto colgada de la pared y un enorme peluche de oso panda. Alicia se recostó contra el marco de la puerta, sin dejar de mirarlo mientras él se sentaba en su vieja cama y se perdía de nuevo.

―¿Ocurre algo? ―preguntó.

Jacobo apenas y apartó la mirada de la pared, quizás buscar estar a solas con él para evitar su tristeza al llevarlo a su vieja habitación no fue la mejor idea. Alicia se acercó, encontró un espacio en la cama para sentarse a su lado.

En la pared frente a la cama había algunas fotos, en su mayoría de Jacobo con un grupo de personas bastante variopintas.

―¿Quiénes son? ―Volvió a hacer una pregunta, con la esperanza de que esa si obtuviese una respuesta.

A Jacobo le temblaron las comisuras de los labios, fuese por una sonrisa o más tristeza que intentaba contener, Alicia no era capaz de diferenciar entre las dos emociones.

―Viejos amigos ―dijo, estiró una mano y tomó una de las fotos―. Dios, hace mucho no los veo.

Alicia se quedó esperando algo más, alguna historia incluso si era para decir que no habían vuelto a hablar por diferencias, porque era lo que pasaba; pero solo se quedó el silencio. Esperó, Jacobo se encorvó sin dejar de observar la fotografía, parecía perderse en su propia tristeza sin que nada lo interrumpiera.

―Oye ―susurró, le arrebató la foto. Jacobo se enderezó―. ¿Estás bien?

Jacobo suspiró, se llevó las manos a los ojos y los restregó con más fuerza de la debida. Alicia le tomó una mano.

―No, es molesto pensar que a pesar de todo mis padres no estarán felices hasta que consiga pareja ―dijo―, y me es imposible conseguir una estable, alguien que quiera quedarse conmigo lo suficiente y en lugar de eso me toca recurrir a ti.

―Auch ―Jacobo apretó su mano.

―No es así. Lo siento.

Alicia dejó escapar una pequeña carcajada, no lograba entender el dilema de padres que quisieran tanto que su hijo tuviese una pareja, los suyos eran bastante tranquilos en ese ámbito, más allá de buscar que se cuidara.

―Mira ―dijo―, no deberías mentirles.

―No quiero hacerlo, pero ya está todo el mundo emocionado porque conseguí novia y la verdad es que... ―Se quedó callado―. ¿Volvemos?

La actitud de Jacobo cambió por completo luego de esos segundos, se enderezó por completo, la emoción volvió a sus ojos y una sonrisa tenue se apoderó de su rostro. Tomó con más fuerza su mano, la hizo levantarse al tiempo que él y empezó a hablar sobre lo mucho que extrañaba vivir en casa de sus padres y cuánto le encantaba el peluche de panda.

Alicia no entendió el cambio, era como si el fantasma lleno de memorias y tristezas se hubiese desvanecido en menos tiempo del que le había tomado llegar. Se dejó dar un pequeño tour por la habitación, el pasillo y escuchó sin interrumpir las diferentes historias que tenía, a pesar de lo extraño que parecía todo.

―¿Estás mejor? ―preguntó cuando empezaron a bajar las escaleras.

Jacobo se giró para mirarla, colocó ambas manos en su cintura y le sonrió.

―Lo estaré. 


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