4 | Arequipe
Karen pasó por ella faltando un cuarto para las ocho, su padre le dejaba usar el carro de la familia algunos días y esas veces Alicia agradecía poder dormir un poco más y no tomar un bus hasta la universidad. Dejó el bolso en la parte de atrás y le dio un beso sonoro en la mejilla luego de cerrar la puerta.
―Muy bien ―dijo, se colocó el cinturón―. Última nota.
―Gracias a un muy sexy novio falso.
Alicia apenas y se inmutó por el comentario, la noche anterior había sido bombardeada con las fantasías de lo que podía pasar en un intento porque olvidara cualquier cosa relacionada a Felipe. Y Karen había sido muy enfática en que la cita del sábado iba a terminar más desenfrenada de lo esperado.
―Mi prioridad es graduarme.
Karen se rió.
―Por supuesto, nada que ver con conquistar a ese hombre.
Alicia estiró la mano y encendió la radio al tiempo que Karen arrancaba el auto, subió el volumen antes de que la conversación pudiese continuar. Empezó a sonar Halsey.
―No te puedo acompañar ―dijo Karen al tiempo que tomaba una curva―. Tengo una reunión a las nueve.
―Está bien ―susurró―, solo iré a presentar y me voy a casa.
Karen le sonrió, y empezó hablar sobre su futuro y como haber decidido enviar una hoja de vida a esa compañía en Medellín fue lo mejor, ahora tenía un empleo con un sueldo bastante envidiable y demás.
Escucharla hablar sobre el futuro con tanta esperanza le recordaba que su plan de vida terminaba luego de la graduación, tenía un par de metas para cumplir; pero organizarse de manera que el resto de su vida fuese perfecta era complicado.
―Entonces tengo que ir a ver el apartamento pronto ―dijo, detuvo el auto frente a la entrada principal―. Te va a ir super bien, luego te envío fotos de los outfit que tengo planeados.
―Estaré esperando ―Tomó su morral―. Te hablo ahorita.
Karen le lanzó un beso luego de que se bajara.
Alicia se aferró a las tiras de su morral, con cada día que pasaba había menos gente asistiendo a la universidad, le daba cierto aire de ciudad fantasma que solo logró ponerla más nerviosa. Tomó aire, a medida que se acercaba al CRIE su estómago se hacía un nudo y revolvía el sanduche del desayuno que se subía hasta su garganta.
Cada escalón se sintió como una sentencia de muerte, pero no eran más que sus nervios haciendo de las suyas.
El pasillo estaba vacío, la recepción tenía un monitor que no reconocía y parecía que casi todas las salas estaban cerradas; no había preguntado si debía presentar en una de esas o subir hasta la oficina del profesor.
Entró al baño, su rostro estaba pálido y su cabello tenía una apariencia de descuido que no era normal. Intentó acomodar todo con los dedos, darse un aire más vivo y menos atemorizado, luego se echó agua en el rostro y un poco de bálsamo en los labios que tenía resecos.
―Solo es Mendoza ―se dijo―, es una presentación, todo funciona, todo está documentado. Tranquila. Dios, tranquila.
Pasó una mano por su rostro, se volvió a colocar el morral y volvió para enfrentarse a su futuro.
La puerta de la 208 estaba abierta, en ella Mendoza tenía el rostro serio mientras que Jacobo le sonreía. Tardó en asimilar lo que veía, no solo lo bien que se veía Jacobo en traje y corbata, sino lo incómodo que se veía el profesor. Era la primera vez que contemplaba algo similar.
―¡Ahí estás! ―Jacobo salió, pasó una mano por su cintura y depositó un beso en su frente.
Alicia se quedó en una pieza, sin saber qué decir o cómo actuar, no habían acordado nada de "ser pareja" antes de la cita falsa.
―¿Qué haces aquí? ―preguntó.
―Apoyarte ―dijo, una sonrisa se apoderó de su rostro―. Justo le decía a Jorge lo mucho que me gusta tu proyecto.
Mendoza tenía la sonrisa más falsa posible en el rostro.
―Un proyecto sin duda fascinante.
Alicia frunció el ceño mientras volvía la mirada a Jacobo, ¿qué le había hecho al pobre hombre? Su profesor se había encargado de hacerle entender todo el semestre que estudiar una ingeniería no era para ella; la hipocresía detrás de sus palabras le revolvió más el estómago que los nervios anteriores.
―Por supuesto que lo es.
No le pasó desapercibida la mirada que le dedicó Jacobo a Mendoza.
―¿Me esperas? ―preguntó.
Jacobo volvió a prestar toda su atención en ella, su sonrisa se ensanchó.
―Por supuesto ―dijo―. Un placer verlo de nuevo, Jorge.
―El placer es mío, ingeniero ―Las palabras sonaron forzadas.
Alicia depositó un beso en la mejilla de su novio y siguió el profesor hacia la sala, con los nervios a flor de piel y un nudo en la garganta. No tenía ni idea de qué podía haber hecho Jacobo para que su profesor, que siempre se comportaba de manera altanera estuviese con las manos temblorosas y la mirada perdida.
Cerró la puerta, dejó el computador encima de la mesa. Intentó no prestarle atención a la ansiedad que surgía del hombre a su lado y se concentró en encender todo y acabar de una vez con esa materia.
Un mensaje de Jacobo apareció en su celular.
Jacobo: ¡Te irá genial! Luego de esto te invito a un postre, el que quieras.
A pesar de todo no pudo evitar sonreír.
Mendoza apenas y levantó la mirada durante su presentación, Alicia intentó no darle importancia a la falta de interés que volvía a mostrar su profesor. Habló, explicó cada pedazo de código y cómo hacer uso de la página, incluso terminó mostrando toda la documentación realizada.
―Muy bien ―Mendoza apagó el celular y la miró por primera vez―. Puede estar segura de que pasa.
No hubo ninguna alegría por esa victoria, recogió sus cosas luego de agradecerle el tiempo prestado y empujó la puerta para salir del salón.
El pasillo se había llenado de varios de sus compañeros esperando para entregar otros proyectos, y Jacobo se encontraba hablando con algunos profesores cerca de las escaleras, parecía serio si debía juzgar por las expresiones de los hombres presentes.
Jacobo se giró, sus labios formaron una sonrisa que no llegó a sus ojos.
―¡Alicia! ―Se disculpó con los profesores.
Esa vez no le sorprendió la suavidad de las manos en su cintura, pero podía sentir los ojos de todos encima de ella. Notó el olor cítrico de su colonia y lo bien que le quedaba la camisa gris a pesar de ocultar todos sus tatuajes, menos la cabeza de dragón que se asomaba en su cuello.
―No solo venías a acompañarme ―dijo.
―No ―susurró―, tenía algo de trabajo.
Tomó una de sus manos y depositó un beso suave en ella.
―Dame diez minutos y salimos.
Asintió.
Sacó su celular, la pantalla de bloqueo seguía siendo una foto de ella con Karen y Felipe. Suspiró, necesitaba cambiarla, ver el rostro de su mejor amigo ahí luego del día anterior era doloroso. Buscó una foto en la que solo estuviese Karen y la colocó.
Alicia: Iré a comer algo con Jacobo.
Karen: ¿Qué? ¿Está ahí?
Alicia: Sí, vino a una especie de reunión y aprovechó para hacer que Mendoza me pasara.
Karen: Qué hombre.
Karen: Andrés dice que puede ser un amor.
Volvió a dejar el celular en el bolso, al menos uno de sus amigos conocía bien a Jacobo y podía saber cómo era de verdad, parecía demasiado atento para ser de verdad el hombre del que todos hablaban mal; pero estaba el miedo en los ojos de Mendoza luego de haber hablado con él.
Daniel la tomó por el brazo de la naday la arrastró hacia el grupo en el que estaba.
―Quién diría que te veríamos de pareja, mucho menos con Jacobo ―Miguel le dio un beso en la mejilla.
Eran otros de sus amigos. Un grupo más grande que solo ella, Karen y Felipe.
―Yo digo que es muy bonito ―Bianca sonrió.
Daniel empezó a hablar de inmediato sobre los rumores que rodeaban a su nuevo novio, algunos involucran el uso de drogas y un par de peleas que habían terminado en el hospital, junto a la sospecha de mil mujeres en su cama. Pero esa información no era nada nueva, eran las mismas historias de siempre que le daban un aire de peligro, hasta el momento no se parecía a esa imagen que pintaban.
Lo que sí no había esperado era pretender ser su pareja en un ambiente que no era el familiar, en ese momento estaba mintiendo a otras personas y Alicia no veía cómo afrontar su pronta "ruptura" ante la aparente emoción que existía porque ella al fin encontraba a alguien más.
―A ver, chicos, que solo estamos saliendo ―dijo, luego de que Miguel insinuara una relación más seria de lo que pretendía.
―¿Entonces no es oficial?
―No ―susurró―. No todavía.
Daniel se quedó callado y su mirada se enfocó en alguien detrás de Alicia.
―Creí que ya éramos oficiales ―La voz de Jacobo la sobresaltó―. Me rompes el corazón.
Miguel se llevó una mano a la boca, Daniel no se contuvo para reirse un poco y se terminó girando, arrastrando al otro con él, mientras murmuraba cosas sobre lo increíble de toda la relación.
―¿En serio? ―Alicia se giró para enfrentarlo―. Vas a tener que aprender a dejar de escuchar conversaciones ajenas.
Jacobo tenía una sonrisa que solo podía clasificar como traviesa, la maldad le llegaba hasta los ojos que no dejaban de mirarla.
―Tal vez deberías prestar más atención a tus alrededores ―Puso un dedo bajo su barbilla y le alzó el rostro, se inclinó hasta que sus labios quedaron cerca de su oreja―. ¿Te digo princesa o cariño?
―Alicia ―dijo, no tenía ganas de jugar mucho.
Sus ojos parecieron perder algo del brillo, pero lo recuperaron inmediatamente. Acarició su mentón con el pulgar, el roce envió cosquillas a la espalda de Alicia.
―Seca. Me gusta.
Alicia quiso replicar, pero antes de poder hablar Jacobo ya había puesto una mano en su cintura, le quitó el bolso de la espalda y empezó a andar, se despidió de nuevo de los profesor y Alicia hizo lo mismo con sus compañeros, ahora todo el mundo sabría y no se había preparado mentalmente para eso.
―Creí que era solo cosa del sábado ―dijo cuando estuvieron solos en las escaleras―. No esperaba... esto.
Jacobo se detuvo en el último escalón.
―Es práctica ―dijo―, a parte tienes el lujo de presumir.
Alicia luchó por contener una sonrisa, pero el rostro de Jacobo imitó el suyo.
―Claro, presumir de alguien como tu.
Jacobo frunció el ceño, le tomó las manos con firmeza y la miró directo a los ojos. El brillo de travesura se había ido y ahora había algo que se asemejaba a la preocupación.
―Disculpa. Debí decirte.
―Dios, ¿cómo es que tienes fama de ser un ser horrible?
Jacobo soltó una carcajada, dejó ir sus manos y la agarró con firmeza de la cintura. Se inclinó de nuevo a su rostro, su nariz rozó la suya y pudo sentir su respiración en los labios.
―Intentó agradarte, Alicia ―dijo, su voz se volvió más suave, casi sensual.
―¿Agradarme? ―inquirió, las mariposas en su estómago se volvieron locas.
―Por supuesto, hace todo esto mucho más fácil, ¿no crees?
Dio un paso hacia atrás para alejarse de él, necesitaba el espacio si no quería que las ganas de lanzarse encima de él tomaran control de su cuerpo.
―Funciona ―dijo.
Jacobo le tomó solo una mano, acarició sus nudillos sin dejar de mirarlos.
―Te debo un postre, ¿qué quieres?
―Un helado.
Jacobo alzó una ceja.
―¿Un helado? Creí haber dicho que era un postre.
―¿Y el helado no cuenta?
―Creí que querrías algo más... elegante.
Dejó escapar un gemido luego de la primera cucharada de helado. Jacobo la miró con una ceja alzada, sin haber probado todavía su copa.
―¿Qué? ―preguntó, sacó otra cucharada de chocolate.
―Nada.
Jacobo empezó a comer, sin dejar de mirarla con una especie de fascinación que Alicia no tenía ganas de descifrar. Le había pedido que la llevara a la Lucerna, adoraba los helados que vendían, la crema chantilly que les ponían y el ambiente del restaurante. Las mesas eran sencillas, rodeaban un jardín lleno de aves y plantas, dándole a todo el lugar un aire de naturaleza y elegancia que era difícil de encontrar en la ciudad.
―Entonces ―dijo, dejó la cuchara en el plato―. ¿Tienes una historia para darme sobre nuestra relación?
Jacobo se recostó contra su silla, se quedó con la cuchara en la boca y pareció pensar durante unos minutos que se le hicieron eternos.
―Sí, le dije a mis padres que llevábamos como dos meses saliendo ―Dejó la cuchara en el plato―. Nos volvimos a ver en un café, y evidentemente quedaste super enamorada de mi.
Alicia se cruzó de brazos.
―No, tú quedaste eclipsado por mi ―dijo―. Y el resto simplemente ocurrió.
Jacobo dejó escapar una pequeña risa, tomó otro pedazo de su helado.
―¿Qué te hace pensar que sería yo quien va detrás?
―Intuición ―sonrió.
Alicia quería entender por qué se sentía tan cómoda a su alrededor, sí, lo conocía de toda la carrera; pero eso no implicaba una confianza sin motivo, quería evitar pensar que se debía a cualquier relacionada con el hecho de que le gustaba.
―Entonces, Alicia, ¿qué planeas hacer luego de este diez de diciembre? ―preguntó.
―Buscar trabajo ―dijo, los nervios volvieron a tomar hogar en su estómago―. Aunque no tengo ni idea de cuál es la mejor opción, todos parecen tener muy claro que van a hacer.
―¿Entre un trabajo normal y ser freelancer? ―Alicia apartó la mirada de su helado, Jacobo tenía la barbilla apoyada en las manos.
―Quiero estabilidad ―dijo―, poder dejar la casa de mis padres. Pero no tienes ni idea de lo mucho que me llama la idea de no vender mi alma a una empresa.
La sonrisa se ensanchó en el rostro de Jacobo.
―Entiendo, creo que lo mejor es que explores ―dijo―, quizás te das cuenta que vender el alma a una empresa es lo tuyo.
Alicia frunció el ceño.
―Es imposible que sea lo mío.
―Casos se han visto.
Se cruzó de brazos, la verdad era que no tenía ni idea de qué hacer o a qué empresas aplicar, si es decidía seguir el camino del diablo.
―Prueba ambos ―Jacobo estiró el brazo, hundió la cuchara en su helado y le robó un poco―. Nunca he sido fan del chocolate.
―¿Cómo? ―Alicia hizo una mueca de sorpresa―, ¿no te gusta el chocolate?
Jacobo dejó escapar una pequeña risa, tenía la cuchara todavía sobre los labios y la miraba de una manera que Alicia no era capaz de descifrar.
―No mucho ―dijo, se inclinó un poco hacia delante―. Prefiero el arequipe.
Alicia no pudo evitar hacer una cara de desagrado, jamás le había gustado lo dulce que era el arequipe cuando estaba en forma de helado. Suspiró, aquella diferencia era irreconciliable.
―Has perdido todo el encanto ―dijo, sus labios formaron un puchero―. Y eso que me empezabas a agradar.
Muchas gracias por leer. Recuerda dejar un voto, y comentar si tienes algo para decir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top