20 | Año nuevo

Alicia decidió que pasaría el último día del año de la mejor manera posible. Uno de los amigos de sus padres organizaba siempre una fiesta bastante buena, y ese año también estaban invitados.

Miró de nuevo los dos vestidos que tenía para ponerse: uno negro de tirantes que le llegaba un tanto más abajo de las rodillas pero marcaba todo y otro azul marino más suelto, también de tirantes. Sin poder evitarlo su mente se iba a cómo reaccionaría Jacobo de verla en alguno de los vestidos, y el pecho le dolía cada vez que ocurría.

No había pasado más de uno o dos días desde que lo dejó; pero no era capaz de aguantarse la pesadez, así que era mejor arreglarse y pretender que todo estaba de las mil maravillas. Después de todo, ningún hombre podía afectarla de tal manera, ninguno, era algo que se había prometido.

Eligió el vestido azul, lo llevaría junto a unos tacones bastante altos y el cabello recogido en una trenza. Era fin de año, probablemente David. el hijo y ahijado de sus padres, estaría disponible para la noche, o mínimo para proponer otra fiesta en la que pasar el rato.

Su celular empezó a sonar.

―¿Hola? ―respondió sin dejar de mirar los diferentes collares que tenía en su colección.

―¿Tienes planes para esta noche? ―Era Karen.

―La fiesta de los Gonzales ―dijo, tomó el collar que le había regalado Jacobo―. ¿Tu?

El collar quedaba demasiado bien con su ropa y maquillaje. Se mordió el labio, no estaba bien dejar de usar algo solo por quién lo había regalado ¿no?

―Cena con mis padres y luego vamos donde la familia de Andrés.

―¿Ya están bien ustedes?

Karen suspiró.

―¿Algo así? ―Hizo una pausa―. Al fin consiguió trabajo y pareciera que venir a Pereira lo ha calmado un poco.

―Espero que todo siga bien.

―¿Tú cómo estás? ―preguntó―. Luego de... ya sabes.

Alicia se llevó una mano al puente de la nariz, hablar de su corazón roto no era fácil.

―Mejor de lo que esperaba ―dijo, el nudo de su garganta se aflojó un poco―. Planeo pasar parte de esto con David.

―¿El David?

―Efectivamente, espero todavía siga siendo igual de bueno.

―Sabes que eso no va a solucionar tus problemas ―Alicia suspiró.

―Deja que tenga mis mecanismos de mierda para lidiar con problemas, al menos disfruto un poco en el proceso.

Karen se rió.

―Vale, pero me tienes que estar escribiendo que también quiero verte mañana o algo, ¿te parece?

―Me parece.

Dejó que Karen colgara, colocó el celular de nuevo encima de nochero y observó su reflejo en el espejo. Se veía bastante bien, el maquillaje ocultaba perfectamente las ojeras, aunque no parecía haber mucho éxito en esconder el rojo de sus ojos. Maldijo a Jacobo en voz baja, quizás así despertaba algún poder brujil y le hacía la vida imposible en fin de año.

Si tan solo eso fuese cierto.

Se tomó una selfie, la subió a instagram y con el paso de los minutos empezaron a llegarle las respuestas a la historia.

―¿Estás lista? ―preguntó su madre mientras terminaba de organizarse los aretes―. Estás preciosa.

―Estoy lista ―dijo―. Tu estás preciosa.

Su madre sonrió, apoyó una mano en su brazo.

―¿Estás bien?

Alicia asintió.

―Tan bien como puedo estar, ma ―susurró―. Pero hoy veo a David y él siempre es capaz de alegrarme un poco.

La mirada que le dedicó su madre era una conocedora, Alicia nunca se había preocupado por esconder su vida sexual de sus padres, tenía el lujo de tener unos con los cuales tenía suficiente confianza. Pretendió que no notaba la juzgación divertida y fue a buscar la cartera que llevaría.


Los Gonzales solían hacer su fiesta de año nuevo en un condominio a las afueras de la ciudad, un asado elegante al lado de una piscina y cuanto alcohol quisiera para pasar la noche. Pocas veces Alicia entraba a la casa, pero sabía que estaba decorada a un gusto perfecto, hogareño, sin aquella supuesta simpleza que solían querer llevar los ricos.

Las veces que la había visto solía ser con David atacandola a besos, así que tampoco podía formar una buena opinión sobre el lugar.

―No esperaba verte hoy por aquí ―David la atrapó por la cintura y depositó un beso en su mejilla, muy cerca de sus labios―. Un pajarito por ahí decía que tenías novio.

Alicia puso los ojos en blanco.

―Tenía, por esta noche soy una mujer soltera ―Le sonrió.

Los ojos marrones de David se encendieron, una sonrisa traviesa se extendió por su rostro lleno de pecas. El mayor de los Gonzales era atractivo, no necesariamente guapo, pero había algo en la forma en que se movía y hablaba que podía acabar con casi cualquiera. Siempre llevaba el cabello castaño revuelto y una barba de pocos días.

Atractivo. Lo suficiente.

―Perfecto, ¿cervezas?

―¿Esta noche no hay vino? ―preguntó, David la acercó hacia él sin apartar la mano de su cintura―. Las últimas veces al menos me invitabas a una copa.

―Los tiempos cambian ―dijo―, a parte siempre me pedías cerveza.

Alicia se mordió el labio inferior, por supuesto que se acordaba de sus preferencias, no era como que hubiesen crecido separados.

―Creí que lograría engañarte.

―¿A mi? ¿Tu alma gemela? ―David soltó una pequeña carcajada―. Me duele que ya no me hables, así que tienes que soltarme tu vida de los últimos meses, ingeniera.

Caminaron hacia el bar que habían montado en la entrada de la casa, David pidió un par de cervezas y luego la guió hacia unos banquitos de madera alejados del gentío, los rodeaba un jardín bonito y bien arreglado. Se podían escuchar los grillos escondidos entre el pasto.

―Me gradué ―dijo, luego de darle el primer sorbo a su botella―. ¿Puedes creer eso?

―Por supuesto, siempre fuiste la mejor de la clase. Solo me duele no haber sido invitado a tu graduación.

Alicia lo miró de reojo.

―La última vez que nos vimos... no salió muy bien ―dijo―, ¿recuerdas? Creo que estoy pagando un karma por eso.

David dejó la botella en el suelo y alzó ambas cejas sin dejar de mirarla.

―¿Pagas un karma por haberme rechazado hace unos meses? ―preguntó.

―¿Supongo? ―susurró―. ¿Recuerdas que "tenía" pareja?

Sus dedos hicieron las comillas en el aire. David asintió.

―Bueno, pues no era tan oficial, pero era algo... así como lo que tu y yo solíamos tener luego de todo el incidente con Nikolay. Y hace unos días me dejó muy claro que solo me quería por sexo.

―Hay que amar al karma ―dijo, sin dejar de sonreír.

Alicia le dio un golpe suave con el codo.

―Dios, pero es que está tan bueno ―Se llevó una mano al rostro.

―Suelta el nombre, tal vez lo conozco y puedo convencerlo de que vaya por ti.

―Jacobo Hernández ―dijo, los ojos de David se abrieron producto de la sorpresa.

―¿El moreno alto musculoso que todo el mundo quiere? ―preguntó.

―¿Sí? ¿Cómo es que lo conoces? ―Terminó su cerveza, la dejó en el suelo―. Es ingeniero de sistemas, no precisamente tu círculo social.

―Es el ingeniero al que mi padre le consulta casi todo ―dijo―. Todas las mujeres que conozco y lo conocen han querido meterse en sus pantalones, eres la primera que sé y lo logró.

―Hablamos de otro entonces, Jacobo es un mujeriego de primera.

David sacó su celular.

―¿Es este Jacobo?

La foto que le mostraba era la que usaba en su perfil profesional. Le dolió el pecho de verla.

―Sí ―La voz se le fue.

―No me lo puedo creer ―susurró―. ¿De dónde sacas que es mujeriego? El Jacobo que yo conozco es demasiado serio.

―Será su fachada laboral ―dijo―, pero en la universidad bueno... ya te imaginas. También fue el que le dio la paliza a Nikolay que lo dejó hospitalizado.

David soltó una carcajada.

―Increíble ―Pasó una mano por su cabello―. Creo que mi padre lo invitó hoy.

El corazón se le detuvo. David colocó una mano encima de las suyas y las apretó con suavidad.

―Podemos quedarnos aquí o puedo ser tu escudo si nos lo topamos.

―Bueno, eso definitivamente cambia mis planes de usarte como escape.

David se mordió el labio inferior.

―¿Planeabas usarme? ―preguntó, había cierta gracia en su voz―. No cambias, Alicia.

―Lo siento ―dijo conteniendo una sonrisa.

David se puso de pie, recogió ambas botellas de cerveza y luego le tendió una mano. Alicia la tomó, dejaría que él decidiera cómo iba la noche, porque ella había perdido la capacidad de hacerlo cuando la posibilidad de Jacobo apareciendo por ahí había surgido.


La noche pasó con tranquilidad, entre bailes, cerveza y demasiada comida. Los padres de David se emocionaron al verla, sabía que ellos nunca habían perdido la esperanza de que volviesen a estar juntos y terminaran casándose o algo; Alicia a veces estaba segura de que sus padres habían querido lo mismo.

Tomó sus doce uvas antes de que empezara la cuenta atrás, dejó la cerveza encima de una de las mesas y volvió para ubicarse al lado de David que había encontrado un grupo de gente que ella no conocía para charlar.

―Alicia, ellos son Javier, Elena y Lucía ―dijo―. Gente, Alicia mi ex favorita.

―Creí que era más como tu amiga de la infancia ―Le dio un golpe suave―. Un placer.

Se quedó ahí, a su lado, disfrutando de escuchar las historias de una vida que le era muy lejana hasta que le subieron el volumen a la radio y empezó la cuenta regresiva hacia el año nuevo.

David pasó una mano por su cintura, era agradable estar en los brazos de alguien tan familiar.

―Otro año a tu lado ―dijo―, ¿quién lo diría?

―Creo que nunca podría deshacerme de ti, por más que quiera.

―¿Estás intentando lastimar mis sentimientos, Alicia? ―Sonrió.

Alicia soltó una pequeña carcajada.

―Por supuesto, señor David.

Empezó a comerse las uvas, mientras la cuenta continuaba desde los sesenta segundos. No le gustaba pedir deseos o intentar atragantarse con las frutas.

<<¡Feliz Año!>>

La celebración sonó a todo lo alto. Seguida por los fuegos artificiales que inundaron el firmamento y llevaron el color a la noche.

David la tomó con fuerza y la acercó hacia él un poco más.

―Feliz año, Alicia.

Fue ella la que le dio un beso suave en los labios.

―Feliz año ―dijo, sin poder esconder una sonrisa. Quizás tenían una pequeña oportunidad.

Al principio pensó que había sido una idea de su mente, pero luego pudo ver perfectamente a Jacobo parado al otro lado, sin apartar la mirada de ella. El corazón se le fue al piso, las piernas le fallaron por unos segundos y de no ser porque David seguía sosteniendola hubiese terminado en el suelo.

No podía ser cierto. Se supone que no estaba ahí, no lo había visto hasta ese momento y tenía que aparecer cuando besaba a David. No. Era imposible. Tenía que estar viendo cosas. Cerró los ojos un momento y volvió a abrirlos, pero ahí seguía, sin dejar de mirarla, acusandola.

Quiso gritar.

―¿Estás bien? ―preguntó―. Parece que hubieses visto un fantasma.

―Jacobo ―Alcanzó a susurrar.

El rostro de David se convirtió en una mueca de terror que no alcanzó a durar mucho.

―¡Feliz año! ―Eran sus padres.

Se giró, intentando poner la mejor cara posible. Y repartió todos los besos y abrazos que le pidieron, aunque seguía sintiendo una mirada clavada en su espalda. Si antes había tenido un poco de esperanza por hablar con Jacobo, ahora todas sus oportunidades se habían ido a la basura. 



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