2 | Ayuda
Alicia no fue capaz de apartar la mirada del editor de código, el pedazo de pizza estaba frío en su mano y las letras se empezaban a desdibujar con las lágrimas que amenazaban con volver a aparecer. Dejó escapar aire, la espalda llevaba varios minutos doliendole por la posición en la que se encontraba.
Dio un mordisco a la pizza, fría no era lo mismo. Tomó el pequeño sobre de salsa rosada que había a su lado y lo echó por encima de todo el pedazo, no quería sentir el sabor y más bien consumir toda la grasa posible para pasar la pena y sobrevivir hasta el día de entrega del proyecto, aunque también necesitaría café, más café del que solía consumir en la última semana de parciales.
Felipe bajó la pantalla del portátil, tenía el ceño fruncido y los labios apretados en una línea listos para empezar a darle otro sermón. Intentó ignorarlo, lo último que quería en ese momento era cualquier charla con intenciones de motivar o no, lo único que hacia era recordarle su fracaso.
―Creo que es hora de buscar una solución de verdad ―dijo, se sentó encima de la mesa.
Alicia no se molestó en apartar la mirada de su pizza, volvió a levantar la pantalla.
―No ―Felipe volvió a cerrarla, dejó la mano encima―. En este estado no vas a lograr nada, necesitas descansar.
―Descansaré cuando termine.
Hizo un amague para volver a abrir su portátil, pero Felipe atrapó la mano con la suya y luego la tomó del mentón, se vio obligada a mirarlos a los ojos.
―No ―Su voz era firme―. Te llevo a casa, descansas y luego hablamos de la solución a esto.
Alicia se alejó del toque.
―No existe tiempo para descansar.
―Por supuesto que sí.
―No, que tu ya tengas todo listo para graduarte no quiere decir que yo también, ¿vale?
Felipe dejó escapar un suspiro, se acercó de nuevo y le organizó varios mechones que se habían zafado de su cola.
―No me refiero a eso, lo sabes ―dijo―; pero Karen encontró una solución mientras tu olvidabas tu pizza y mirabas con ganas de llorar al visual.
Hasta ese momento no se había dado cuenta de la ausencia de Karen, por supuesto que su mejor amiga había encontrado una solución a sus problemas, siempre lo hacía.
―¿Qué es?
―Jacobo.
―¿Jacobo? ―La confusiónen su voz pareció causarle gracia a Felipe―. ¿No se graduó ya?
―Que alguien se gradue no quiere decir que desaparezca del mundo, tontita.
Alicia le apartó la mano que intentó acercarse a su rostro, detestaba cuando la llamaba "tontita", pero no importaba qué le dijera, siempre terminaba diciendole así. Colocó una mano en su pecho y lo empujó para darse el espacio suficiente para salir.
Desde el cuarto piso del bloque trece se podía ver perfectamente la entrada y unos cuantos estudiantes ingresando, los perros que jugaban y había incluso un grupo jugando ultimate. Suspiró, tal vez debería haber estudiado algo diferente, otra ingeniería, quizás una licenciatura.
Se quedó mirando el cielo gris, la mañana soleada había dado paso a una tarde que amenazaba con aguacero. Quizás que Felipe la llevara a casa no era mala idea, si usaba el bus para irse corría el riesgo de mojarse en las tres cuadras que debía andar hasta el conjunto.
―Puedes llevarme ―dijo―. La verdad un descanso me vendría bastante bien.
Se giró, Felipe seguía sentado en la mesa, una sonrisa se apropió de su rostro.
Karen apareció en la puerta del salón, iba de la mano con Andrés y tenía su celular en la mano.
―Lo conseguí ―dijo, alzó su celular de funda rosa en el aire―. Ahora solo debes escribirle o llamarlo.
―Mira, si Jacobo pregunta fui obligado por mi novia a hacer cosas que no quería ―Se cruzó de brazos―. De verdad odia que compartan su información personal.
―Vale, ¿ahora que hago? ―Alicia recibió el celular de su mejor amiga.
―Llámalo, debe estar en descanso de trabajo.
―Esto es muy mala idea ―Andrés rodeó a Karen por la cintura, tenía el ceño fruncido.
―No te preocupes por esas cosas, Alicia es un encanto.
Un encanto. Quiso reírse, había escuchado que la llamaran seductora o hasta enigmatica, pero jamás encanto. Y con sueño se parecía más a un monstruo que a cualquier otra cosa. Tomó el celular que le pasaba Karen, no tenía muchas ganas de llamarlo.
―¿Crees que responda un whatsapp mejor?
Karen rodó los ojos.
―Si vas a mandarle un mensaje más bien te paso el contacto.
El contacto llegó al tiempo que hablaba. Alicia tomó fuerzas, no le gustaba mucho pedir ayuda a otras personas, a menos que fuese Karen.
Alicia: Hola, soy Alicia Giraldo, de la carrera.
Alicia: Quiero pedirte un favor.
Le dio al botón de enviar, el primer tic de verificación apareció inmediatamente. Se quedó mirando la pantalla a la esperad e que el segundo tic apareciera anunciando que el mensaje había sido recibido y luego solo la eterna espera de una respuesta.
―No le llega ―dijo. Dejó el celular encima de la mesa―. Hasta es probable que no responda.
―Tranquila, le escribí diciéndole que una buena amiga necesita ayuda.
―¿Pero eres obligado por tu novia a darnos el número?
―Exacto.
―Gracias.
La notificación llegó segundos después. Tomó el celular, había un temblor imperceptible de sus manos y el icono de mensaje nuevo la saludó con más emoción de la que esperaba.
Jacobo: ¿Eres la amiga de Karen?
Alicia: Sí
Jacobo: ¿Qué necesitas?
Apartó la mirada del celular, no tenía ni idea de cómo pedirle ayuda a Jacobo o en qué siquiera podía consistir esa ayuda.
―Chicos ―dijo, todos la estaban mirando―. ¿En qué puede ayudarme?
―A ver, pasame ―Le tendió su móvil y empezó a escribir―. Listo, mira, sencillo.
Alicia: Es sencillo, solo necesito que me ayudes con la revisión de un proyecto hay un error que no sé de dónde sale y la verdad ya no puedo más, Mendoza me acortó el plazo. Podría pagarte.
Alicia releyó el mensaje varias veces antes de recibir una respuesta. La verdad es que no tenía ni idea de cómo una "ayuda" de ese tipo era siquiera beneficiosa para ella. El celular vibró, el mundo se le fue al piso al revisar la respuesta que acababa de llegar.
Se giró para mirar a Felipe.
―¿Me llevarías a casa?
Su habitación estaba a oscuras, Alicia pasó ambas manos por su rostro, podía oler la cena y su estómago rugía de la sola idea de comida. Pero no encontraba las fuerzas para ir donde sus padres y anunciar que no se graduaba ese semestre, era casi como si les hubiese estado mintiendo los últimos tres meses.
El piso se sintió helado contra sus pies desnudos, se restregó los ojos por última vez y encendió la luz de su habitación. El brillo le lastimó los ojos, no estaba muy segura de cuánto había dormido, pero para que sus padres estuvieran haciendo la cena debía ser bastante tarde. Suspiró, tenía que encontrar fuerzas de algún lado para enfrentarse a la realidad.
Tomó una de las colas que tenía encima del nochero, una roja, y ató su cabello en una coleta alta. Alicia, se dijo, es hora de enfrentar tus miedos.
Abrió la puerta, podía escuchar a sus padres compartiendo historias del día. Las últimas semanas las había pasado en otras casas o en la universidad y por lo tanto existían relatos que no conocía, probablemente por eso no recordaba el parque proyecto de su padre.
Suspiró, necesitaba recuperar un poco la compostura antes de dar una cara decente ante ellos y dar las malas noticias como si no fuesen tan malas. Tomó el celular de una de las estanterías, donde lo había dejado cargando.
Sus padres estaban en la cocina, mientras su madre daba los últimos toques a la cena su padre se dedicaba a organizar las ollas y platos. Alicia se recostó contra la pared.
―Pero si es la dormilona ―Su madre, Liliana se acercó y depositó un beso en su mejilla―. ¿Cómo te fue hoy?
Alicia se encogió de hombros.
―No fue como esperaba ―dijo, el vacío en el estómago y el nudo en la garganta la dejaron incapaz de hablar.
Su celular empezó a sonar, en la pantalla aparecía "Jacobo". Se quedó congelada, después de la conversación al medio día esperaba no volver a escuchar de él en su vida.
―¿Aló? ―Sus padres la miraron interesados.
―¿Alicia? ―La voz de Jacobo era más grave de lo que esperaba―. Es Jacobo.
Se alejó de la cocina, no quería a sus padres escuchando nada.
―Si, ¿necesitas algo?
―Fría ―dijo―. Tengo un trato.
―¿Un trato?
―Sí, mañana te ayudo a terminar el programa.
―¿Qué quieres a cambio?
―Mañana lo hablamos.
―Jacobo, ¿qué...?
Colgó.
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