Epílogo

En el más alto piso de un edificio de Babilonia, se encuentra el señor Yalman Smainen. Está muy cómodo moviendo su vaso de wiski y mirando una grabación en una gran pantalla, mientras en el fuego de una chimenea vuelan las chispas. De repente, entra el abogado a informarle de las noticias.

―Lo siento, eligió fugarse ―le cuenta sobre la decisión de Kenya.

El hombre mantiene la vista en su televisión, en donde se ve a ella, apuntando a Ezra.

―No importa, tarde o temprano vendrá a mí.

―¿Por qué lo dice? ―interroga, curioso, el abogado.

Presiona el botón de su control remoto y aproxima la grabación a los ojos de Kenya en su pantalla.

―Porque quiere vengarse, lo veo justo ahí, en su mirada, y la única forma de entrar a Babilonia soy yo, por eso le dijimos mi nombre.

―Muy astuto, señor Smainen.

―¿Qué pasó con el detective? ―cambia de tema.

―No se preocupe, estamos encargándonos de él también.

Bufa, molesto.

―Eso espero, está siendo un dolor de huevos.

―Siempre hay alguno, pero todos caen, señor.

El hombre de mayor rango sonríe.

―Totalmente, Babilonia siempre tiene todas las de ganar.

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