8: La mañana del 31 de diciembre
¿Distinto? ¿Esto es distinto? La Kenya con amnesia también se hubiera decepcionado. ¡Solo llevó la mesa al balcón! Entiendo que no llevaría a la mujer que tiene secuestrada a un restaurante para que alguien la reconozca, pero esto es el colmo. Incluso pudo poner los preparativos en el jardín, y sé que hubiera sido demasiada suerte, pero no quiere arriesgarse ni un poco. ¡¡Por todos los cielos, hay una reja!! ¿Cómo pudiera huir con él en su presencia? No tiene confianza en su maligno plan. Solo le daré mérito por algo, lo hizo temprano.
―¿Te gusta? ―pregunta, apoyando la mano en mi hombro.
―Qué lindo ―digo a secas.
―¿Estás enfadada? ―Enarca una ceja―. Puse la mesa en tu lugar favorito.
Perdí mis ganas.
―Sí.
Se ríe.
―¿Lo estás o no es tu lugar favorito?
Si no fuera un asesino, le gritaría.
―Ezra...
―Adivina qué ―me interrumpe―. Hoy cocino yo.
Quedo en shock.
―¿Qué?
¿Y si tiene veneno? ¿Por qué decidió eso? ¿Descubrió el candado roto de la puerta del garaje? No, yo le mencioné que cocino, debe ser por eso.
―A cambio, ya sabes lo que quiero. ―Mueve las cejas.
―No, no, no ―repito―. ¡¡Te robas mis ideas!! ―Fuerzo una sonrisa―. ¿Y yo qué hago ahora? ¿Qué te regalo?
―¿Tus piernas? A mí me da igual que me des lo mismo, tú eres la que se estaba quejando de eso. Pequeños cambios hacen la diferencia.
―¿Por qué no vamos a comer afuera? ―cuestiono―. Debe haber algún restaurante o sitio que visitar, ¡tomemos vacaciones!
―No tengo tanto dinero.
―¿Y tu fajo de billetes? ―Entrecierro los ojos.
Sé que tienes plata, maldito, infeliz.
―Me lo gasté.
¡Es mentira!
―¿En tan poco tiempo?
―Basta de reclamos, pasemos estas fiestas en paz.
―Por culpa de estas fechas estamos discutiendo ―murmuro.
―En Navidad no me hacías estos desplantes, estabas muy bien debajo de mí ―declara, serio.
Voy a vomitar.
Vale, estaba amnésica, lo entiendo. Además, Ezra era lo único en mi cabeza, no había nada más. Aunque, debo admitir, que también me sentía desatendida, así que aprovecharé para hablar de esa forma.
―Te lo he dicho antes, me siento sola y atrapada en esta casa, quiero salir ―expreso con angustia.
No es una mentira y es más creíble que todos los reclamos que le hice. De hecho, él va a pensar más que soy Kenya con amnesia, por decirlo así. Obviamente, va a ignorarme, pero voy a bajar sus sospechas.
Me sonríe, se me acerca, toma mis mejillas y luego me da un beso en la frente, entonces me abraza.
―Ya sabes lo que dijo el doctor. No voy a exponerte, es mejor quedarnos aquí, para que no tengas ninguna recaída. ¿Lo entiendes?
―Lo entiendo ―murmuro.
Tenía la certeza de que diría eso. Es curioso que ahora comprenda todas sus intenciones detrás de sus palabras. A pesar de aquello, sigo sin descubrir por qué asesinó a tanta gente, ni por qué yo me encontraba en su lista. Siquiera sé la razón de hallarme atrapada en esta casa, o sea, pudo haberme asesinado igual, pero no lo hizo. No voy a creer que es porque se proclama enamorado, porque en primera, siempre le gusté y planeó matarme de todas formas. Además, con amnesia, todavía me prestaba menos atención a diferencia de cuando era mi amigo.
Estoy segura de que está esperando que lo recuerde.
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