6: La mañana del 29 de diciembre

Me la pasé analizando todo el día de ayer y no hice nada. No tengo muchas opciones, solo la ventaja de que él no sabe que recordé. Lo bueno es que no me ha tocado, por el desmayo que tuve, así que mi salud me jugó a mi favor. No podría fingir mientras me toca, pero es evidente que permanecer aquí va a delatarme. El problema es que nunca me fijé que este lugar es como una prisión.

¿Cómo no me di cuenta de que las ventanas están herméticamente selladas? Sin contar los barrotes. La casa se encuentra en medio de la nada, alrededor de un bosque helado. Ezra es el único que posee las llaves de cada puerta en esta maldita mansión del infierno. La única zona que parece vulnerable es el pequeño balcón del tercer piso, no obstante, te caes de ahí y es una muerte segura. Ni la nieve amortiguaría el golpe. Otra opción es robarme la camioneta, pero forzar la cerradura por segunda vez, con el nuevo candado que puso, parece un puzle de un nivel difícil.

¡Estoy atrapada con un asesino!

Abro, despacio, la puerta de nuestro cuarto y veo cómo se halla durmiendo tan apacible. Él podría agarrar un almohadón, para ahogarme mientras descanso, y yo no soy capaz de siquiera golpearlo con una almohada. Parpadea varias veces seguidas, antes de abrir los ojos, así que me sobresalto.

―Qué madrugadora. ―Se ríe.

―Son las diez de la mañana ―me defiendo―. ¿No trabajas hoy?

―¿Me estás echando?

Doy un respingo.

―¡No!

―Sabes que mis días de trabajo son muy cambiantes. ―Se abraza a la almohada―. ¿Por qué no vienes a la cama y me das unos arrumacos? Termino de descansar y preparamos algo para el desayuno.

―Ya desayuné ―murmuro.

Enarca una ceja.

―Me he dado cuenta de que estás un pelín distante, antes me rogabas por acompañarme al trabajo y te hubieras ofrecido para cocinarme algo.

―Me siento mal, eso es todo, solo te hago caso y hago el menor esfuerzo posible.

Se levanta de forma abrupta de la cama, entonces tengo otro sobresalto. De un segundo a otro, lo tengo delante de mí. Agarra mi cara, luego pone sus labios en mi frente.

―No tienes fiebre ―comenta. Todo mi cuerpo tiembla del miedo, así que recorre sus manos por mis brazos―. Aunque parece que tienes frío.

―Un poco.

Toma mi barbilla y me mira fijamente.

―No te mueras que te estoy esperando.

Durante tres años, ha dicho comentarios así de confusos, pero ahora los entiendo. Se encuentra esperando que lo recuerde para matarme. Estoy muy segura de ello.

―Yo... ―Hago una pausa y cambio de tema―. ¿Qué haremos en fin de año? ¿Vendrá tu familia?

Nunca vienen, pero él los menciona, luego inventa algo sobre que le cancelaron. ¡¿Cómo pude ser tan ciega?! ¡¡Seguro también están muertos!! Tengo miedo de descubrir las razones detrás de sus planes retorcidos.

―Brindaremos... ―Me agarra de la cintura―. Y luego te haré mía, como en Navidad. Un plan perfecto, ¿cierto?

Mi cabeza quiere negar de forma involuntaria, pero le sigo la corriente.

―Sí.

Ojalá volver a tener amnesia, ya no puedo actuar como antes. Tengo dos opciones: conseguir una forma de bajar por el balcón o forcejear con la cochera y robarme la camioneta. Tiene que ser antes de fin de año. 

¿Podemos notar que Kenya no hizo nada el día de ayer porque yo no pude actualizar? Amo este tipo de retos porque la realidad interfiere con la ficción 😂💖

Saludos, Vivi.

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