03. Peter el fotógrafo


Cuando Peter llega al punto de reunión donde el evento se desarrolla, queda impresionado por todos los puntos de movimiento: en una esquina se desarrolla un pequeño bazar lleno de color, donde se ven desde piecezillas de decoración hasta prendas de ropa en varios percheros; más al fondo, hay un par de juegos inflables en los que dos hombres uniformados solicitan un ticket de acceso a los niños; hay una estación para que se puedan pintar la cara y varias carpas donde se vende comida. Peter puede afirmar, huele de maravilla, y si no tuviera trabajo qué hacer, se asentaría allí de inmediato.

La boca de Peter se hace agua al aspirar el delicioso olor de la barbacoa, sabe que si no tuviera trabajo qué hacer, se quedaría allí para merendar.

La noche anterior recorrió esta calle en un patrullaje y no vio nada de esto. Está impresionado por toda la organización, ni siquiera sabe por dónde comenzar.

—¡Peter! —Ornella ha corrido hacia él en el momento que lo ha visto, le preocupaba que no llegara—. ¿Cómo estás? Permíteme guiarte.

Se desplazaron a lo largo de la pequeña feria que tenían montada, con Ella enseñándole los diferentes puestos y presentándole a los encargados de cada área.

Ella le enseña los diferentes puestos y le presenta a los encargados de cada área mientras se desplazan a lo largo de la pequeña feria. A Peter le llama la atención cómo la mayoría de ellos le dan una gran sonrisa de genuina amabilidad a la joven; incluso una señora de mediana de edad no perdió su mirada cariñosa hacia la chica cuando se tropezó con uno de los percheros y tiró toda la ropa directo al suelo.

—Nos gustaría que pudieras capturar como está de animado todo —dice Ornella cuando terminan de recorrer el lugar—. Un patrocinador nos ha donado un espacio en el periódico para promocionar el evento y la estación quiere compartirlo también en redes sociales.

—Lo tengo. Haré mi mejor esfuerzo.

Dos jóvenes se encaminan hacia ellos, el más bajo de rizos en su cabeza trae una patineta en mano, y el otro de una cabellera rubia oscuro carga un bolso de cuero para hombre.

—No quise llegar tarde, la bruja de álgebra me dejó castigado de nuevo —dice el más joven de los dos a Ornella.

A diferencia del chico, el más alto observa a Peter de pies a cabeza y él tiene la impresión de estar siendo juzgado.

—No llames así a la señorita West, ella está...

—Sensible desde que su esposo se fue con la profesora de inglés, todos lo sabemos. —Pone los ojos en blanco parando el recordatorio de su hermana—. Eso pasó hace dos años, no tiene ninguna excusa.

—Si no usaras tu patineta dentro de la escuela, no recibirías ningún castigo —habla al fin el sujeto que ha estado analizando a Peter—. Y no le diré a Tom porque sé que no lo harás de nuevo, si te castigan otra vez, buscaré a alguien más para ir a la carrera de autos.

—No, no —dice rápidamente, ahora sí desalentado de su altivez—. Te prometo que no me meteré en más problemas.

Peter toma su cámara de la banca y coloca la correa alrededor de su cuello. Siente que está en medio de una conversación privada.

Por otro lado, Ornella, entre la indignación de ver cómo su hermano menor siempre sucumbe ante la autoridad de Patrick y pasa por alto la suya, se percata de que ha ignorado a Peter cuando ha llegado su familia.

—Qué mal educada soy, lo siento, Peter —dice apenada—. Estos son mis hermanos: William y Patrick.

—Mi mamá se casó con tu papá, no somos hermanos —aclara con desdén—. Soy Patrick. —Asiente la cabeza en un breve reconocimiento a Peter y se acomoda la correa del bolso—. Si me permites.

No se pierde la manera en que la sonrisa natural de Ornella flaquea ante el tono mordaz. Peter piensa en que el tal Patrick está siendo un idiota de manera innecesaria, al menos ya se ha ido a quién sabe dónde.

—A mí por favor no me llames William, soy Bill —interviene el menor.

—Es una bonita patineta la que tienes allí, Bill.

—¿Tú patinas también? —pregunta con emoción.

—Oh, sí, y también acabé en detención en un par de ocasiones, una vez... —Se gana una mirada de ojos bien abiertos de parte de Ornella—. Pero eso está mal, eh, sí.

Unos de los bomberos se acerca a pedir la ayuda de la chica, quien se despide de ellos haciéndole prometer a su hermano que no se interpondrá al trabajo de Peter, ni se meterá en problemas. De modo que ambos chicos se enfrascan en una agradable conversación mientras Peter toma las fotografías.

















Aunque hay muchos voluntarios, la organización de las tareas le provoca dolor de cabeza a Thomas Harris, por mucho que lo intente, todo el papeleo y listas por llevar se sale de su zona de confort. Está en verdad agradecido del apoyo incondicional que es su hija Ornella, en la ausencia de su esposa Lorraine, quien es la denominada encargada del orden en su hogar, todos tienen que improvisar un poco.

Ella le ayuda un buen par de horas entre hacer nuevos tickets y el inventario de donaciones, pero sabe que su pequeña no va a descansar si no la manda directo a ello.

—Con eso es suficiente, pastelito —le asegura Tom—. Ve a comer algo con Briar.

—Briar está en el cumpleaños de su prima, llegará más tarde. Y creo que ya hay pocas bebidas en los puestos de alitas.

—Le diré a Matthews y Cor...

—Están ayudando a mover los muebles.

—Bueno, voy a llamar a Patrick.

—Él está trabajando con las cuentas y los permisos.

—En ese caso...

—Papá, voy a hacerlo yo —hace un gesto divertido a su padre—. No lo haré sola, vamos. Le diré a Billy que me ayude.

—Y te sientas a comer algo, busca una barbacoa o algo así —intenta regañarla, pero el afecto borra todo rastro de posible firmeza—. Hablo en serio, Ella.

—Sí, papá, lo prometo.

Encuentra a su hermano con Peter, el fotógrafo está agachado mientras sostiene una conversación con dos niños.

—Billy, ayúdame a llevar los refrescos a la carpa de allá por favor —señala Ella al alcanzarlos.

—¿Necesitan una mano más? —pregunta Peter una vez que se han ido los niños.

—No te preocupes, de verdad —le asegura—. Entre los dos nos las arreglaremos.

—Habla por ti, pondré los paquetes de refrescos sobre la patineta y los empujaré...

—Billy, por favor.

—Déjame ayudar. Desde que llegué has dado vueltas por todas las partes, debes tener gastados los zapatos —bromea Peter—. Y deberías disfrutar un poco de esto.

Llegan al pequeño camión que tiene los paquetes de refrescos de soda dentro, y entre los tres comienzan a transportarlos hasta el puesto de Buffalo Wings.

—Billy me dijo que tú dibujaste la araña que tiene su patineta.

—¿Lo hizo? —Sus ojos se entrecierran debido a su sonrisa—. Oh, eres tan lindo.

—Oh, calla —masculla Billy alejándose de su hermana que intenta alborotar su cabellera rizada—. Solo le dije la verdad, tienes talento.

—Él tiene razón —coincide Peter. Levanta dos paquetes de refrescos al mismo tiempo, cosa que impresiona a ambos hermanos. Cohibido por el desliz y la atención, pretende luchar con la carga—. B-Bueno... Andando.

—Gracias, por la ayuda y los cumplidos —dice Ella caminando al lado de los otros dos, y batallando un poco con el peso de los refrescos en sus escuálidos brazos; después de todo, cuanto mucho acostumbra a cargar su caballete—. En casa, todos somos grandes fanáticos del Hombre Araña.

—¿En verdad?

—¡Claro! ¿Por qué luces tan sorprendido de eso? Aunque papá no ha tratado con él directamente, dice que es un chico muy simpático. El Hombre Araña les ha ayudado en un par de incendios y siempre ese es tema de conversación en la cena.

—¡Oh, sí! —se anima de inmediato Billy al escucharla—. Como esa vez que papá nos contó que saltó de un sexto piso con una persona en cada brazo. ¡Imagina lo impresionante que debe ser eso con las chicas!

Peter siente que se le están calentando las orejas.

—No seas así —farfulla Ella—. Él no hace eso por las chicas, él es un héroe y ayuda sin esperar algo a cambio.

De acuerdo, ahora sí se está sonrojando. La fiereza de la respuesta de Ella le hace sentir halagado y algo extraño que no sabe identificar.

—Eso crees tú. —Billy se ríe, mueve sus cejas y habla con sorna—: Lo dices porque estás tan enamorada de él, por eso siempre estás dibujándolo y pintándolo.

—¡B-Billy!

Entre la vergüenza y la pelea de los dos hermanos, Peter solo puede reírse ante el rostro consternado de Ornella. No es que piense que ella ama al Hombre Araña, ni nada de eso, pero siente una felicidad burbujeante de saber que su versión heroica es fuente de inspiración para alguien en ese aspecto.

—Creo que es algo dulce —agrega Peter, Ornella le da un vistazo rápido y sigue mirando hacia delante—. No tienes que sentirte avergonzada de admirarlo, creo.

—¿Crees? —se burla Billy—. Está hasta en esos foros de internet donde...

—¡Billy, si no te callas le diré a papá que te castigaron!

—¡Dijiste que no me acusarías!

—Ve a ayudar al sargento Lewis, por favor —casi suplica Ella. Su hermanito en verdad podía ponerse pesado cuando se trataba de apretar sus botones hasta sacarla de quicio—. Yo haré esto sola.

—¡Lo que tú digas!

No espera ni una palabra más y Billy se apresura a dejar los refrescos para huir antes de que lo pongan a cargo de algo más.

—¡Adiós, Peter!

Terminan de mover los refrescos sin intercambiar palabra, ambos bastante avergonzados a su manera. Al acabar con su labor se sientan a beber una Coca Cola y Ella decide romper el silencio:

—No es como él dice, ¿sabes? —Tira del borde de la manga de su jersey—. Es verdad que lo admiro y todo eso, pero me hace sonar como una groupie o algo así. Y no es de esa manera.

—Está bien —la tranquiliza—. Es agradable la manera en que lo ves.

—¿A qué te refieres?

—Al Hombre Araña, lo haces sonar como alguien asombroso.

—¡Pero lo es! —le asegura Ella, agrega entonces con una sonrisa divertida—: ¿O conoces a muchas personas que trepan edificios y se columpian en el aire?

—Correcto, me ganaste ahí —se ríe Peter—. Pero ya, en serio. ¿Qué es lo que te gusta del Hombre Araña? Sé que no es su físico, ni siquiera pueden verle la cara y bien podría ser un anciano.

—Claro que no es por atractivo, pero tampoco exageres. Para pintar y dibujar personas debes saber de anatomía al menos un poco y te puedo asegurar que él está muy bien, anatómicamente hablando. —Peter escupe el refresco que estaba tragando y comienza toser—. ¡Oh, Dios! ¡¿Estás bien?!

—Sí, sí... Todo en orden —dice con dificultad, un chorrito de la bebida saliendo por su nariz—. No te preocupes.

—¿De verdad? Tenemos un equipo de primeros auxilios. Son bomberos, después de todo.

—Solo bebí mal, te lo aseguro.

Pasado el susto, Peter se ríe y Ella se le une cuando al beber su propio refresco, termina derramando una parte sobre su ropa.

—... Me parece admirable porque debajo de esa máscara, hay una persona que no debe ser mucho mayor que tú o yo, por lo que se sabe. Que aparte de su vida personal, su familia, trabajo o lo que suceda, haga un espacio para ayudar a los demás... es algo muy lindo. Y sé que no puedo ser como él, pero si deseo algún día lograr ese impacto en la gente. Es una gran inspiración.

—Guau —suspira con asombro, ahí está de nuevo ese sentimiento extraño—. Eso... Yo creo que te subestimas, es fácil ver lo mucho que te respetan todos aquí. ¿Quién sabe?, cualquiera puede ser un superhéroe en estos días.

















No tienen la oportunidad de profundizar más en su conversación porque algunos puestos ya tienen que cerrar y Peter tiene fotografías que tomar antes de que eso suceda. Está muy agradecido de que esta sea su única labor por hoy, se sentiría muy culpable de tener que abandonar a estas personas.

El sol se está poniendo y las luces de navidad que han conseguido para decorar empiezan a centellar, dándole una apariencia acogedora al lugar. Ya es de noche cuando al fin llega Briar.

—Okey, pequeña Ella. —La sonrisa pícara en el rostro de su mejor amiga promete muchas cosas, pero Ella no lo nota con su atención puesta en las listas que lee por encima—. ¿Quién es ese chico con el que estabas hablando antes?

—Ah, ese es Peter.

—Muy bien, se llama Peter. ¿Y él es...? —intenta de nuevo Briar, mueve su pierna con impaciencia.

—Es el fotógrafo, me lo encontré ayer en el café cuando te fuiste —responde Ella—. Él era el novio de Gwen y recordé que tomaba fotografías. Gracias al cielo estaba libre.

—Oh, mierda. —Ante la exclamación, levanta el rostro para ver a su amiga con preocupación, la joven morena se muerde el labio—. Iba a decir algo que ahora me parece un poco inapropiado.

—¿De qué estás hablando?

—Bueno, iba a decir que se miraban, no sé... ¿Lindos? Estabas toda emocionada hablando y él estaba ahí con toda su atención escuchándote, aparte de que tiene esa apariencia desordenada que es un poco sexy. ¿Sabes qué? Definitivamente se veían lindos.

—Briar, no. —Abre los ojos escandalizada por la idea—. Estás muy mal. Hemos hablado apenas un par de veces, sin mencionar que nunca me involucraría así con él. Gwen lo amaba mucho.

El dolor que le ocasiona hablar de su amiga sigue ahí, pero ya no es abrasante o desgarrador. Y se siente bien poder relacionar a Peter con algo que no sea Gwen.

Sabiendo que esa conversación estaba perdida desde que Ella ha mencionado a Gwen, solo deja salir un suspiro y asiente.

—Solo comentaba lo que mis ojos vieron.

—Deberías conseguir gafas, en ese caso.

—Un par de gafas arruinaría mi vibra totalmente. Ahora dime qué puesto de alitas es el mejor, hablo en serio.











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NOTA DE AUTOR:

¡Lamento muchísimo la tardanza!

Antes que nada, muchas, muchas y muchísimas gracias por el apoyo que la han dado a esta historia, estoy tan sorprendida del cálido recibimiento que ha tenido, cuando me he sentido agobiada me siento a leer los comentarios de este libro y me termino sintiendo mejor. De nuevo, gracias.

Han pasado muchas cosas en mi vida personal en las últimas semanas y entre los estudios y el nuevo trabajo que comienzo el lunes, apenas he tenido tiempo de sentarme a escribir. ¿Les ha gustado el capítulo?

¿Qué opinan de la familia de Ella? ¿Les ha parecido bien como van rompiendo el hielo? Muero por leer sus comentarios. Gracias por leer. <3





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En otras noticias, me gustaría recomendarles mi otro fanfic activo A.M. de Bucky Barnes algunos de mis lectores por aquí han estado allí primero y se los agradezco. Es una historia cargada de momentos cotidianos a menudo hilarantes, vecinas metiches y Bucky siendo adorable. Si gustan pasarse por allí, ¡estaré profundamente agradecida!

Bucky no puede dormir por las pesadillas
y Dannika sufre insomnio, ambos hechos
concluyen en ellos dos encontrándose en
la escalera de incendios de su edificio.
De la casualidad surgen grandes cosas.

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