01. Dibujos voladores


Hay muchas cosas que Ornella ama, no es una persona odiosa a decir verdad. Le gusta el aire fresco, los animales suavecitos, el olor una paleta de colores nueva, una planta que comienza a sanar, escuchar cantar a su amiga Briar, los pistachos y las manzanas con canela. En fin, procura siempre verle lo positivo a la vida, es la forma en que su madre la educó y, aunque ya no está con ella en vida, quiere llevarla presente siempre en sus buenas acciones.

Ir a los mercados de agricultores es una de las cosas que también disfruta hacer, a pesar de que el mar de personas a menudo hace la labor un poco difícil, es agradable ver rostros conocidos. Todo gracias a sus constantes visitas, al menos una vez a la semana.

Está guardando unas zanahorias en su bolso reciclado, brillantes y muy bonitas, cuando en la bolsa de su pantalón siente su teléfono vibrar.

—Gracias Antonia. ¡Nos vemos la otra semana! —se despide de la vendedora.

Se aparta para revisar el contenido del mensaje. Es un texto de su hermanastro diciéndole que debe llevarle unos papeles a su madrastra hasta el hospital. Si Ornella no se equivoca, Patrick debería estar libre en este momento. ¿Por qué no hacerlo él? Prefiere no discutir y le manda un «Está bien, estaré ahí pronto».

Desconoce la razón de su animosidad, principalmente porque no siempre fue de esa manera, algo cambio con los años entre ella y él. No es que Ella piense que debe gustarle a todas las personas, pero está casi segura de nunca haberle hecho nada malo a Patrick.

A menudo la desanima ese aspecto, Patrick se entiende muy bien con su hermano Billy, ambos compaginaron de manera natural desde el principio, donde uno anhelaba un ejemplo a seguir, el otro siempre quiso un hermano menor. El único problema para el hijo de Lorraine era ella.

Sabiendo que estaba de más sobre pensar ese asunto, apresuró el paso hasta el metro. No era una distancia tan corta de su casa hasta el hospital.

Al entrar a su casa escucha a Patrick discutir con alguien, seguro al teléfono, porque a esta hora Billy está en la escuela y ambos padres se encuentran en sus trabajos. Decidida a no interrumpir al joven, llenó la despensa con sus compras, haciéndose una nota metal de lavar las frutas y verduras cuando regresara a casa. Está terminando de guardar el último par de limones cuando su hermanastro entra a la cocina con un folder en mano.

—Llévale esto —se lo extiende y coloca un bote con pastillas encima—. Estas pastillas también, las olvidó. Deberías apresurarte, lo necesita para antes del almuerzo.

Ornella frunce el ceño por el tono tosco. ¿Cómo espera que le lleve en metro esto en tan poco tiempo?

— ¿No podrías llevarme?

— ¿Tienes algún problema con ir sola?

—No, no se trata de eso —no puede describir la expresión en el rostro de Patrick, pero le ha extrañado—. Pero si Lori necesita esto rápido, sería mejor si me llevaras.

Patrick deja escapar un largo suspiro, que parece tomar toda la fuerza de su cuerpo, pero saca las llaves de la parte trasera de su pantalón jean. —De acuerdo, andando.

— ¡Espera, debo traer algo!

Sin esperar su respuesta, ella corre hasta su habitación, mete todos los papeles esparcidos entre su cama y su mesa de noche a una carpeta, aprovechará el viaje para encontrarse con Briar y mostrarle sus nuevos diseños.

— ¡Vamos a llegar tarde!

El viaje en automóvil es silencioso. En un giro del automóvil, la carpeta se desliza de las piernas de Ornella y los dibujos se desparraman por el suelo tapizado. En el proceso de recogerlos acaba tirando además los documentos de Lorraine, mismos que se salen del folder y en un brusco movimiento, sin querer acaba lanzando las pastillas hasta Patrick.

—Eres un condenado desastre —masculla él sin despegar la vista del camino, una pequeña sonrisa divertida asomándose en su rostro.

Después de discutir con el irresponsable de su padre, cualquier distracción es buena, incluso si ello involucra a Ornella.

Es un verdadero alivio cuando al fin llegan hasta el hospital, Ella casi brinca del automóvil malabareando con las cosas en sus brazos, le grita un: — ¡Gracias Pad! —y corre hasta llegar al piso en que debe buscar a la doctora Blanchard, su madrastra.















En otro punto de la ciudad, Peter se detiene en un callejón oscuro, respirando con dificultad, había estado balanceándose en una ronda común, brindándole apoyo a la policía con un criminal, la persecución se hizo larga. El golpe de sus pies en el suelo desde un nivel alto hace eco en el espacio desértico.

Se queda allí por un momento, recuperando el aliento con las manos en las rodillas dobladas. Con manos temblorosas coge su teléfono celular de su mochila, desde donde ha estado sonando desde que recogió sus artículos donde los dejó escondidos.

Oh mierda. Es May.

— ¡May! Eh, no, no. Todo en orden. ¿Qué? No... Digo, sí. Ahí estaré.

Eso salió bastante bien, ¿no?

De acuerdo, ahora debe buscar algo para que almuerce su tía. Le ha dicho que dejó su dinero en casa y conoce a su tía mejor que nadie, May es lo suficientemente orgullosa para no pedir prestado efectivo de nadie. Le reconforta que al menos le haya llamado para pedirle ayuda.

En su teléfono celular ve la hora. Bien, falta un cuarto de hora para su hora del almuerzo, le han pagado hace un par de días, con suerte y la ayuda de sus lanzadores, podría llegar a tiempo hasta ese restaurante italiano que tanto le gusta a su tía y darle una bonita sorpresa.

Aun cuando apenas ha visitado un par de veces el hospital en el que trabaja May, es fácil para él ubicarse. Tiene que tener habilidades para orientarse si se es un vigilante nocturno que se columpia por los aires, si no, acabaría cayendo de bruces en el rio Hudson.

Cuidando de no derramar la salsa del almuerzo, se detiene aguardando a que aparezca su tía, en una sala de espera. Su sentido arácnido le falla y termina impactando con él desde atrás, un cuerpo que caminaba a toda prisa. Logra salvar la comida y la sostiene en alto, ahí se percata de la joven de rodillas y todos los papeles ahora esparcidos en el suelo.

—Oh Dios mío. Vamos, vamos, ya voy tarde.

La escucha murmurar un par de cosas para ella misma, Peter deja la comida en una de las sillas de la sala. Se pone de cuclillas para ayudar a la desconocida.

Hay un par de documentos con firmas y letras pequeñas, pero nada de eso le parece relevante a Peter. Su vista se centra en los demás papeles, con diferentes coloreados plasmados, ve un dibujo del puente de Brooklyn, una pintura de un anciano y un retrato caricaturizado de una mujer negra.

Los dibujos, están hecho en pintura y, Peter sabe poco de arte quitando su afición por la fotografía, de igual manera tiene toda la seguridad de que son muy buenos.

—Gracias —ella responde cuando le entrega los dibujos—. Lamento haberte empujado.

Unas manchas rojas y azules le llaman la atención, toma el papel debajo de otro par.

Es él. Bueno, no él, es su identidad secreta. Es una pintura impresionante del hombre araña, a punto de lanzar una patada voladora.

En ese momento él levanta la vista para entregarle el dibujo y preguntarle por su arte, cuando se ven a la cara, el encantamiento se rompe y ella luce como si hubiese visto un fantasma.

Peter piensa con ironía que bien puede ser ese el caso.

—Lamento haberte hecho venir hasta aquí, Ella—Lorraine Blanchard aparece detrás de ellos, con su bata de un blanco impoluta y su sonrisa cordial—. Oh. ¿Él es un amigo tuyo?

Peter le entrega el último dibujo con la vista perdida. La última vez que él vio a esa chica fue en el entierro de Gwen. Quiere enfocarse en su arte y en el hecho que indirectamente la tiró al suelo, pero no puede, todo lo que ve en ella le recuerda a Gwen.

¿Podría Gwen haberle contado...? ¿Es ella quien eso ese dibujo?

—Oh Peter, llegaste justo a tiempo para... Hola, ¿trajiste una amiga?

La sonrisa en el rostro de May le recuerda que aun él y... ¿Orlena? ¿Así era? Sostienen ambos el mismo dibujo. Lo suelta y ella voltea hacia el lado contario su rostro, Peter quisiera decir que se perdió la forma en que la sus orejas se pusieron rosadas.

—Señora Parker, él debe ser su sobrino —dice Lorraine, sin perderse las reacciones avergonzadas de ambos jóvenes, su sonrisa igual a la de la enfermera—. No sabía que ustedes eran amigos. ¿Fueron a la misma escuela?

—No, nosotros...

—No. Es que...

Dos diferentes tonos de ojos marrones hacen contacto y el calor no solo llena las mejillas de Ornella ahora. Han hablado al mismo tiempo, una sonrisa tensa baila en el rostro de Peter y Ella se muerde el labio insegura. Alguien aparte de su familia y amigos cercanos ha visto sus dibujos, con eso es suficiente vergüenza por un día.

— ¿De dónde se conocen entonces?

Peter sabe que May nunca haría o diría algo que pudiera lastimarlo. Por eso entra en conflicto cuando ella cuestiona lo único que no quería que preguntara.

—Él era el novio de Gwen —dice Ornella en voz baja, quitándole la palabra a Peter.

Ambas mujeres, pierden la sonrisa que portaban al escucharla decir eso. Lo ha dicho de la pura manera en que solo se puede asemejar a cuando arrancas una curita de tirón. Y ha sido suficiente, porque May sabe bien lo que Gwen ha sido y es, todavía, para Peter. De la manera en que Lorraine misma sintió como perdió a un sobrina cuando murió Gwen.

—Te traje tu almuerzo —le dice Peter a su tía.

Eso trae todo un poco más a la normalidad.

Ornella acompaña a Lorraine hasta su oficina y Peter sigue a May hasta su área de descanso.

Una vez cumplida su labor, ordenar su carpeta y asegurarse de haber traído todos los documentos que Lorraine necesita, la castaña regresa la sala de espera para tomar el elevador y que se está cerrando.

— ¡Espera, que no se cierre!

Una persona dentro de la caja de metal, coloca su mano en medio de las puertas. Ornella sonríe contenta de que siga habiendo buenas personas, hasta que ve que la persona en el elevador es Peter. A diferencia de él, ella es bastante buena con los nombres y a este punto es imposible que se olvide de él, Gwen le contó tantas cosas sobre él y ella estuvo allí en la cena de celebración de la graduación de Gwen, cuando terminaron.

Por un momento Peter siente el impulso de salir del elevador, la tentación es más grande cuando se percata de como ella parece casi encogerse en su presencia.

—Las pinturas son buenas.

"¿Las pinturas son buenas?" ¿Qué rayos se supone que fue eso, Parker?

— ¿Las pinturas? —pregunta ella confundida.

—Ay perdón. No sé si las hiciste tú, pero me refería a las pinturas que se te cayeron —se explica él—. Bueno, que ayudé a que se te cayeran... ¡No es que quisiera que se cayeran! Solo, ya sabes, estaba ahí y chocamos y todo eso...

—Chocamos, no fue tu culpa. Yo no vi donde iba tampoco—murmura ella—. Sobre las pinturas... Sí, las hice yo.

— ¿En serio? Estoy seguro que el hombre araña se sentiría honrado de ser retratado así.

—Moriría de vergüenza si alguien supiera la cantidad de dibujos de él que he hecho.

Peter no comprende bien como la conversación ha dado este giro y se siente un poco mal, porque de alguna manera es como acariciara su ego y no es lo que busca. Los dibujos son muy buenos, ojalá pudiera obtener al menos uno.

—Tú... ¿Eres simpatizante del chico araña?

— ¡Claro! —ella lo mira con incredulidad, casi agraviada por la duda—. ¿Quién en la ciudad no lo amaría?

Peter siente que se atora con su propia saliva. Amaría.

—No me digas que eres de los que piensan que él no es bueno para la ciudad...

—No, yo...

Las puertas del elevador se abren. Y ambos se quedan con la palabra en la boca de nuevo. Bueno, al menos esto ya se ha acabado.

—Fue un gusto, Orlena. Tus dibujos son geniales.

Ella se ríe un poco mientras acomoda la carpeta en sus brazos.

—Es Ornella, pero gracias.

—Ouh, perdón Ornella. Yo soy...

—Peter, lo sé. También fue un gusto.

Ambos toman diferentes direcciones y creen que esa es última vez que sus caminos se cruzarán, pero están tan equivocados.












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NOTA DE AUTOR:

¡Hola, hola!

Al fin el primer capítulo de la historia de este Pete y Ella.
¿Acaso no es Ornella un absoluto encanto y Peter adorable?

Espero les haya gustado el capítulo, gracias por el tremendo apoyo que le están dando. <3

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