44. "Para siempre"

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Acomodó su cabello a un lado, en una trenza que acariciaba sus senos y al terminar aplicó un labial un tanto intenso en sus carnosos labios. Colin se encontraba a su lado parloteando sobre su buena amiga Olive y las grandes hazañas que estaba experimentando junto con su novio, August. Se alegró por ella más que nada en el mundo, sabía bastante bien que Olive jamás le acertaba en el amor al igual —cuando se refería a algo estable— y que por fin haya encontrado a la persona indicada era un logro.

Después de un rato, Colin habló.

—¡Te ves hermosa! —admitió sin apartar los ojos se su rostro.

Astrid le sonrió, provocando que sus margaritas fuesen visibles por Colin. Si bien no acostumbraba a pintar sus labios esta era una ocasión especial. Le encantaría ganar el "premio mayor" pero si los sentimientos de Connor interferían allí se las vería con ella. Toda su vida acostumbró a pelear y ganar limpiamente, no acostumbraba a las trampas y esta no sería una excepción. Si no ganaba, no le importaba tanto, había llegado lo suficientemente lejos y con sólo haber quedado entre los tres finalistas era suficiente.

—Gracias, Colin —dijo Astrid, mirando una vez más su atuendo.

Colin se acercó a su amiga volteándola y posterior abrazándola con fuerza. Quería que le fuera excelente en la final, y si ganaba quería estar ahí para ella en cuanto corriera hasta él para abrazarlo. Sentir por fin las buenas vibras de su cuerpo y la maravillosa sonrisa que proyectaba Astrid cuando se encontraba feliz. Extrañaba a esa mujer, a ese tipo de persona que solía ser Astrid y quería que volviese ser tan despreocupada y libre como el viento.

—Hoy te irá perfecto, ¿lo sabes no?

La chica intentó sonreír, relamiendo más de una vez sus labios. Hoy día vería a Connor después de una semana, y era ello lo que no la motivaba a salir, pero no podía dejarse ver débil ante nadie ni menos él. Luego del fugaz, y un tanto doloroso pensamiento, le sonrió esta vez a su amigo y posterior le guiñó uno de sus ojos. La puerta se abrió y vio a su padre en el umbral de la habitación acomodando su corbata mientras miraba a ambos hablar. En cuanto se percató que los seguía mirando a ellos y no a su corbata fue a ayudarlo.

Robert miró a su hija y sus ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas de orgullo y felicidad. No podía creer que la pequeña Astrid había hecho sus sueños realidad y se encontraba ejerciendo lo que más adoraba, la fotografía. Y lo mejor de todo eso era que pudo hacerlo realidad por sí misma. «Connor... Me ayudó a hacer mis sueños más importantes realidad, papá. Y siempre le estaré agradecida de ello» recordó las palabras de su hija en más de una ocasión. Sonrió en su mente, porque le agradaba Connor y creer que él lo contactó para presentarle a su hija era por lo cual siempre tendría su respeto.

En cuanto Astrid terminó de acomodar su corbata observó los húmedos ojos de su padre y se le encogió el corazón. Frunció sus labios y besó su mejilla con cariño, para luego ampliar sus labios en una sonrisa.

—¿Llevas tus fotografías, hija?

Ella asintió feliz, alzando las fotografías en su mano derecha, sin duda sería una tarde fuerte y dolorosa.

* * *

Connor acomodó su terno y ajustó mejor su corbata color vino, un recuerdo le invadió su cabeza. Recordó los dedos de Astrid desplazándose por la corbata mientras que la acomodaba mejor, alisándola sin apartar sus ojos de los suyos. Nunca volvería a encontrar ojos que le recordaran al mar, tan azules y profundos que podía ahogarse en su mirar. Tensó su mandíbula y acomodó una vez más su cabello, retocando los intrusos risos que sobresalían más debajo de su nuca en cuanto repasaba su pensamiento anterior; la verdad es que nunca encontraría alguien como Astrid, que lo comprendiera y amara con cada latido y sonrisa.

En cuanto salió de la habitación del hotel, recordó la carta que guardaba en los bolsillos de su pantalón. Le dio unas cuantas palmaditas al sobre y caminó rumbo al museo con el corazón en su garganta y su estado físico a punto de derrumbarse. En cuanto subió a un taxi se dio cuenta que el frío de Florencia no cesaba el calor que se retenía en su interior.

Buongiorno, ¿dov'è lei andaré, signore? (Buenos días, ¿dónde va, señor?

—Galleria dell' Accademia, per favore.

Certamente... Ecco. ¿Usted va a una exposición de fotografía, signore? —le preguntó el hombre, comenzando el rumbo hacia el museo de Florencia.

Lei ha ragione —le respondió con una sonrisa.

Complimenti, signori. Buona fortuna.

Grazie, amico.

Connor rio en su interior al escucharse hablando italiano, le pareció lo más gracioso del mundo porque se asemejaba mucho al español. Se recostó un poco en el taxi y recordó la primera vez que escuchó hablar italiano a Astrid, le pareció lo más hermoso del mundo y futuramente se dio cuenta que era lo más hermoso que escuchó en toda su vida. Frotó sus manos pensando en sólo una cosa, Astrid.

* * *

—Uff, presiento que voy a morir —declaró Astrid, frotándose los brazos mientras observaba a las personas entrar, cada vez eran más y más.

El interior del museo era espectacular, con grandes arcos de casi ocho metros de altura a sus ojos y unos pilares que se asemejaban a la antigua Grecia. Estaban cerca de la estatua creada por Miguel Ángel, David, la cual media alrededor de cinco metros y hacia lucir pequeña a todas las personas altas ahí y aún más pequeñas a las de menor estatura. El blanco de las paredes era exquisito y único, era un auténtico blanco que parecía estar pintado con la misma nieve. Le impresionó el interior del museo, era maraviloso.

Acomodó las fotografías en su pared establecida, siendo observada por varias personas, entre ellas algunos periodistas y fotógrafos. Los ignoró y con ayuda de Colin finalizó la organización de las imágenes. Sabía a la perfección lo que diría de ellas y como se explayaría al contar lo que significaban para ella, y les rezaba a todos los ángeles porque no se llorara frente a Connor Hurst o los periodistas.

Se quedó en su terreno, observando de reojo a los otros dos participantes y sobre todo a Erin, la cual miraba sus fotografías con despreció y asco, le desagradó en ese momento aunque no era la primera vez que la miraba así. Posterior observó al chico de lentes que se encontraba al lado de Erin, besaba a su novia pero eso no fue lo que la cautivo, sino las maravillas fotografías que se podían apreciar a pesar de una capa de tela que las cubría, las formas, el color, intensidad y posición para tomarlas. Le atrajeron sus fotografías y sin duda iría a escuchar lo que tenía que decir a los jueces. Quería que el ganara si por ella no lo hacía, sentía en el fondo de su corazón que lo merecía incluso más que ella.

En cuanto volteó su mirada se encontró con unos ojos verdosos que se conectaban con los suyos como alguna vez lo hicieron. Tragó en seco y no apartó la vista, y él tampoco. A pesar de la distancia era tan intensa la mirada que sentía que se encontraba a tan sólo una pisada de distancia. El tiempo se detuvo ante sus ojos y los miles de recuerdos aparecieron en su cabeza, congelando su cuerpo. La primera mirada que cruzaron y aquella sarcástica pero coqueta sonrisa que cautivó su corazón. El primero beso que compartieron juntos, sus discusiones y tactos; la vez que sus manos recorrieron su cuerpo con tanto cuidado y suavidad que la hizo sentirse confiada de estar a su lado.

Sus ojos se apartaron en cuanto llamaron la atención de Connor el resto de los jueces y algunos periodistas. Se relajó, bebiendo un poco de agua para remojar su garganta y deshacer el nudo que se había formado en este. Quería presentar y alejarse de una vez por todas de ahí, de Florencia y de Connor. No estaba dispuesta a que su corazón experimentara sentimientos contradictorios como lo era en ese momento.

Colin al percatarse de la reacción de Astrid se acercó más a ella, sonriéndole y brindándole apoyo, pero ella se limitó a responder que se encontraba bien y que no lucía afectada por él. «Mentiras, todas y cada una de las cosas que salieron de su boca son mentiras» pensaba mientras la observaba. Permaneció junto a Astrid unos minutos más y posterior a ello el ruido del micrófono resonó por las paredes del museo.

—¡Bienvenidos a todos a la final del concurso! —anunció John DeGraw, mirando como el resto aplaudía el público. Continuó con el discurso: —. Hoy tenemos a nuestros tres finalistas, Erin, Mark y Astrid, uno de ellos saldrá con la victoria el día de hoy, pero antes quiero decir algo. Esto no se trata de ganar, se trata de expresarse a través de sus fotografías, el primero lugar no lo es todo si cumpliste tu meta y propósito inicial. Quiero que todos les demos un fuerte aplauso porque lo merecen debido a todo el esfuerzo que les tomó llegar acá.

Todas las personas a su alrededor les aplaudieron, incluso el narcisista John Allamand y se sintió un tanto agradecida por ello. Miró a la gente y sus sonrisas al observarla a ella y los otros dos participantes, se sentía tan completa por haber cumplido sus metas que no necesitaba absolutamente nada más en esos momentos. Quería grabar ese momento, los aplausos, las personas y el día para siempre, como una fotografía y que cada vez que decidiera admirarla recordara las emociones que experimentó.

Tomó una fotografía con su celular para que los aplausos fueran cesando uno por uno hasta que el museo quedara en completo silencio.

—Ahora unas palabras de nuestro profesor londinense, Connor Hurst.

Su corazón de contrajo y tragó un poco, moviendo sus labios.

—¡Hola! —saludó energéticamente al público—. No puedo creer que hayan llegado hasta acá ustedes tres, ¡es un paso gigante y significativo! Estoy muy orgulloso de todo el esfuerzo y dedicación que le pusieron a esta competencia. A ti, Erin, por enseñarnos fotografías delicadas con un profundo significado en cada movimiento. Mark, por tus fluidas y energéticas fotografías que nos hacen adentrarnos en el espacio y tiempo en el cual se tomó. Astrid, a ti por hacernos cómplices de tus emociones en cuanto a la mezcla de colores que incluyes en cada fotografía y simbolismo que se te da a la perfección —dijo lo último, señalando con una melancólica a su novia—. A ustedes tres por crear una dinámica perfecta y equilibrada, saben que acostumbro a decir la verdad en cuanto a las fotografías.

«Sólo las fotografías» balbuceó Astrid, tosiendo por lo bajo.

—...Pero la verdad es que tienen un potencial inmenso y me sorprendería que no los aceptaran en una academia de fotografía. Si no los aceptan yo respaldaré que es cierto —les aseguró Connor—. Muchas gracias a todos los que se han presentado hoy y les deseó lo mejor a ustedes tres. Gracias.

Connor bajó del escenario y los aplausos comenzaron nuevamente. El señor DeGraw se apoderó nuevamente del micrófono, sonriéndoles a los periodistas.

—Esto se dividirá así: Las fotografías de Erin irán primero, posterior Mark y finalmente Astrid, invirtiendo el lugar que sacaron en Louvre. Los resultados se revelaran a través de un mandato. Ahora, no me queda nada más que decir... ¡A disfrutar las fotografías!

En cuanto la presentación de Erin estaba a punto de comenzar y Astrid decidió ir a refrescarse con una nueva botella de agua mineral. Caminó hasta un puesto en comida y pidió una botella de agua. En cuanto esperaba a que le llevaran su pedido decidió admirar las calles de Florencia, sin duda las extrañaría en cuando volviese a París y más que nada extrañaría a su padre. En cuanto le entregaron su botella, su brazo fue sujetado con fuerza.

Su corazón dio un brinco en cuanto vio los ojos de Connor y los dedos de él sobre su piel. Intentó zafarse, pero le fue imposible. No podía apartar los ojos de él aunque quisiera, estaba cegada por lo que revelaban sus ojos.

—Astrid, escúchame...

—No. Tiene que ir a evaluar, profesor Hurst.

—No me hagas esto —suplicó Connor, tomando esta vez de sus manos.

Astrid optó nuevamente por apartar las manos de las de Connor, siendo imposible.

—Connor, te verán...

—No me interesa —la interrumpió.

—A mí sí, porque creerán que he hecho trampa.

—Qué loco, ¿no? Antes era yo el que se preocupaba de que nos vieran juntos y ahora la cosa es al revés.

—Suéltame —dijo, ignorando el comentario anterior—. Tienes que ir a evaluar a Erin.

—Olvidémonos de ellos un momento y concentrémonos en esto; en nosotros.

Para lucir indiferente Astrid soltó una risa, zafándose finalmente de las manos de Connor y aferrando una de sus manos con fuerza a la botella con agua.

—No hay un nosotros, Connor. Todo lo que teníamos se hundió junto con tu mentira.

—Astrid... No digas eso, por el amor de Dios. Yo te amo, te amo más que nada en este mundo...

—¿Cómo voy a confiar en lo que dices si me ocultaste dos cosas que eran importantes? Yo te confié mi pasado, mi presente y estaba preparada para construir un futuro contigo. ¿Tú que hiciste? ¿Me contaste eso que era importante? Lo peor de todo no fue enterarme de ello, fue que me enteré gracias a otra persona.

—Astrid... Lo siento.

Ella rodeó los ojos y mordió su labio.

—Tienes que ir a evaluar la presentación de Erin, Connor. Déjame sola por un momento...

—Te di el tiempo suficiente.

—Esto se conversará después. Por favor, ve a evaluar antes que especulen cosas sobre nosotros.

Luego de aquel requerimiento, Connor fue a grandes zancadas donde se encontraba Erin dándole un respiro a Astrid. Se sentó en una de las bancas y bebió de un sorbo la mitad de la botella, exhausta. Connor se llevaría una sorpresa con su presentación.

* * *

Nuevamente los aplausos estallaron ante la siguiente presentación, la de Mark. ¿Quién no era capaz de aplaudir al enseñar las fotografías? Se podía reconocer que la mujer en la fotografía principal se trata nada más y menos que de su novia, a la cual una manta —parecida a un pareo— cubría la parte delantera de su cuerpo desnudo, por lo que se podía apreciar su cuello extendido, espalda y trasero descubierto. Sin duda era una fotografía preciosa con una gran iluminación y paisaje. Astrid deseó que ganara, porque su imagen principal la había conquistado. Las otras dos complementaban a la principal; una era la misma chica sobre un caballo, mostrando todo su torso desnudo con sólo su cabello que cubría sus senos. La última era sin duda magnífica, la mujer estaba de frente al océano con los codos a su costado y su cabeza recargada hacia atrás, mostrando sus senos y larga melena. Y la imagen era aún mejor, la ola se aproximaba a sus piernas cubriendo parte de su abdomen y provocando que algunas gotas salpicaran a su alrededor.

En cuanto los aplausos cesaron y las personas se preparaban para su exposición, decidió ir hasta él para felicitarlo por su trabajo. A pesar de los cuantos empujones llegó a su lado, moviendo su mano de un lado a otro para saludarlo.

—¡Debes ser Astrid! No he tenido el honor de conocerte personalmente, discúlpame —se acercó para besar su mejilla.

Astrid se rio, adoptando un cálido color carmesí en sus mejillas.

—¿Qué cosas dices? Son mentiras creadas por los jueces, no les creas —le aseguró Astrid en medio de un susurró.

Mark acomodó sus lentes de grandes marcos y le sonrió.

—¿Bromeas? Vi tus fotografías y sin duda son bellísimas. El otro día visité Louvre y me encontré cara a cara con una fotografía tuya y déjame decirte que quedé sin palabras algunas, ¡te lo prometo, querida! —confesó acariciando su creciente barba.

—¡Gracias, muchas gracias! —le dijo Astrid de corazón, sintiendo sus ojos brillar—. Pero he venido a felicitarte por las preciosas fotografías que has sacado. ¡Me encantaron! Y espero que ganes hoy día.

—¿Qué dices? ¿Me deseas suerte? ¡Estás de coña, tía! —dijo en español Mark.

Astrid rio por su acento español que era algo que no acostumbraba a escuchar.

—Debo aceptar que mis fotografías no se comparan para nada a las tuyas.

Mark le sonrió, como si ella no fuese capaz de entender lo que dijo.

—Claro que no se comparan. Tú tienes lo tuya y yo tengo lo mío. Tenemos formas diferentes de dejar las marcas en las fotografías pero nos dedicamos a lo mismo. Yo jamás podré imitar el tipo de fotografía que haces tú porque es muy detallado y simbólico, tal como Hurst dijo, y a su vez te complicará copiar la mía. Ma chèrie, cada uno tiene lo suyo, no tienes por qué ser otra persona —le dijo Mark, guiñándole un ojo—. Ven, te acompañó a su exposición, mi novia debe estar esperando a que presentes al igual que el resto de las personas.

Astrid camino hasta su territorio no sin antes ubicar los ojos de Colin y de su padre, ambos le sonrieron dándole apoyo. Acomodó su cabello nuevamente, esta vez dejando su cabello suelto junto con algunas ondas. Los fotógrafos comenzaron con los clicks y los periodistas estaban atentos a cualquier cosa que dijera.

—Hola a todos, soy Astrid Portinari. Algunos ya me conocerán, otros no, pero no importa. Mi padre es Robert Portinari, un pintor, y gracias a él quise ser fotógrafa y estudiar artes —reconoció—. Grazie.

Astrid reveló sus imágenes y escuchó una fuerte toz a escasos metros suyos en cuanto reveló la primera imagen, el fondo azulado del mar en donde existían rocas en el entorno y sobre ellas un libro abierto con las páginas a punto de moverse. El público miró extrañada la imagen, excepto Mark el cual se acercó al oído de su novia y comenzó a susurrarle algo.

—Como verán, esta imagen es un tanto sencilla y sin significado... para algunos. Adquirí esta fotografía en un viaje que cambió el rumbo de mi vida, un viaje que me hizo creer en una persona. No sé si todos sabrán, pero el color azul representa muchas cosas, pero sobre todo la confianza. En algunas culturas es el color de lo divino, y debido a esto se le asocia a lo eterno. La roca en sinónimo de fuerza desde mis ojos al fotografiar esto y por supuesto el libro representa una historia, que contiene un inicio, desarrollo y final, como todos los libros. Los pensamientos y palabras por el autor están plasmados en él, dejando sus sentimientos a boca de un personaje ficticio. Pero se preguntaran, ¿por qué el libro está abierto y no cerrado? ¿Por qué se encuentra justo en el centro? Porque yo y como todos sabemos, dar vuelta la página es difícil y es algo con lo cual he tenido que lidiar toda mi vida. Dar vuelta la página y comenzar de cero, pero es inevitable volver atrás y volver a leer lo que te ha ocurrido. Por eso, cuando uno quiere comenzar de cero no debe pasar la página, debe comenzar un nuevo libro, algo en blanco, algo que nunca has leído.

»La siguiente es Louvre —señaló el borroso fondo del museo que era opacado por una caja de regalo—. Como verán, mi sueño siempre ha sido poder exponer mis fotografías a las personas y sin duda es un sueño hecho completamente realidad. La caja de regalo da el significado a una sorpresa, porque luego de presentarme en Louvre encontré sorpresas que marcarían mi vida para siempre —admitió, repasando la fotografía con sus dedos—. Esta imagen no podía quedarse atrás, aunque no sea una fotografía muy persuasiva para el público, porque ahí fue donde comenzaron todas mis metas a efectuarse.

La última fotografía impresionó a todos, sobre todo a Connor el cual resistió las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Era él, de perfil hacia el mar con una cámara fotográfica en sus manos lo más extraño es que nadie se percató que se trataba de él.

—Esta es la última... Para ustedes es una persona cualquiera con una cámara entre sus manos, un modelo más para la fotografía. Para mí, él lo era todo. Lo capturé en el momento más bello de todos, en donde se habían confesado los sentimientos y las emociones estaban a flor de piel. Fue el momento más bello porque era lo más bello para mis ojos y era solamente mío hasta donde yo creí —confesó Astrid, sin apartar los ojos de Connor y optando por la fuerza de voluntad para no derramar ni una lágrima frente a tantas personas—. El amor puede llegar tan rápido y se puede ir de la misma manera. Puede desvanecerse y no volver a encontrarse. Puede esconderse en los bosques más oscuros de nosotros y a pesar de ir con linterna a mano es difícil encontrarlo luego de que rompan tu corazón. Por eso debes aprovechar cada minuto, cada segundo que tienes a la persona que quieres a tu lado, sentir su amor al abrazarte y decirle todos tus sentimientos porque después de arrepentirás de no hacerlo antes. ¿Qué importa si no siente lo mismo? Lo peor que puede decirte es que los sentimientos no son correspondidos, porque no hay peor arrepentimiento que no haberlo intento antes y mejor. —Relamió sus labios y acomodó su cabello a un lado de su hombro—. Él era mi todo, la persona en la cual yo más le confiaba mi vida, pero como dicen: Uno ve rostros pero no corazones.

Al finalizar una lágrima se escapó de su ojo y la limpió con rapidez antes que el público estallará en aplausos. Sentía que dijo todo lo que quería decirle a Connor con esas tres imágenes. Se alejó rápidamente de ahí en busca de los brazos de Colin y en cuanto los encontró no dudó en abrazarlo con fuerza, sintiendo un peso menos en su cuerpo. El abrazo fue correspondido y este acarició su cabellera castaña con cuidado. Escuchaba el ruido de los clicks por parte de las cámaras pero no le importó en absoluto. Se acercó a su padre y lo abrazó con la misma fuerza dejando ir cada recuerdo con Connor.

—Te salió bellísimo, flor mía.

—Muchas gracias, papá. Ahora sólo quiero ir a comer algo.

—¿Te acompañamos?

—No... Quiero estar sola un poco, por favor —confesó Astrid, secando sus ojos.

—Lo que tú desees, Astrid.

Luego de ser felicitada por Mark, el señor DeGraw fue en busca de alguna comida rápida para comer fuera del lugar, alejándose por completo de los periodistas los cuales entrevistaban a los concursantes y jueces, menos a uno. En cuanto se cruzó esa imagen por su cabeza se detuvo en seco. Escuchó su nombre a la distancia y posterior sintió como su brazo era sujetado por los mismos dedos.

—Astrid, tenemos que hablar...

—¿Hablar de qué, señor Hurst? No tenemos nada que hablar, lo dejé todo en claro con mis fotografías —interrumpió, frunciendo el ceño al hablar.

—Astrid, te amo más que nada en este mundo, tienes que perdonarme.

—¿Debo? ¿Es esto una orden o qué? —preguntó Astrid a Connor, zafándose de su agarre y cruzando sus brazos—. ¿Cree que caeré en tus brazos como la típica chica de las historias? ¿Qué perdonaré lo que hizo porque le amo? Dime, ¿eso espera? ¿Piensa que el amor lo soluciona todo?

—N-no...

—Sí o no, señor Hurst. ¿Cree que con su cagada cedería fácilmente diciendo: Connor es el amor de mi vida, debo estar con él y perdonar la cagada que se mandó?

—Sí, esperaba que me perdonaras.

—Póngase en mi lugar, si yo le ocultara todo lo que usted me ocultó, ¿me perdonaría tan fácil?

Connor pensó la respuesta y todo se reducía a un no. Decidió mentir.

—Te lo perdonaría...

—Sus ojos no dicen lo mismo, señor Hurst. No me mienta otra vez —pidió Astrid, cerrando sus ojos con dolor al decirlo.

—La verdad no te perdonaría, Astrid. Pero... Entiende que no —bufó al decir lo último— no puedo vivir sin ti. No puedo imaginarme mi camino sin ti.

—¡Usted la cagó! —explotó Astrid—. No yo. Yo te amaba, te amaba tanto, Connor.

—Yo te sigo amando, Astrid.

—Yo... No puedo. No puedo perdonarlo —admitió Astrid.

—Quita esa formalidad conmigo, Astrid. No es necesaria.

—Es el juez, debo mantener el respeto al límite, señor Hurst.

Connor resopló, más adolorido que molesto por su comentario.

—¿Vas a acabar con un buen amor porque te mentí? ¿Estás bromeando, Astrid? Después de todo lo que hice por ti, ¿me pagas de esta manera? Es solo... un error.

—¿Está diciendo que hizo todo aquello para tener una excusa para que lo disculpara? ¿¡Me está jodiendo!?

Connor se quedó sin palabras, abrió la boca pero lo único que recibió fue una mirada adolorida de Astrid y su mano a punto de golpear su mejilla. Astrid cerró los ojos y bajó su mano.

—Me enamoré de ti —confesó Astrid—, te amé como nunca amé a nadie y me rompiste el corazón. Te di todo de mí y lo botaste a la basura. No puedo creerlo, no puedo creer lo que hiciste conmigo. ¿Cómo volveré a encontrar nuevamente a alguien? Explícame, ¿cómo lo haré? Siento que te amaré por siempre y no quiero hacerlo. No quiero amar a alguien que me destruyó teniendo el poder en sus manos para hacerlo y no dudo en ser honesto conmigo.

Connor juntó sus labios con los de Astrid, sin importarle nada, porque sería la última vez que juntaría sus labios con los de ella y la dejaría ir para siempre. Porque debía asumir sus errores y enfrentarlos. En cuanto se separó de sus labios junto su frente con la suya y ambos dejaron ir dos lágrimas por sus mejillas.

Astrid lo miró atónita y limpió su sabor de sus labios, mirándolo con asco. No podía estar con alguien como él, aunque lo amara no era lo importante en ese momento. Si lo perdonaba, tal vez con que cosas podría mentirle en un futuro, viviría con la inseguridad más que con el amor de los dos. No era sano.

—Quiero tu felicidad, y si tu felicidad es no estar conmigo yo... —Tragó en seco, dejando ir las lágrimas—. Yo lo aceptaré. ¿Eso quieres? ¿Quieres que me vaya de tu vida para siempre?

—Nada es para siempre, Connor —le confesó Astrid, mirando sus labios.

—Lo sé. Tú y yo lo sabemos perfectamente, preciosa. Y ten esto —le entregó el sobre—, léelo cuando encuentres que es adecuado.

Connor besó una vez más sus labios y luego su frente. Se alejó de allí sin mirar a Astrid y ella hizo lo mismo. Ambos empezarían un nuevo libro esta vez no juntos, pero siempre es cierto lo que dicen: "El futuro es incierto" Y algo les decía que se volverían a encontrar, en algún lugar.

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