42. "Heridas"

42

Astrid presenció atónita la escena. Creyó que se trataba de alguna broma, la típica por parte de la rubia malvada, pero se veía tan segura y decidida al decirlo que no pudo contradecirse mentalmente. Dirigió su mirada hacia Connor, pero no existían indicios de mentira en sus ojos, en cambio lucían arrepentidos. Quiso llorar frente a ellos, sobre todo al ver el brazo de la rubia envolviendo amistosamente el hombro de su "novio", pero lo resistió debido a que su dignidad era mayor. No podía lucir como una niñita llorona, debía actuar como una adulta en ese momento y los adultos no lloraban.

¿Cómo nunca fue capaz de decirlo? Lo hubiera aceptado y de más que ya estaría solucionado el tema. Pero no, él le había mentido y no fue capaz ni de mencionar que ella era aún parte de su vida. ¿Cómo volvería a confiar en alguien después de lo que ocurrió? ¿Era posible volver  hacerlo? La respuesta para Astrid era tan fácil como no. Le entregó todo de ella, cada latido, cada respiración y pensamiento, para que luego estos fuesen estrujados y deteriorados con las mentiras. No podía describir cómo se encontraba su corazón, su alma y cuerpo, presentía que moriría de un ataque al corazón en ese instante.

Soltó el aire agotadoramente por sus labios. Quería escucharlo salir de los labios de Connor, quería confirmar que aquello era cierto y que saliera sólo de él. Con los ojos brillantes habló, sintiendo el nudo en su garganta.

—Connor... ¿Es cierto?

El hombre miró a River y luego a Astrid, sintiendo un creciente nudo en su garganta y la intensidad de las lágrimas detrás de sus párpados. No pudo negar, porque ya le había mentido lo suficiente. Se limitó a mirar el suelo y menear disimuladamente la cabeza. En cuanto alzó los ojos vio el opaco brillo que emanaban los ojos de Astrid, intentó acercarse a su lado pero no le permitió el roce.

—Astrid...

—Iré a caminar. ¿Por qué mejor no se ponen al día? Tienes que conversar sobre su hijo.

El corazón de Connor se rompió al escuchar eso y deseó besarla hasta que la perdonara.

Por otro lado Astrid ya estaba lo suficiente quebrada como para que algo remediase el agudo agujero en su alma. Y se alejó de allí, moviendo su mano de un lado a otro y acelerando el paso hasta el hotel. Quería morirse en ese momento, pero más que eso quería llorar y liberar sus sentimientos a través de lágrimas. Le dolía tanto lo que oprimía su pecho que quería arrebatar el corazón que bombeaba con fuerza en su interior. Nunca en su vida se había sentido tan traicionada como lo estaba en ese momento, y corazón era lo que menos necesitaba en ese momento.

Connor volteó con furia hacia River, intentando resistir todos sus impulsos de aniquilarla con sus propias manos. Sin duda era una perra de primera y se merecía algún trofeo por ello. Se quedó a escasos centímetros de su rostro proyectando sus molestos ojos sobre los de ella, la cual tan solo se reía entre dientes.

—¿Por qué mierda has hecho eso?

—¿Me culpas a mí? Supongo que la conoces hace bastante, ¿por qué tú no lo hiciste? Pensé que ya estaba enterada de nuestro matrimonio... Espera —se detuvo con una hipócrita sonrisa—, ¿esperabas guardarlo en secreto para siempre? ¿Es una jodida broma, Hurst?

—No te importa lo que yo haga o no en mi vida.

—Me incube. Al fin y al cabo somos pareja, querido.

—¿Qué mierda haces en Florencia? —espetó Connor.

—Me contacté con la Universidad en donde trabajas y me comentaron que estabas de jurado en ese concurso en París. Lo que no entendía era, ¿por qué seguía allí si los jueces se reunirían nuevamente en febrero? Lo primero que se me vino a la cabeza fue que encontraste nuevamente a una chica...

—¿Nuevamente? ¿A qué te refieres con eso, River? —preguntó con el ceño fruncido.                            

River lo miró con una irónica sonrisa mientras acomodaba los lentes de sol sobre su cabellera rubia.

—Gabriella, ¿no te recuerdas de ella? Alumna tuya en la Universidad. La ayudaste bastante.

—Era la hija de un amigo mío. Ella necesitaba ayuda, se esforzaba mucho pero el dinero no era suficiente; Demian tenía cáncer, River. No es mi culpa que eres una maniática e inventes estupideces en tu cabeza —le aclaró con desesperación, quería finalizar lo más rápido posible para ir en busca de su amada—. Supéralo. Entre Gabriella y yo jamás existió algo más que una relación de profesor a alumna.

—Estoy segura que intentaste besarla.

—¡No, por el amor de Dios! —bramó con exasperación, asustando a River.

—¿Qué hace diferente a esta chica? ¿Astrid?

—Que la amo y estoy enamorada de ella como nunca lo pude estar de ti.

River se rio, como si todo aquello le pareciera un chiste gastado y viejo. ¿Connor Hurst enamorado de una niña? Difícil de creer. ¿Qué diría la estricta madre de Connor en cuanto viese a una mocosa cualquiera en su casa? Seguro intentaría persuadir a Connor para que la dejase. Astrid no le llegaba ni a los talones, era una mujer con un cuerpo de niña; curvas ligeras y un tanto marcadas junto con un busto del porte de su ojo, literalmente. No entendía por qué Connor se ha de enamorar de tal criatura.

—¿Eso le dices a todas?

—No le digo a nadie. Sólo tienes envidia de que jamás logré decirte a los ojos que estaba enamorado de ti —asumió con una juguetona sonrisa que proyectaba nada más que odio profundo.

—¿Envidia de una mocosa cualquiera? Me das risa, Hurst. —Rio sujetando su vientre con una mano—. ¿Qué diría tu madre si viese a esa niña? La compararía conmigo y te diría que permanecieras a mi lado, querido.

—¿Tú crees que me interesa mucho la opinión de mi madre con respecto a mi vida amorosa? Es mi vida y sé lo que hago con ella y cómo la manejo, ella no debe meterse en lo que no le importa. Yo no cuestioné cuando consiguió a un hombre luego de la separación, así que ella no debería cuestionar mis decisiones...

—Estamos hablando de una mocosa, un niña, Connor —le interrumpió—. Una niña que con suerte sabe limpiarse el trasero. ¿Ella sabe cuáles son o eran tus reales intenciones?

—¿Por qué utilizaste el eran, River?

River se rio.

—Dios, ¿no conoces el corazón de una mujer, Connor? Luego de esto dudo que vuelva a dirigirte la palabra.

Mientras agrupaba toda su ropa dentro de la maleta sintió las lágrimas calentar su mejilla. Su mano temblaba con el pasar de los recuerdos en su cabeza y necesitaría más que hilo y aguja para restaurar su corazón. ¿Cómo pudo haberle hecho eso? ¿No se suponía que la amaba?, ¿qué estaba enamorado de ella? Tal vez siempre fue una mentira, existían personas crueles que eran capaces de utilizar a otras a costa de superar problemas emocionales; Un clavo saca a otro clavo. Lo que no podía entrarle en la cabeza era que la utilizara todo ese tiempo, eso era lo que no comprendía.

Le dio los mejores meses de toda su vida pero en ese preciso instante parecía que todos los recuerdos se estaban esfumando en el aire y mezclándose en un doloroso pasado. Quería largarse de ahí, no tenía el coraje de verlo a los ojos y escuchar como más mentiras de amor se desprendían por sus labios, simplemente le era doloroso. Pero lo que más estrujaba su alma era el dolor persistente que existía en su corazón que le amenazaba con arrebatarlo de su cuerpo.

Luego de aquel golpe de emoción, secó sus lágrimas con ayuda del dorso de su mano y se limitó a respirar con fuerza por su nariz y exhalando todos sus sentimientos por su boca. Jaló de su maleta hacia la entrada de la habitación, no sin antes repasar cada ángulo de esta y recordando cada momento al lado de su novio. Antes de alejarse para siempre de allí escribió en una de las hojas desprendidas que se encontraban en el suelo su despedida del hotel y de su vida.

¿Quién era Connor en su vida? Todo, lo era todo.

¿Quién era Connor en esos momentos? El recuerdo más trágico y hermoso.

En cuanto comenzó a alejarse del hotel su celular vibró. Anheló con todas sus fuerzas que no fuese Connor y un gran alivio recorrió su cuerpo al darse cuenta que no se trataba de él. Respondió temblorosa el teléfono.

—¡Astrid! ¿Adivina quién ha conseguido pasajes a Florencia para ir a verte?

Astrid intentó reír, pero sollozó deteniéndose en medio de la calle y captando la mirada de algunas personas que rondaban por ahí. Lucía desastrosa, con el maquillaje esparcido bajo sus ojos y estos más que rojos por el llanto.

—¿Qué tienes? ¿Astrid? ¿No quieres que vaya?

—Colin... Estoy devastada —confesó Astrid, sin retener sus sentimientos—. No puedo expresar como me estoy sintiendo.

—Cálmate, respira y luego bota. Hazlo dos veces más —le indicó Colin a través del teléfono—. ¿Qué ocurrió? ¿Es muy grave? ¿Estás en el hospital? ¿Te has quebrado algún hueso? Oh, ya sé... ¿John Elgort ha estado acosándote?

—No, Colin. Eh... No puedo decírtelo a través del teléfono... ¿Cuándo llegas?

—Mañana el vuelo sale a las ocho de la mañana.

—Perfecto, ¿a qué vienes a Florencia? —preguntó Astrid, secando sus mocos.

—A verte, tonta. Va a ser la final de la competencia de Louvre, ¿cómo no ir a verte?

Ella se rio, con los ojos cristalinos como el agua de una pileta.

—¿Sabes que te amo, verdad?

—Lo sé —se rio al contestar—. Pero, enserio, ¿estás mejor?

Astrid mordió su labio inferior y miró a su alrededor en busca de respuestas. Negó y luego habló.

—No lo estoy, Colin. No lo estoy —volvió a repetir.

—Dame un adelanto, ¿de quién se trata?

—Connor.

Escuchó el resoplido por parte de su amigo y se asustó un poco.

—¿Qué te ha hecho?

—Y-yo... este... Colin, no puedo decírtelo.

—¡Por la mierda! —espetó con fuerza Colin, lo sintió a su lado—. ¿Qué te ha hecho ese hijo de perra, Astrid?

—Tenías razón —admitió con una sonrisa forzada—. Si guardaba un secreto.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

Astrid dudo en revelarlo, pero estaba tan desesperada por expresar como se sentía a alguien que optó por comentarlo.

—Está... Está casado, Colin.

—¡Estas bromeando! ¡Dime que es una maldita broma que le rompo todos los putos dientes a ese hijo de puta!—protestó Colin—. Mierda, ¿con quién hospedarás?

—Con mi padre.

—¿Qué? ¿Robert? ¿Lo has encontrado?

—Sí —dijo Astrid— y ahora es mi único apoyo.

Tocó la puerta de su padre, dos y tres veces hasta escuchar como unos pasos se dirigían a la puerta. Cuando esta se abrió se lanzó a abrazar a su padre, siendo recibida por sus acogedores brazos y algunas manchas de pintura por su cuerpo. Lo abrazó con fuerza sintiendo la vibración de su energía chocar con la suya. Sintió las lágrimas derramarse en el hombro de su padre y los constantes consuelos hacia ella que intentaban conciliar su dañado corazón.

Principessa, ¿qué ha ocurrido?

—¿Puedo quedarme acá, papá? —preguntó sin alzar los ojos.

—Claro, querida. Pero tendrás que comentarme a qué se debe este llanto tan destrozo tuyo.

—Es sólo Connor.

—Mmm... ¿Qué te ha hecho?

—Me ha subido al cielo y luego me hizo caer de golpe a la tierra. Estaba casi en las nubes con este amor.

Y en ese instante las piezas del rompecabezas se unieron. Analizó todo: los cambios de humor las últimas semanas de Diciembre; las peleas, las molestias que eran por cosas insignificantes y los intentos de remediar ellos. Quiso llorar. El precipitado viaje a Florencia y el constante deseó de alejarse de París lo antes posible. ¿Era que River se encontraba allá y eran esos los motivos por alejarse? ¿No quería cruzarse con ella? ¿No quería.... Revelarle la verdad? Se alegró por un momento de habérsela cruzado, porque si no fuese por ello seguiría creyendo en la mentira de Connor.

Deseó romper la cámara que le regaló. Deseó arrebatar cada recuerdo de su memoria y cada sentimiento que flotaba por su ser para poder olvidarlo. Quiso romper algo y anheló gritar por haber sido tan estúpida, tan insegura como para haber caído ante los brazos de cualquier persona sólo por que hizo sus sueños realidad.

«Tan idiota» le grito su interior,  «Tan ilusa como para haber caído enamorada así sin más.»

Y esta vez no lloró, con ayuda de su padre cargó la maleta a una habitación y cuando se fue desató su furia contra la pared, las almohadas y espejos. Se observó en los cristales rotos su reflejo, una chica tan dañada como las alas de un pájaro quemadas. Se sintió perdida y confundida de quién era en ese momento. Divagó hacia sus nudillos y dorso de sus muñecas, viendo la sangre fluir por ellas. Sus manos temblaban y pasó las manos por su cabello, intentando no mancharlo con sangre. Sentía que el líquido rojo que se esparcía en sus manos eran los recuerdos y sentimientos almacenados en su interior que al fin salían a flote.

La puerta vibró bajo sus talones y su corazón dio un vuelco. Los constantes golpes la sofocaron y elevaron su ritmo cardiaco. Quiso aventarse por la ventana o ahogarse en su propia sangre, pero el tiempo pasó muy rápido o ella pestañeó mucho en cuanto vio a su padre junto a Fiorella correr a su lado, indicando que le trajera el botiquín de primeros auxilios. Astrid, aún en estado de shock, extendió sus manos y dejó que el agua junto con el algodón se deshiciera de cualquier rastro de sangre en ellas.

Al sanar sus heridas externas, Fiorella la abrazó, acurrucándola contra su cuerpo y dejando que se calmara.

—Estamos aquí para ti —le aseguró la mujer.

—Tu familia está aquí para ti, nena.

+ + +

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top