31. "Desnudo"
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Astrid rio afligida y acomodó su sweater mejor, al igual que el resto de las chicas que entraban en el auditorio. Verlo frente a ella sonriendo en su dirección y vestido tan profesional la descolocó, haciendo que en todo su cuerpo un escalofrío la recorriese lenta y cautelosamente. Relamió sus labios, recordando las veces que le había propuesto presentarse en su Universidad y que diera alguna clase, creer que llegó el momento la emocionaba de una manera alocada, pero le gustaba sentirse así.
Volteó hasta Helen, la cual le sonreía seductora a su Connor. Inspiró tan fuerte que le dolieron los pulmones y tensó sus puños, clavando sus uñas en su palma. «Maldita, ¿quién te crees?» Astrid tenía sus razones por las cuales pensar en ello: La chica estaba situada en la primera fila, tercer puesto, con una falda tan provocativa que hacía relucir sus tonificadas piernas. Movía su cabello de un lado a otro, luciendo bonita y natural. Incómoda, toqueteó sus jeans para deshacerse del sudor que había acumulado en sus palmas.
Las personas poco a poco comenzaron a callar y el silencio se estaba haciendo presente. Las libretas ya estaban afuera al igual que algunos celulares para tomar apuntes de la charla que estaría dando Connor Hurst. Astrid hizo lo mismo que el resto, tomando un lápiz y un cuaderno algo doblado para empezar con sus notas.
Alzó la vista y sus ojos se cruzaron los de Connor, él levantó las cejar sorprendido y una risa brotó por sus labios.
—Bonjour —saludó Connor, haciendo un ademán con su cabeza al público—, me presento: Soy Connor Hurst, director del comité de fotografía en Royal College of Art. He trabajado como profesor alrededor de siete años y, a pesar de las constantes críticas que recibo en torno a mi crítica sobre las fotografías de estudiantes y alumnos, podría decirse que soy un buen fotógrafo. No estoy aquí para hablar sobre mi vida de hace más de dos meses en Inglaterra, lo que importa e interesa realmente en lo que ocurre en el presente, ¿verdad?
Las chicas soltaron suspiros, tomando nota y los chicos asintieron tomando el lápiz entre sus dedos, esperando por algo que fuese importante para ellos en sus libretas.
—Primero que nada, y lo más importante de esto, ¿qué es la fotografía? Bueno, cada uno tiene versiones muy diferentes a la definición de las fotografías y existen dos; la artística y la publicitaria. A mí parecer, y el de muchos los que se encuentran en este auditorio, nos enfocamos y nos agrada más la artística por el hecho de que se involucran pensamientos, emociones, sentimientos y, sobre todo, una reflexión sobre nuestra futura obra artística. Es una forma de expresarse y ver el mundo con otros ojos; nuestros ojos. Porque una fotografía mía no será misma que la tuya o, lo más probable, no signifique lo mismo para ti. Es tan secreto el significado que se le otorgan a las fotografías que al descubrir el verdadero origen pueden dejarnos sin vocales que se desprendan de nuestros labios y cerebros tan confundidos que han de explotar, literalmente.
» Esta vez nos enfocaremos en algo que sé que será de su agrado, la fotografía erótica o desnuda —dijo, alzando sus labios en una sonrisa lo bastante cómplice para los ojos de Astrid. Ella se removió incómoda en el asiento, al igual que todas las personas—. En la primera mitad del siglo XIX, el desnudo era el favorito de muchos artistas. ¿Por qué? Podías ver a una chica desnuda frente a tus ojos, pintándola o fotografiándola como tú querías. —El grupo de los hombres que se encontraban en el público comenzaron a chismear—. No lo tomen tan a la ligera, no era principalmente por esto. La primera fotografía al desnudo fue del francés Louis Jacques Mandé Daguerre. No fue sorpresa que causó un impacto en las personas. A esta se le conoce como "Naturaleza muerta con esculturas". —Le enseñó al público en la pantalla gigante la fotografía tomada por el francés, que presentaba a dos mujeres completamente desnudas. La de la izquierda le rodeaba el hombro a la otra y la segunda tomaba de su mano con disimulo.
Los alumnos comenzaron a tomar algunas notas, pero Astrid seguía sin mover un dedo, impresionada de la fotografía.
—¿Qué intentan demostrar los desnudos artísticos? La belleza que posee el cuerpo humano, con respeto y sensibilidad. En este tipo de fotografías es esencial la iluminación, como en todas las fotografías, ya que gracias a esto nuestro modelo podrá recrear la imagen llena de sentimiento que tenemos en nuestro interior, nunca usemos la luz de forma directa, ya que así perderemos toda posibilidad de dotar a la fotografía de volumen y quedaría demasiado "plana", ya saben a lo que me refiero. Llevar a cabo una de estas ideas es complejo y para nada sencillo. No es llegar y fotografiar a una chica porque sí, uno debe ser cuidadoso y meticuloso con la persona. Intentando explicarle el significado y propósito que traerá con nosotros la fotografía. —Nuevamente una imagen se encontraba en la pantalla, esta vez una chica tenía un cigarro entre sus dedos y todo su perfil era fotografiado—. Por Julian Mandel en 1933. Otro artista importante Edward Weston, se caracterizó por utilizar una cámara fotográfica de placas con un formato de 18 X 24 cm y emplear el primer plano en temas naturales para obtener formas poco corrientes. —Una nueva imagen de una chica tomando de sus tobillos sorprendió al público—. Ahora, lo importante de esto, ¿alguien se ha excitado?
El público rio y la caliente atmósfera descendió de apoco de sus elevadas y húmedas temperaturas.
La charla terminó y los aplausos reinaron en el auditorio. El constante ruido de las palmas juntándose rápido sofocaban a Astrid, pero no le importó. Estaba feliz por Connor y su presentación sobre el arte del desnudo. La había dejado fantaseando sobre ello y no se atrevía a admitirlo frente a alguien.
Connor fue aprisionado por las chicas, mientras que éstas lucían interesantes y aplicadas frente al hombre, éste sólo buscaba a una persona dentro del público, su chica. Y no la veía por ningún lado. Respondió, un poco harto de las chicas a su lado, las preguntas por parte de algunas alumnas. Intentó con todos sus esfuerzos no rodear los ojos cuando le preguntaban sobre su vida privada, pero le era inevitable sobre todo porque era algo que las personas no hablarían frente a unos extraños.
Cuando finalmente las chicas se fueron, unos aplausos se escucharon a sus espaldas.
—Impresionada. Maravillada. Usted me ha sacado las palabras de mi boca sin siquiera haberlas pronunciado.
Él sonrió, como siempre lo hacía cuando la veía, y se acercó a abrazarla. Besó su mejilla y posterior, con disimulo, sus labios.
—Astrid, que gusto verte aquí.
—Profesor Hurst, usted sabía perfectamente que me encontraba dentro del público. ¡Lo encontré mirándome!
—Lo sé, querida. Te estaba mirando mientras hablaba sobre la fotografía al desnudo —admitió él, encogiéndose de brazos.
Las mejillas de Astrid se ruborizaron y rio para cubrirlas. Sonrió de lado mientras admiraba sus botines un poco malgastados con alegría. Connor se acercó a ella, apegando sus labios a su oreja. Eran tibios y estaban húmedos, debido a que relamía constantemente sus labios.
—Sabes que no me importaría fotografiar su espléndido cuerpo con ayuda de los rayos de la luna —admitió, acercando sus manos a la cintura de Astrid y quedando cada vez más cerca de sus labios—. Me encantaría ver tu preciosa sonrisa y tus desnudos hombros en una fotografía... Sólo para mí vista.
Astrid golpeó su costilla, haciendo que este gimiese. Observó a todos lados y se dio cuenta que las personas ya se habían retirado por completo del auditorio, algo que jugaba a favor de ella. Relamió sus labios antes de acorralarlo contra una de las sillas, provocando que este se sentara en ellas. Deslizó sus piernas alrededor de las caderas de Connor y presionó sus labios contra los de él.
Connor rio, le gustaba que fuera así; tan desprevenida e inoportuna. Jamás sabía qué esperar de ella, porque siempre lo sorprendía con sus ideas y travesías. Acarició su espalda, pasando sus manos por debajo del sweater y la blusa. Sintió la suavidad de su piel al contacto y siguió besándola. Sus labios sabían a cielo, sobre todo cuando sus lenguas se unían a la perfección, mezclándose y danzando. « ¿Quién como ella?» pensó. Nadie era capaz de reemplazar a una persona como ella.
Le encantaba.
La adoraba.
Se alejó de ella poco a poco, jalando su labio con ayuda de sus dientes. Astrid rio y lo besó de nuevo, juntando labios contra labios y saboreando con deleite a su novio. Lo adoraba con cada latido que podía dar su corazón. Le encantaba como el destino jugó a favor de ella y nunca sabría cómo agradecerle.
—Y si alguien te ve...
—Connor, no creo que alguien me vea...
—Astrid Portinari, ¿está usted acá? —preguntó una voz por el otro lado de la puerta.
Inmediatamente se separó de Connor, tomando compostura y sentándose en la silla que estaba a su lado. Dio media vuelta y se encontró con los ojos de Kyler sobre los suyos, indicándole que debía volver a sus clases. Volvió su vista a su novio, el cual le sonreí de una manera de lo más traviesa y risueña, haciendo que un hoyuelo se asomara en su mejilla al igual que en la de Astrid.
—Tengo clases.
—Eso lo sé, amor. ¿Te veo después? —susurró.
—Sí, tú tienes las llaves de mi departamento. Puedes entrar y ver televisión, o cocinar un poco... O si quieres lee uno de los tantos libros que tengo en mi estantería....
Connor se acercó a ella y le dio un beso.
—Gracias por los consejos, te veo allá.
Astrid se alejó moviendo su mano de lado a lado, con una sonrisa pasmada en su rostro. Claro que se cumplió uno de sus grandes anhelos; que Connor Hurst estuviese en su Universidad.
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