28. "Pájaro"
28
Los ojos de Connor se abrieron de la impresión. ¿River? ¿Hace cuanto tiempo no había escuchado de ella? Tal vez hace mucho tiempo. No había recordado que aquella cámara le había pertenecido un largo período, claro que ella misma se dedico a devolvérselo en medio de gritos y palabrotas. Fue un regalo que Connor había guardado como hueso santo consigo, y al enterarse de la cámara rota por parte de Astrid decidió regalársela. No para deshacerse de ella, si no para que fuese feliz o sonriera nuevamente.
Astrid se acercó a él, aún con la cámara entre sus manos. Le extendió la cámara, con las manos temblando. Connor tomó la cámara y la apartó rápidamente para tomar de sus manos, tranquilizándola.
—¿Por qué tiemblas, querida?
—Tengo miedo —admitió.
—No deberías tenerlo. No te haré nada malo.
—No es eso, Connor —balbuceó mirando sus pies, para así esquivar su vista.
—Entonces, ¿qué es, amor? —preguntó, acariciando el dorso de su mano.
—¿Es tu ex novia Connor? —Él asintió, despacio—. ¿Por qué me obsequiaste esto si era de ella?
—No era de ella —se apresuró en responder—, ella lo rechazó y casi me lanza una vasija a la cabeza. No quería que le regalara cosas, nunca quiso aquello. Lo guardé desde ese día y solamente le regalé flores, nada del otro mundo.
—Las flores tienen muchos significados —le aseguró Astrid, alzando la vista hacia él.
—Yo la quería, mucho. Pero el amor se acaba tarde o temprano.
Astrid se acercó hacia él, sentándose tímidamente sobre sus piernas y envolviendo sus manos alrededor de su cuello. Con sus pulgares acarició su mandíbula, descendiendo hacia unos cuantos lunares que tenía en ésta zona. Acercó su rostro hacia el de Connor y comenzó a dar unos cuantos besos por el contorno de su mandíbula. Su piel era un poco áspera, como si no estuviese bien cuidada, pero no le importó en lo absoluto.
Connor rodeó su cintura con sus brazos, apegándola mucho más a él, haciendo que sus labios se rozaran. Una risa salió de los labios de la joven frente a él, haciendo que los labios de Connor se juntaran con los de ella sin dejarle tomar la necesaria respiración.
Las frías manos de Astrid acunaron las mejillas de Connor. Ambos corazones bombeaban a una intensidad indescriptible, y los suspiros ahogados que salían por los labios de Astrid volvían loco a Connor.
La mujer que estaba besando era especial, mucho más de lo que River había sido una vez. No podía evitar comparar a aquellas dos personas, aunque quisiera. Era que Astrid —para ser de menor edad—, tenía un pensamiento mucho más asertivo de lo que alguna vez pudo tenerlo River, a pesar de las cosas por las que pasó. Quería cuidar a Astrid, acunarla entre sus brazos y besarla. La quería, mucho.
—Astrid —susurró Connor.
—¿Dime?
—Te quiero.
Los ojos de Astrid buscaron inmediatamente sus verdosos ojos. Besó rápidamente sus labios, aún con el corazón en la boca.
—Yo también.
—No te preocupes por la cámara, ¿vale?
—Esta bien.
* * *
Luego de que Connor se marchará, decidió invitar a Olive a su casa. A pesar de todo la extrañaba, por más que quisiera seguir molesta debido a que le ocultó cierta información. En cuanto se abrazaron, la chica comenzó a asaltarla con preguntas en cuanto Astrid le comentó sobre su salida de París por unos días junto a Connor.
Olive estaba ubicada frente a ella con una taza de café y unas cuantas galletas, mientras Astrid comía de su panqueque y le comentaba sobre su fantástico fin de semana y lo desesperada que comenzaría estar mañana debido a la cantidad de exámenes y trabajos.
—¿Hablaste con Connor? —preguntó Astrid.
—¿Cuándo?
—Cuando él y yo nos... alejamos un tiempo.
Olive tragó en seco, mientras bebía lo restante, tratando de alargar su pregunta, más de lo debido. Astrid entrecerró sus ojos molesta, apartando la taza de las manos de su amiga para que le hablara.
—Es verdad, hablé con él.
—¿De qué hablaron exactamente?
Los labios de Olive se abrieron, pero las palabras no fueron formuladas.
—Astrid...
—Dime que no se besaron, por favor —suplicó con los ojos cerrados y aguantando la respiración, para que sus lágrimas no la delataran.
—¡Claro que no! ¿Por quién me tomar, Astrid?
—Vamos, mírate y mírame a mí —dijo, señalando su anatomía—. Tú tienes absolutamente todo lo que un hombre alguna vez buscaría; cabello largo y brillante, ojos de un color único y una increíble personalidad. Tienes todo lo que yo siempre he tratado de ser, Olive. Eres la novia ideal de cualquier persona. —Finalizó, con las lágrimas creando una barrera en sus ojos que le dificultaba ver.
Olive se sentó a su lado, negando molesta. Acarició el cabello de Astrid con cariño y la abrazó con fuerza, sintiendo el dolor e inseguridad que emanaba su aura.
—Astrid, no entiendo por qué dices eso. ¡Valórate! Connor te quiere, acéptalo. Te quiere, y no lo hace por cómo luces, si no por lo que eres; como persona. No me elegiría a mí en un millón de años, porque, sencillamente, no soy tú. Quiero que te grabes esto en tu maldita cabeza, Astrid Portinari.
Astrid asintió. Olive era una de sus mayores influencia y que le dijese eso la trasformaba en un ser mucho más sentimental y sensible de lo que ya era. Siempre se había considerado una persona bastante insegura, sobre todo cuando se trataba de hombres, le había temido a ellas casi toda su vida. Si existía algo en ese momento que la inquietara era que Connor la estuviese utilizando.
«No lo haría» pensó «O tal vez sí...»
—Gracias —murmuró Astrid, para su amiga.
—No quiero que pienses estupideces, sobre todo que Connor gustaría de mí, porque te golpearé, y no bromeó, ma chérie.
—Lo sé, Olive. Sé perfectamente que no bromeas. —Le sonrió.
—Si tanto te inquieta te contaré sobre lo que hablamos con Connor.
Olive se acomodó nuevamente frente a ella, cruzando sus piernas en la posición de flor de loto y Astrid la imitó.
—Cuando se molestaron con Connor, él me preguntó que sería lo más lógico hacer. Le dije que te hablara, aunque tú no quisieras. No me hizo caso, como verás y decidió que tomaran distancias por que pensaba que no estabas interesado en él y toda la mierda.
—¿Qué no estaba interesada en él? ¿Estás bromeando?
Ella negó.
—Quien iba a decir que ambos tenían las mismas inseguridades y pensamientos. También me preguntó sobre alguno de tus lugares favoritos, le comenté que te gustaba mucho la playa, sobre todo si era con alguien.
—Oh, merde. —Cubrió sus ojos, sonrojada.
—No debí haberle dicho, lo siento.
—No lo sientas, si lo hiciste fue por algo —la tranquilizó—. Y déjame decirte que gracias a ello, mi fin de semana fue excelente, Ollie.
—¿No estás molesta?
—¡En absoluto! —chilló con emoción, la morocha.
—Pensé que lo estarías, por el amor de Dios. —Tocó su pecho con exageración.
—No pienses eso, por favor.
—Está bien.
Olive prendió la televisión, recostándose en la cama y estirando sus piernas.
Astrid se levantó de la cama para servirse un poco de su helado de mango, mientras analizaba lo que Olive la había revelado. Si bien siempre le había entrado en la cabeza que Connor sólo estaba jugando con ella. Era insegura y la le había ocurrido eso antes. Sirvió un poco de helado en un plato hondo, agregándole un poco de salsa de caramelo y lamió sus dedos debido a que estaban pegajosos.
Regresó a la habitación, tarareando una canción de Rihanna.
—¿No me has traído? —preguntó ofendida, Olive.
—Ollie, no me has pedido que te trajera —se excusó—. Además es de mango, tu detestas el mango.
La cara de su amiga se deformó y sacó su lengua.
—Muchas gracias por no traerme de tu maldito helado.
Astrid probó una cucharada de su helado y sonrió.
—De nada.
* * *
Septiembre
El agobiado aire salía de los labios de Astrid, mientras finalizaba de dibujar el objeto que le habían requerido en su clase de Arte. Le estresaba la profesora Bower, sobre todo cuando pedía a cada uno de sus estudiantes que dibujaran algo en especifico. Lograba estresarla con las cosas que le pedía; una de las veces le dijo que hiciera una gota de agua con relieve y profundidad, que quedara idéntica a una de verdad. Se pasó semanas creando aquel dibujo para tener que recibir un "insuficiente" por parte de los labios de aquella mujer. Cualquiera podía apreciar a leguas el odio que emanaba contra ella.
Ahí se encontraba, en un posición bastante cómoda deslizando el lápiz de arriba abajo y otorgándole cierta profundidad a las alas del pájaro. No le molestaba dibujar un pájaro, en absoluto, pero la profesora Bower se dedicó otorgarle un pájaro en específico, algo que la alteró mucho más.
Bebió de su taza de té y acomodó sus lentes. Estaba cansada, eran las diez y cincuenta minutos de la noche y sus párpados comenzaban a cerrarse solos. Aquello empeoraba debido a que escuchaba la serena voz de Ed Sheeran junto a Kiss me. Escuchó unos cuantos golpes en la puerta y luego el ruido del timbre retumbando en todo el departamento. Arrastrando los pies y frotando sus ojos, caminó en dirección a la puerta. Al abrirla una reluciente sonrisa por parte de Connor la tranquilizó.
—Luces espantosa, Astrid —dijo bromeando.
—Muchas gracias por decirme algo que ya sé —dijo, viendo a Connor entrar y luego cerrar la puerta.
—¿Qué estás haciendo?
—Un maldito pájaro que me pidió la profesora Bower —farfulló, para luego desplomarse en el sillón y cerrando sus ojos por un momento.
—Grandioso.
Sintió un cuerpo sobre el de ella. Gimió, comenzando a removerse para que se apartara.
—¡Sal, mierda! ¡Me duele mi espalda! —chilló, golpeando el sillón.
La ronca y aterciopelada risa de Connor le erizó los bellos de su nuca. El cuerpo que descansaba sobre su cuerpo se había apartado. Volteó rápidamente y vio la amplia sonrisa de Connor, acompañada con unos prominentes hoyuelos en cada mejilla. Se levantó del sillón y recargó su peso en las puntas de sus pies, debido a que estaba de puntillas tratando de besar los labios del hombre.
—No hagas tanto esfuerzo, preciosa —bromeó Connor, recargando ambas manos en sus hombros.
—Muy gracioso, imbécil.
—Cuida tus palabras, Astrid Portinari —dijo, tomando sus mejillas con decisión y clavando sus ojos sobre los de ella.
Astrid trató de voltear su rostro, pero las manos de Connor se lo impedían.
—Quiero ver cuánto tiempos puedes sostener la mirada.
—Sabes que no puedo.
—Si puedes, pero te da miedo.
Alzó sus ojos azules hacia los de Connor, observándolos con detenimiento. Tragó duramente, estaba demasiado nerviosa y su corazón comenzaba a delatarla. Relamió sus labios nerviosa y tensó su mandíbula. La atención que Connor tenía en ella era mucho más fuerte que todas las veces que se miraban.
Los labios de Connor actuaron primero, acercándose a los de Astrid y presionándolos con suavidad. Se movían tan lento y delicado, que lo desesperaba. Sus lenguas se juntaron, efectuando un travieso pero dulce juego entre ellas. Con calma, las manos de Connor recostaron la anatomía de Astrid sobre el sillón. Sus dedos comenzaron a descender hasta su abdomen, acariciándolo con un suave vaivén.
"La mirada suele ser cómplice de nuestro corazón y en ocasiones hasta amiga de la razón. Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón" No se podían creer como una simple mirada los había llevado a aquella situación. Las veces que cruzaban miradas no ocurría nada como eso, unos cuantos besos y sonrisas. Pero esta vez, no podían apartar sus ojos del otro, como si aquello los hubiese llevado por un mal camino.
—Te quiero mucho —confesó Astrid con los ojos empapados de lágrimas.
Al sentir las lágrimas Connor se apartó, observándola con preocupación.
—No llores, amor. Yo también te quiero.
—No me gustaría perderte. Tengo mucho miedo de perderte —admitió, mientras Connor limpiaba sus lágrimas
—Cariño, no me perderás. Siempre estaré contigo.
—¿Me lo prometes?
Connor sonrió.
—Te lo prometo, preciosa.
Astrid sonrió y volvió a besar sus labios.
—Tengo que terminar mi trabajo.
—Déjame ayudarte, te ves realmente cansada.
—Me encantaría.
Astrid lo guió hasta su habitación y lo acomodó en una de las sillas que había. Tomó el lápiz y comenzó con su trabajo. Le fascinaba estar tan cerca de Connor, debido a que el perfume se filtraba rápidamente por sus narices y la tranquilizaba. Cerró los ojos por unos instantes, escuchando el lápiz deslizarse por la hoja de papel.
Debían haber pasado casi quince minutos y Connor terminaba sonriente el dibujo, difuminando con su dedo el pájaro. Los labios de Astrid besaban su hombro, viendo la manera en la cual desplazaba el lápiz y lo recargaba en algunas zonas. Le gustaba dibujar, lo hacía gran parte del tiempo —al igual que fotografiar— y lo último que estaba terminando de crear era una de las tantas fotografías que le había hecho a Astrid en la playa. Al finalizar soltó el lápiz y alzó el dibujo hacia Astrid.
—Me ha encantado, dibujas maravilloso.
—Tonterías, yo sólo he terminado lo que tú has empezado.
—Una creación de ambos. —Le sonrió Astrid.
Connor besó la punta de su nariz, y asintió.
—¿Puedo sacarle una fotografía con el celular?
—Claro, también es tu obra, Connor.
El Iphone de Connor capturó la imagen e inmediatamente una idea asaltó su cabeza.
* * *
Astrid salía de su última clase con una notorias y pesadas ojeras. Eùgene se había adelantado para alcanzarla y así establear una conversación con ella. Se limitó a asentir, negar y agregar alguna que otra palabra. La verdad es que Eùgene ya no era de su interés, ni él ni su persona. Todo le había quedado bastante claro desde que lo había visto con Helen.
—¿Te ocurre algo, Astrid? —preguntó.
Ella negó.
—¿Estás segura?
Asintió.
—¿Por qué mierda no usas tu boca para hablar? —bramó.
Se encogió de hombros y buscó su celular, el cual vibraba en su bolso.
—¿He hecho algo? ¿Te he tratado mal?
Astrid rodeó los ojos y negó. Al encontrar su celular vio como en la pantalla iluminaba un mensaje por parte de Connor. Sonrió y dio un bostezo, cubriendo su boca con la otra mano.
—Astrid, ¿qué he hecho...?
—Ya cállate —chilló, alzando las manos al cielo—. Eùgene , basta de desperdiciar el tiempo conmigo. No me interesas y me diste las razones necesarias para hacerlo. Sigue revocándote con Helen o con otra chica, no lo sé, pero no quiero hablar más contigo, sobre pasaste todos mis límites. —Finalizó, con la cara roja de la rabia.
—Lo hubieras dicho antes. No sé por qué mierda me estaba molestando en conocerte cuando claramente mis intenciones eran las mismas que tuve con Helen. Vamos, Astrid, ¡casi media Universidad quiere follar contigo! Si yo lo hacía quedaría como un... rey
Los ojos se Astrid se abrieron de la sorpresa y estrelló con fuerza la mano contra su mejilla, y luego su puño en su nariz. ¿Quién mierda era él? ¿Aquel era Eùgene, el chico por el cual moría hace un tiempo? La más grande estupidez.
—Eres un imbécil, me apiado de la chica que esté alguna vez contigo.
Con unas grandes zancadas salió del lugar, caminó hasta su departamento. Tragó sus lágrimas lo mejor que pudo y deshizo el nudo que había en su garganta. Sin duda había sido la peor de las sorpresas el día de hoy y esperaba no encontrarse con otras iguales o similares.
Al llegar a su departamento, un poco temblorosa insertó la llave en la cerradura. Connor estaba frente a ella con una cariñosa y reconfortadle sonrisa, su muñeca izquierda estaba envuelta con una venda, haciendo que Astrid se alterara de una manera sobrenatural.
—¡Dios que mierda te ha pasado en la muñeca!
—Hey, tranquila, no es nada malo.
—¿¡Cómo que no es malo?! Mierda, ¿qué te ha pasado?
—Astrid, créeme, no es nada malo.
—¡Claro que sí! ¿Quién mierda lleva vendada la muñeca por nada?
Connor entrecerró los ojos, mientras se apartaba un poco para que ingresara a su departamento y viera como lucía. Cubrió su boca, asombrada al ver cómo lucía la mesa de centro junto una vela y unas cuantas luces adornando el contorno. Volteó hacia Connor, viendo cómo retiraba la venda cuidadosamente de su muñeca, para así revelar la tinta negra que cubría ésta.
Los ojos de Astrid estaban repletos de lágrimas y las secó con el dorso de su sweater. Se acercó a Connor y tomó su brazo para admirar mejor la imagen del pájaro que habían recreado juntos el día anterior. No sabía si chillar, reír o dejar que las lágrimas siguieran cayendo por sus mejillas.
—¿Por qué lo hiciste?
—Es algo que hicimos juntos. Quería llevarlo marcado en mi piel.
Las lágrimas de Astrid impedían ver los verdosos ojos de Connor.
—Pero, Connor, todavía no estamos juntos ni nada parecido —le recordó.
—Oh, cierto. Bueno, para esto he hecho este completo show.
Astrid alzó una ceja y mordió su labio.
—¿Show?
—Astrid. —Le sonrió amistosamente— ¿quieres ser mi novia?
+ + +
Con todo el amor, Bee.
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