26. "Antiguo novio"
26
La tez de Astrid carecía de cualquier sonrojo o rubor, se había asustado repentinamente. Era que la pregunta le había caído fuerte y duro, como si la hubiesen golpeado. Se removió bastante incómoda entre los brazos de Connor, sintiendo su corazón golpear con fuerza contra su caja toráxica y haciendo que su estómago se revolviese de los puros nervios.
Hace bastante tiempo que no pensaba en su primer novio, Julian, un nombre que deseaba no volver a escucharlo en lo que restaba de su vida. Si bien se había comportado como el novio ideal frente a muchas personas (entre ellas ambos amigos suyos) era que estaban en lo incorrecto. Si bien Colin era amigo de él desde hace tiempo, no le confiaba a aquel hombre su amiga, y estaba en lo correcto jamás debió haber aceptado su primera cita por que fue donde todo comenzó peor.
Las manos de Connor acariciaron la espalda de Astrid, preocupado.
—Astrid, ¿estás bien?
Ella negó.
—Connor... No puedo...
—Tranquila —dijo acariciando sus hombros—, no te obligaré a hablar de ello.
—Lo haré —Volteó hacia su semblante y acarició su rostro con sus dedos alzándolos hasta la arruga que se había formado entre sus cejas.
—No comprendo por qué no te gustaría contarme aquello. No me burlaré ni diré nada malo...
—Me cuestionarás porque estuve con alguien como él, después de todo —murmuró.
Connor ladeó su cabeza para observar mejor las expresiones que Astrid presentaba. Le estaba asustando sus palabras.
—Astrid, ¿qué te hizo?
—La pregunta fue que no me hizo —dijo agriamente.
—Hey, hey. Detente. Astrid, me estoy asustado lo suficiente como para pensar cosas horrible. Linda —dijo, quemando su garganta con su respiración. Tomó el rostro de Astrid entre sus manos—, cualquier cosa que te ha hecho está en el pasado. Te ayudaré, si eso necesitas. Haré lo posible para que no recuerdes las cosas horribles que te hizo.
La respiración de Astrid se entrecortó y las lágrimas se adueñaron rápidamente detrás sus párpados. Un sollozo desgarró su garganta, quemándole y desgarrándole con fuerza. Los brazos de Connor la envolvían, protegiéndola del dolor que guardaba en su interior. Se apartó de él, secando unas cuantas lágrimas y preparándose para hablar.
—Se llamaba Julian, es de esas personas que se ven tan encantadoras que jamás esperarías que te hirieran...
—Astrid, no sigas.
—Quiero hacerlo. Ya es mucho —dijo nerviosa-. Lo conocí gracias a Colin, eran buenos amigos los primeros años que llegamos a Paris, luego de lo que sucedió conmigo se separaron. —Tragó con fuerza—. Habíamos ido a un cita a un restaurante bastante lujoso, me había preparado yo misma; con aquel vestido negro y el maquillaje ideal que combinara con todo. Había sido una cena normal, hasta un poco aburrida. Claro que lo conocía, o creía hacerlo, habíamos hablado una cantidad de veces en la Universidad, era del departamento de Colin e iba en mis recesos a verme. Era tan... lindo—suspiró--. Lástima que nunca se llega a conocer a las personas a la perfección.
—¿A qué te refieres? -preguntó Connor.
-Era un chico de bastante fiestas, alcohol y drogas. Yo caí en lo mismo, no me siento orgullosa admitiéndolo, para nada. A Olive le desagrado como me estaba comportando, ni yo me podía reconocer lo admito, e insistía en decirme que era culpa de Julian, pero yo siempre lo negaba; era imposible. Se había introducido en mi cabeza de una manera que no podía apartarme de él ni sus malos hábitos. Colin jamás había conocido aquella faceta de Julian e intentó apartarlo de mí tantas veces que perdí la cuenta, terminé alejándome un tiempo de él y Olive. Julian me decía que eran unos pésimos amigos al no apoyar nuestra "relación" y obviamente confié en él. Una noche estábamos ambos tan borrachos que —suspiró, haciendo que su voz se le quebrara-, no recuerdo, no lo recuerdo a la perfección. -Cubrió su rostro con ambas de sus manos.
—No sigas, Astrid.
—Me acosté con él. En verdad no quería, le dije tantas veces que no quería, que no estaba lista. Pero al parecer le importó una mierda y se sintió con el poder de abusar de mí solamente porque los dos estábamos borrachos. Me dio tanta vergüenza, tanto coraje... No pude hacer nada. Tuve mucho miedo y asco de mí, como nunca antes; quería morirme. Al día siguiente corrí de donde sea que estaba lejos de ahí, no recordaba nada más.
» Era de noche y la puerta de mi departamento se abrió, recuerdo que caminé hasta la puerta un poco mareada y me encontré con la imagen de Julian frente a mí, ligeramente borracho y con un olor de los mil demonios. Se acercó hacia mí, sin siquiera saludarme y comenzó a besarme con fuerza. -Astrid sintió como su estómago se revolvía con solo recordar todo aquello. Ahogó un gemido de frustración-. Comenzó a toquetearme y a susurrarme lo bien que había sido la noche anterior, que había que repetirla. Me encontraba pésimo, me dolía todo mi cuerpo y cabeza, le dije que no una infinidad de veces —se detuvo, y recupero la respiración que había perdido--. D haber sabido que el no era una palabra que no entendía, no lo hubiera hecho...
-¡Basta! No sigas, Astrid.
—Me golpeó-susurró-. Me golpeó tantas veces que no recuerdo. Lo había hecho antes, cuando estaba drogada, pero decía que era mi culpa, por hablar con otros chicos, por volver hablar con Colin... Yo le creía, ¿sabes?. Sentía como me tocaba y me daban unas ganas de vomitar, no sabía si era por el alcohol o por los recuerdos del día anterior. Pensé que luego de sus toques sin sentido se aburriría, pero no fue así... Él quería más, quería algo que no podía darle en esos momentos y decidió recurrir a lo segundo, tomó la opción de no preguntar y solamente meter su maldita polla. -Tensó su mandíbula y mordió con fuerza, haciendo sonar sus dientes-. Se disculpó y claro que me creí aquellas disculpas, por imbécil. Me golpeaba tan seguido que casi acabo en el hospital.
-¿Por qué mierda no le contaste a alguien? ¡Importaba la nada misma que fuese tu novio! -dijo.
-Porque tenía miedo... ¿Qué más me haría? Me mataría, obviamente. No le costaría absolutamente nada. Además, sientes tanta vergüenza, te sientes estúpida, todo opinan de esto diciendo como "ellas se lo buscan", "¿Por qué no salen de ahí? Solitas se metieron". No es tan fácil —sollozó—. No es fácil. Yo pensé que Colin y Olive me odiaban, no sabía si contaba con ellos en esto. Me tenía solamente a mí, a nadie más. No sabes la cantidad de veces que quise matarme yo misma para terminar con esto. Es... tan difícil. Olive un día me vio en la universidad con un golpe en el brazo h se preocupó demasiado, le dije que me había caído.
—Obviamente no te creyó, ¿verdad?
—Yo pensé que sí, porque se fue. Pero en la tarde Julian estaba en mi departamento y me estaba gritando, la comida estaba muy mala, según él. Ahí Colin, no sé cómo entro en el departamento acompañada de Olive. Colin lo detuvo mientras Olive llamaba a la policía. Fue una pesadilla, todo ese tiempo viví algo terrible. No se lo deseo a nadie.
—¿Qué... pasó con él?
—Lo detuvieron. No pasó nada de tiempo cuando hice la denuncia y dijeron que se había suicidado en la celda. ¿Cómo? No lo sé. Se que sonará terrible, pero... quería que sufriera, ¿sabes? Que se pudriera en esa celda de mierda. No ocurrió... En fin —intentó sonreír como pudo—. Al menos estoy viva —dijo y le cayó una lágrima por su mejilla—, pudo... pudo haber sido peor, ¿sabes?
Connor observó los azulados ojos de Astrid y pudo ser consciente de la inseguridad que había en ellos, el miedo que emanaban en esos momento y el brillo de esperanza que resplandecía en ellos. Si bien el rostro de ángel que veía en esos momentos había pasado por cosas que por suerte jamás le tocó pasar, le disgustaba lo poco hombre que eran algunas personas, como robaban la fragilidad de un alma como la de una mujer, y le molestaba aún más que aquella mujer que le había arrancado una parte fuese Astrid.
-¿A qué edad fue esto?
-Tenía dieciocho, casi por los diecinueve.
-Eras bastante joven.
-Sí, e ingenua-rio.
Connor miró sus labios rojos siendo humedecidos por su lengua más de una vez en los veinte segundos. Acercó su rostro al suyo y besó sus labios, mordiendo ligeramente su labio. Le partía el corazón sus revelaciones, le dolían en lo más profundo de su ser.
-No podría permitir que algo malo te sucediera, Astrid-dijo, juntando su frente contra la de la morocha, haciendo chocar sus narices. Inspiró su aroma.
-Es inevitable, algo me puede suceder en cualquier momento, a cualquiera.
-Haré lo posible para que no salgas dañada-le susurró, juntando sus labios con los de ella.
* * *
Aquel domingo en el medio día fue todo lo que Astrid pudo necesitar. Los brazos de Connor envolvían su cintura y sus labios acariciaban sus hombros cada vez que la brisa golpeaba su rostro, como si sus labios pudiesen calmar los escalofríos que se apoderaban de ella. El sol se estaba ocultando, y aquello significaba que el abrazador frío se dirigía a ellos con fuerza. Los pulmones de Astrid inspiraron con fuerza el olor de Connor, llenando sus pulmones con aquella fragancia tan tentadora. Sonrió por inercia, mientras su hombro era humedecido por los labios de Connor. Volteó su rostro y tomó el de Connor entre sus manos, besándolo con frenesís.
Al separarse se apegó a su pecho, sintiendo los fuertes latidos de su corazón.
-Tu corazón late demasiado fuerte —le comentó, acariciando su pecho con sus dedos.
—Late así por ti; porque estoy contigo —respondió.
Astrid alzó su vista, cruzando sus ojos con los de Connor, y le sonrió.
-Eres gracioso.
-¿Qué te parece gracioso, amor? ¿Es sobre lo que siento por ti? -preguntó.
Ella asintió, tímidamente. Su corazón bombeaba con fuerza dentro de su caja toráxica.
-Me causa risa que seas tan cursi para tus cosas, es eso-le dijo, acariciando su mano con un suave vaivén.
Connor sonrió y acercó la blanca mano de Astrid hasta sus labios, besando el dorso con cariño. Le encantaba mimar a Astrid y regalarle todas esas palabras, por que verla feliz lo hacía feliz a él. Era impresionante el efecto que poseía en el cada vez que lo miraba con sus resplandecientes ojos, era tan profunda aquella azulada mirada que lo cegaba y aprisionaba. Siempre que sus ojos se cruzaban deseaba besarla, era una necesidad que estaba adquiriendo al estar tanto tiempo con ella.
-Son todas verdad. Me encanta decirte la verdad-le aseguró, con una resplandeciente sonrisa Connor.
-Me gusta que me digan la verdad, profesor Hurst.
-¿Qué tal si nos recostamos? -preguntó, removiéndose un poco.
-¿No te incomoda que recueste mi cabeza en tu abdomen?
-Para nada. -Palpó su estómago para que se recostara.
Sonriente Astrid hizo caso a las palabras y se recostó con cuidado, observando las nubes que pasaban por el cielo. Cerró los ojos por un momento y deseó que aquel momento durara para siempre; quedarse estáticos, como estatuas, pero poder revivir el momento, como una fotografía que es vista luego de años. Los dedos se Connor tomaron algunos mechones de su cabello, apartándolo de su oreja con delicadeza y con nerviosismo, como si no estuviese completamente seguro de lo que hacía. Volteó un poco más su cabeza, quedando a unos cuantos centímetros de su rostro. Admiró sus largas y ondulas pestañas que poseía, deseo poder alzar sus dedos y acariciar su mandíbula, estaba tan maravillada que decidió solo seguir mirándolo.
-¿Qué has visto? -cuestionó Connor, tocando con cuidado su mejilla.
-Nada.
-¿Segura?
-Completamente-aseguró, cerrando sus ojos.
-¿Dormirás?
-Lo más posible es que así sea, Connor. Podrías hacer lo mismo-sugirió, acurrucándose contra su pecho.
Los brazos de Connor envolvieron sus cintura, acomodándose nuevamente. Deslizó sus dedos por su larga melena, y rió.
-Duerme tú, belleza.
Astrid deslizó sus dedos con suavidad por el brazo de Connor, cerrando sus ojos por cada caricia que le proporcionaba. Cayendo en un profundo sueño.
Sonrió, con inercia claramente. Probablemente ver a Astrid dormir era sin duda la imagen más tierna e inexplicable del mundo; su pecho subía tan lentamente que su respiración era casi inaudible para el oído humano. La adoraba, le encantaba y pasar momentos con ella era algo que le encantaba aún más. Era tan única y especial que con solo apreciarla ya te ganabas un gran premio. A pesar de a veces poseer aquella actitud que le disgustaba, no le molestaba tanto como en otras personas. No sabía a qué se debía.
Y así siguió los siguientes restante diez minutos, admirando como dormía. No sabía que era posible que aquello ocurriera, pero realmente estaba ocurriendo.
Sus sentimientos hacia Astrid cada vez eran mayores.
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