21. "Inseguridad"
21
Astrid sonrió, mordiendo ligeramente su labio de la emoción. Claro que quería que la fotografiara, sería algo difícil de negarse sobre todo al estar con alguien como él. Miró como Olive roncaba a su lado y se preguntó qué diría ella o que opinaría al respecto. «Diría que no... Tal vez» pensó, Astrid.
Aclaró su garganta para responder:
—Me gustaría, Connor.
—Perfecto, preciosa. Para eso necesito pasar el fin de semana contigo, no sé si te resultará incómodo y prefiero no no sea así —dijo.
Abrió sus ojos asombrada. Pasar un fin de semana con Connor Hurst sería algo realmente tentador, pero estaría jugando con fuego y no quería quemarse ni salir herida. Tragó en seco, buscando alguna respuesta que sus labios pudiesen decir. Nada.
—¿C-cómo? —preguntó, insegura.
—Estaba pensando en ir a una playa que me han sugerido unos amigos. Es muy preciosa y al parecer la frecuentan bastante.
En ese momento, las mejillas de Astrid estaban teñidas de un sabroso color carmesí y mordía su labio, inquieta. Liberó automáticamente su labio y lo relamió, pensando en su decisión; quería pasar un tiempo con Connor y conocerlo, pero no quería que algo saliese mal, siempre sucedía algo para ponerse en contra del otro y solo quería disfrutar del fin de semana.
Acarició sus mejillas, mientras se sentaba en la mesa de la cocina, pensando.
—Me gustaría pensarlo, Connor. Por favor—inquirió, Astrid.
—Claro, Astrid. Me gustaría que me dijeses tu respuesta para ir partiendo mañana por la mañana. Esperaré tu respuesta impaciente.
—Gracias, Connor.
—No me des las gracias, preciosa. Llámame cuando puedas.
—Está bien.
—Adiós, amore.
Mordió su lengua y cortó la llamada. Se bajó de la mesa de un salto, casi doblándose su tobillo al ver a Olive recostada en el umbral de la puerta de brazos cruzados junto a una mirada curiosa. Astrid abrió la boca, pero las palabras no salieron de ellas. Dejó el teléfono en la mesa, mientras caminaba hasta su amiga, tímidamente. Acarició su brazo, preocupada de que la haya escuchado.
—¿Connor Hurst? —preguntó, con una sonrisa.
—Eh... Si—titubeó, mordiendo su labio, nerviosa.
Sus mejillas estaban sonrojadas, y sentía como la respiración le faltaba a causa de los nervios.
—¿Cómo te ha ido con él?
—Perfecto...—Esperó unos segundos—. Digo, bien.
—Claro. —Apagó el inquietante ruido de la tetera y se volvió hacia su amiga—. ¿Qué ha ocurrido ayer? ¿Te has encontrado con él, no es verdad?
—Sí, me encontré con él... Algo un poco obvio ya que es uno de los jueces—rió entre dientes.
Olive buscó un par de tazas dejándolas sobre la mesa, mientras iba por los servicios y el resto de las cosas para tomar desayuno. Sabía perfectamente lo que había sucedido, y solo por aquella intuición que tenía. Astrid era un libro abierto —cuando estaba con ella— y podía saber a la perfección cómo se encontraba con solo una mirada.
Al terminar, se sentaron una frente a la otra mientras Astrid vertía lentamente el agua caliente sobre su taza, y luego virtió un poco de cereales en su bowl.
—Todo salió bien, Olive. Una muy buena ceremonia—dijo, restándole importancia mientras miraba su plato de cereales y su taza de té pensando en la respuesta en cuando a la propuesta de Connor.
Ser fotografiada por él era una de las cosas que más le encantaría y que estaba esperando hace bastante, pero era algo parecido a jugar con una aguja; sabía que corría el peligro de terminar lastimada, de salir herida... Pero de igual manera parte de su cerebro le hacia creer que nada sucedería.
Connor era mayor que Astrid, eso no cabía duda; Astrid tenía veintitrés años (próxima a los veinticuatro) y Connor veintinueve, eran seis años de diferencia y en esos seis años Connor pudo haber hecho muchas cosas... Entre ellas conocer alguna mujer que probablemente era mejor y estaba a la altura del apuesto profesor; alta, de su edad y bastante más madura. Ella todavía estaba experimentando y no conocía a nadie, sabía que lo que tenían con Connor (lo que fuese) se terminaría pronto... Incluso más rápido que un pestañeo. No sabía lo que podría venir, pero trataría que dejarse llevar, como una hoja, solo esperando que el viento la llevase donde quiera que tuviese planeado.
—Astrid, ¿ha pasado algo? —preguntó, Olive.
Ella negó, comiendo de sus cereales y manteniendo la vista en el vacío del lugar.
—Connor. Eso está pasando. —Alzó su cabeza hacia su amiga, la cual terminaba de beber su café con la mirada fija en los azulados ojos de Astrid.
—Cuéntame, querida. ¿Qué te aflige? —Depositó con gentileza la taza sobre la mesa, mientras acomodaba su cabello en una coleta.
—Me ha invitado a pasar un fin de semana con él. No sé qué decirle.
—¡Le tienes que decir que si! —chilló, Olive.
Astrid sonrió a medias, acariciando la orilla de su taza, pensativa. Quería, pero algo se lo impedía.
—Estoy pensándolo...
—¿Cómo que pensándolo, Astrid? —interrumpió osadamente a su amiga—. No tienes nada que pensar. Es Connor Hurst.
—¿Y qué si es Connor Hurst? —exclamó—. Estoy pensándolo por mí, por lo que haré el fin de semana con él, que sucederá. Eso estoy pensando —Se levantó a dejar el plato con cereales para luego lavarlo—. Últimamente no he pensado bien lo que hago porque soy impulsiva, no pienso solo actúo. Y necesito pensar sobre lo que haré en donde quiere ir Connor. Quiero pensar en las elecciones que haré, porque puede cambiar todo.
* * *
Astrid estaba en su habitación mirando la televisión mientras miraba sus fotografía en su nueva cámara. Era otro modelo, no era como su vieja y sencilla Canon, era de la marca Nikon un poco más grande y era el modelo que quería hace bastante tiempo. Había dado justo en el clavo y no podía parar de sonreír. Le tendría que contar a Connor porqué razón no había querido aceptar su cámara, tarde o temprano. Pasó la manos por su cabello mientras veía de reojo su celular. Mordió su labio e ignoró la presencia de su celular para seguir viendo sus fotografías.
Recordaba perfectamente la primera fotografía que había tomado con su nueva cámara; estaba en el centro de París admirando una vez más la gigante Torre Eiffel cuando una pareja se besó bajo ésta, como si estuviesen preparados para que Astrid los fotografiara. Y de esa manera capturo tres imágenes del beso en distinto ángulo, lo hizo rápidamente y procurando que la pareja no se diese cuenta de que estaban siendo capturados en una imagen por la curiosa fotógrafa de cabellos marrones.
Tal vez estaba en sus genes ser así, curiosa, Robbie era igual que ella, Johana, sus primos maternos y tías por el lado de su madre. Lo más probable era que fuesen los genes maternos, no tenía conocimiento de la familia de su padre y si tuviese familia no sabría en que se parecen. No recordaba a su padre, solo una silueta borrosa que se cruza por su mente cuando quería hacer un esfuerzo por recordarlo, fuera de eso nada más. Ahora que podía ir a Florencia haría lo posible por encontrarlo, aunque fuese el mismo alcohólico de hace muchos años.
Su teléfono vibro con el habitual tono de mensaje. Dio un salto para ver de quien se trataba, dejando la cámara a un lado. Medio sonrió al ver que era un mensaje de su amiga, comunicándole que había llegado bien a su casa. Le respondió dando gracias que fuese así y que le contaría si es que llegase a ir con Connor.
Escuchó el chirrido de la puerta de la entrada abrirse. Dio un pequeño chillido y se levantó para ver de quien se trataba. En su mano derecha traía uno de sus libros para defenderse—si es que era un ladrón—. Caminó de puntillas hasta la sala de estar, y cuando alzó su libro para golpear a la persona se dio cuenta que era la única persona con la cual necesitaba hablar ahora. Soltó el aire de sus pulmones aliviada y vio como Colin volteaba hacia ella, sonriendo.
—Astrid, belleza.
Colin le sonrió a su amiga mientras ella se sentaba a su lado, abrazándolo con fuerza; los abrazos de Astrid eran muy acogedores ya que se envolvían por completo la anatomía de la otra persona, como si los envolviera con el alma más que con el cuerpo, algo que le fascinaba. Le devolvió el abrazo besando su cabellera con dulzura, como la mayoría de las veces.
—Colin, ¿cómo te ha ido? —Le sonrió descaradamente, haciendo que su amigo se sonrojara.
—Astrid. No hagas eso.
—¿Qué? No he hecho nada, Colin—dijo, con una sonrisa en sus labios.
—No hagas como que no sabes.
—No te enojes. Era una broma. —Abrazó a su amigo, mientras tocaba su cabello—. ¿Cómo te ha parecido Rylie?
—Es muy guapa. Lo admito.
—Pero... ¿Cuál es el inconveniente? —Le preguntó, Astrid.
—Se va a ir a estudiar a Londres, en febrero o marzo del próximo año. Me pareció una chica demasiado agradable, de esas chicas con las cuales puedes hablar con naturalidad.
Astrid sabía que no se refería a eso.
—Me has sorprendido, Bouvier.—Le guiño un ojo a su amigo—. ¿Cuál es el problema de que se vaya a Londres? No es como si tuviesen una relación o la quisieran... —Astrid dejo en el aire sus palabras al ver como Colin se ruborizaba—. Colin Bouvier, ¡porqué te sonrojas tanto!—rió.
—Cállate.
—Colin te ha gustado Rylie, ¿verdad?
—No lo llamaría gustar...
—"... Gustar es una emoción muy grande por lo que diré que siento atracción"—Irrumpió a su amigo mientras terminaba la frase, con los labios presionados y una sonrisa en ellos.
—Oh, cállate.
—Colin, admite que te gusta.
—No es así, Astrid. "No me puede gustar alguien a quien no conozco"—imitó las palabras de su amiga, haciendo que recibiera un golpe en el hombro por parte de ella.
—Colin, admite que te gusta.
—Astrid, entiende que no puedo dejar de sentir esa atracción por ti tan fácilmente—escupió, Colin.
La morocha se alejó un poco de su amigo cohibida por sus palabras. Colin la acercó nuevamente a él desde su cintura, mientras besaba su frente disculpándose.
—Lo siento, no quise incomodarte.
—Tranquilo, no importa... Aunque. —Lo miró—, ¿cuánta atracción es la que sientes, del uno al diez?—pregunto, temerosa.
—No supera el cinco, cálmate, Astrid—sonrió con ternura.
—Quería saber tu opinión en cuanto a algo, Colin.
El asintió para que siguiese hablando, mientras acariciaba su frente y la estiraba con sus dedos. Astrid frunció el ceño.
—Dime, As. ¿Qué pasa? —indagó, su amigo.
—Es sobre Connor Hurst—murmuró.
Colin detuvo las caricias en su frente y negó, un tanto molesto. No le agradaba Connor y nunca lo haría. Sabía que ese hombre tenía varios secretos bajo su faceta del irresistible profesor. No quería que lastimara a Astrid, porque sabía perfectamente como sufriría y lloraría por él. Lo había visto una vez, pero —como hombre— sabía que algo tramaba, que algo ocultaba.
—Astrid, no me agrada ese tipo—dijo, con los dientes apretados.
—Lo sé, pero escúchame, ¿sí?
Él asintió de mala gana, mientras mantenía sus brazos cruzados en su pecho.
—Me ha invitado a pasar un fin de semana con él—dijo, mordiendo ligeramente su labio.
—Bueno, ve.
—¿Tú crees? —preguntó, con una leve pizca de inseguridad.
—Es tu vida, tu sabes lo que haces con ella—respondió, de brazos cruzados.
Astrid se levantó del regazo de Colin, molesta. Estaba actuando con demasiada frialdad cuando ella solo quería su opinión sobre ir con Connor. Lo miró con odio mientras se sentaba en la otra mitad del sillón en silencio.
—Gracias por la ayuda, hermano. —Golpeó el hombro de Colin, mientras se levantaba del sillón para en busca de su celular para llamar a Connor.
Si a su amigo le molestaba que saliera con Connor lo haría de todas maneras. En ese momento no le preocuparía lo que pensara de ella. Astrid estaba cansada de la actitud que tenía Colin cuando quería salir con algún chico o tal vez solamente con Connor que era así. No comprendía y eso le molestaba aún más.
—Astrid.
Dio media vuelta y vio el preocupado semblante de su amigo a unos metros de ella. Resistía cualquier impulso de gritar. Lo hubiese entendido si fuese la primera vez, pero no lo era.
—¿Qué? Explícame, ¿¡qué mierda quieres?! Ya estoy cansada, estoy cansada de todo; Estoy cansada que las personas me critiquen por las cosas que hago y digan que no son suficientes. Estoy cansada de que no te agraden las personas con las cuales me junto o quiero salir. Estoy cansada de estar acá ahora mismo. ¡Me estoy hartando de todo! —Gritó—. Siempre lo que hago está mal, ¡siempre!
—Hey, por favor, no hables así de ti, Astrid—dijo, Colin, proyectando sus azulados y fríos ojos sobre los de Astrid, congelándola con una mirada—. Te he dicho que eres libre de hacer lo que quieres, ¿no es suficiente?
—No te importa. Ahora, en este momento, no te importa lo que haga.
—Astrid, ¿dónde te estás yendo? Regresa a la tierra—comentó, preocupado.
—Estoy acá, ¡frente tuyo! No juegues con esas palabras, Colin—amenazó—. Quería saber tu opinión, ¿sabes? Eres mi amigo, mi mejor amigo y a veces siento esa inseguridad y necesito el apoyo de alguien, pero claro tu solo dices "es tu vida tu sabes lo que haces con ella". ¡Quería tu maldita opinión!
—¿Qué quieres que te diga? —demandó—. "Astrid ve con Hurst, estoy seguro que serán felices hasta el resto de los días". No, Astrid. Te va a lastimar, ¡por eso no quiero que vayas con él! No confío en ese tipo, y como tu amigo que digo eso. No es ser posesivo, no es nada parecido. Simplemente tiene algo que no me hace confiar por completo en él.
—¡El no me va a lastimar! —gritó, Astrid.
—Sabes, haz la mierda que quieras, me voy. No quieres entender mi punto, entonces no comprendo porqué me pides la opinión. A fin de cuentas no quieres algo objetivo, quieres algo que relaje a tus oídos. —Dio media vuelta evitando a Astrid, la cual seguía de pie en el umbral de su habitación.
—Colin.... ¡Colin! —exclamó.
Se detuvo en la puerta principal.
—¿Qué quieres, Astrid?
—Por favor hablemos, no te vayas. —sollozó.
Colin giró en dirección hacia su amiga, con la mano en el picaporte de la puerta. Tenía sus ojos rojos y cargados de lágrimas. Le rompió el alma verla así, de seguro ver a Astrid llorando era la peor imagen del mundo. Pasó las manos por su rostro y recordó la primera vez que la había visto llorar, cuando se habían conocido.
La había visto en el parque por la ventana de su habitación, le parecía tierna y bastante curiosa para tener tan poca edad, mientras observaba unas mariposas acercándose sigilosamente. Había caído a la calle, tropezando con sus zapatos y comenzó a llorar, Colin no esperó un segundo y ya estaba fuera de su casa con un botiquín en mano junto con un dulce. La pequeña Astrid estaba en el suelo viendo como su rodilla sangraba mientras él limpiaba con cuidado, soplando su herida cuando le ardía. Era la primera vez que se había prometido que no la vería llorar frente suyo o lo haría él también.
Aguantó el aire en sus pulmones y se acercó a dos grandes zancadas hacia su amiga, acurrucándola entre sus brazos.
—Solo quiero que seas feliz, Astrid. Es lo único que me importa—dijo, acariciando su mejilla—. Si ir con Connor te hace feliz, ve con él. Solo quiero que seas feliz porque te lo mereces, te mereces eso y más, créeme. Solo te digo... ten cuidado, hay algo en él que no me deja tranquilo —repitió Colin.
—¿Se pueden encontrar más personas como tú, Colin? —dijo, sonriendo.
—Lo mismo me pregunto en cuanto a ti, Astrid.
—Te quiero mucho.
—Yo te quiero más.
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