11. "Cena"
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Astrid solamente se encogió de hombros, tratando de ocultar el rubor que ascendía por sus mejillas y calentaba su semblante. Mordió ligeramente el interior de su mejilla y caminó al lado de Connor , el cual tomó de la delicada mano de Astrid calentándola con su energía y envolviéndo ésta de una manera reconfortable.
—Wow, estás muy helada—dijo, preocupado Connor.
—Siempre estoy así, sobre todo cuando es invierno.—Astrid habló, mientras caminaba nuevamente junto a Harry, volviendo a la normalidad.
—Disculpa lo de antes.
—Tranquilo.
—No quiero que creas que gusto de ti, Astrid. Fue solo un pensamiento que se cruzó por mi mente. —Las palabras de Connor salían apresuradamente por su boca, tratando de hacer evidente su confesión.
Astrid asintió lo mejor que pudo. Desde el momento que Connor le había otorgado aquella oportunidad lo había etiquetado como una persona platónica. Sintió como las palabras de Rhiannon hacían gran énfasis en su cabeza, desconcertándola por completo en su caminata. Connor Hurst era sin duda la persona que una chica le presentaría a sus padres.
—Lo entiendo, Connor.
—Me alegro que sea así, Astrid—sonrió nuevamente hacia Astrid, la cual le proyectaba sus brillantes y azulados ojos—. Ahora, cuéntame algo sobre ti.
—No sé que contarte de mí, mi vida es un tanto aburrida.
—Primero que nada, ¿cómo sabes hablar italiano? Si no te molesta comentarme sobre ello.
Astrid pensó un momento dentro de su cabeza si debía o no comentarle sobre su ajetreada vida que tuvo en Florencia. Hizo un leve puchero pensativa, deshaciendo inmediatamente éste dispuesta a hablar.
—Nací en Florencia, Italia. Mi padre era un pintor italiano y mi madre era una profesora de Arte en una escuela no muy lejos de donde vivía. Recuerdo perfectamente que mi padre nos obligaba a aprender rápido las palabras, no supe bien el porqué, y es por ello que ya a los tres años hablaba bastante fluido. Además mi padre pasaba más en casa con nosotros que nuestra madre, ya veras...
—Bastante agitado.—Aguardó unos segundos antes de preguntar:— ¿Nos?
—Oh, sí.—Astrid sonrió—, el chico que llamó...
—Debe ser alguien especial, ¿verdad? —interrumpió. Trató de sonar de la manera más sutil y creíble posible, pero era que le molestaba demasiado.
—Sí, mi hermano. Al cual me llamó en el departamento y lo ha intentado por varias semanas.
Connor sonrió ampliamente y Astrid pudo ver como sus hombros se relajaban notoriamente al finalizar sus últimas palabras. No pudo resistirse por mucho ante la reacción de Connor y rió suavemente, como si estuviese aclarando su garganta.
—Puedes seguir.
—Como sea, el punto es que Robbie era la única persona que podía protegerme realmente, ya que mi madre no se preocupada de mí, en lo absoluto, no sé para qué me tuvo si me dejaba sola y desprotegida. Yo tenía unos dos o tres años cuando comenzaron las peleas en casa, eran algo así como aquellas que están en las películas; gritos, golpes por parte de los dos y se lanzaban objetos; platos, en el caso de mis madre. Un día mi padre llegó enojado a casa, como le estaba ocurriendo ese último tiempo, parece que las ventas de sus pinturas no daban frutos y... —Aclaró un poco su garganta— comenzó a forcejar a Robbie y a mi madre, tuve que ponerme frente a mi hermano, era la única persona que realmente me importaba en esa casa... Debía tener cuatro años, creo, aquella vez. Fue todo tan extraño. Desde ahí que los recuerdos de mi infancia son solo nubes borrosas—suspiró—. Recuerdo cuando llegamos a Francia, Marsella, donde vivía una de las hermanas de mi madre, debe haber sido como a los cinco o seis. Me custa recordar gran parte de lo que fue mi infancia.
No era de contar la historia a la perfección de cómo había llegado a París, por el simple y pequeño hecho que su memoria estaba —casi— vacía por sus recuerdos de su infancia. Aunque recordó en ese momento un hecho importante, un día que estaban con su familia, en Marsella, hojeando el album familiar. Podía identificar la rasposa y gastada voz de su tía, Lisa, diciendo algunas palabras en cuanto a éste: "Deberías recordar esto, fue hace unos años, en Florencia" Los ojos se le había llenado de unas grandes y fuertes lágrimas, junto a un molestoso nudo que se en su garganta, desgarrandole al tragar.
Solo quería recordar su infancia, era una de las pocas cosas que anhelaba con todo su corazón y ser, puesto que podría conectar acontecimientos importantes en su vida.
—Astrid, no debí haber preguntado. Lo lamento.
—Tranquilo. Si quieres conocerme es mejor que sepas aquello de mí.
—Lo que no puedo comprender es, ¿cómo a pesar de todo el dolor que pasaste sigues sonriendo? Me refiero a esa radiante sonrisa que tienes, Astrid.
—A veces hay que aprender a superar algunas cosas—confesó, Astrid, mirando su mano la cual tomaba con fuerza la de Connor—. Oh, Dios. Lo lamento, he extrangulado tu mano...
—Descuida. Hemos llegado, querida Astrid.
Frunció el ceño extrañada por el lugar en el cual se encontraban; estaban frente a un gran parque dónde se podía apreciar a las tantas personas disfrutando de la comida en unas sensillas mesas redondas y en frente de la gran masa de personas existía un escenario de unos cuantos metros de distacia, con unas tablas de color marrón bastante claro y unas sillas en éste. Le agradaba el lugar, ya que estaban al aire libre, rodeados por una maravillosa decoración ambiental que poseía; las luces entre los árboles y las velas y flores que habían en toda y cada una de las mesas ubicadas ahí, era un lugar bastante romántico.
Connor saludó al personal de seguridad y éste inmediatamente dejó entrar a ambos al recinto, no pasaron muchos minutos cuando una camarera de dirigió hasta ellos guíandolos a una mesa vacía ubicada en el centro del armonioso y tranquilo lugar.
—Jouissez (1) —dijo la chica, en un lento y seductor francés. Extendió su mano, presentando la mesa e invitándolos a tomar asiento.
—Également pour vous(2) —Astrid respondió, haciendo que la chica le sonriera y se alejara de ambos.
Connor apartó la silla —como todo un caballero— para que Astrid pudiese sentarse cómodamente en la silla. Agradeció, mientras él rodeaba la mesa sentándose frente a ella con una enorme sonrisa en su rostro
—Me complican algunas palabras en francés—confesó nervioso, Connor.
—Me sucede exactamente lo mismo, pero con el inglés.
Un señor con un gran bigote y grandes lentes redondos se acercó hasta ellos con dos menú en ambas manos.
—Buenas noches, soy César y hoy los atenderé en ésta hermosa noche. Espero que disfruten del show, usted y su invitada, señor Connor—sonrió—. Díganme, ¿les traigo algo para beber?
—Champagne, por favor, para ambos, César.
—Enseguida. —El hombre salió a un apresurado paso de la mesa para ir directo en busca de la champagne.
—¿Qué pedirás, Astrid?
Los astutos ojos se Astrid se posaron en el precio de los platos; eran costosos y no había algo al precio que ella acostumbraba comer cuando iba a comer junto con Colin u Olive, no entendía el aumento de los platos, no era posible que bañaran en oro los vegetales para tener tal precio. Era también que su estómago no imploraba por cómida, sentía que vomitaría en cualquier momento de los nervios. Fue hasta las ensaladas, y señaló la ensalada Griega.
Dios mío, hasta una condenada ensalada vale demasiado, pensó.
—Eh... Yo creo que una ensalada—respondió Astrid, nerviosa.
—¿Una ensalada? Astrid, vamos. —Connor miró el semblante cansado de Astrid y acarició el pequeño hueso que sobresalia de su muñeca con su dedo pulgar—. Come algo más.
—Connor, no tengo tanta hambre, de verdad.
—Está bien. Solo ésta vez perdonaré que no quieras comer algo más—respondió, sin dejar de acariciar la muñeca de Astrid—. ¿Qué tal es el Ratatouille?
—Es... Sabroso. Un plato muy clásico y rico para los turistas.
—Confiaré en ti, Astrid.
—Me alegro que así sea—murmuró Astrid.
Era un noche hermosa, la luna iluminaba el sector donde las personas comían y hablaban, reflejándose sobre una de las piletas. Hace bastante que no salía a comer con otra persona que no fuesen sus dos mejores amigos, y tenía que admitir que estar con Connor Hurst le encantaba. Sobre todo cuando sentía como acariciaba el dorso de su mano con dulzura. Tal vez si no hubiese enviado aquel correo electrónico no estaría con Connor en ese momento, tal vez estaría con sus amigos o incluso comiendo algo con Eùgene.
El champagne fue servido en ambas copas por gentilesa del camarero, César. Posterior pidieron ambos su comida y las cartas fueron retiradas, dejándolos sin alguna distracción por medio. Connor alzó la copa hacia ella, emocionado.
—Un brindis, señorita Portinari.
—¿Por qué brindaremos, señor Hurst? —preguntó, al tiempo que alzaba la copa.
—Por usted y por su triunfo en Louvre—respondió.
Sintió la sonrisa de Harry y sus ojos mirándola fijamente en busca de una respuesta. Tragó en seco, sintiendo las lágrimas detrás sus párpados, amenazando con salir.
—¿Q-qué? —Astrid quedó pasmada y la copa temblaba, a causa de su mano.
—Felicidades, Astrid. Ha quedado finalista entre los tres participantes. No ha sido tan difícil, pero por favor todavía no comenté absolutamente nada. La noticia era para mañana...
—Creo que lloraré. —Mordió levemente su labio reprimiendo las lágrimas.
Connor se levantó de su puesto y caminó hasta ella, abrazándola con ternura mientras ella ubicaba su cabeza en su pecho, sintiendo como una lágrimas caía lentamente por el contorno de su mandíbula hasta su barbilla.
—Estoy tan orgulloso de ti, Astrid—susurró.
—Gracias, de verdad muchas gracias, Connor—al separarse, Connor apartó un mechón que caía por su ojos con delicadeza, mientras le sonreía.
Volvió a su puesto, sin despegar su mirada de los ojos de Astrid, los cuales brillaban como las estrellas de aquella noche. Alzó nuevamente su copa, esperando por Astrid que a los segundos se unió diciendo "Salute" en un lento y exquisito francés que congelo a Connor por completo. Vio como la chica bebía lentamente de su champagne, saboreándolo y deleitándose con el sabor.
—¿Te ha gustado?
—Me ha encantado, gracias. Hace bastante que no bebo Champagne, profesor Hurst.
—No me agradezcas, Astrid. Te lo mereces.
Charlaron unos minutos hasta que el violín se adueñó del escenario con la melodía del baile Sirtaki (3), la gente comenzó a aplaudir al ritmo de la música, al igual que Connor junto con Astrid. Las parejas se levantaron de sus puestos, bailando el peculiar baile. Las manos de Connor se deslizaron hacia la cintura de su acompañante, animándola a bailar. Ella negó avergonzada, mientras hacía esfuerzo para sentarse en su puesto. Con fuerza Connor jaló de sus muñecas, haciendo que el cuerpo de Astrid se estrellara contra su pecho. Él solamente sonrió y comenzó a bailar junto a la joven, uniéndose con otras personas.
Sonrió ampliamente, se estaba divirtiendo bastante con Connor como nunca lo había hecho antes. Sentía la alegría en todo su cuerpo y aquella sonrisa que desaparecía instantáneamente seguía estampada en su rostro. No sabía cómo todavía existían personas como Connor Hurst en este mundo, como alguien tan caballero y educado estuviese frente a ella haciéndola sonreír y sentirse cómoda.
Con ayuda de sus pies, se acercó hasta donde estaba su compañero de noche y alzó sus brazos, envolviendo su anatomía con fuerza, entregándole todo lo que necesitaba expresar con palabras en un abrazo. Él, con cuidado, desplazó sus manos hasta su cintura, apegándola a su cuerpo. La música finalizó y todos aplaudieron, volviendo a ubicarse en sus puestos iniciales. La persona del violín bajó del escenario y se desplazó por las mesas de parejas, tocando una canción para cada pareja, hasta llegar a ellos.
—Buenas noches, estoy apreciando una de las parejas más jóvenes. —El hombre se acercó hacia Astrid besando un mejilla dulcemente y saludando a Connor con un apretón de mano—. Colega, has ganado la lotería con aquella preciosura frente a tus ojos. —Señaló a Astrid, haciendo que las personas sonrieran, Connor solamente hizo relucir aquellos hoyuelos y hermosa sonrisa, haciendo lanzar algunos suspiros—. ¿Cómo se han conocido? ¿Desde cuándo son pareja?
—Solo somos amigos —habló Astrid, arruinando la magia creada en ese momento.
Los espectadores soltaron un suspiro, haciendo que Astrid se sintiese incómoda. Connor tomó de su mano por debajo de la mesa, tranquilizándola.
—Entonces, colega, ¿puedo quedármela?
—No es como si fuese un objeto, amigo—respondió sonriente Connor, aún acariciando la mano de su acompañante con gentileza.
Las mujeres aplaudieron con fuerza y alabaron a Connor Hurst por su comentario. Sus parejas miraron con recelo al hombre.
—Wow, amigo, tu sí que sabes tratar a una mujer. Espero que algún día se conviertan en una hermosa pareja, mis compañeros. Con ustedes, esta hermosa sonata de Bach muy conocida; Allegro. Disfruten el resto de su noche.
Ambos alzaron sus miradas, conectándose por un breve momento. Astrid sintió como aquel nudo en su garganta se hacía cada vez más fuerte cuando mirada a Connor. César llegó hasta ellos para tomar ambos pedidos, los cuales fueron entregados unos cuantos minutos después. Estaba siendo una de las mejores noches de su vida y quería congelar el tiempo para poder quedarse en ese momento para siempre.
—Tengo que admitir que ha sido una de las mejores noches de mi vida —dijo Connor—. Y el ratatouille esta exquisito.
Iban caminando de regreso y Connor la acompañaba su casa como todo un buen caballero. Decidir irse caminando había sido una muy buena opción para ambos ya que hablar era justamente algo que querían hacer esa noche.
—Al menos es algo mutuo. Y me alegró que el Ratatouille fuera de su agrado—murmuró, Astrid.
—Nunca pensé que fueras así.
—¿Así como? —preguntó, Astrid.
—Tan sofisticada y grandiosa. Con ese aspecto tan encantador y esa alma tan hermosa—respondió Connor—. No me malinterprete, señorita Portinari, pero me ha fascinado como es.
Connor se acercó a ella y pasó su brazo por su hombro, atrayéndola hacia él. Se sintió protegida en sus brazos y pensó que todo aquello solo estaba siendo producto de su imaginación. No podía existir alguien así frente a ella, después de toda las circunstancias en las cuales su vida que había estado involucrada, tantas veces que le dijeron que personas como él no existían.
Su pulso aumento considerablemente y sintió como su cabeza daba vueltas. Un jadeó involuntario salió de su garganta cuando se le estaba haciendo complicado respirar. Connor volteó su rostro y miró a Astrid, la cual estaba completamente pálida.
Las piernas de Astrid flaquearon y Connor la aferró contra su cuerpo para que no se desplomase en medio de la calle. Acarició el rostro de la chica pálido al igual que de un muerto se tratase; su piel estaba tan helada que parecía estar tocando la nieve de Londres en ese momento.
—Astrid. —El cuerpo de la chica se desplomó contra él—. No cierres los ojos por favor.
Connor acunó a Astrid entre sus brazos cargándola hasta la banca más cercana.
—No puedes estar conmigo, después de todo lo que me han dicho... No puedes estar con alguien como yo, no es posible. No te asustes, por favor. —Acarició las mejillas de Connor con cuidado—. Solo... necesito relajarme, cerrar mis ojos por un momento.
—¿Cómo quieres que no tenga miedo? Astrid, te ves pésimo.
—Es culpa de los recuerdos. Mi mente quiere hacerme creer aquello, que estoy sola, como siempre. No es agradable la ansiedad y esas cosas.
—Entonces, deja de creer en ello, por favor. Estás conmigo, ahora.—Acercó a Astrid a su pecho, abrazándola con preocupación.
Ella enredó sus dedos en el cuello de Connor, acariciándolo suavemente. Sintió como su cuerpo cobrara nuevamente calor y su respiración de volvía regular. Estaba temblando de miedo y de pánico; Connor había visto lo que sucedía con su cuerpo rara vez y estaba preocupada por el después de esto. Los ataques de ansiedad le quitaban siempre el oxígeno y sus palabras.
Al separarse, el hombre observó a Astrid; la cual tenía nuevamente aquel brillo, pero sus ojos emanaban miedo. Besó su frente, dejando descansar sus labios sobre ésta. Escuchó un sollozó por parte de Astrid, y procuró seguir acariciando su cabellera castaña.
—Por favor no te alejes de mí.
—¿Por qué me alejaría de ti? No me alejaría jamás de alguien que calma mi alma —reveló, Connor.
Astrid dirigió su vista a sus labios, los cuales temblaban al igual que los de ella. No podría resistirse nuevamente al tenerlo tan cerca. Alzó su mano hasta la comisura de Connor y con su pulgar acarició su labio inferior. Suspiró. Estaban a una distancia tan corta que la respiración de ambos se mezclaba dejándolos perplejos. Connor desplazó sus manos hasta la mejilla de Astrid y cortó aquella distancia que había entre ellos, juntando sus labios.
Sintió como los cálidos labios de Connor se acoplaban a los suyos, besandolos con suavidad y ternura. Su sabor a menta y champagne le encantaba, al igual que la forma en la cual Connor la estaba besando. No quería que terminara, finalmente lo tenía cerca de ella y no lo dejaría escapar.
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1. Jouisez: Drisfruten/Gocen
2. Également pour vous: También para usted.
3. Sitaki: Es una danza popular de origen griego. El Sirtáki se baila en una formación en línea o círculo con las manos en los hombros de los vecinos. La formación en línea es más tradicional. El ritmo es de 4 tiempos que aumenta, y se cambia a menudo a 2 tiempos en la parte más rápida. Por consiguiente, la danza comienza lenta, transformándose gradualmente en más rápida, generalmente no incluye saltos.
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