10. "Pensamientos"

10

Dirigió su vista hacia las manos de Connor, las cuales estaban temblando del frío. El clima estaba comenzando a ponerse cada vez más helado y eso significaba que el verano ya iba a acabar. Connor traía puesto un abrigo de color café y en su cabeza una boina de un color azul que resaltaba sus ojos. En cuanto a sus labios estaban en una línea recta y de igual manera estaban temblando.

Astrid bajó la vista y la subió lentamente, recorriendo su anatomía de pies a cabeza. Hizo un espacio para que Connor pudiese pasar a su departamento.

Frotó sus manos entre sí y observó a la morocha, la cual tenía una bata beige y bajo esta un pijama corto y desabrigado para el clima esa mañana.

—Astrid, disculpa haberte interrumpido así esta mañana.

Ella solamente asintió y le ofreció que se sentara en su sillón mientras le traía algún café. Caminaba arrastrando sus pantuflas a lo largo del departamento, una molesta costumbre de la cual no se quiso deshacer, sobre todo ahora que vivía sola. Sin embargo aquel no era el problema, sino que el cuerno del unicornio se veía claramente en la pantufla de color beige. ¿Acaso podía siquiera tratarse de un escenario normal? No, en definitiva. Lucir una bata junto a unas pantuflas de unicornio frente a uno de los jueces que la evaluó en definitiva no era un escenario normal.

En cuanto entró a la cocina vió por el rabillo del ojo a Connor; su mirada vagaba por la soledad de su departamento, deteniéndose en más de una ocasión en las fotografías que estaban por toda la habitación. Juntaba sus manos de vez en cuando para frotarlas entre sí y darse algo de calor, además que respiraba algo agitado a pesar de ya estar sentado. Algunos rizos se escapaban por las orillad de su boina y lucían algo húmedos.

Connor comenzó a jugar rápidamente con sus dedos y sus anillos que estaban en sus dedos índices. Estaba nervioso y al parecer siempre lucía así. Acomodó su boina mientras esperaba por el café que Astrid le había ofrecido. A su lado estaba la cámara que le había obsequiado, la tomó con delicadeza y comenzó a analizarla, lucía mucho mejor que cuando la había visto en Londres.

No era de regalar cosas, aunque al enterarse de lo sucedido a su cámara no dudo en ningún momento. El propósito era que se sintiera mejor, no que lo regañara por haberle comprado una cámara a una completa desconocida, porque era—una de las cosas— que había insinuado por teléfono esa mañana. La admiraba bastante y quería que ella se diera cuenta de aquello.

Sus pensamientos fueron interrumpidos al apreciar la imagen de Astrid frente a él con una taza de café en una bandeja de color caqui. La ayudó para que ella pudiese sentarse frente a él. Dio un leve sorbo a su café, el cual estaba levemente amargo, y decidió agregarle una cucharadita de azúcar.

—Y bien, ¿cómo se ha enterado dónde vivo? —cuestionó saber Astrid.

Él solamente se limitó a sonreír mientras bebía de su café, el cual satisfacía el frío que tenía. Apartó la taza de sus labios, dejándola sobre la bandeja. No quería decirle nada, solo quería conocerla. Tenía aquella maldita obsesión de conocerla y ella simplemente no dejaba que entrara fácilmente en su mundo.

Relamió sus rosados labios, admirando el rostro de la fotógrafa. Pensó en las palabras que le diría, no planeaba que se asustara, era lo que menos deseaba en ese momento.

—Ayer me enteré. Cuando me vine caminando con usted.

—Eso lo sé, señor Hurst. Quiero decir, ¿cómo supo el número de mi departamento? Eso es lo que me interesa saber.

—Fácilmente pregunte, si eso es lo quiere saber.

—Y, ¿a quién le ha preguntado, joder?

—Su amiga... ¿Olive? Creo que así se llama... Es mentira, le pregunté al hombre de la recepción. Sin embargo debo destacar el ímpetu de su amiga por hablar de más, es bastante encantador.

—¿Debo felicitarlo? Claramente esto es más que extraño, Dios. ¡Hay mejores maneras de comunicarse con alguien, señor Hurst!

Connor la calmó tan solo mirándola a los ojos. Soltó un ronco bufido y cubrió su rostro con ambas de sus manos, pensando.

—Al parecer le molesta absolutamente todo, señorita Portinari. —Las palabras de Connor salieron disparadas por su boca, sin ningún remordimiento.

Estaba molesto, aquella muchacha era completamente complicada y no sabía qué hacer.

—Si no está de acuerdo con eso, puede retirarse. La puerta está por allá, señor Connor—señaló a gran puerta de color blanca con su dedo índice.

—Hay algo que no comprendo de usted. Me dijo miles de cosas en Louvre y ahora pareciera que las palabras que le escuché decir a una astuta fotógrafa se han simplemente esfumado. ¿De qué sirven sus palabras si no hay acciones que las demuestren? Deje de hacerse la difícil y acepte que quiero conocerla. Solo soy una persona que desea conocer a otra, la cual esta justamente frente de uno y solamente se limita a criticarla, porque ¡eso es lo que está haciendo usted! —Levantó sus manos y volvió a bajarlas violentamente, emitiendo su claro mensaje: estaba molesto.

—No sé quien se ha creído usted...

—¿Me va responder, Astrid? O ¿simplemente se limitará a seguir regañándome? Porque sí es así, prefiero irme donde John Allamand en este preciso momento.

—¡Bien! —bramó, Astrid—. Usted dígame donde quiere que nos veamos, pero ahora por favor retírese de mi departamento.

Connor Hurst se levantó educadamente del sillón de Astrid y caminó hasta la puerta, sin volver a mirarla y limitándose a decir un "adiós." Al salir del departamento pensó en donde podría invitarla, a un lugar donde pudiesen hablar y donde—claramente— no se aburrieran. La brisa congeló el puente de su nariz y sus labios, los cuales estaban completamente secos.

Sería completamente difícil y esto ya lo estaba siendo.


Domingo, 16:50 de la tarde.

Astrid estaba con Olive en el sillón mientras veían Mean Girls junto a unas cabritas y dos refrescos. Las carcajadas salían por las bocas de ambas al igual que las exclamaciones malvadas hacia Regina George. Olive lanzó una palomita al televisor, siendo regañada por Astrid. Las tardes de amigas era el mejor momento para ambas, ya que podían disfrutar de un divertido momento criticando y riéndose, o simplemente llorando —si es que se trataba de películas románticas.

Olive sin querer se sentó sobre el control remoto, cambiando Netflix por el noticiero de Francia. Astrid dio un gritó, seguida de Olive las cuales estaban al pendiente por la siguiente escena de la película.

—Genial, Ollie. Nos hemos perdido la mejor parte.

—Lo siento, es solamente que mi mano se mueve sola y... ¡Cúlpala a ella! —dijo, enseñando su mano la cual se movía con ayuda de la otra, agitándola a todos lados.

Astrid soltó una sonora carcajada, siendo interrumpida por su celular.  Alargó el brazo y contesto la llamada.

—¿Diga? —contestó entre risas.

—¿Astrid? —La voz de Connor Hurst llegó a los oídos de Astrid, paralizándola por completo. Su voz era su debilidad, la hacía enloquecer con solo una mínima palabra. Inhaló nerviosa.

—S-señor Hurst, ¿a qué se debe su llamada? —preguntó. Se pasó las manos por su semblante y recordó el día de ayer. Maldición.

—Pasaré por usted a las siete de la noche. Por favor, espero que esté lista cuando la vaya a buscar—Connor Hurst cortó la llamada inmediatamente, dejando a Astrid con palabras en su boca.

Su amiga la miraba sonriente y expectante por lo que tenía que decirle.

—Connor Hurst pasará por mí a las siete.

—¿¡Qué?! Mujer, que esperas...

—Solo... Terminemos de ver la película—declaró, Astrid.

Olive se levantó rápidamente de su puesto y apagó la televisión, parándose frente a esta con las manos en sus caderas. Miró a su amiga esperando una respuesta por parte de esta pero, solamente lanzó un bufido de frustración y se ocultó su rostro con una almohada.

—No puedo creer que me estás prohibiendo ver Mean Girls por una estupidez.

—¿Desde cuándo Connor Hurst es una estupidez, Astrid? —preguntó, Olive.

Astrid se acomodó en el sillón, en la misma posición que ocupaba cuando meditaba por las noches con la almohada en el espacio que había en sus piernas, presionándola contra su pecho.

—Desde que me dejó plantada...

Je ne peux pas le croire (1) , ¿seguirás con lo mismo, Astrid? Él está haciendo lo posible para que realmente algo bueno salga entre ustedes. Y tú solamente dices: Me dejo plantada. Debes tener algo en tu condenada cabeza...

—No discutiré esto contigo. —Se levantó tranquilamente del sillón, estorbando a Olive junto con sus palabras—. No es algo que deba hablar contigo. Ahora, ayuda a elegir el conjunto que llevaré—sonrió, Astrid.

Entraron a la habitación de Astrid. Olive se sentó a su lado y abrazó con fuerza a su amiga.

—Tranquila, Ollie. Ahora, elije mi conjunto como tú sabes hacerlo—dijo, riendo Astrid.

—¿Es una cena?

—Mhm, solo me dijo que pasaría a buscarme...

—Debe ser alguna cena. Estoy completamente segura—aseguró, Olive.

Se adentró al entre su closet y comenzó a husmear entre los tantos jeans, camisetas y sweaters para encontrar algún vestido. De un momento a otro, Olive estaba saltando como loca y mostrando dos elegantes vestidos. Astrid no era de vestir con vestidos o faldas, solamente un jeans, una playera y—si era posible— algún sweater.

Mon Dieu (2), ¡Ambos son perfectos, Astrid! ¿De dónde lo has sacado? Me encantan y se verían perfectos en ti.

—Era para un antigua cena familiar y otro para una cita. Prefiero no hablar de ambas, en especial la segunda.

—Lo sé. Entonces, ¿cuál prefieres? —Olive alzó ambos vestidos para que Astrid pudiese verlos.

—Me gusta aquel vestido largo, pero pensaba dejarlo para cuando reúnan a los artistas en Louvre. Por lo que decidiré por aquel negro—señaló el vestido corto, el cual tenía la espalda abierta con algunas cintas delgadas para cubrirla un poco.

—Excelente elección, cariño. Ahora ve a vestirte mientras elijo algo para cubrirte.

Una hora y media había pasado Olive arreglando a su amiga para que luciera perfecta ante los ojos de Connor Hurst. Comenzó a ordenar su cabello en una trenza de sirena, que caía por su hombro derecho, dejando aquella apariencia inocente que Astrid siempre ha poseído. Al finalizar con Astrid se alejó unos metros de ella para observarla mejor; se veía preciosa.

—¡Te ves tan bella! —aplaudió Olive, emocionada.

Astrid volteó hacia el espejo y analizó su rostro. Con ayuda de sus dedos tocó cuidadosamente cada sector de su rostro, sin que el maquillaje se adhiriera a sus dedos. Sonrió complacida. Hace bastante tiempo que no se arreglaba tanto para alguna cena, cita o lo que fuese, y le encantaba como Olive lo hacía ya que solamente ella sabía cómo era lo que le gustaba.

Había extrañado aquel vestido negro, la primera vez que ocupo fue cuando tuvo su primera cita con el que fue su primer novio, pero prefería no recordar a aquel chico, no quería que arruinara la noche aunque en su interior presentía que sucedería lo mismo que hace unas noche, Connor la dejaría plantada.

Volteó a ver a su amiga, preocupada.

—Olive, ¿qué sucede si Connor me deja nuevamente planta? —cuestionó, acariciando su larga trenza de sirena.

—Créeme que personalmente lo voy a golpear por arruinar la noche que pasaríamos juntas viendo películas y jugando Scrabble o Twister—confesó, Olive.

Astrid asintió y abrazó a su amiga, agradeciéndole.

—Lamento este inconveniente, Olive. De verdad quería pasar la tarde de amigas.

—No te preocupes, As. —Tranquilizó, Olive, mientras se dirigía al armario de su amiga para sacar un par de tacones negros de una plataforma no tan alta—. Ahora, ponte estos y esperemos por la llegada de Connor Hurst.

Obedeció lo que decía Olive y acomodó sus pies dentro de aquellos tacones. Se sentía mal por dejar a Olive sola y quería hacer algo para compensarlo, sonrió maléficamente hacia su amiga.

—No te dejaré sola, Ollie. Llamaré a un amigo mío.

—Dime que no llamarás a Colin o te mato personalmente.

—Muy tarde—dijo, Astrid.

Apegó el celular a su oreja y espero por la respuesta de su amigo, le explicó la situación y lo obligó a quedarse con Olive toda la noche hasta que ella volviese de la cita... O lo que fuese que estaba invitándola Connor Hurst. Astrid espero junto con Olive mientras la morocha le explicaba las cosas que no podían hacer en su casa.

—Mira—explicó, Astrid—, si necesitan tener sexo háganlo en la habitación de invitados, no en el sofá, no en la pared, no en ningún lado.

—Astrid...

—Si quieren besarse les permito todos los lugares. Pero si se van a otro nivel, habitación de invitados...

—¡Astrid! —bramó, Olive—. No sucederá nada, solamente hablaremos... Y comeremos.—Astrid alzó una ceja.

—¿De verdad me crees idiota, Olive? Solo ya dije, cualquier cosa. Es mejor prevenir que lamentar...—Las palabras de Astrid fueron interrumpidas por el ruido de la puerta.

—Ahora ve tú.—Olive empujó bruscamente a su amiga haciendo que se tambaleara para no caer de bruces al suelo—. Lo siento.

Astrid acomodó su cabello e inspiró profundamente, antes de abrir la puerta, revelando la imagen de Connor Hurst con una camisa color negra y unos vaqueros del mismo color, sin olvidar sus famosas votas. Tragó en seco al sentir el masculino olor de Connor entrar por su nariz e hipnotizándola por completo. Sus mejillas adoptaron un color rojizo mientras se acercaba a saludarlo con un beso en la mejilla, el primero que se habían dado.

—Astrid.

—Connor... Eh...

—Te ves muy hermosa. Lo lamento tenía que decirlo. —Y mordió levemente la punta de su lengua, mientras miraba directamente hacia los ojos de Astrid.

—Connor Hurst —pronunció su amiga, saludando a Connor con un abrazo—, un gusto verlo.

—Igualmente digo, Olive. ¿Cómo has estado?

—Perfectamente, ahora vendrá un amigo a hacerme compañía mientras usted sale con Astrid a su cita... O lo que sea que es.—Connor rió, y Astrid mordió levemente su labio inferior, nerviosa ante la presencia de aquel hombre.

Le incomodaba que Olive y Connor hablarán con tanta confianza. No estaba celosa, solamente sentía que estorbaba en ese momento por lo que decidió apartarse levemente y entrar a su departamento buscando cualquier cosa para poder escapar de la situación de ambos hablando. Fue hasta su habitación y vio una llamada entrante, era Robbie.

—Robb—dijo.

—Astrid—respondió sorprendido—, he estado esperando que respondas toda la semana.

—Mejor tarde que nunca.

—Tú y tus extrañas palabras, Astrid. Y dime, ¿vendrás el lunes? —meditó sus palabras unos segundos.

Robbie Portinari, o mejor conocido como su hermano, ya estaba haciendo acto de presencia a pesar de la distancia. Era notorio resaltar la evasión de las llamadas por parte de Astrid y era más que sencilla la respuesta para ello: una relación a distancia con un hermano ya era difícil, pero considerando los antecedentes de ambos lo era aún más. Habían pasado dos semanas en donde ignoraba las llamadas telefónicas por parte de él por diversos motivos, pero esa vez estaba buscando un pretexto perfecto para abandonar a su amiga y Connor en su conversación.

—Tengo que hablar con Rhiannon, Robbie. Trabajo los lunes en la mañana, y lo sabes perfectamente.

—Lo sé pero, trata de hacer un espacio para nosotros.

—No quiero ver a Johanna, te lo he dicho hasta el cansancio.

—Es tu familia, Astrid...

—Veré que puedo hacer, Robbie. No te quiero prometer absolutamente nada —dijo, paseándose y saliendo de su habitación hacia la entrada principal—. Cuídate, te quiero mucho.

—Yo igual, preciosa. Te espero el lunes.

Al cortar, Olive y Connor la miraron asombrados, sobre todo Connor el cual tensaba su mandíbula notoriamente y arreglaba su cabello con sus dedos. Astrid sonrió, despidiéndose de Olive y bajando con Connor hacia la calle. Era una tarde realmente helada y agradecía haber venido con aquel abrigo rojo que le había sugerido su amiga horas antes. Connor solamente caminaba a su lado, con ambas manos en sus bolsillos, mirando el cielo.

No entendía por qué habría de reaccionar así, con tal indiferencia un tanto innecesaria. Quería hablar, mas estaba complemente helada como para pronunciar alguna palabra, por lo que tosió levemente para que Connor pudiese captar su idea. Él la ignoró, mientras seguía mirando hacia el cielo. No sabía qué hacer para llamar su atención y no ir caminando todo el camino en silencio.

Bajó la vista hasta la mano de Connor, la cual chocaba ligeramente  con sus dedos y sintió el impulso de tomar de ella, sin embargo solo hizo chocar sus manos, sintiendo como su piel se erizaba con el mínimo contacto que tenía con Connor.

—¿Cómo has estado? —preguntó, Astrid, rompiendo el silencio.

—Bien—respondió de manera monosílaba.

Lo detuvo poniéndose frente a él. Se cruzó de brazos y lo miró tajante, esperando por alguna reacción por su parte, pero solamente miró a otro lado que no fuese la chica que estaba frente suyo.

—¿Me dirás que te sucede? o ¿te comportarás de la misma manera inmadura que yo tuve la otra vez? —cuestionó Astrid de brazos cruzados.

—No me sucede absolutamente nada, Astrid. ¿No puedo ir pensando?

—Pareces enojado, ¿por qué no hablas conmigo? Estoy caminando sola acompañada de un fantasma.

—No suelo compartir mis pensamientos íntimos.

—No te estoy pidiendo que me digas cómo te sientes, te estoy pidiendo que hables conmigo. Para eso hubiese preferido pasar la noche con mi amiga y amigo que contigo. —Lanzó sus manos fuertemente contra sus caderas y dio un fuerte bufido—. Sabes, me voy.

Dio media vuelta con sus manos en los bolsillos de su abrigo rojo, tal vez Astrid el otro día actuó del mismo modo, pero estaba vez el hizo la invitación para que salieran juntos.

—¡Astrid! —Escuchó su nombre en los labios de Connor, pero no se detuvo, no quería salir con él. Ya no.

Su cuerpo fue detenido cuando dos mano se posicionaron en su cintura haciendo que volteara a ver al hombre de responsable de esas manos. Connor Hurst la miraba fijamente solamente a unos diez centímetros de distancia deteniéndose en sus azulados y profundos ojos, que estaban humedecidos por el frío y por la decepción.

Podría simplemente besarlo, pensó Astrid.

La mano de Connor se desplazó hasta la mejilla de Astrid, acariciándolas suavemente y haciendo que Astrid sintiera la comodidad de su mano cuando tocaba su mejilla. Quería besarlo. Ahora. Pero su cuerpo no respondía a ningún llamado exterior. Su corazón saltaba fuertemente y estaba segura que Connor podía escucharlo.

Tragó en seco, separándose.

—Le pido por favor, que se separe de mí—titubeó, Astrid.

Connor hizo caso a sus palabras y apartó lentamente sus manos de la cintura y mejilla de Astrid. Sintió que su piel comenzaba a enfriarse sin el contacto de su cuerpo.

—Ya que ha insistido en que diga lo que pienso le diré: Estaba pensando en, ¿cómo un hombre puede resistirse en no besarte?—confesó en medio de una torcida sonrisa.

.   .   .

1. No puedo creerlo.

2. Mi Dios.

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