04. "Desesperación"
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Las manos de Astrid envolvían la pequeña taza que contenía su té favorito, enturbiando los cristales de sus lentes. Prosiguió leyendo archivos en internet aún con la taza de té entre sus manos, sorbiendo con cuidado, teniendo precaución para no quemarse. Mordió incómoda su labio inferior y dejó con cuidado la taza sobre la mesa. Dio click en algunas páginas tratando de encontrar alguna imagen de profesor Hurst. Sin embargo no había absolutamente nada.
Retiró sus lentes, pasando las manos por sus ojos y posteriormente por su cabello, exhausta por no encontrar alguna imagen del hombre que le había concedido la mejor oportunidad de su vida. Quería por lo menos encontrar algo que le enseñara como era él.
Nuevamente dio un sorbo a su taza de té, tecleó la página de la Universidad en la cual trabaja el profesor Hurst, y fue hasta hasta Docente de Fotografía. Para su mala suerte, los perfiles de los profesores de Fotografía estaban absolutamente restringidos, solo los alumnos de esa Universidad tenían el acceso.
No se le podía ocurrir algo mejor que hacer para encontrar al profesor Hurst Cerró su laptop y fue directo a bañarse. Tenía clases con uno de sus profesores favoritos, Kyler.
* * *
El timbre de su departamento la alertó y recordó que Colin siempre venía a recogerla para ir a la Universidad. Sintió un dolor en su pecho que le estrangulaba su respiración. Detestaba seguir enojada con Colin, eran inseparables y pasar por unas peleas estúpidas la hacía sentirse pésimo, sobre todo porque la culpa recaía únicamente en ella.
Recogió su cabello en una coleta y arregló un poco sus ojos, los cuales estaban inflamados debido a que se había quedado bastante tarde la noche anterior. Abrió la puerta encontrándose con su apuesto amigo, el cual traía en su mano una pequeña flor.
—¡Hey!—sonrió, entregándole la pequeña rosa.
—Colin.—Su semblante se iluminó ante la pequeña, pero valiosa entrega que había recibido por parte de su amigo—.Yo... Lo siento, Col.
Los fuertes brazos de Colin envolvieron el pequeño cuerpo de Astrid dejando que esta se tragara por completo los sollozos que tenía guardados.
—No, pequeña, yo lo siento.—Se separó de ella y acarició su suave rostro, secando una lágrima que salía por el contorno de su ojo—. De verdad que no debería haber reaccionado...
—Colin, fui yo la estúpida que reaccionó mal —suspiró—. Lamento de verdad haber dicho todas esas cosas, sabes que no lo decía de verdad solo estaba... molesta. Y reaccionar tan inmaduramente, al parecer, se me da muy bien.—Los labios de ambos se alzaron formando una sonrisa.
Colin besó la coronilla de Astrid con delicadeza y pasó lentamente los pulgares por su mejilla.
—Hey, no importa. A veces me comporto así y...
—Colin, mierda, ¡acepta mis disculpas! —chilló divertida, sonrojándose poco a poco—. Tú más que nadie sabe que soy un verdadero asco al pedir disculpas. —El ceño de Astrid se arrugó, y cruzó sus brazos avergonzada de su confesión.
—Lo sé muy bien, As. Por eso mismo valoro tus disculpas más que a nadie, porque sé que eres un asco al darte cuenta que te equivocaste.
—¡Por favor! Cállate y vamos. —Golpeó suavemente su mejilla, cerrando tras ellos la puerta de su departamento.
* * *
Esa mañana, las calles de París estaban con mucho tráfico, algo poco habitual de la tranquila ciudad a esas horas del día. Desvió la mirada de la calle y observó a Colin, el cual estaba igual de perplejo que ella por la cantidad de autos. Al igual que la calle la cafetería estaba igual de repleta, al menos unas veinte personas estaban dentro de la pequeña cafetería en la cual trabajaba Astrid.
Esquivando a unas cuantas personas, entró de la mano con Colin hasta Rhiannon, la cual estaba desesperada por un poco de ayuda.
—¡As, querida! ¿Dónde has estado? —Le entregó el delantal de color blanco que utilizaba las veces que iba a trabajar a la cafetería.
—Rhi, no sé si recuerdas, pero yo trabajo las tardes y solo los lunes en la mañana...
—Cariño, necesito de tu ayuda, urgente. Claire no entiende ni una porquería sobre hacer cafés y malteadas. —Los tres miraron a Claire, la cual a duras penas estaba tratando hacer un café con la complicada máquina de café. Apartaron la vista retraídos por la situación de Claire.
—Rhi... Tengo clases, Kyler se molestará conmigo si no voy. —Mordió tímidamente su labio inferior, por la estúpida excusa que le había dicho pero, cierta—. Ayer también he faltado. Si no voy una vez más me llegará un sanción de las mil vidas.
—¡Prométeme que vendrás lo antes que puedas al finalizar tus clases! —Rhiannon le imploró con tristeza. Astrid asintió lo más rápido que pudo.
—Olive estaría encantada de ayudarte—sugirió.
Rhiannon sonrió, iluminando completamente su rostro. Aplaudió fuertemente y abrazó a Astrid.
—¡Beau, eso sería magnífico! Dile que le daré un poco de dinero por su ayuda temporal —Colin miró un poco sorprendido por el repentino cambio de Rhiannon en cuanto mencionaron el nombre de Olive.
—La llamaré lo antes que pueda, Rhi.
Colin y Astrid salieron nuevamente de la cafetería dejando atrás a Rhiannon, la jefa de Astrid, en manos de una enorme multitud de grandes personas. Al salir de allí enseguida llamó a Olive—un poco temblorosa— para comprobar de que no era complicado para ella irla a ayudar durante unas horas, y aceptó con un pequeño chillido.
Astrid se estaba perdiendo algo dentro de aquella cafetería, algo de lo cual se arrepentiría por el resto de ese día.
* * *
—No, Robb. Te he dejado en claro que no iría y así será, por favor no me compliques las cosas—Astrid seguía moviéndose por los pasillos con el celular en su oreja y su bolso a punto de caer—. No, mira... No tú escucha. Ya te deje en claro algo y más te vale no involucrarte de nuevo. Aha. Robb, estoy en clases no...—El cuerpo de Astrid se había estrellado con otro, el cual derribo toda su anatomía haciendo que se desplomara al suelo—. Robbie, te llamó más tarde.
—Lo siento mucho, Astrid.
Eran sus ojos lo que más la perturbaba o tal vez era la manera en la cual le sonreía que la hacía sentir horrible por haberlo rechazado tantas veces.
—No te preocupes, Eùgene. Solo... ten más cuidado a la próxima. —Se levantó rechazando la ayuda ofrecida por éste, el cual la miraba con angustia.
—Astrid, ¿algún día podremos salir? Ya sabes, sin interrupciones o rechazos. —Acomodó su mochila en su hombro, y le lanzó una mirada expectante a Astrid. Difundiendo esperanzada en sus ojos.
—Eùgene, no lo creo. Estoy muy ocupada y ahora, más que nada, no me interesa tener alguna relación o algo...
—No te estoy diciendo que vayamos ser pareja o algo por el estilo, Portinari. No te adelantes. —Astrid bajó su mirada para ocultar el ligero rubor que procedía desde sus mejillas—. Solo quería hablar sobre lo sucedido, me interesaría que escucharas mi versión de la historia y no lo que viste, hermosa—aclaró—. Quiero que salgamos como amigos, ¿puede ser así? Porque la otra solución es no tenerte, y eso no me permitiría, cariño.
La sonrisa de Eùgene era capaz de derretir su corazón y sus pensamientos, pero no podía verse así frente a él. Tenía que ser dura y hacer que se diese cuenta de los múltiples errores que estaba cometiendo en ese momento. Quería que la viera como si después de todo no le importaban sus palabras.
Astrid aclaró su garganta y elevó nuevamente su vista hacia la de Eùgene.
—¿Disculpa? ¿Estás coqueteando conmigo?
—Claro que sí y espero que haya quedado en claro que quiero... —dio una breve pausa—no, necesito conocerte Astrid. —Tomó ambas manos de Astrid entre las suyas y la miró a sus profundos ojos azules—. Entiéndeme Astrid, sería un buen paso y tal vez tener, en un futuro, una oportunidad.
—Hey, cálmate. Detente.—Se separó desesperada. Apartó sus manos que descansaban entre las de Chase—. No sé qué mierda está pasando ahora mismo por tu cabeza, pero tu no me conoces ni yo te conozco y lo lamento, pero tampoco me interesa por el momento—dijo, dando una breve pausa y retomando nuevamente las palabras que había dejado: —Es extraño que sientas algo sin al menos conocerme. Puedo ser cosas que ni tú mismo podrías imaginarte, Eúgene.
—Lo sé, Astrid. Pero, en la vida se necesita arriesgarse sin importar las consecuencias.
—¡Merde Eúgene! —farfulló—. No entiendes nada, ¿verdad? Yo sé que estás teniendo algo con Helen y, aún así, vienes donde mí y pides que tengas alguna cita o algo parecido—exclamó, ya enfadada por la actitud que estaba teniendo Chase.
Las mejillas de Astrid estaban completamente rojas y sus manos estaban aferradas fuertemente a los dos cuadernos para su siguiente clase. Sus dientes comenzaban a rechinar provocando un ruido horrible, el cuerpo le sudaba inmensamente y sentía la cabeza dar vueltas, arrasando sus ideas de un lado a otro. La poca respiración que tenía, en ese momento le estaba faltando por la poca tolerancia que tenía ahora.
—Astrid, nena, créeme que te estoy diciendo que para eso hay que conocernos...
—¡Cállate, por favor! —Sintió que el oxigeno ya no estaba ingresando en su organismo. Lo detuvo con la mano en alto y la cabeza en dirección al piso.
Eran demasiadas palabras que asimilar y eso se le estaba haciendo bastante complicado
—Astrid, debemos conocernos. Me interesa conocerte—repitió.
—¡Está bien! Oh, maldita sea. Solo vete, por favor—sintió como sus ojos se humedecian poco a poco. Su corazón estaba bombeando demasiado rápido, sus manos estaban demasiado frías y el miedo se estaba apoderando de ella.
—Astrid, ¿estás bien? Maldita sea, déjame llevarte a algún lugar.
—No, no me toques, por favor—conforme adoptaba mejor su compostura salió rápidamente en dirección al baño.
Se encerró y observó su reflejo en el espejo, tomo unas cuantas respiraciones para poder relajarse. La manera en la cual las crisis de pánico se adueñaban de ella le disgustaba puesto que sentía que se apoderaban de su comportamiento diario. Si bien no consideraba las crisis de pánico como algo dañino cuanto lo pensaba, aquella idea se iba alejando cada vez más cuando el miedo y la angustia se adueñaban de su cuerpo. El estrés, la ansiedad del futuro interferían mucho en el desarrollo de este mismo.
Tomó el teléfono de su bolsillo y se dispuso a llamar a Colin, él siempre entendía cómo ayudarla cuando se encontraba en dicha situación tan incómoda.
—Astrid, estoy en clases. Llámame después —dijo, en un susurro.
—Lo siento... Eh, Colin, necesito que me traigas un jugo de algo, lo que sea pero que sea dulce. Me ha dado una crisis de pánico, no fue muy grave, pero creo que hasta me ha bajado la presión.
—Merde, ¿dónde estás?
—Frente a los baños, un poco más al sur de la sala de Kyler.
—Estaré allí en lo que pueda, tendré que ir corriendo. Estoy a dos edificios más allá. Tu tranquila, respira tranquilamente.
Al cortar la llamada acercó sus rodillas a su pecho, esperando por la llegada de Colin quien no tardaría en llegar. Sin embargo, sus ojos se cerraron del cansancio y la espera se hizo eterna en el mundo de sus sueños.
* * *
Al abrir los ojos pudo apreciar su habitación, el espejo blanco junto a su escritorio seguían allí. Todo estaba tal y como lo recordaba, tal vez había sido solo una pesadilla. Se removió un poco y pudo observar a Colin y Olive frente a ella de brazos cruzados. Astrid sonrió como pudo, apartando las lágrimas que se empeñaban con salir de sus ojos.
Olive se acercó donde estaba Astrid y la abrazó con fuerza.
— Astrid, ¿Te encuentras mejor? Quiero decir, mejor de lo que estabas hace unas horas.
—Ollie, tranquila. Estoy mucho mejor de lo que puedo estar —le sonrió con un atisbo de simpatía.
—¡Dios! Cuando Colin me había llamado pidiéndome que "llegara a tu casa lo más pronto posible" no pensé que era por esto. —Señaló la anatomía de Astrid con su mano libre.
—No es la primera vez, Olive. Tú lo sabes mejor que nadie —dijo, en un susurro poco audible para el resto.
Olive asintió y abrazó una vez más a su amiga. Se levantó de la cama y le dio una tímida sonrisa a Colin, el cual lucia igual de preocupado que ella.
Colin golpeó levemente la coronilla de Astrid con sus dedos.
—Eres una estúpida, ¿lo sabes? —La observó con ternura, mirando sus ojos los cuales estaban rojos por el sueño y las lágrimas—. ¿Sabes que dijo mi profesor? Ya sabes, Gregory, ese desgraciado. Cuando corté la llamada que me hiciste se volteó hacia mí y me dijo: "Señor, estamos en clase, siéntese." Negué unas siete veces y luego me dijo que si necesitaba irme lo hiciera en otra clase. Le respondí muy amablemente en Alemán. —Astrid rió y golpeó levemente el hombro de Colin, el cual imitó su acción.
—Eres tan amable, Colin Bouvier. —La mano de Astrid se dirigió a su corazón y suspiró con sarcasmo. Al tiempo de que Astrid dijera eso, salió de inmediato de la habitación riendo.
—Te dije que tomaras tus pastillas, Astrid—regaño Olive, entrando con un emparedado de mantequilla y miel.
— Si las he tomado —respondió.
—Bueno, no pareciera así, Astrid. Recuerda que también debes comer bien y no tomar otras cosas que perjudiquen el efecto de las pastillas...
Olive era capaz de quedar peleando— si era posible— hasta que ganara la batalla de palabras. Astrid sabía perfectamente que la elocuaz lengua de su amiga solo entraba en una gran batalla cuando estaba nerviosa, al darse cuenta de aquello no aguantó un segundo más y lanzó sus palabras.
—¿Qué sucede, Ollie? —preguntó Astrid—. Estas nerviosa, lo sé.
Olive dio un leve giro y miró a Astrid. Relamió su labio inferior claramente nerviosa y trató de hablar, pero las palabras no podían salir con normalidad de su boca. Astrid se removió entre las sábanas, tratando de tener una mejor visión del alarmado y nervioso rostro de Olive.
—Olive, me estás cada vez asustando más, ma chérie.
—No es nada, As. No soy yo la que debe preocuparse —declaró Olive, paseándose por la habitación.
—¿Puedes dejar de moverte? Solo dime que está sucediendo. —Astrid le señaló su cama para que tomara asiento y prosiguiera con lo que tenía que decirle.
—Está aquí, ma chérie.
Astrid frunció el ceño extrañada por las palabras de Olive.
—¿Quién? —preguntó.
—Connor Hurst, Astrid. Connor ha llegado a París.
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